Gracias al proyecto Lucas, de la televisión cubana, el espectador cubano ya sabe que, independientemente del uso del video clip como técnica de marketing imprescindible en el mundo musical contemporáneo, esta modalidad puede contener notables proyecciones artísticas e incluso sociológicas y culturales. Equis Alfonso ha sido uno de los cantautores cubanos más interesados en perfilar estéticamente su abundante producción de videoclips. Hace unos años hizo zafra en las galas de entrega de los premios Lucas
Luego de mantenerse ausente durante largo tiempo de estos concursos, ha regresado para imponer su liderazgo.
Muy pronto se darán a conocer las nominaciones a los premios Lucas, y es probable, casi seguro, que destaquen varias obras dirigidas por, o con la presencia de, Equis Alfonso. En la copiosa producción correspondiente a los últimos dos años, el cantautor, especializado en hip hop y fusión, no siempre ocupó la silla del realizador. Ocasionalmente lo dirigen Raupa o Nelson Ponce, consagrados diseñadores que desde hace más o menos un lustro incursionan en el clip con notable acierto.
Para compensar los varios años de ausencia, Equis Alfonso entrega este año siete videos en tres modalidades distintas: animación, performance, y conceptual o de ensayo. Sin embargo, a pesar de las especificidades de cada uno, el conjunto se erige sobre el presupuesto teórico que postula la existencia de un videoclip de autor, capaz de expresar el modo de pensar del creador, su concepto del mundo, en lugar de dirigirse a tratar de asentar trending topics en cuanto a la forma de vestir y el culto a la personalidad de la estrella.
De modo que los siete videos de Equis Alfonso, ahora mismo en competencia por los premios Lucas, aportan informaciones precisas no solo sobre el mundo real que habita el intérprete (Cuba, segunda década del siglo XXI), sino que también proyectan, algunos con inusual belleza, la visión que de el artista sobre ese mundo.
Así, cuando el espectador disfruta uno de estos videos, entra en contacto con una singular perspectiva musical, un posicionamiento ético, y un sentido profundo sobre el De dónde vengo y Hacia dónde voy que distinguen, únicamente, a un artista cubanísimo, inquieto e inconforme, llamado Equis Alfonso.
Dos de los siete videos nuevos de Equis se concibieron como animación (Cambio y Sé que a veces), dos son performáticos (Solo y Reflexión), y tres tienen que ver con lo conceptual, es decir, con el montaje de imágenes en torno a una idea (Dime qué hay que hacer, Siento que y Solo es tiempo de dar amor). A continuación trato de caracterizar, en líneas muy generales, las virtudes que distinguen a estos videos. Intentaré aportar los argumentos que los colocan por encima de una producción cubana de videoclips en serie, adocenada, entrampada en sus propias convenciones, brillante y colorida como una pompa de jabón e igual de vacía y fútil.
- Dime qué hay que hacer comienza con el exergo que reza “Basado en hechos reales”, y nos conecta con la visualidad televisiva en tiempos de pandemia, y los cientos, probablemente miles de videoclips concebidos con la pantalla dividida en cuadros, y en cada uno, la conocida cabeza parlante. Equis, por supuesto, asume el canon solo parcialmente y a los pocos segundos se establece la asimetría de los cuadros, devenidos rectángulos de muy cambiantes proporciones, henchidos de personajes pintorescos, muchos de ellos conocidísimos, mostrados desde las más diversas escalas de planos, y a través de una edición donde el corte está marcado por el ritmo.
La reflexión sobre la emigración y sus causas, un tema reiterado en varios temas de Equis Alfonso, reaparece ahora, pero se aborda desde el juguetón y aparentemente frívolo contrapunto entre la saludable concupiscencia de los numerosos protagonistas, bailando o cantando a coro la canción, y el tono abstraído o preocupante del texto. En Dime qué hay que hacer se agradece el crescendo de vitalidad y alegría, proveniente de los más diversos entornos y locaciones, en lugar del consabido tono de gorrión o añoranza típicamente vinculado a la música sobre los emigrados.
- Siento que, codirigido por Equis y Raupa, está concebido como una explosión de vitalidad y colores, al igual que el antes mencionado Dime qué hay que hacer, pero ambos difieren considerablemente en cuanto al tono, ahora mucho más pesaroso y doliente, cercano a la melancolía de ciertas canciones de la memorable Habana Blues, a cuya banda sonora Equis prestó una importante contribución.
Siento que es un videoclip sobre el abatimiento, sobre dejar de fingir que todos somos felices, y tratar de “cambiar lo que nos hizo padecer”. Para ilustrar estas ideas, se recorren muchísimos exteriores, esquinas y parques de La Habana, en breves secuencias, nada turísticas, donde la cámara establece pausados y elegantes movimientos que recrean, mayormente, ruinas y destrucción. De manera constante aparecen, por delante de tales descalabros, niños y jóvenes, alegremente descamisados, aunque de mirada triste. Es compleja la interrelación entre el texto y las imágenes y, si bien los autores cedieron con cierta frecuencia a la tentación de la ilustración coincidente entre los significados de ambos, en los mejores momentos lo que vemos más bien enriquece la letra de la canción.
- Solo es tiempo de dar amor está dirigido por Equis y es el tercero de los videoclips conceptuales o de ensayo. En este caso, el autor se emancipa por completo de todas las servidumbres que suelen oprimir al videoclip más comercial, para alternar el color y el blanco y negro, utilizar tanto primerísimos planos como impresionantes panorámicas, y evitar por completo de la promoción directa y obvia del intérprete, quien decidió prescindir aquí de su propia imagen.
A pesar de que comienza con la iconografía médica que caracteriza también a tantos videoclips en esta época de pandemia, muy rápidamente el realizador trasciende ese hábito y nos presenta una historia, con comienzo, medio y final, sobre alguien que va en viaje hacia la muerte y regresa por un túnel de luz, en una suerte de ensoñación poblada de impresionantes imágenes, libremente asociadas, pero siempre de inspiración esencialista, filosófica o ambientalista, a la manera de los momentos más experimentales en ciertos filmes de Terrence Malick o Godfrey Reggio.
El video es como un catálogo de impresionantes vistas, o secuencias de montaje, sobre lo que significa la vida en este planeta, en su alternancia de megalópolis y bosques talados, mientras se habla, desde un punto de vista tal vez vinculado a la filosofía new age, sobre la necesidad de dar amor ante una realidad que nos hace indiferentes, una soledad que muere de dolor y una humanidad que no pide perdón.
- Cambio se inspira en un dibujo de José Bedia y, al igual que la obra del importante pintor, adopta matices antropológicos a la hora de apropiarse artísticamente de ciertos legados raciales y religiosos. Dirigido por los diseñadores Nelson Ponce y Raupa, que lo concibieron en tanto recreación, animación y resignificación del dibujo mencionado, Cambio hace confluir la historia personal de Equis con el pasado y el presente etnográfico cubano. Así, el músico se instala, junto con los diseñadores y el pintor, en la vanguardia del arte postmoderno en la Isla.
En lugar de graficar el texto, Ponce y Raupa extienden sus significados y los mixturan con múltiples alusiones religiosas e históricas típicas de la obra de Bedia. Se presentan figuras casi abstractas que habitan el pasado esclavista de machetes y cañaverales, transformado súbitamente en una suerte de distopía delirante y abrumadora. Es una auténtica joya, que aproxima el videoclip a los terrenos de la animación y el video arte.
- Sé que a veces se inicia con un micrófono, una grabadora y un proyector, tres imágenes que dan paso, desde la realidad contingente, a un mundo rotoscopiado, en el cual todo y todos se convierten en dibujos, capaces de sustituir con bastante fidelidad al original. La mayor parte del video es como una historieta, protagonizada por Equis o más bien por el dibujo exacto del artista, que canta la canción. Ocasionalmente aparecen globos de texto donde se pueden leer fragmentos de la letra.
El aire juguetón de los supuestos dibujos, en blanco y negro, pero flanqueados por súbitos letreros en mayúsculas y en rojo, como para destacar algunas nociones (cansancio, alma, palabras, esperanza), sugiere un ambiente perturbador, esencialmente lejano del espíritu evasivo y trivial que comanda la mayor parte de las historietas que en el mundo han sido. Aquí se utiliza ese estilo visual en contrapunto con un texto donde se habla sobre las veces en que “la impotencia nos golpea en la cara, cuando la dura realidad despierta cada mañana”.
- Solo: Equis Alfonso también dirige videos para otros. Dentro de la categoría del performance filmado, y muy cerca del video arte está Solo, pieza dancística que recrea un desconsuelo sobrecogedor a partir del blanco y negro, de los lánguidos movimientos del bailarín George Céspedes y la bellísima música de Gustav Mahler.
Con el adorno “exclusivo” de algunas elegantes ralentizaciones, el video muestra, desde un único y general valor de plano, la ejecución del bailarín. Comienza erguido, al centro del encuadre (dominado por un ovalado halo blanco sobre fondo negro) y termina quebrado sobre sí mismo, después de haber sugerido, mediante gestos y pasos, terribles martirios de orden espiritual. Equis Alfonso consigue aquí un minimalismo que resulta asombroso en su concisión, pues todo el acento, si alguno hubiera, se sitúa en la ejecución virtuosa del bailarín, al son de una música de indecible tristeza, o belleza, que son sinónimos en este caso.
- Reflexión: como una firma autoral, o marca de fábrica, Equis Alfonso aparece al principio y al final de este video, también performático, en tanto la representación está dominada por un grupo de modelos o intérpretes negros, de uno y otro sexo, en poses y con vestuarios icónicos, con el fin de recrear y resumir siglos de historia. Como en los documentales reflexivos de Nicolás Guillén Landrián, los sujetos a veces miran a la cámara, como si estuvieran posando para una foto de familia, o para un retrato pictórico. Cada imagen resulta de una plasticidad cuidadosamente construida, no solo a través de los primorosos encuadres y la foto en blanco y negro, sino también mediante la inclusión de atributos religiosos, símbolos políticos, y hasta señales costumbristas.
La sucesión de estampas, casi todas estáticas, relata parcialmente, a través del vestuario y la utilería, la saga y tradiciones de la afrodescendencia, colmada de abusos y horror, pero también, y sobre todo, henchida de hermosura y garbo, desde los cantos yorubas al hip hop. El hipnotismo de las imágenes, que se suceden como recreando el sueño de la razón, está marcado por la reiteración de algunas, como aquella en que se muestran los primeros planos de esclavos con los ojos vendados, el puño cerrado que se levanta entre cadenas, o el afán de un enterrador que aparece y desaparece a tono con la dolorosa concientización que propone el texto de la pieza. En fin, tres minutos, casi cuatro, de arte mayor; típico caso de seducción estética en función de una riqueza conceptual que incentiva el pensamiento y despierta la sensibilidad.
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Joel del Río es periodista, crítico de arte y profesor. Trabaja como periodista en el ICAIC y en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba, en San Antonio de los Baños, donde también ejerce como profesor de los talleres de géneros cinematográficos e Historia del Cine Latinoamericano.