El duro presente cubano acrecienta las creencias religiosas y la fe, en sus más diversas variantes. Las prácticas son visibles en la vida cotidiana. Se hace evidente con tan solo caminar unos metros por cualquier rincón del país.
Saltan a la vista crucifijos, pulseras y collares. Oggún, Elegguá, Obbatalá, Shangó, Yemayá, Orula, Oshún… Al asomarnos a las casas, se nota una mayor presencia de altares con cuadros de Jesús de Nazaret o esculturas de santos del panteón yoruba.
Aunque religión y fe a menudo sean utilizadas de manera intercambiable, poseen diferencias fundamentales. La fe es una creencia profunda y personal en algo más grande que uno mismo, una convicción interior que no siempre requiere pruebas tangibles. Es una fuerza que puede inspirar esperanza, consuelo y motivación en la vida cotidiana.
La religión, por otro lado, es una estructura organizada que reúne a individuos con creencias similares, ofreciendo rituales, doctrinas y prácticas compartidas. Mientras la fe es íntima y subjetiva, la religión proporciona un marco comunitario y cultural en el cual la fe puede expresarse y desarrollarse. En esencia, la fe es el espíritu, y la religión es el cuerpo que le da forma y contexto.
El desarrollo de las distintas religiones en Cuba está principalmente definido por el sincretismo religioso, característica que se basa en la fusión de diversas creencias y culturas. En la isla, las religiones africanas y el catolicismo español se entrelazaron en prácticas que han sobrevivido a lo largo de los siglos.
En épocas de crisis, las creencias religiosas ofrecen refugio, consuelo y refuerzan su condición de fuente de identidad. La religión se transforma en un medio para liberar tensiones, buscar apoyo y hallar serenidad. Los cubanos, como náufragos aferrándose a un salvavidas en medio del océano, recurren a sus figuras religiosas en busca de asistencia, ayuda y, en ocasiones, intervención divina para la resolución de problemas cotidianos. Estas dificultades pueden abarcar desde temas de salud y asuntos familiares hasta desafíos económicos.
En este contexto, el panorama religioso en Cuba es tan diverso como complejo. El catolicismo continúa siendo una fuerza predominante, pero coexiste con numerosas denominaciones evangélicas y protestantes, la religión yoruba o santería, la Regla Conga o Palo Monte, la Sociedad Secreta Abakuá, el espiritismo, entre otras.
La santería, por su parte, es parte esencial de la vida religiosa en Cuba, con una gran cantidad de seguidores que participan en sus rituales y ceremonias. Se estima que más de la mitad de la población cubana simpatiza con sus prácticas.
En un mundo cada vez más complejo e incierto, la fe continúa siendo un faro que guía a muchos a través de las vicisitudes de la vida, ofreciendo consuelo y una conexión profunda con algo superior.
Cada vez que camino por las calles de Cuba, me maravillo de la riqueza espiritual que se manifiesta en cada rincón. La mezcla de creencias, las historias detrás de cada altar y la devoción sincera de mis compatriotas me recuerdan que, aunque la fe y la religión sean diferentes en su esencia, juntas forman una parte integral y vibrante de la identidad cubana.