Que me gusta mucho la cerveza no es un secreto, lo saben todos los que me conocen y además mi panza me delata. La afición se la debo a mi padre y a muchos buenos amigos que, como mi viejo, me acompañan desde otras dimensiones sabiendo que los recuerdo cada vez que me tomo una birra bien fría, también a gente con la que sigo disfrutando el placer de un lagarto “que se parte” cada vez que la vida nos regala la oportunidad.
Uno de mis anhelos cerveceros ha sido siempre visitar el oktoberfest de Bavaria. Disfrutar de la cerveza alemana, en la mata, como Dios manda. Además, debo confesar que la típica imagen de alemanas sonrientes vestidas con su “dirndl” cargando enormes jarras de espumeante cerveza me atrae muchísimo. Pero Alemania sigue pendiente y de momento he cambiado esa imagen por trajes típicos palestinos, kufiyas y una cerveza recién descubierta que me encanta, la Taybeh.
Hace pocos días estuve en el oktoberfest de la cervecera Taybeh, en el pueblo palestino cristiano del mismo nombre, en la Cisjordania ocupada. Un evento que se realiza desde 2005 cuando, recién concluida la Segunda Intifada, Nadim Khoury, creador de la popular cerveza, decidió celebrar un oktoberfest para mostrar al mundo que los palestinos resisten y que son personas a las que les gusta disfrutar la vida.
El patio de la fábrica, habitualmente vacío, estaba decorado para la ocasión con una larga barra con dispensadores de cerveza, algo así como un altar de Taybeh. También había puestos de comida típica palestina, artesanías y mil chucherías más. Y gente, mucha gente, mezcla de palestinos, extranjeros residentes en Cisjordania e Israel y hasta algún que otro judío que, ataviado con su kipá, se refrescaba con una helada cerveza. Aquello parecía una maravillosa y calurosa torre de babel en la que todos bebían cerveza, disfrutaban de danzas palestinas y de concursos de habilidades, como sostener por más tiempo una enorme jarra de birra.
Taybeh Brewing Company se fundó en 1994, después de los Acuerdos de Oslo de 1993, cuando el palestino Nadim Khoury, exiliado en EEUU, decidió regresar a la tierra donde su familia había vivido por más de medio siglo, ilusionado con la creación de un Estado Palestino y decidido a vivir de lo que hasta entonces era su hobby: hacer cervezas. “Taste the Revolution”, fue el lema elegido para promocionar la marca. La Golden, la primera variedad producida y a día de hoy la más exitosa.
Así surgió Taybeh, la primera cerveza artesanal de Oriente Medio. “Una cerveza natural, sin conservantes ni aditivos, con solo cuatro ingredientes: grano, lúpulo, levadura y agua. Hecha siguiendo las normas de pureza alemana”, cuenta orgulloso Nadim.
Las dos veces que he visitado la fábrica de cervezas Taybeh he tendido la suerte de conversar —ella habla elocuente y simpática mientras yo intento descifrar su perfecto inglés— con Madees Khoury, hija de Nadim y primera mujer con el título de maestra cervecera en Oriente Medio. Un mérito doble si se tiene en cuenta el machismo imperante en este lado del mundo, donde además la población musulmana no consume alcohol por motivos religiosos.
Madees, que actualmente lleva las riendas del próspero negocio familiar, me cuenta que Taybeh, que surgió como un emprendimiento diminuto, se comercializa hoy en 17 países entre los que destacan Alemania, Bélgica, Francia, EEUU, España y Japón, todos con tradición cervecera. También se vende en Jerusalén, algo que, obviamente, me viene muy bien.
“Hoy tenemos más de 10 cervezas y algunas muy especiales” me explica Madees, “tenemos una Ipa de piña, otra de limón salado, una de chocolate y una doble Ipa. También estamos experimentando con especias palestinas como el shumak, el zatar o el café árabe”.
Interesantes experimentos, pero yo me aferro a los clásicos, así que del oktoberfest de Taybeh regreso a casa con una caja de Taybeh Golden, para refrescar en las calurosas tardes de Jerusalén y de paso, recordar mis primeras birras junto a mi viejo.