La truncada misión de Miguel Hernández de repatriar a su amigo Pablo de la Torriente, el poeta y miliciano cubano que murió en 1936 en el frente republicano de Madrid, vuelve a estar al alcance: en el cementerio de Montjuïc de Barcelona se abre al fin la fosa común donde se cree lleva 82 años sepultado.
Un convenio entre el consulado de Cuba, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona ha permitido reactivar el proceso para llevar los restos de Pablo de la Torriente (San Juan de Puerto Rico, 1901-Majadahonda, Madrid, 19 de diciembre de 1936) a su país, como era su deseo y el de su familia.
Para ello, hoy se han iniciado los trabajos de apertura de una fosa común del cementerio barcelonés de Montjuïc en la que, según testimonios históricos, el poeta, escritor y periodista fue arrojado, sin identificación alguna, en el año 1939, una vez acabada la Guerra Civil.
De la Torriente murió el 19 de diciembre de 1936 en el frente de Majadahonda, a pocos kilómetros de Madrid, en la conocida como “batalla de la niebla”, tras lo que su amigo y también poeta Miguel Hernández asumió personalmente el encargo de repatriarlo a Cuba.
Inicialmente enterrado en el cementerio madrileño de Chamartín, en junio de 1937 fue trasladado a un nicho del camposanto de Montjuïc -el número 3772-, desde donde se pretendía embarcarlo rumbo a Cuba, pero el desenlace de la Guerra Civil lo impidió y, en 1939, sus restos fueron arrojados a una fosa común junto a otras 11 personas sin identificar.
De ser ciertos los testimonios orales -entre ellos el de un enterrador- que sitúan al poeta en esa fosa, sus restos mortales podrían ser recuperados y, una vez cotejados con el ADN de sus familiares que ha facilitado el consulado de Cuba, ser trasladados a su país para recibir sepultura.
De la Torriente es considerado un símbolo revolucionario en Cuba, donde también es conocido con el sobrenombre del “Héroe de Majadahonda”, ha explicado este miércoles el cónsul cubano en Barcelona, Alexis Gómez, que ha asistido a la apertura de la fosa común junto a la consellera de Justicia, Ester Capella, y el concejal del Ayuntamiento de Barcelona Marc Serra.
Tras la Revolución cubana fue encumbrado como “firme luchador contra el fascismo”, según Gómez, que ha recordado que cuando estalló la Guerra Civil española De la Torriente ya vivía en Nueva York, exiliado de la dictadura cubana de Gerardo Machado.
Viajó en 1936 a Madrid para trabajar como corresponsal de guerra para varios medios americanos, pero la defensa armada de la República lo sedujo pronto y, sin dejar de publicar sus crónicas sobre el frente, se alistó a las Brigadas Internacionales hasta ser nombrado comisario político de una de las unidades de combate.
Su “carácter abierto y valentía”, en palabras de Ester Capella, lo convirtieron en un combatiente muy apreciado por las tropas republicanas, pero también por el ejército rebelde: de noche, cuando las armas daban un respiro y ambas trincheras se discutían a gritos, los soldados del bando franquista clamaban “¡¡que hable el cubano!!”.
De la Torriente se hacía entonces con un megáfono y, con su aguda oratoria, les soltaba arengas políticas para decir a los franquistas que estaban “en el lado equivocado de la Historia”. Así se labró un halo antifascista que le ha valido que La Habana bautizara con su nombre un centro cultural dedicado a la recuperación de la memoria histórica.
Al calor de la polarizada campaña electoral en la comunidad de Madrid, no han faltado en el acto de Montjuïc las llamadas a la lucha antifascista y a recuperar la memoria democrática para evitar que la historia se repita: “vemos que las ideas contra las que luchó Pablo renacen ahora. Hoy no abrimos una fosa, abrimos un libro de historia”, ha proclamado el cónsul.
A su vez, Serra ha defendido que las políticas de memoria “son más importantes que nunca”, en el contexto de “unos líderes que banalizan el franquismo, con la presidenta actual de la Comunidad de Madrid que se declara orgullosa de que le digan fascista”, mientras Capella ha encendido las alarmas por una “situación en la que la extrema derecha campa alegremente”.
Parecían resonar entre los nichos los versos que Miguel Hernández dedicó en su elegía a De Torriente tras su muerte: “Ante Pablo los días se abstienen ya y no andan. No temáis que se extinga su sangre sin objeto, porque éste es de los muertos que crecen y se agrandan aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto”.