Principio de incertidumbre

Conceptos de física cuántica y su aplicación a la vida cotidiana, me llevaron inesperadamente, a pensar en Cuba.

Un juego de dominó en una calle de Santiago de Cuba. Foto: Kaloian.

Un juego de dominó en una calle de Santiago de Cuba. Foto: Kaloian.

Hace dos décadas el cantautor español Ismael Serrano presentó Principio de incertidumbre, álbum doble grabado en vivo después de dos memorables conciertos en el Teatro Lope de Vega de Madrid. Serrano, cuya formación incluyó estudios de Física, adoptó una teoría científica conocida como la “relación de indeterminación de Heisenberg” o “Principio de incertidumbre” para titular su disco y crear una conmovedora canción de amor.

Cafetería en Santa Clara, Villa Clara. Foto: Kaloian.
Cafetería en Santa Clara, Villa Clara. Foto: Kaloian.

Hace poco deambulaba sin rumbo por la ciudad y volví a escuchar el tema. Me provocó curiosidad el mencionado principio, formulado por el físico alemán Werner Heisenberg en 1927. Me vi de pronto sumergido por horas en la lectura de conceptos de física cuántica y su aplicación a la vida cotidiana. Y no tardé, inesperada pero invariablemente, en pensar en Cuba.

Tendido de ropa en el patio de una casa de Trinidad. Foto: Kaloian.
Tendido de ropa en el patio de una casa de Trinidad. Foto: Kaloian.
 Peregrinación en la Loma de la Cruz, en Holguín. Foto: Kaloian.
Peregrinación en la Loma de la Cruz, en Holguín. Foto: Kaloian.

Así como en el micro mundo subatómico, en la vida cotidiana de los cubanos y cubanas la incertidumbre se ha convertido en una constante. Podría decirse que estamos “curados de espanto”, pero los acontecimientos se precipitan a tal velocidad que no hay ocasión de habituarse.

Un empujoncito a ver si arranca. Foto: Kaloian.
Un empujoncito a ver si arranca. Foto: Kaloian.
Partida de ajedrez en una calle de Santiago de Cuba. Foto: Kaloian.
Partida de ajedrez en una calle de Santiago de Cuba. Foto: Kaloian.

Hemos aprendido a lidiar con lo impredecible a una escala inimaginable, a convivir con la falta de certezas en casi todos los ámbitos de la vida; mientras se enfrenta escasez, asfixiantes sanciones externas, y se soportan discursos triunfalistas junto a la repetición de consignas de otro tiempo. 

Con un piano por una calle de Centro Habana. Foto: Kaloian.
Con un piano por una calle de Centro Habana. Foto: Kaloian.
Parada en Manicaragua, Villa Clara. Foto: Kaloian.
Parada en Manicaragua, Villa Clara. Foto: Kaloian.
Barbería en Ciego de Ávila. Foto: Kaloian.
Barbería en Ciego de Ávila. Foto: Kaloian.

La experiencia cotidiana incluye apagones, interminables colas, falta de combustible y alimentos, amigos y familiares emigrando en masa, una población envejecida, huracanes y otras inclemencias climáticas, constante deterioro de la infraestructura y, aparentemente, incluso el congelamiento de ríos en el lejano Canadá.

Una calle de Centro Habana, un día cualquiera. Foto: Kaloian.
Una calle de Centro Habana, un día cualquiera. Foto: Kaloian.
Portal en La Habana. Foto: Kaloian.
Portal en La Habana. Foto: Kaloian.

Tomás, personaje de La novela de mi vida (2001), de Leonardo Padura, lo sintetiza cuando le espeta a su amigo Fernando: “En cuarenta años me he comido un barco de chícharos y he ido a más reuniones que el presidente de la ONU. Pero no paso el día llorando en los rincones y lamentándome de cómo podría haber sido mi vida… ¿De qué tragedia me vas a hablar tú a mí?”.

Un señor en su bicicleta en una esquina en Cárdenas, Matanzas.
Un señor en su bicicleta en una esquina en Cárdenas, Matanzas. Foto: Kaloian.
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