Allí todo es arena. Fue lo primero que dije cuando me preguntaron por las condiciones en las que se encuentra, después de ocho meses, uno de los barrios castigados por el tornado el pasado 27 de enero.
Si sopla el viento tienes que apretar bien los ojos y detenerte. A veces pasa un carro a lo lejos y ves cómo se levanta el polvo y el fondo se vuelve líquido, como un espejismo.
No caminas más de tres cuadras sin enfrentarte en mitad de la calle con montículos de recebo y arena donde se revuelcan los perros.
Alrededor, una pequeña brigada de hombres cargando sacos, poniendo ladrillos o haciendo mezcla, todo con mucha parsimonia y poca, muy poca gente.
Los lugareños se desvanecen en las aceras y cuando pasas y les miras hacen ese gesto cómplice que consiste en levantar las cejas y apretar los labios.
“Gracias a la Revolución tengo mi casa”, me dijo un vecino de la barriada. Antes del tornado vivía en un espacio reducido con barbacoa, ahora tiene una casita con cocina-comedor, sala y tres cuartos.
La barriada de Lawton está dividida, algunas calles están limpias, limpias de tornado, limpias de derrumbes y la siguiente la cubre un basurero de escombros de principio a fin.
El tornado pasó, se llevó techos, casas enteras, árboles, pero las personas que consiguieron permanecer en el mismo lugar mantienen sus costumbres. Se sientan en la entrada de sus casas al atardecer o tienden la ropa en el mismo lugar donde lo han hecho siempre solo que ahora su paisaje cotidiano es otro.
Son las trazas de un tornado acumulado en una montaña de palos húmedos, piedras, ropa vieja, muebles rotos.
Tal vez por eso se sientan encima de los escombros, de espaldas a la calle mirando hacia sus casas.
A escasas cuadras del vecino que le agradece a la Revolución su casita de tres habitaciones vive Raúl Wong.
Me pregunto si hoy ellos pueden celebrar juntos y en armonía una fiesta de barrio, una caldosa.
Raúl Wong es un hombre pausado que te mira a los ojos cuando habla y lo hace con mucho respeto, con educación. Me dijo que no le gustan los problemas, que es un hombre decente y trabajador. Pero Raúl Wong y su madre de más de setenta años llevan ocho meses fuera de la casa y seis con la esperanza de volver.
Al día siguiente del tornado estuve en la barriada, presencié el caos durante varios días, publiqué fotos y luego volví a mi vida.
Me acordaba a ratos de aquellos días y el dibujo de mi recuerdo era un lugar por donde muchas personas muy dispuestas y unidas caminaban por encima de escombros y entre cables de alta tensión. Luego repasaba las fotos y me olvidaba.
Cuando regresé después de tantos meses, encontré las ruinas de ese recuerdo. Afortunadamente ya no era el caos, desafortunadamente mientras unos agradecen otros, si se me permite la paradoja, presumen con humildad de levantar la casa con sus propios recursos.
Otros rumian su desdicha sintiéndose los olvidados y todo esto en una barriada pequeña de pocas cuadras.
Busqué a un hombre que con ilusión me prometió llevarme a vivir con él cuando levantara su casa pero no lo encontré. Ya sé que se dice siempre: todos los hombres son iguales.
Esta es una muestra del éxito del socialismo..¿por qué no le dicen al presidente Diaz que les preste su casa a estos damnificados? Ya que esta dando botellas su Mercedes….