Hace un año tuve la oportunidad de aterrizar en la Antártida. Desde entonces he seguido las noticias sobre el llamado Continente Blanco, y uno de los titulares más alarmantes de 2023 que recuerdo fue: “El ‘alucinante’ cambio en la Antártida que preocupa a los expertos”.
Otra nota revelaba que, a partir del monitoreo satelital del hielo marino realizado por el Centro Nacional de Datos sobre Hielo y Nieve de Estados Unidos (NSIDC, por sus siglas en inglés), se había detectado que el “hielo marino que rodea la Antártida está muy por debajo de cualquier nivel invernal registrado antes (…); un nuevo punto de referencia preocupante para una región que alguna vez pareció resistir al calentamiento global”.
La mala noticia se difundió rápidamente alrededor del mundo, y no es para menos: la Antártida alberga la mayor masa de hielo del planeta.
Para entender la magnitud de la pérdida, la CNN calculó la cantidad de hielo marino faltante y el resultado indicó “un área casi tan grande como Argentina o las áreas combinadas de Texas, California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah y Colorado”.
Durante mis días en la Antártida había capturado con la cámara los gigantes témpanos de hielo flotando sobre el mar. El intenso azul y blanco de los colosos helados hacían único aquel paisaje.
En los meses de verano del continente, como ahora, el hielo marino antártico registra sus niveles más bajos, en especial hacia finales de febrero. Después debería acumularse de nuevo durante el invierno.
Sin embargo, el hielo marino no ha vuelto a ocupar el área esperada. En 2023 se registraron los índices más bajos desde que comenzaron los registros, hace cuarenta y cinco años. La extensión del hielo marino está aproximadamente 1,6 millones de kilómetros cuadrados por debajo del anterior récord de invierno establecido en 2022, según datos de la mencionada NSIDC.
Los científicos no son optimistas sobre los resultados que se obtendrán este año, cuando se realicen las mediciones a mediados de 2024.
La extensión del hielo marino se mide utilizando datos satelitales y se considera que un área está cubierta con hielo marino si tiene hielo al menos el 15 % de esta en una imagen satelital.
El hielo marino antártico, esencial para regular el clima global y mantener el equilibrio de los ecosistemas marinos, es crucial para el funcionamiento del planeta. Su declive podría tener consecuencias devastadoras y afectar no solo la vida marina en la región, sino además los patrones climáticos a escala mundial.
Los científicos atribuyen el fenómeno a una combinación de factores, entre los cuales el cambio climático sería el principal responsable. El aumento de las temperaturas ha generado un acelerado derretimiento del hielo en la región antártica.
A su vez, los impactos de la disminución del hielo marino no son pocos. En primer lugar, la pérdida de hábitat para especies adaptadas a estas condiciones únicas podría desencadenar una cascada de efectos en la cadena alimentaria antártica. Pingüinos y focas, por ejemplo, dependen directamente del hielo marino para reproducirse y buscar alimento.
Además, el hielo marino antártico actúa como espejo reflectante que devuelve la radiación solar al espacio y regula de esta forma las temperaturas globales. Con su reducción, aumenta la absorción de calor en el océano: más al calentamiento global.
La disminución de las poblaciones de krill, crustáceos fundamentales en la cadena alimentaria, afectaría desde ballenas hasta aves marinas incluso en lugares tan lejanos como el Ártico.
Frente a la emergencia, la cooperación internacional es imprescindible para abordar el cambio climático y proteger los ecosistemas, con participación de la ciencia, la política y la sociedad civil unidas con un objetivo común: preservar la vida en nuestro único hogar, la Tierra.