Hace unos días OnCuba se hacía eco del prematuro fallecimiento de Ángel Fornier por causa de un infarto. El mejor remero de la historia del país había sido multimedallista en copas del mundo y participante en tres ediciones de los Juegos Olímpicos, llegando a la final en Río 2016, donde quedó sexto.
El también ganador de dos medallas de plata (Chingju 2013 y Sarasota 2017) y de bronce (Ámsterdam 2014) en campeonatos mundiales se retiró en 2020 por “problemas personales”.
Que deportistas de alto rendimiento abandonen sus carreras, enfermen del corazón o mueran por esta causa ocurre con frecuencia. En deportes como el ciclismo, los problemas cardíacos son considerados casi “una epidemia”.
En el tenis, la historia recoge el caso de Arthur Ashe, miembro del Salón de la Fama de dicha disciplina. Como consecuencia de un infarto, en 1979 fue operado a “corazón abierto”. Cuatro años después le implantarían un bypass1.
Pero algunos de los casos más conocidos han ocurrido en el mundo del fútbol. Todo el que de una manera u otra siga este deporte recordará el caso de Iker Casillas. El antiguo portero merengue, al terminar una sesión de entrenamiento, comenzó a sentir las molestias de lo que se le diagnosticaría como un infarto del miocardio. Aunque sobrevivió sin complicaciones, 17 días después anunciaría su retiro por recomendación médica. Faltaban tres días para que cumpliera 38 años.
El 15 de diciembre del 2021, Sergio Agüero, quien en mayo de ese año había fichado con el Barcelona, también se retiraba en la cúspide de su carrera. En su caso no fue debido a un infarto, sino a una peligrosa arritmia ventricular que lo sacó de las canchas con solo 33 años.
Aun cuando el deporte es tan beneficioso para la salud, ¿por qué tantos deportistas de élite enferman del corazón?
Síndrome de corazón de atleta
A lo largo de sus carreras, el corazón de los atletas pasa por una serie de cambios adaptativos que se agrupan en el llamado “síndrome de corazón de atleta”.2
Para hacer frente a las demandas que supone el ejercicio físico y, en especial, al entrenamiento de resistencia y fuerza, el cuerpo debe adaptarse. En los atletas, el volumen de sangre que el órgano necesita bombear y las presiones que soporta son considerablemente mayores que en el resto de las personas. Por eso tanto el número de fibras musculares como el grosor de las células aumentan. Esto provoca que las paredes del corazón sean también más gruesas, lo que le permite ser más “potente”.
Además, disminuye la frecuencia cardíaca (FC); es decir, la cantidad de veces que el corazón se contrae por minuto. Con esto, el tiempo de llenado de los ventrículos (cavidades encargadas de bombear la sangre fuera del corazón) aumenta y, con ello, la cantidad de sangre que entra y sale en cada ciclo.
Por otro lado, la disminución de la FC también asegura que la cantidad de oxígeno que necesita el músculo cardíaco disminuya. Esto ocurre porque, al contraerse menos veces, el corazón de los deportistas tiene más tiempo para descansar; es decir, trabaja menos porque es más eficiente.
Al tratarse de cambios que ocurren a lo largo de años, el “síndrome” no suele presentar síntomas. Normalmente es en los exámenes médicos donde se detectan signos clínicos de una serie de enfermedades como la miocardiopatía hipertrófica, las enfermedades de las válvulas cardíacas, o los trastornos del ritmo. Todas asociadas al denominado “síndrome”. Los atletas deben ser estudiados para descartar la presencia de alguna de esas enfermedades.
Hasta el 20 % de los deportistas de alto rendimiento conserva cierto aumento residual del tamaño del corazón luego del desentrenamiento. Esto ha llevado a sospechar que las alteraciones fisiológicas en el sistema cardiovascular de los deportistas no sean tan benignas.
Además, es un hecho avalado que los deportistas de alto rendimiento tienen un riesgo mayor de padecer fibrilación auricular, una de las arritmias que con mayor frecuencia afectan el corazón.
Factores de riesgo cardiovascular en deportistas
Los factores de riesgo cardiovascular favorecen la aparición de enfermedades cardíacas. La práctica de deportes no nos libra de este riesgo. Algunos estudios determinan que la mitad de los jóvenes deportistas asintomáticos presentan problemas de salud cardiovascular, como alteraciones en la tensión arterial, triglicéridos o problemas renales.
A la hora de evaluar los riesgos cardiovasculares asociados al deporte deben diferenciarse dos grandes grupos: las personas menores de 35 años y las mayores de 35 años. En el primer grupo los factores de riesgo que predominan son de causa genética. En el segundo se deben, fundamentalmente, a malos hábitos y estilos de vida.
Por otro lado, los deportes que requieren mayor consumo de oxígeno suponen mayor riesgo cardiovascular. Es el caso del triatlón, el patinaje de velocidad, el ciclismo, el boxeo y el remo. En ellos, el corazón está sometido a un estrés biológico frecuente y a una demanda de trabajo muy intensa.
Si sumamos esto a condiciones de riesgo genéticas (por ejemplo, la predisposición a desarrollar una arritmia cardíaca) o adquiridas (como poseer nivel de colesterol en sangre por encima de lo normal a causa de la dieta, el alcoholismo o el tabaquismo), la probabilidad de un evento cardiovascular aumenta.
Muerte súbita cardíaca (MSC), un problema serio
La muerte súbita cardíaca (MSC) relacionada con el deporte representa del 75 % al 80 % de las muertes en atletas jóvenes ocurridas durante competencias o en el entrenamiento.
La MSC ocurre hasta una hora después de iniciados los síntomas y es atribuible a una cardiopatía estructural. Es decir, a una enfermedad que afecta la estructura del corazón. También es posible que se deba, en un corazón estructuralmente sano, a trastornos eléctricos primarios.
Para que el corazón bombee la sangre debe generar un impulso eléctrico que recorra sus distintas estructuras. Esto estimula la contracción de las fibras musculares. Las alteraciones en la generación o conducción de este impulso son las causas de los trastornos del ritmo cardíaco. Pueden ser mortales.
Entre atletas, la MSC se presenta en 1.6 por cada 100 mil, mientras que en la población general su incidencia es de un 0,75 por cada 100 mil personas. Significa que es dos veces más frecuente entre los atletas.
La explicación del fenómeno es que en el deporte de alta intensidad, sobre todo durante las competiciones, los niveles de tensión arterial son especialmente altos. Por otro lado, aumenta el consumo de oxígeno y la concentración de adrenalina en la sangre. Esta combinación favorece la aparición de alteraciones del ritmo cardíaco, frecuente en atletas menores de 35 años, como el Kun Agüero, o un infarto en los mayores de esa edad, como Iker Casillas.
Por suerte, la ocurrencia de estos fenómenos es muy baja.
¿Mayor riesgo de muerte por causas cardiovasculares en deportistas de élite?
Los deportistas de alto rendimiento presentan 27 % menos riesgo de morir por causas cardiovasculares que la población general. Un estudio epidemiológico encontró que los medallistas olímpicos viven como promedio 2,8 años más que la población general, con independencia del deporte que practiquen o de su país de origen.
Por otro lado, un reciente estudio concluyó que el 96 % de los casos de la MSC asociada al deporte ocurrió en deportistas recreativos. El deporte recreativo es el que se practica por placer, salud y para obtener una mejor calidad de vida.
La causa más frecuente de esas muertes (un 63 % del total) fue infarto de miocardio. Esto afectó de forma mucho más alta a hombres que a mujeres. Estadísticamente, los investigadores han encontrado que por grupos de edades y deportes, los mayores riesgos están en personas de 35 años que practican fútbol y a partir de los 39 entre los que hacen ciclismo y carrera a pie.
Un riesgo adicional entre los deportistas recreativos lo constituye el consumo de esteroides anabolizantes. Estas sustancias potencialmente aumentan el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
El problema no es el ejercicio
Por la visibilidad que alcanzan, la muerte o el retiro de un atleta por causa de una enfermedad cardiovascular pueden parecer más frecuentes de lo que son en realidad. Es cierto que el riesgo de MSC es mayor en los atletas que en la población general. Pero debe tenerse en cuenta que los primeros son un grupo minoritario, expuestos a un estrés biológico superior al que nos exponemos “las personas normales”. Por eso, aunque parezca que el riesgo de MSC sea proporcionalmente mayor en los deportistas, el fenómeno es mucho más frecuente entre quienes practican deporte con fines recreativos.
¿Debemos dejar de practicar ejercicio? En absoluto. Lo expuesto no significa que no sea recomendable, en términos de salud, practicar ejercicio. Las personas que realizan actividad física de forma regular tienen 50 % menos riesgo de infarto del miocardio, son más longevas, disminuyen el riesgo de neoplasias malignas, retrasan la aparición de demencia, adquieren bienestar y minimizan el riesgo de padecer depresión.
Estos beneficios son indiscutibles y es universalmente aceptado que superan con creces los riesgos. Se trata de ajustar las dosis y conocer el propio cuerpo para saber sus potencialidades y límites a la hora de practicar ejercicios.
Hacer al menos 150 minutos a la semana de actividad aeróbica moderada, como caminar a paso ligero, nadar o cortar el césped, o 75 minutos semanales de actividad aeróbica vigorosa, como correr o bailar aeróbicamente, siempre es beneficioso. Intensidades mayores, sin la supervisión de un especialista, puede implicar un riesgo incrementado.
Notas:
1 La cirugía de bypass de las arterias coronarias crea una nueva vía para que la sangre eluda una arteria obstruida o parcialmente obstruida en el corazón. Esta cirugía implica usar un vaso sanguíneo sano del área del pecho o la pierna. El vaso se conecta por debajo de la arteria obstruida en el corazón. La nueva vía mejora el flujo sanguíneo al músculo cardíaco.
2 El síndrome de corazón de atleta no se considera una enfermedad y su caracterización como síndrome tampoco es universalmente aceptada entre la comunidad médica.
El ejercicio físico y la práctica de deportes es beneficioso para la salud pero el alto rendimiento no. Lo que se agrava por un deficiente o nulo desentrenamiento.