Hace unas semanas regresé de Cuba. Durante mi estancia, tomé muchas notas en un cuaderno y, por supuesto, hice fotos, mi mejor forma de hacer un diario.
He intentado plasmar lo que vi a través de la escritura, dar coherencia a mis sensaciones a través de las palabras. Sin embargo, solo he conseguido llenar cuartillas de borradores. Las oraciones se traban y los párrafos quedan a medias. Cualquier narración verbal que pueda hacer resulta insuficiente.
Por fortuna, tengo la fotografía, que aun siendo también insuficiente, es mi tabla salvadora en el inmenso mar de las emociones y pensamientos que Cuba me provoca, aunque esté a 7 mil kilómetros de distancia.
Cuba es un país de muchos matices, lo que hace que cada fotografía sea significativa. Cada imagen es pieza de un rompecabezas que revela una parte de su complejidad.
Cuba también me ha enseñado a mirar más allá de las apariencias, a escuchar las voz que se esconde detrás de algunas sonrisas y miradas; a veces jubilosas, a veces melancólicas. Cada captura es un eco de alguna de las muchas realidades de un país lleno de vida y cultura, y a la vez de enormes desafíos y contradicciones.
Esta vez sentí la necesidad, como nunca antes, de detenerme a hacer retratos mientras caminaba por las calles.
Un retrato va más allá de posar frente a una cámara. Supone confianza y apertura, un canal fugaz a través del cual compartir una parte de uno mismo. Para el fotógrafo es una responsabilidad capturar aunque sea una pequeña parte de la esencia de la persona retratada.
Si aguzamos la mirada y recorremos como si fuera un mapa los detalles de las instantáneas, cada una muestra la diversidad del ser humano. Detrás de cada retrato hay además una historia personal única, relatos individuales que se entretejen con la historia colectiva del país.
Por eso, esta serie de retratos de cubanas y cubanos con los que me crucé al azar en la gran ciudad (La Habana), en mi patria chica (Holguín), en un pueblo costero (Gibara y Cojímar) o un caserío donde el mar y el campo se funden como en un abrazo (Caletones) va más allá de la captura de una imagen. Retratar supone la responsabilidad de mirar más allá de la superficie. A través de cada arruga, cada gesto y cada mirada nos asomamos a una historia.
Antes de fotografiarlos, compartimos unos minutos. Nunca anoté sus nombres; estaba conversando con Cuba. Sí, cada retrato forma parte del relato colectivo del país. Detrás de cada imagen hay pesadas cargas y también sueños de toda una nación.
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