Muy pocos cubanos conocen que Asger Jorn (1914-1973), el más importante pintor danés del siglo XX, estuvo varios días pintando paredes y columnas interiores de un edificio en la céntrica calle Línea del Vedado Habanero.
Se trata de once murales creados en el otrora Banco Hipotecario Mendoza que, tras el triunfo de la Revolución y con las nacionalizaciones, se convirtió en el Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado con el fin de conservar la memoria histórica del proceso revolucionario.
Hay algunas referencias poco difundidas sobre esta serie de obras. Algunas notas perdidas en publicaciones cubanas, otros escritos más extensos en revistas y sitios web extranjeros y un documental de casi una hora del realizador cubano Ismael Perdomo, estrenado en 2010 y que mediante imágenes de la época, archivos y entrevistas, ofrecen una idea del importante hecho que fue la visita del ilustre artista nórdico a la Isla y su intervención pictórica.
Yo, que pasé casi todos los días por esa cuadra durante el tiempo que estuve estudiando en la universidad, conocí del paso de Asger Jorn por La Habana, el día que Hans Jacob Ohldieck, un filólogo noruego, preparaba un dossier sobre Cuba para la revista de arte y literatura Vagant.
Fue entonces, en 2010, que visité por primera vez (luego siempre que pasaba entraba a mirar) con este amigo, las paredes y columnas pintadas del Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. Quedé absorto con los murales y lo que eran unas fotos de rutina y por encargo, se convirtió en un afán particular por conocer sobre la visita de Jorn y sus días de creación en Cuba encerrado en ese inmueble.
Asger Jorn llegó a finales de 1967 a Cuba de la mano de su amigo personal, el pintor cubano Wifredo Lam. Se habían conocido en París, a mediados del siglo pasado, cuando en la “ciudad luz”, convivieron como en ninguna otra parte del mundo, los artistas más rompedores. Tanto Jorn como Lam ya eran reconocidos por sus obras.
El danés, en particular, era una leyenda por ser miembro del grupo CoBrA, un movimiento artístico fundado en París en 1948 y disuelto en 1951 que revolucionó la abstracción y el expresionismo al dotarlos de una espontaneidad y popularidad que hasta entonces no gozaban esas corrientes en las artes plásticas. Los militantes de CoBra preponderaron el arte popular y colectivo, las creaciones primitivas hechas por los niños y enfermos mentales. Realzaron las manifestaciones sociales y populares. Tanto que se adhirieron al sistema comunista en un primer momento, hasta que rompieron cuando el realismo socialista se adueñó de las manifestaciones creativas.
Lo anterior hizo que Asger Jorn, también militante antifascista, se interesara por lo que sucedía en Cuba. Más teniendo a Lam tan cerca, quien fue uno de los organizadores del renombrado Salón de Mayo, exposición de arte celebrada en La Habana, en 1967.
Para aquel mega evento, que aunó a gran parte de la vanguardia plástica mundial, la reproducción de un detalle de Stalingrad, un lienzo abstracta de Jorn donde representa la guerra, fue incluido en el célebre mural colectivo creado por varios artistas asistentes al Salón de Mayo.
Unos meses después, en diciembre de 1967, Asger Jorn en cuerpo y alma, aterrizó en Cuba como una de las ilustres personalidades invitadas al Congreso de cultura. El evento, que reunió a centenares de intelectuales del mundo, tuvo lugar del 4 al 11 de enero de 1968, en La Habana.
La presencia del artista danés no pasó desapercibida. Así se puede ver en las instantáneas que le tomó el fotógrafo Raúl Corrales; Jorn visitó la Casa de las Américas, entre otros lugares. También hay que mencionar la influencia que tuvo su vista para exponentes de la nueva figuración en Cuba como Antonia Eiriz, Servando Cabrera Moreno y Chago Armada, entre otros.
Mas,tantas reuniones del mencionado coloquio terminaron por abrumar a Jorn. Quería respirar la Cuba por fuera de un evento. Quería vivir la Cuba de las calles y entre la gente.
Así se ausentó de las actividades programadas y recorrió por su cuenta y con amigos algunos lugares de La Habana. Le encantó la espontaneidad de los cubanos, el barullo, la música, la luz y los colores.
De vuelta le manifestó a su amigo Wifredo Lam, a Carlos Franqui (periodista y escritor, director del entonces ya cerrado diario Revolución y otro de los organizadores del evento) y a Celia Sánchez Manduley (quien era también una admiradora de Jor), sus ganas de no seguir en esas reuniones.
Quería un espacio para pintar y regalarle a Cuba su apreciación rauda y veloz de su paso por la Isla y lo poco que había experimentado de la Revolución cubana.
Celia lo llevó hasta el recién inaugurado Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, del cual era su alma mater, para que interviniera las paredes y columnas libremente. Él aceptó gustoso.
Fue un hecho extraordinario en la carrera de Jorn que se internara en un edificio de esas características a crear. Andrés Álvarez Álvarez, en un extenso trabajo titulado “El destino habanero de Asger Jorn” y publicado en el blog Cuban Nordic Art Current, apunta lo siguiente:
“En sus escritos Jorn se había pronunciado contra este tipo de espacio frío y tradicionalmente estructurado. Su postura crítica ante los principios del arquitecto Le Corbusier en el periodo inicial de su formación partía de una preferencia por espacios donde la imaginación y la sugestión generada fuera de la mano de los valores funcionales. De ahí que sus intervenciones pictóricas en espacios arquitectónicos siempre partían de un ímpetu transformador donde la obra visual se añadía al edificio de manera activa, subjetivando zonas y generando una nueva dinámica espacial. Esto precisamente fue lo que intentó en el antiguo banco. No se limitó a una pared o a la creación de un gran mural, sino que buscó cambiar la fisionomía interior”.
Y en efecto, el artista resignificó con sus figuraciones de colores estrepitosos como el amarillo, el azul, el verde y negros intensos, los fríos espacios de un inmueble destinado a guardar importantes papeles.
Durante nueves días estuvo pintando nueve paredes y dos columnas. Lo acompañó y ayudó el pintor español y escultor abstracto Antonio Saura. También los trabajadores del lugar, mientras hacían sus labores diarias, algunos se animaron a aportar trazos y pinceladas. Hasta la propia Celia hizo uso del pincel en algunos dibujos.
Fueron días de mucha creación en todos los sentidos. Incluso de experimentar con los materiales que aparecían.
“Jorn utilizó los materiales disponibles. No le fue divertido dibujar, así que grabó bocetos en el yeso de las paredes con un destornillador, arrastró paños de piso empapados en color negro disuelto a través de las líneas: rayas visibles. Las imágenes de Jorn no se basaron en bocetos anteriores, ni repitieron motivos anteriores de sus pinturas. Usó colores brillantes en todo el trabajo y pintó con un nuevo tipo de pintura acrílica que fue el que apareció en ese momento”, revela Rasmus Graff, en un artículo publicado en el número 1, del 2010, de la ya mencionada revista noruega donde este ensayista analiza los murales de marras y el contexto en que fueron creados.
Asger Jorn quedó contento con la obra final pero, sobre todo, con los amigos que había hecho durante esos esos días de estancia en la Isla. Se coementa de su empatía con los trabajadores del Archivo, a tal punto, que les regaló pequeñas pinturas que iba haciendo en pedazos de cartulinas a la par que trabajaba en las paredes.
Esa fue su única visita a Cuba. Cuatro años después, el 1 de mayo de 1973, en Aarhus, Dinamarca, moría víctima de cáncer el gran Asger Jorn.
Hoy sus pintura cuelgan en los más importantes museos de arte moderno de todo el mundo y es celebrada su obra por millones de personas. Sin embargo, los cientos de transeúntes que a diario pululan por la calle Línea entre 10 y 12; o las personas que a todas horas esperan por allí, en una parada (en dirección al malecón), el P1, la 27 o algún otro rutero, quizás desconocen que a pocos pasos, traspasando el umbral del edificio con el no. 1009, están los murales de Asger Jorn, uno de los mayores protagonistas del expresionismo abstracto.