Cuando en los años 40 comenzó a sonar en la radio el tema “Chacumbele” todos se preguntaron qué significaba esta voz: ¿será el seudónimo de algún pícaro humorista? –indagan algunos. ¿Un ñáñigo, tal vez? –suponen otros. ¿Un indescifrable anagrama? –cuchichean los misteriosos. ¿Un invento de última hora de algún cochambroso? –preguntan los pragmáticos. Muchos años después, la polémica se extendió a las redes y provocó un tremendo alboroto del ciberespacio impulsado por amantes de nuestra historia musical que no acaban de ponerse de acuerdo.
El secreto ha estado bien extraviado. Todo parece indicar que tal apelativo tiene el maleficio del amor: esconde la identidad de un músico negro, Alejandro Mustelier, de porte caballeresco, quien rompe su romance de juventud y, para no sucumbir de tristeza, se va lejos, a recorrer la Isla, en un peregrinaje lleno de peligros que concluye cuando regresa a La Habana y encuentra a su primera mujer desnudada por las estrellas de la noche impúdica; metiéndole con desparpajo al más viejo de los oficios.
Durante su gira del olvido, y en los años siguientes, el joven trata de sobrevivir a toda costa: trabaja en las bandas municipales de los pueblos o ciudades, se pone el disfraz del circo ambulante y compone con una perseverancia voraz. Esto, hasta que aparece su guaracha “Chacumbele”, grabada por el Trío de Servando Díaz en un disco de 78 rpm para la RCA Víctor en 1941.
Sobre la historia que inspiró esta composición de Mustelier hay varias versiones. Argelia Vizcaíno nos habla en sus digitales Estampas de Cuba sobre la existencia, a principios del siglo pasado, de un tipo parrandero y mujeriego que fue cosido a puñaladas por su celosa esposa cuando andaba coqueteando en un bar. Tampoco faltan lo que aseguran, invocando a Fernando Ortiz, que Chacumbele fue un desmochador de palmas de Sancti Spíritus muerto en un accidente de trabajo.
Sin embargo, estas versiones parecen poco serias. Cubarte y otras publicaciones apuestan por otro drama, sin dar tampoco muchas evidencias. Según estos sitios la pieza está basada en la sorprendente historia José Ramón Chacón Vélez, nacido el 9 de noviembre de 1912 en Santa Cruz del Sur, provincia de Camagüey, quien a los 14 años conoció un circo de mala muerte que pasó por su terruño y empezó a soñar con ser trapecista.
https://www.youtube.com/watch?v=8eSWGwMFrn0
No obstante, su historia se complica en 1932, cuando su pueblo costero es casi borrado del mapa por un ciclón que provocó miles de muertos. José Ramón, con solo 20 años, logró salvarse, junto a su perra Lolita, después de treparse a un enorme algarrobo que crecía en el patio de su casa, y a continuación, con sus padres fallecidos, se trasladó hacia La Habana, donde lo acogieron su tía María Belén, la esposa de Urbano, un humilde policía.
El muchacho comenzó a vender gardenias y mariposas en el Parque Central hasta que un buen día lo aceptaron como aprendiz en el circo Santos y Artigas y se convirtió en el mejor discípulo del célebre trapecista polaco Bronislav Korchinsky, El Gran Korchinsky, un sujeto muy ocurrente que lo bautizó con el nombre de Chacumbeles (con s) e integró a Lolita al acto, hasta que se marchó a los Estados Unidos y dejó al novato, antiguo pescador, en calidad de estrella de la cuerda floja de la aclamada carpa.
El guajiro, lleno de valentía y talento, fue el primer cubano en hacer un salto triple sin red y, sin pensarlo mucho, sumó a su número a Llona Szabó, “La Muñequita Húngara”, una judía húngara de belleza impactante, con la cual vivió un tórrido romance hasta que esta se enredó con Harry Silver, “El Frenesí”, un afronorteamericano de voluptuosa anatomía que cantaba, bailaba tap y hacía malabarismos.
Una tarde, a principios de los 40, cuando Chacumbeles estaba encaramado en la cuerda floja con Lolita, vio desde los aires cómo Llona y Harry Silver se besaban sin el menor recato y, lleno de rabia, perdió el equilibrio y cayó al suelo llevándose consigo a la perrita, que murió aplastada por su dueño. Chacumbeles pasó seis meses en el hospital con las dos piernas rotas y, a su salida, le fue imposible retornar al circo: quedó cojo y sin fuerzas en las manos. Por ello se incorporó a la policía hasta que se quitó la vida con su pistola.
Estos hechos llegaron a los oídos de Mustelier, uno de esos músicos que andaban y desandaban los bares y cafetuchos de la capital a la caza de historias para sus composiciones. Y así nació Chacumbele, sin la s, porque a los cubanos nos gusta “comernos” u omitir las eses finales.
Pese a lo dicho, los conocedores no se atreven a negar el posible carácter autobiográfico de una pieza popularizada por figuras como Miguelito Valdés y Celia Cruz:
Como la mujer de fuego,
oh, mujer de cabaret,
vas en busca de tu amante
que ayer noche se te fue.
Yo no puedo detenerte,
por qué llamar la atención,
tengo ganas de prenderte
sin poner mi corazón.
Parrandeando por las calles
de La Habana noche y día,
no te acuerdas, caramba,
refunfuñando, que ayer noche se mató.
Chacumbele, que ya estaba aburrido de sufrir,
él mismito se mató.
Pobrecito Chacumbele, él mismito se mató,
él mismito se mató.
Lamentablemente, Alejandro Mustelier, bautizado con el alias Chacumbele tras el tremendo éxito de la canción, es hoy un músico olvidado y ni siquiera fue incluido en el Diccionario de la Música Cubana de Helio Orovio. Por esta razón, tiene una gran importancia la entrevista que en septiembre de 1942 le hizo para Bohemia el periodista Germinal Barral (Don Galaor), en momentos en que la expresión “él mismito se mató” estaba en boca de todos.
https://www.youtube.com/watch?v=1VHy5Rwt8gI
Gracias a Don Galaor nos enteramos que Mustelier, un muchacho alegre, sonriente siempre, nació en Santiago de Cuba y a los 9 años fue recluido por sus familiares en la Casa de Beneficencia, donde recibió el apoyo del doctor Portela. Más tarde, tomó lecciones de los profesores Manuel Manso y Cheo Jiménez, quienes lo enseñan a tocar instrumentos como el bajo, el trombón, el bombardino y hasta el contrabajo.
Además del mítico “Chacumbele”, fue autor de “El cocinero”, “El Panadero”, “Agua está cayendo” y una rumba que escribió mientras veía en acción a un bailarín apodado Chamba, la cual compitió en impacto con su obra “Chucu-Chucu”, versionada en inglés por Eddy Peón, el hijo de uno de los precursores del cine cubano. En realidad, sus guarachas inigualables, compulsivas en el ritmo, se siguen con los dedos o se marcan con el pie. ¡Son irresistibles!
“Sí, tengo un sueño mayor –le insiste a Don Galaor. Que pegue uno de mis números en los Estados Unidos, para, gracias a los derechos que perciba, poder sentarme a escribir otros que me harán famoso… el cubano no tiene protección en su país…”.
En los años 40, 50 y 60, cuando una persona metía la pata, tomaba una decisión errada y desastrosa para sí misma, era muy común decir: “le pasó como Chacumbele”, e inmediatamente se tararea el estribillo de la famosa guaracha: “él mismito se mató”… Este refrán popular llega, incluso, al béisbol. En Venezuela, por ejemplo, aún es muy recordado el narrado deportivo Delio Amado León, dueño de una voz inconfundible, quien aludía al calvario de Chacumbele al referirse a una mala jugada o a un lanzador mandado a las duchas por un bateador insolente.
Muy interesante el trabajo, no sabía casi nada de Chacumbele, solo el refrán, me alegra que el autor haya colocado la referencia de la única entrevista que se le hizo a Mustelier. Es una buena fuente. Bien por ONCUBA.
Muy i nteresante informacion; naci en Cuba en Diciembre de 1941 atl tiempo que estos hechos tuvieron lugar y siempre oi la frase popular pero es ahora despues de mis 80 th birthday que co oxco la historia de Chacon Velez ( conocido como Chacumbele’) todo cobra sentido; gracias por la investugacion y el relato Good job! .