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Con el cuarto concierto de su gira latinoamericana, Silvio Rodríguez y sus compañeros cerraron anoche su paso por Chile. Fueron días intensos, de música y emoción. Todo se venía palpando desde meses atrás, cuando salieron a la venta las entradas y más de 180 mil personas en una cola online intentaron comprarlas en la primera jornada de preventa.
La demanda fue tal que la productora se vio obligada a sumar nuevas fechas hasta completar cuatro funciones en el Movistar Arena, uno de los microestadios para espectáculos más importantes de América Latina, con capacidad para 17 mil personas.
La serie de conciertos confirmó el enorme cariño que el público chileno mantiene por el trovador cubano, que regresó al país después de siete años de ausencia.
Durante más de dos horas y con cerca de treinta canciones por noche, Silvio llevó al público por un recorrido que abarca décadas de historia, poesía, amor y compromiso. Aunque el repertorio tuvo una base común —una combinación que enlazaba clásicos con temas de su más reciente disco “Quería saber”—, cada presentación guardó sus propias sorpresas.
En el primero, rindió homenaje a Víctor Jara interpretando “Te recuerdo Amanda”. En el segundo, regaló con guitarra en mano “Playa Girón” después que se la pidieron a garganta limpia desde el fondo del recinto, y cerró esa jornada con “El reparador de sueños”. En el tercero, brindó “Unicornio” e “Historia de las sillas”. Y en el último, ofreció “La tatagua”, “El dulce abismo” —quizá porque alcanzó a ver entre el público un cartel gigante donde se la pedían— y, a guitarra sola, cerró el cuarto con “Noche sin fin y mar”.

Cada función tuvo también a un referente de la canción chilena abriendo: Manuel García el 29 de septiembre, Illapu el 1 de octubre, Patricio Anabalón el 5 y Nano Stern el 6. En cada ocasión, después de sus respectivas actuaciones y poco antes de salir Silvio a escena, el trovador fue a los camerinos de sus invitados, a saludar, agradecerles y compartir unos minutos.

Pero las sorpresas no terminaron ahí. A mitad del cuarto concierto, el autor de “Ojalá” anunció con visible emoción la presencia de una entrañable amiga, hermana de canciones y de luchas. El público estalló cuando apareció Isabel Parra, acompañada por su hija Tita y por Manuel Meriño, para interpretar tres temas.

Silvio, desde la pata del escenario, los escuchaba y miraba atentamente. Fue un momento cargado de historia: el reencuentro de Silvio con Isabel evocó aquel mítico concierto del Estadio Nacional a principios de los noventa, cuando la hija de Violeta Parra, acompañada también por su hija y otros miembros de la familia Parra, fue la única invitada.

El acompañamiento musical de esta gira corre, como desde hace más de una década, por cuenta de un grupo de virtuosos: Rachid López y Maikel Elizarde (Trovarroco), Niurka González (flauta y clarinete), Jorge Aragón (piano), Emilio Vega (vibráfono), Jorge Reyes (contrabajo), Oliver Valdés (batería) y Malva Rodríguez (voz y piano). “Yo soy quien a veces los acompaña a ellos”, bromeó Silvio una de las noches, arrancando risas y aplausos para sus compañeros.
Durante su estancia en Santiago, también hubo espacio para el encuentro y la enseñanza. Algunos integrantes del grupo —Oliver Valdés, Jorge Reyes y Jorge Aragón— ofrecieron una clase magistral en La Pintana, una de las comunas más humildes de la ciudad, para niños y jóvenes interesados en la música. Niurka González y Malva Rodríguez, por su parte, compartieron un diálogo sobre música clásica en un conservatorio local.
Entre la nostalgia y el presente, entre la poesía y la historia, Silvio Rodríguez volvió a confirmar que su obra no pertenece solo a una generación, sino a un continente entero. Cuatro noches en Santiago que quedarán grabadas como un nuevo capítulo en la historia de amor entre Chile y Silvio.
El presidente Boric, un fan más
Si la expresidenta Michelle Bachelet celebró su cumpleaños en el primer recital, el actual mandatario chileno, Gabriel Boric, no quiso quedarse atrás. Días después de recibir a Silvio en el Palacio de La Moneda, asistió al último concierto en el Movistar Arena.
Llegó sin escoltas visibles, sin protocolos, mezclado entre la gente. Se ubicó en el primer balcón frente al escenario. Al reconocerlo, el público lo ovacionó y coreó: “¡Boric, amigo, el pueblo está contigo!”

Durante el recital se lo vio como un fan más entre las 17 mil almas que colmaron el recinto: cantando, aplaudiendo, emocionado. Al final del concierto, fue hasta los camerinos para saludar al trovador, a los músicos y al equipo técnico.
Sin la rigidez de su investidura presidencial, conversó y compartió distendido durante casi cuarenta minutos. Agradeció a Silvio por incluir a Chile como punto de partida de la gira y confesó haberse conmovido profundamente en varias partes del recital.

Le dijo que una de las canciones que más lo había tocado era “Es más, te perdono”, de Noel Nicola, que no conocía hasta esa noche. Antes de despedirse, se tomó una foto junto al cartel que anunciaba el sold out de las cuatro funciones y con el grupo de músicos cubanos. “Ojalá no tengan que pasar otros siete años para volver a tenerlos por acá”, dijo antes del abrazo final.

Así terminó el paso del trovador por Chile: entre ovaciones, canciones y abrazos. Con la guitarra como brújula y el afecto del pueblo chileno como combustible para seguir andando. Próxima estación, al otro lado de la cordillera de Los Andes: Buenos Aires, Argentina.