Como se acaba el año te recuerdo que iniciamos a finales de abril con entrevistas grabadas por Zoom a escritores cubanos radicados en diferentes ciudades del mundo; aunque, desde hace varias ediciones mudamos a este formato, el podcast.
En total han sido 13 programas, y con este de hoy, catorce. Por aquí pasaron Marcial Gala, Nara Mansur Cao, Michael H. Miranda, Juan Carlos Roque, Eliecer Almaguer, Evelio Traba, Karla Suárez, Miguel Ángel Sánchez y Manuel Sánchez Dalama.
También, de manera indirecta, el genio del ajedrez José Raúl Capablanca, la declamadora Carmina Benguría, el escritor español Alejandro Casona, el ruso Mijail Bulgakov y los cubanos Alejo Carpentier y María Elena Llana.
Hablemos ahora sobre los libros y la literatura en este año tan peculiar.
Pese a haber estado marcados por el coronavirus y la reclusión a que la enfermedad sometió nuestros cuerpos, algunos aprovecharon para leer de lo lindo, para escribir como les fuera posible y, tanto editoriales como las distribuidoras del mundo se las agenciaron para proseguir su negocio en medio de la inactividad.
Recordemos cómo había empezado el año para la Literatura en Cuba: durante la Feria Internacional del Libro la poeta Lina de Feria recibió el Premio Nacional. Lina representa a una generación, a un pulso poético, a una inconformidad. De ese modo, la autora de poemarios como Casa que no existía, publicado en 1967, se hizo al fin con la mayor distinción entregada a los escritores de la Isla.
Por esos días también se entregaron los premios Casa de las Américas, y en teatro Abel González Melo se llevaba el lauro por su obra Bayamesa. Réquiem por María Luisa Milanés.
No fueron tan buenas las noticias posteriores: en abril moría en La Habana por coronavirus Víctor Batista Falla, quien es considerado uno de los mecenas de la literatura cubana. Tenía 87 años y entre sus aportes cuentan la fundación en Nueva York de la revista Exilio, así como la creación de la editorial Colibrí, una de las más influyentes para la diáspora cubana.
Otra pérdida que conmocionó a los escritores de la Isla fue la del poeta Sigfredo Ariel, quien tenía 58 años y de quien nos quedan poemas como el que en un rato te leo para homenajearle.
Cualesquiera sean los acontecimientos sucedidos, en Cuba no puede ignorarse la nominación de Leonardo Padura al premio Nobel. Esa noticia, dada a conocer por Aurelia Ediciones, marcó buena parte un año en el que tampoco Padura estuvo inactivo. Para julio su novela Como polvo en el viento estaba en librerías, y algunas veces escaló a los primeros lugares de ventas, como sucedió en Argentina, donde en septiembre se ubicaba como el libro más vendido durante una semana.
Además de Padura, otros escritores fueron nominados a premios o recibieron los suyos, como es el caso, por un lado del joven poeta Sergio García Zamora, quien se llevó el Internacional de Poesía Juan Alcaide; y, por el otro, el de la reconocida escritora Daína Chaviano. Con su novela Los hijos de la diosa Huracán, Chaviano, radicada en Miami obtuvo la Medalla de Oro al Mejor Libro en Lengua Española durante la décimo cuarta edición de los premios literarios de la Universidad del Estado de Florida.
El 2020 habrá de recordarse por otras muchas cosas: se cumplieron sesenta años de las últimas visitas de Sartre y Neruda a Cuba, fue el centenario de Eliseo Diego y de Ray Bradbury, la poeta y ensayista canadiense Anne Carson obtuvo el Premio Princesa de Asturias de las Letras, y la poetisa estadounidense Louise Glück el Premio Nobel de Literatura.
Así hemos ido por estos doce meses, y vamos despidiendo ya este ciclo peculiar. Meses de confinamiento y dudas. Ahora, nos queda esperar que el 21 sea amable con todos. Amable, y que traiga libros y lecturas memorables. Por el momento, cerramos con el poema prometido de Sigfredo Ariel.
SALÓN RENOVACIÓN
Con diecisiete años pensaba yo
que pertenecía a un margen: era
limalla, escoria de algún innoble
indigno mineral Me habían
persuadido en asambleas convulsivas
y a través de banderolas con letras
formidables en la escuela de la cual
me extirparon con un gesto
y de una vez como en un juego
de palitos chinos
Ando con diecisiete años por ahí
con el peso de mis extraordinarias
desviaciones ideológicas
hasta que un día echo un lúkin
por los alrededores y me digo
olvida eso, muchacho, olvida, olvida
Y así voy avanzando hasta la fecha
imperceptiblemente:
dale, olvida.