Durante 2002, mientras cursaba el primer año de Periodismo en la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, aprovechaba el tiempo libre para explorar la ciudad y sus alrededores. Más de una vez me embarqué a bordo de la patana que partía desde un muelle cerca del parque de la Alameda y navegaba por la bahía. La expedición era perfecta para un estudiante como yo, pues el paseo resultaba muy económico, apenas un peso en aquel entonces.
La bahía de Santiago de Cuba, caracterizada por su estrecho canal de entrada, abarca un área de 11,9 km² y tiene una longitud máxima de 6,5 km. Su profundidad media alcanza los 8 m, con puntos máximos de hasta 21 m. Con un perímetro total de 41 km, la bahía se conecta al mar Caribe mediante un canal angosto.
Cada elemento que la conforma es parte integral de su historia. Desde las aguas tranquilas que reciben a los pescadores locales cada mañana hasta la fortaleza construida siglos atrás, pasando por los barrios pintorescos en los que ahora residen vecinos humildes y afables. Además, se encuentra un paisaje de acantilados con una exuberante vegetación y las majestuosas montañas de la Sierra Maestra, que se elevan imponentes en el horizonte.
La historia del lugar se remonta a las comunidades aborígenes que se establecieron aquí mucho antes de la llegada de Cristóbal Colón en su segundo viaje, en 1494.
En el verano de 1515, al fondo de la bahía, Diego Velázquez fundó la ciudad de Santiago de Cuba. Desde ese año y hasta 1607 fue la capital del país.
Muy rápido el puerto de Santiago se convirtió en el corazón del comercio y la exploración en la región; punto de partida de numerosas expediciones hacia Centroamérica y destino de buques cargados de esclavos provenientes de Haití y África.
No tardaron en llegar los filibusteros. El primer ataque pirata registrado tuvo lugar en 1538, cuando un corsario francés se encontró con la carabela La Magdalena, bajo el mando del sevillano Diego Pérez.
Para proteger la villa de tales amenazas, el gobernador capitán Don Pedro de la Roca y Borjaen ordenó en 1643 la construcción de una fortaleza. El Castillo de San Pedro de la Roca del Morro, fiel vigilante a la entrada de la bahía, fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1997 por su relevancia histórica y arquitectónica.
Cerca de esas aguas también se libró la Batalla Naval de Santiago de Cuba el 3 de julio de 1898, entre las flotas de Estados Unidos y España, un cruento episodio de la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana.
En el vaivén de aquella patana (que aún hoy surca la bahía) se tomaba el pulso cotidiano de los lugareños, quienes hacían del transporte marítimo su principal medio de desplazamiento. El navío, sereno en su travesía, llegaba a los distintos enclaves a lo largo de la costa.
Varias veces me pasé todo el día a bordo de ese barco, capturando instantes con mi cámara. Eran los tiempos en que me adentraba en la fotografía.
Entre los asentamientos de este enclave marino, destacan comunidades emblemáticas como La Socapa y Ciudamar.
Sin embargo, ninguna evoca tanto encanto como Cayo Granma, antes conocido como Smith. Este diminuto reducto, hogar en el que viven alrededor de mil almas, se erige como un bastión de tradición. Una única calle serpentea alrededor del cayo, ofreciendo un viaje que se completa en apenas media hora.
A pesar del paso del tiempo, algunas estructuras de madera aún en pie atestiguan la arquitectura de décadas pasadas, erigidas con esmero desde los albores del siglo XX.
Dentro de la bahía, se encuentran infraestructuras relevantes como el puerto de Santiago de Cuba, el segundo en importancia del país; el parque Frank País; la refinería de petróleo Hermanos Díaz; la termoeléctrica Antonio Maceo, conocida como Renté; y la fábrica de cemento José Merce.
Cada regreso a Santiago de Cuba me conduce inexorablemente de vuelta a la bahía, donde el viaje en la patana me recuerda los de antaño, cuando era estudiante. Más que aroma a salitre, en este rincón se respira la esencia de la historia y la naturaleza del lugar. Un destino singular en el Caribe que invita a sumergirse en sus fascinantes paisajes costeros, la vida de su gente y los vestigios del pasado.