Bancarización en Cuba: el oído en la calle

En sintonía con expertos o con sus propias razones, muchos cubanos no esconden su preocupación y desconfianza con las medidas recién anunciadas.

Foto: Otmaro Rodríguez.

Personas hacen cola para acceder a un cajero automático en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.

Ha pasado más de una semana desde que el Banco Central de Cuba (BCC) anunciara un grupo de acciones para potenciar la bancarización y el uso de los canales electrónicos en la isla. Así como de la publicación de la polémica Resolución 111/2023 que, entre otras novedades, fija en 5 mil CUP el límite máximo para operaciones en efectivo de todos los actores económicos, tanto estatales como privados.

Las nuevas medidas, establecidas en medio de una inflación disparada y una profunda crisis económica en la que la moneda cubana se deprecia a diario frente al dólar y otras divisas, no ha dejado indiferente a nadie. Ha provocado un sinfín de opiniones y cuestionamientos.

Mientras el BCC y el Gobierno cubano defienden la implementación (“gradual”) de la bancarización como un paso necesario y aseguran que beneficiará a “la mayoría de la población”, economistas, académicos y empresarios han advertido los efectos negativos de las medidas sobre el entramado económico cubano.

Reducción de la oferta de bienes, mayor depreciación del peso cubano, más informalidad en el sector monetario, contracción en la actividad de los nuevos actores económicos y afectaciones para empresas estatales encadenadas con el sector privado, son algunas de las previsibles consecuencias alertadas por ellos.

El alto precio de una bancarización 

Habría que añadir el impacto que lo anterior tendría sobre los cubanos, que desde mucho antes de las nuevas medidas han venido lidiando con la precariedad y la incertidumbre en medio de la crónica crisis que arrastra la isla. Crisis acentuada por la pandemia, las sanciones de EE. UU., la guerra en Ucrania, y el fallo de políticas previas implementadas por el Gobierno, que han impactado directamente en sus bolsillos.

No es de extrañar que, en sintonía con lo señalado por expertos o con sus propias razones, muchos en las calles cubanas no escondan su preocupación y desconfianza con el paquete recién anunciado. Incluso, sin entender todavía a cabalidad el contenido y alcance de las medidas en su vida cotidiana.

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“Yo, la verdad, no entiendo mucho del asunto”, confiesa Ana María, jubilada que encuentro en la cola de un cajero automático en La Habana Vieja. “Bastante con que aprendí a cobrar la chequera por aquí. Y total, para lo que alcanza…”.

Para ella, como para otros que esperan su turno para el cajero, “eso del dinero electrónico suena muy bonito; pero a mí que me dejen con el efectivo, con el dinero contante y sonante. Mejor pájaro mano que cien volando…”, afirma.

Personas hacen cola para acceder a un cajero automático en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Personas hacen cola para acceder a un cajero automático en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.

Rolando, mecánico de 53 años, coincide; aunque sin desconocer “las ventajas” de los pagos electrónicos. “Hace un tiempo que pago la electricidad y otros servicios por Transfermóvil, y es cierto que es más cómodo. Pero hay muchas otras cosas que no pueden pagarse por ahí, lo mismo los aguacates a un carretillero que un tramo de almendrón. Eso, sin hablar del mercado negro, que es con lo que vive mucha gente”.

“Ahora mismo —acota—, después de que anunciaron las medidas hay vendedores que aceptaban transferencias que ya no lo están haciendo. Me pasó con uno al que le compraba pollo y picadillo por la izquierda, y con un vendedor de pan. La gente quiere tener efectivo, y entonces, ¿cómo le voy a cobrar yo a mis clientes?”.

Otras preocupaciones reiteradas en las calles están relacionadas con la tecnología. Si bien las autoridades han resaltado que en Cuba existen más de 7,6 millones de líneas móviles activas, de las que unas 6,7 acceden a internet, mientras una pasarela de pago electrónico como Transfermóvil tiene ya más de 4 millones de usuarios, un sector no despreciable de la sociedad no cuenta hoy con dispositivos móviles ni conectividad real.

Muchas son personas de la tercera edad y escasos ingresos, en un país en el que la baja natalidad y la emigración constante mantienen cuesta arriba el envejecimiento poblacional, mientras empujan cuesta abajo la cifra de cubanos en edad laboral.

“Mi abuela no tiene celular y no entiende de Transfermóvil ni nada de eso. Yo la ayudo con algunos pagos por mi celular, pero hay muchas personas mayores que no tienen a nadie. Si ahora empiezan a quitar los pagos en efectivo, como dijeron que iban a hacer en algunos lugares con la corriente, o si siguen los problemas para sacar dinero de los cajeros y los bancos, ¿qué se hacen esas personas?”, reflexiona Alejandro.

Personas hacen cola para entrar a un banco y para acceder a un cajero automático en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Personas hacen cola para entrar a un banco y para acceder a un cajero automático en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.

El joven de 25 años, graduado de medicina, apunta hacia otra inquietud colectiva: las cotidianas dificultades técnicas y de conectividad.

“¿Cómo van a querer hacer eso en Cuba, que lo mismo se cae la conexión a cada rato que te falla un pago, o lo haces y luego no aparece registrado y te lo quieren volver a cobrar, o aplicaciones como la de comprar pasaje se congelan en pleno proceso?”, comenta.

“O que los POS de las tiendas pierden la conexión y tienes que irte sin poder comprar o esperar nadie sabe cuánto tiempo, como me ha pasado a mí. Y eso que son tiendas en MLC”, lo apoya Mariana, su novia, que estudia en la universidad. “Mientras no se arreglen esas cosas, no deberían dar un paso como este, creo yo”.  

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Personas hacen cola para acceder a un cajero automático en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Personas hacen cola para acceder a un cajero automático en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.

Avanza la mañana y muchos bancos habaneros muestran una imagen similar: numerosas personas a la espera de poder entrar para hacer los trámites y operaciones que desean o necesitan realizar. Las colas son también el paisaje habitual de los cajeros automáticos, allí donde funcionan.

Aunque han pasado días desde que entraron en vigor las nuevas disposiciones para la bancarización, el panorama no parece ser muy distinto al que existía antes del anuncio. Al menos, no todavía. El propio presidente del Banco Central reconoció que, a partir de lo informado, se preveía un aumento de las operaciones en las sucursales; pero aseguró que se tomarían medidas organizativas para organizar el trabajo bancario.

En este sentido, en una decisión sintomática, algunos bancos comenzaron a trabajar los domingos para “facilitar” la disponibilidad de efectivo a sus clientes. Se informó además el inicio de un programa de capacitación para los trabajadores del sector, la población y distintos actores económicos, para “lograr la sensibilización general sobre la bancarización” y aclarar dudas.

Banco Metropolitano abrirá los domingos para “facilitar disponibilidad de efectivo” 

Además, el presidente del BCC confirmó que el límite de los 5 mil pesos por operación, establecido en la Resolución 111/2023, “no aplica a las personas naturales”; pero matizó que “hay que ver las capacidades que tenga cada sucursal”. Y esas capacidades, en no pocos sitios, están menguadas por el déficit de efectivo.

El déficit, sin duda catalizador de las nuevas medidas, ya venía generando —a la par de interminables colas— creciente malestar y críticas en la población. Y aun sigue provocándolas. En los bancos, me cuentan algunos habaneros, solo permiten extraer hasta 2 mil pesos, si hay dinero. O un cliente debe esperar a que otro realice un depósito para poder retirar ese mismo efectivo. Y en los cajeros muchas veces solo hay billetes de baja denominación.

“De momento, no veo ningún cambio. Incluso creo que hay más cola en los bancos. Y en los cajeros las cosas están más o menos igual”, refiere Camilo, informático de 37 años. “Yo sé que todavía ha pasado poco tiempo desde que anunciaron la bancarización, pero no tengo muchas esperanzas de mejoría”, añade escéptico.

“Los bancos en este país llevan tiempo funcionando mal, como tantas otras cosas. Y, hasta ahora, el Gobierno no ha dado en el clavo con ninguna nueva medida. Si acaso, ha sido para peor —razona. Mira lo que pasó con el Ordenamiento, que más bien vino a desordenarlo todo más todavía. O con las medidas para impulsar la agricultura. ¿Por qué esta vez va a ser diferente?”

Escollos de la bancarización y lecciones (no) aprendidas

“¿Usted conoce la Ley de Murphy, periodista?”, me pregunta Javier, quien se presenta como músico, artesano y promotor cultural. “Pues el Gobierno parece que no”, se responde él mismo. “Si algo puede salir mal, saldrá mal” —la recita de memoria. “Y me parece que de nuevo el tiro puede salir por la culata”.

“Sinceramente espero estar equivocado, pero solo con leer lo que han dicho varios economistas, con claridad y argumentos, el asunto no pinta bien”, explica el joven. “Lo que no entiendo es cómo quienes toman estas medidas no se dan cuenta de esas cosas; cómo no prevén las consecuencias antes de decidir algo así, y, además, esperan que nadie los critique”.

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A la par de preocupaciones y cuestionamientos, en las calles se percibe cautela, expectación. No pocos prefieren no hablar del tema “por si acaso” o argumentan que aún no comprenden lo suficiente para opinar. Otros apuestan por darle “un margen” a la bancarización y le otorgan al Gobierno un enésimo voto de confianza, al menos de momento.

“Hay que darle un tiempo a ver si las cosas se van reacomodando”, considera Ofelia, de 48 años, abogada de profesión. “Quizá este no era el mejor momento para hacer algo así, por la crisis y por otras situaciones que debieron verse primero; pero la realidad es que hay problemas serios con el efectivo y el Gobierno tenía que hacer algo. Ahora hay que darle un margen”, insiste.

Una persona paga a través de un código QR, en una tienda estatal en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Una persona paga a través de un código QR, en una tienda estatal en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.

Por su parte, Felipe, jubilado del Ministerio de Industria, me confirma que él también prefiere cobrar y pagar en efectivo, pero que “hay que entender que los tiempos cambian. Cuba tiene que adaptarse a cómo son las cosas hoy en el mundo, y hacer lo que se pueda con lo poco que tenemos, porque tampoco se va a parar el país, ¿no?”.

“Lo que pasa —apunta— es que hay gente protestando porque va a haber mayor control del banco sobre el efectivo y muchas cosas van a tener que hacerse de manera electrónica. Pero, si una empresa o un particular no puede, o no quiere, funcionar en estas condiciones, tiene que llamarse a capítulo. Quizá ha estado haciendo algo que no debía y ahora va a tener que entrar por la canalita”.

Camilo, en cambio, es menos optimista: “Pueden intentar controlar lo que quieran, pero el que tiene el dinero no lo va soltar y los más afectados, otra vez, va a ser el pueblo. No sé cómo no se dan cuenta de eso. Ya hay gente cobrando por dar efectivo a cambio de transferencias y también inventando otras mil marañas. Y mira por dónde andan el dólar y el euro, que ya le rompieron el récord a Sotomayor”.

“A mí que el dólar suba me conviene, porque así le saco más dinero al que me manda mi familia”, dice Dunia, laboratorista de 45 años. “Pero, por otro lado, si los precios de todo lo demás también suben, tampoco es que vaya a ganar mucho. Como están las cosas, el dinero se va como el agua y del salario mejor ni hablar. Lo que tengo claro es que, por sí o por no, los dólares que me los paguen en efectivo”.

Bancarización, entre la necesidad y la incertidumbre

“Los que venden y compran divisas lo van a seguir haciendo, y moviendo efectivo fuera de los bancos. Y el dólar y el euro van a seguir para arriba porque hacen falta para comprar fuera de Cuba y el Gobierno lo que vende es un buchito nada más”, reflexiona Javier, que lamenta que sobre la venta de divisas las autoridades no hayan dicho “ni una palabra”.

“Y los precios deben subir —concluye—, porque si las pymes no pueden comprar muchos dólares, ni legal ni ilegalmente, tampoco van a poder importar mucho. Eso es elemental. A menos que el Gobierno se vuelva loco y empiece a venderles dólares al por mayor; pero no creo que vaya a pasar, porque no tiene para eso. Si tuviera suficientes dólares, no estaríamos como estamos. Pero parece que ya ni pesos cubanos hay…”.

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