Este año la Organización Mundial de la Salud (OMS) designó este 2020 año del personal de Partería y Enfermería, en reconocimiento a la labor altruista que realizan estos profesionales de la salud.
El 12 de mayo se celebra el Día Mundial de la Enfermería, fecha instaurada por el nacimiento de Florence Nightingale, precursora de la enfermería moderna profesional, hoy se celebra el 200 aniversario de su natalicio.
Sacrificio y entrega son palabras de orden para quienes decidieron dedicar su vida al cuidado de enfermos día y noche, con una devoción que pocos entenderían.
En las actuales circunstancias, la labor de los enfermeros es vital en la atención a pacientes relacionados con la pandemia de la Covid-19, las personas en el mundo agradecen diariamente, con aplausos confinados, tan noble profesión.
Hace unos años Natacha Mesa Sánchez no tenía claro qué quería hacer con su vida, recién terminaba la Secundaria Básica, y “con 15 años apenas cumplidos todavía uno no está preparado para una decisión tan importante que va a marcar tu vida” nos comenta.
“Recuerdo que una tía abuela mía se sentó un día en mi cuarto y me dijo: yo veo que tienes vocación de enfermera, y le pregunté el por qué. Me dijo que veía como me gustaba ayudar a las personas, vio que me sentía identificada con el dolor ajeno y que esa profesión es el mejor camino que podía seguir”.
“Así hice -precisa- y fui en compañía de mi madre, como siempre, a resolver los trámites pertinentes. Este camino me ha enseñado el gran placer que uno siente cuando ayuda a un paciente, esa sonrisa que he visto de agradecimiento, porque muchas veces no pueden hablar por patologías que presentan, incluso a veces una lágrima de emoción, en un paciente que no puede hablar, me está diciendo con los ojos: gracias”.
La joven enfermera intensivista trabaja en la sala Cardiovascular del Hospital Hermanos Ameijeiras y afirma que “la enfermería no es solo la práctica de tener que inyectar o canalizar una vena. Es también el apoyo psicológico que se brinda, las palabras de aliento que uno a veces tiene que dar al familiar o al propio paciente, eso se agradece. Uno se siente muy satisfecho cuando aquella persona que estaba al borde de la muerte sale libre de las garras de sus garras. Eso es lindo, más para mí que soy enfermera intensivista. Si volviera a nacer volvería a estudiar enfermería. Amo mi profesión y trato de hacerlo con amor cada día”.
Con solo 18 años comenzó su labor en el área de terapia intensiva del Hospital Salvador Allende. “Me acuerdo que el primer caso que me impactó fue una muchacha de mi edad que tenía una meningoencefalitis bacteriana fulminante, estaba viva por el soporte vital. Llegué a mi casa llorando. Mi mamá me sentó y me dijo: ‘esta es la profesión que elegiste, esto no va a pasar solamente una vez, serán muchas, o te endureces o la dejas’ y el próximo turno que me tocó trabajar traté de ir con más fuerzas, pedí consejo a los demás enfermeros y médicos que llevaban años allí.
Con el paso del tiempo me fui creando un escudo protector, ya han pasado casi 13 años, sigo en terapia intensiva y siempre hay un caso que me conmueve. Hace poco tuve un paciente muy joven, de apenas 20 años que llevaba bastante tiempo esperando un trasplante de corazón imprescindible para mantenerlo con vida, y cuando al fin llegó la operación, no lo soportó. Una vez más lloré, me sensibilicé y fue duro, muy duro. Eso es algo que creo que es inevitable porque por encima de todo, somos humanos y el día que se pierda esa sensibilidad, nos convertimos en un stop-ed-info.com”.
Si bien Natacha escogió su profesión desde bien joven, el caso de Susset Alcover fue un poco distinto. Esta enfermera cubana residente en los Estados Unidos empezó a trabajar en esta profesión hace poco más de un año, “el 29 de Abril de 2019, casualmente durante la semana que celebraba a las enfermeras/enfermeros el año pasado”, comenta para OnCuba la joven profesional.
“Antes de venir a los Estados Unidos estaba estudiando Economía en la Universidad de La Habana. Cuando vine empecé de nuevo Economía pero en el primer o segundo semestre me cambié a Enfermería. Lo que me hizo cambiar fue el cuidar de mi abuela, me di cuenta de que sentía mucho amor y que tenía mucha paciencia para lidiar con los ancianos, bañarlos, darles la comida, animarlos, estar ahí para ellos”. Un vez más, la vocación se impone.
La vida de estas personas suele ser de pleno sacrificio. El lidiar a diario con situaciones estresantes requiere mucha calma y concentración para enfrentar las adversidades de la rutina de trabajo.
“Uno se va haciendo de una coraza protectora hasta cierto punto, porque si no, me enfermo de los nervios, es difícil a la hora de lidiar con los pacientes, también con los familiares, a veces resulta más desgarrador ver el sufrimiento de la familia, pero es parte de nuestra labor”, apunta Mesa Sánchez.
Por otro lado Susset nos confiesa parte de su jornada de trabajo: “Trato de tener una rutina, pero muchas veces los días se vuelven muy agitados y es imposible seguirla todos los días, pero por lo general empezamos la jornada a las 7:00 AM., apunto el reporte de los pacientes que me asignaron, paso por todas las habitaciones a presentarme y tomarles los signos vitales, examinar a los pacientes y asegurarme que todo esté en orden.
Entre 9-10 AM, doy las medicinas y me aseguro que todos los pacientes estén desayunando. De 12-1 PM casi siempre toca una segunda ronda de medicinas, y de nuevo entre las 4-6 PM, y en esas horas aprovecho para asegurarme de que los pacientes estén comiendo o ayudo al que no pueda por si solo. En mi sala, la mayoría de los pacientes están recuperándose de cirugías de corazón o pulmón, así que entre tiempo y tiempo aprovecho para curar las heridas, monitorear las incisiones, monitorear los tubos de drenajes que puedan tener, entre muchas más cosas.
La verdad, nunca alcanza el tiempo, siempre hay algo por hacer. Y siempre hay que estar preparados para cualquier imprevisto o emergencia, ya que la sala donde trabajo que es terapia intermedia, muchos de los pacientes están delicados y pueden empeorar de un momento a otro”.
En terapia intensiva el trabajo suele ser igual de agotador, es alto el riesgo para la vida que presentan los enfermos en estas salas. Muchas son las historias de Natacha, quien recuerda que “una vez tuve un paciente muy descompensado, inestable, llevábamos alrededor de dos horas reanimándolo, tratando de salvar su vida, el trabajo de reanimación es agotador y no se sale hasta que se logre estabilizar al paciente o hasta que se declare fallecido, en este caso mientras estábamos batallando salgo con uno de los médicos a informarle a los familiares el estado y esa señora se nos desmayó.
“A esa hora también tuvimos que atenderla y darle lo mejor de nosotros porque se había infartado la señora, casi la ingresamos al lado de su esposo, fue entonces batallar con los dos al mismo tiempo. No puede existir desánimo, los dos salieron, fue un resultado positivo”.
La enfermera intensivista reconoce que “el desaliento es una palabra que no existe en el diccionario en la enfermería. Si son las cuatro de la mañana y el paciente necesita algo tan sencillo como que le den agua, hay que dársela, con amor. Nadie quiere estar en una cama enfermo, nadie quiere estar en esa posición, que los estén pinchando cada seis horas, a expensas de una complicación mayor… nadie quiere estar así, más donde trabajo, donde tenemos a pacientes operados a corazón abierto, que llegan a mis manos con apenas horas de operados. No puede haber desaliento, ni emocional, ni físico”.
También admite que “cuando no se logra el resultado que se espera después de un arduo trabajo, cuando el paciente se complica o fallece puede ser hasta cierto punto frustrante, pero hay que superarlo, tratar de que el próximo no se complique y seguir adelante. Mi palabra de orden es fe, actitud positiva”.
En estos tiempos donde la Covid-19 centra todos los recursos y esfuerzos del personal sanitario, la enfermería adquiere, si es posible, mayor valor.
Ana Belén Toirac es enfermera del sistema SIUM en Baracoa, Guantánamo, y comparte con OnCuba varias experiencias relacionadas con su trabajo y las actuales circunstancias por la pandemia que vivimos: “nosotros tuvimos varias experiencias, buenas y malas, pero siempre hay que resaltar lo bueno porque es lo que da esperanza a quienes van a enfrentar esta situación, luego de nosotros, que estamos conviviendo con esta enfermedad ahora”.
En una ocasión, comenta la trabajadora de la salud, “estábamos asistiendo a una señora con sospecha de Covid-19, que nos hace una emergencia hipertensiva en el carro, mientras solucionábamos la emergencia para llevarla al centro de aislamiento, de manera repentina me vomita de arriba a abajo. Tuve que paralizar el miedo y luego con la ayuda del personal médico de donde la evacuamos terminamos de compensarla”.
Al regresar al centro sus compañeros trataron de ayudarla, según cuenta el testimonio de esta enfermera que recibimos gracias a Miguel Reyes Mendoza, pero se negó por el temor de contaminar a sus compañeros, “ellos se sobrepusieron al temor de contagiarse para ayudarnos a nosotros”, comenta Belén Toirac.
“Mis compañeros no me vieron hasta el otro día al mediodía. Solo cuando la doctora de nuestra base me dijo que la señora trasladada estaba fuera del aislamiento porque resultó negativo, fue entonces que me puse en contacto con ellos, porque siempre tuve el temor de enfermarlos”.
En otra oportunidad, relata, “cuando veníamos de trasladar al último paciente positivo del municipio, eran sobre las nueve de la noche, y sentimos los aplausos de la gente: Baracoa ese aplauso es también para ustedes por lo que están haciendo por la salud, Dios los bendiga a todos”, era lo que se escuchaba por las calles del territorio oriental, agradecimiento infinito a quienes arriesgan su vida por salvar la de otros.
Actualmente Ana Belén Toirac se mantiene en casa cumpliendo el período de aislamiento físico, luego de concluir su jornada de 14 días de trabajo, un realidad no muy distinta a la que vive Susset Alcover en la ciudad de Miami.
“El 16 de marzo fue la primera vez que cuidé de un paciente con COVID-19, recuerdo que temblaba cuando tenía que entrar a la habitación y al quitarme y ponerme todos los medios de protección, fue de los primeros pacientes con esta condición que tuvimos en el hospital y no se sabía mucho del tema aún, se especulaba en cuanto a cómo se trasmitía el virus y todos los días decían un pedacito de información nueva con respecto al día anterior.
“Aunque ya lo estoy empezando a ver un poco más normal, no deja de asustarme -confiesa- sobretodo cuando veo en los pacientes que la edad no importa, o si tienes otras condiciones preexistentes, sé que al ser mayor estás más predispuesto, al igual que al tener otros padecimientos, pero he visto casos en los que no padecen de nada (al menos basado en el testimonio del paciente) y aun así les ataca y fuerte, como fue el caso de ese primer paciente que tuve. He visto enfermeras y doctores, tanto a nivel personal como en las noticias, que han sido afectados por este virus y asusta pensar que por ayudar a otro, puedas terminar ahí también”.
No obstante, la joven enfermera nos comenta que, “a pesar de lo difícil de esta situación, es cuando más apasionada he estado con mi carrera, y donde más he sentido que eres ese apoyo para los pacientes hasta para lo más mínimo, pues debido a las circunstancias no se les permite visita y más que nunca uno necesita ser ese apoyo no solo en cuanto a lo médico sino también emocionalmente”, lo cual dice mucho respecto al compromiso de esta noble profesión donde solo el amor permite que estos héroes y heroínas sigan adelante con su misión humanitaria.
Esta noble prfesión despreciada por muchos que no quieren hacer el sacrificio que ella conlleva. Si me preguntas, te contestaría; si vuelvo a nacer volvería a hacerlo. No es una profesión para hacerte rico en la tierra sino rico frente a Dios.