Visa cancelada, ¿sin perjuicio?

El 1ro de agosto de 2013, el Departamento de Estado norteamericano aprobó extender a cinco años el tiempo de validez de las visas de no inmigrantes concedidas (la duración es discrecional) a los cubanos que desean viajar a los Estados Unidos por tiempo limitado.

Esta decisión, además de aliviar la carga económica que representa para las familias el trámite de cada aplicación (solicitud y renovación cuestan 160 dólares cada una), mostró el interés de la administración Obama por promover la apertura y el acercamiento entre los dos países. Solamente entre 2013 y 2016, fueron entregadas más de 103,000 visas de no inmigrante a cubanos, repartidas entre los formatos B-1 (de negocios) y B-2 (de turismo y asuntos personales).

En noviembre de 2013 Silvia Gutiérrez, de 70 años, editora de libros y revistas de La Habana, fue una de las beneficiadas por la medida. Su hija y su nieta, ciudadanas estadounidenses, viven en Homestead, en el condado de Miami-Dade, Florida. La visa de cinco años representaba para ella la posibilidad de visitarlas con frecuencia, haciendo menos gastos y padeciendo menos burocracia.

Foto: Cortesía de la entrevistada.
Silvia y su nieta. Foto: Cortesía de la entrevistada.

–En realidad yo comencé a viajar a los Estados Unidos en 2010 –cuenta–, aunque en ese entonces lo hacía con visas de seis meses y entrada única. Esas eran las que concedía la Oficina de Intereses en aquel momento, y era un problema porque uno debía renovarlas cada vez que quería viajar.

En su caso pudo obtener la visa B2 tras demostrar vínculos lo suficientemente fuertes con Cuba como para no albergar intenciones de quedarse a vivir en Estados Unidos.

–Vieron que había ido y regresado varias veces con anterioridad; que mi único interés era visitar a mi hija y a mi nieta. Soy dueña de mi casa aquí en La Habana, tengo al resto de mi familia acá, y aunque estoy jubilada sigo trabajando, en fin… Tengo lazos estrechos con Cuba y ninguna intención de quedarme allá. Así que me la dieron sin problema.

Desde entonces visitó Estados Unidos varias veces, generalmente durante los tres meses de vacaciones de su nieta. Gracias a esos viajes, ha podido disfrutar de cerca de su familia y ver a la pequeña crecer. La última vez fue en diciembre del año pasado, por Navidad.

Foto: Cortesía de la entrevistada.
Foto: Cortesía de la entrevistada.

Sin embargo, luego de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca el sentido de la nueva política hacia Cuba ha venido a entorpecer los planes familiares.

En medio de ese contexto de retroceso, en agosto de 2017 se hizo público el misterioso caso de los ataques acústicos –aún sin explicar– contra más de una veintena de empleados de la embajada norteamericana en Cuba. Como consecuencia, el Departamento de Estado redujo en septiembre el número de su personal diplomático en La Habana, mientras que en diciembre la Oficina de Servicios de Inmigración y Ciudadanía (USCIS) anunció que suspendía de forma temporal e inmediata las operaciones en la delegación antillana, salvo para casos oficiales o de urgencia médica.

Desde entonces, los interesados en solicitar o renovar la visa de no inmigrante, además de someterse a la habitual incertidumbre de si será aceptado o no, deben lidiar con el inconveniente de trasladarse a un tercer país donde exista una embajada o consulado estadounidense que tramite su petición.

Aunque su visa no vencía sino hasta noviembre de este año, Gutiérrez quería repetir la Navidad en Estados Unidos. Como para entonces ya no tendría visado, se dio a la tarea de renovarlo antes de diciembre.

–Llamé a la embajada de La Habana para preguntar cómo debía hacer, y me dijeron que debía realizar los trámites cinco o seis meses antes de que venciera la visa actual.

Foto: Claudio Pelaez Sordo.
Foto: Claudio Pelaez Sordo.

Teniendo en cuenta que la gestión debe realizarse personalmente en un tercer país, ella se decidió por México: para conseguir viajar le bastaba con presentar su visa estadounidense. Después procedió a llenar el formato de aplicación DS-160 y efectuar el pago para concertar la cita en el consulado norteamericano de Mérida.

–El pago del trámite debe hacerse en efectivo en la moneda del país donde se realizará la entrevista. Tuve que recurrir a una amistad en Ciudad de México para que me hiciera el favor de depositar en una sucursal mexicana el equivalente de los 160 dólares, porque si no pagas, no te dan cita.

Luego, el 6 de mayo, viajó a Cancún y, una vez ahí, tomó un ómnibus con destino Mérida. El 8 le tomaron las huellas y una fotografía digital. El 9 tuvo la entrevista.

–Allí me preguntaron a quién tengo en Estados Unidos, si ya había ido antes, a qué me dedico en Cuba, cuáles son mis ganancias mensuales y cuánto representa eso en dólares. Después me preguntaron quién tramitaba mis viajes. Les respondí que mi hija. Entonces me dijeron que no clasificaba para la visa porque mis nexos con Estados Unidos eran muy fuertes, y estamparon un cuño en el pasaporte. En ningún momento preguntaron sobre mis vínculos con Cuba ni me dieron oportunidad de explicar nada.

No obstante, cuando Gutiérrez llamó por vez primera a la embajada estadounidense en La Habana para informarse sobre cómo proceder para renovar, nadie le advirtió.

–En ningún momento me dijeron que debía presentar documentos ni nada. Como todo eso me lo habían preguntado desde la primera entrevista, la de 2010, se suponía que la información debía estar en el sistema –dice con molestia.

Además de negarle la renovación de la visa, los funcionarios del consulado cancelaron los seis meses que aún le quedaban vigentes, pensando quizás que Gutiérrez aprovecharía ese último resquicio para quedarse en Estados Unidos.

Foto: Claudio Pelaez Sordo.
Foto: Claudio Pelaez Sordo.

–Ellos no tuvieron en cuenta que si yo hubiese querido quedarme lo hubiese hecho hace tiempo, con nueve viajes que he realizado hasta el momento. Lo peor es que al cancelarme los seis meses me impidieron viajar en mayo para pasar las vacaciones con mi nieta, como hemos hecho siempre. De lo contrario, hubiese regresado en septiembre y empezado a ocuparme entonces de la renovación.

Ahora, para realizar una nueva solicitud, Gutiérrez debe proporcionar información que no haya presentado antes o demostrar que sus circustancias han cambiado; de lo contrario, sus probabilidades de éxito son mínimas. Aun así, al menos de momento no tiene intenciones de volver a someterse a un viaje tan incierto y costoso.

–Lo único que me queda es esperar a ver si un día deciden reabrir la embajada aquí, para presentarme nuevamente con todas las pruebas de las que disponga.

Al igual que Gutiérrez, muchos son los que esperan porque la embajada de La Habana retome los trámites consulares, solo basta leer los comentarios dejados por los internautas en su perfile de Facebook. Así, al menos, sería un tanto más fácil para los cubanos lidiar con el ya de por sí complicado dilema de las visas y las familias separadas.

Salir de la versión móvil