Víctor Jara sonríe en las fotos y pareciera estar más vivo que nunca. Lo está. En una, fuma un cigarrito y uno casi puede oír su voz cantando su tema: “Cuando amanezco con frío / prendo un cigarro de a vara / y me caliento la cara / con el cigarro encendido. / Ay, ay, ay, me querís, / Ay, ay, ay, me querís, / Ay, ay, ay”.
En otra, un primer plano de perfil revela un gesto amoroso; en una tercera se muestra serio, casi melancólico, y en la última aparece tierno, entre niños. Su presencia, suspendida en instantáneas en blanco y negro, acompaña ahora una escena que parece atravesar el tiempo: su hija Amanda se reencuentra con un viejo compañero de oficio y de luchas de su padre, Silvio Rodríguez.
El trovador cubano llega a este encuentro íntimo, ayer sábado, cargado de historia y emoción. Apenas se abrazan, le dice con una voz que trae ecos de otras épocas:
—Recuerdo que pasamos por tu casa cuando eras muy pequeña, allá por el 72. Íbamos a buscar a tu padre para irnos a Valparaíso.
Chile fue el primer país latinoamericano que Silvio conoció. Llegó en septiembre de 1972 junto a Pablo Milanés y Noel Nicola. Fueron casi dos semanas intensas, de noches memorables de guitarras, vino y canciones con los artistas de la Nueva Canción Chilena en la Peña de los Parra.
Por esos días estrechó la amistad con Víctor Jara. En una de esas jornadas emprendieron viaje a Valparaíso para cantar en la universidad; Silvio, enfermo de la garganta y con fiebre, se quedó durmiendo en el auto.
Amanda sorprende a Silvio con la guitarra de su padre. Él la toma con delicadeza como si se tratara de un objeto sagrado y la recorre con la mirada: las vetas de la madera, las cuerdas, el brazo, las clavijas. Le piden que la toque, que rasgue al menos un acorde, pero se niega. Apenado, apenas alcanza a esbozar un no.
Prefiere no profanar los ecos que aún suenan dentro de aquella reliquia. Es un gesto de respeto, de amor, de reconocimiento al compañero caído que sigue cantando a través de otros.
Tras la larga noche pinochetista —años de censura y exilio—, Silvio regresó a Chile en 1990. Lo hizo con Chucho Valdés e Irakere para un concierto histórico en el Estadio Nacional, donde 80 mil personas lo escucharon dedicar la velada a Víctor Jara, torturado y asesinado en 1973 tras el golpe militar.

Aquella noche también estrenó El hombre extraño, su homenaje al amigo mártir: “Un día, sin aviso, / murió aquel hombre extraño… / En ese mismo instante, / desde el cielo, los pájaros / descubrieron que al mundo / le habían nacido labios”.
En la primera de sus recientes noches en Chile, ante 17 mil almas, Silvio volvió a recordarlo. Cantó “Te recuerdo Amanda”, acompañado al piano por su hija Malva. Y ahora, en esta casa donde el aire parecía lleno de memoria y vitalidad, volvió a encontrarse con Víctor. En la sonrisa de Amanda, en las fotos, en la guitarra ante la que guardó silencio, en la historia que, todavía, sigue cantando.
