En los últimos días, los apagones han superado las doce horas en el interior del país. Una situación tan grave no se vivía desde mediados de la década de los noventa. De la magnitud de la crisis dan fe los cambios en el discurso oficial, que prácticamente ya no habla de “trabajos en las plantas para enfrentar en mejores condiciones el verano”, sino de “roturas en las que se trabaja intensamente”.
La actual “coyuntura” eléctrica comenzó a principios de abril, por déficits de generación que rondaban los 200 megawatts hora (mWh). Desde entonces ese faltante se triplicó.
El Ministerio de Energía y Minas (Minem) apunta al aumento del calor —y, por ende, del consumo—, a las roturas en termoeléctricas y grupos electrógenos, y a la falta de diésel, como razones de la crisis. Y en parte lleva razón.
Pero, junto a esas variables deben tenerse en cuenta otras. Se trata de decisiones erróneas de la última década que pesan en la crisis actual. Estos son, a mi juicio, las cinco más significativas.
I. La no ejecución del crédito ruso para nuevas termoeléctricas
Este año debía haberse conectado al Sistema Electroenergético Nacional (SEN) la primera de cuatro unidades de 200 mWh pagadas con un crédito ruso de octubre de 2015. Aquel acuerdo entre la Unión Eléctrica (UNE) y la compañía Inter RAO Export preveía la transferencia a Cuba de 1.200 millones de euros para el montaje de nuevas unidades en las termoeléctricas de Santa Cruz del Norte (Ernesto Guevara) y Mariel (Máximo Gómez). La inversión hubiera incrementado en un 25% la capacidad de generación térmica, base de la industria eléctrica cubana.
El cronograma de la inversión proyectaba que los nuevos bloques entraran en funcionamiento, de manera sucesiva, entre 2022 y 2024. Junto con su aporte de energía, hubieran tenido el beneficio de la eficiencia. “El combustible ahorrado […] será exportado y vendido para abonar el ingreso en una cuenta y así compensar el crédito”, anticipó el director de Desarrollo de Centrales Térmicas de la UNE, Edier Guzmán.
Sin embargo, la inversión nunca se materializó. La última referencia oficial a los nuevos bloques se publicó en noviembre de 2019, cuando el presidente Miguel Díaz-Canel visitó la central de Santa Cruz del Norte. Allí, la obra se encontraba “en su fase inicial de ejecución, (en) labores de preparación del terreno y limpieza”. La nota no explicaba por qué luego de más de tres años el proyecto todavía estaba en sus comienzos.
II. La cancelación de la Revolución Energética.
“Pinar del Río no volverá a conocer los apagones. ¿Quién lo iba a decir? Independientemente del suministro nacional, 164 000 kilowatts/ hora de nueva capacidad generadora respaldan el servicio provincial (…) Podrá faltar la luz por un árbol que caiga en la red de distribución (… o) un huracán (… pero) en ese caso el núcleo familiar dispone de una reserva de gas líquido o de queroseno para cocinar sus alimentos”. Así declaraba el presidente Fidel Castro el 17 de enero de 2006, durante un discurso en la capital vueltabajera. Menos de un mes antes la Asamblea Nacional del Poder Popular había acordado nombrar 2006 como “Año de la Revolución Energética en Cuba”.
Pocos programas han tenido un impacto tan grande en la calidad de vida de las familias cubanas. Millones pudieron dejar de cocinar con carbón o petróleo, y hacerse de nuevos equipos electrodomésticos. En paralelo, la capacidad de generación eléctrica se duplicó, con la puesta en funcionamiento de miles de grupos electrógenos diésel y fuel oil, y las redes se beneficiaron con inversiones sin punto de comparación en décadas; por ejemplo, la producción nacional de transformadores se triplicó, alcanzando los 15.000 anuales.
Pero hacia 2012 la Revolución Energética ya había perdido su momentum. La interrupción de procesos de cambio de artículos —como los de televisores— y la escasez recurrente de piezas de repuesto fueron los primeros síntomas. En marzo de 2014, el entonces vicepresidente del Consejo de Ministros, Marino Murillo, reclamaba “solucionar de manera inmediata los problemas asociados a la reparación de equipos”.
El último éxito de la Revolución Energética tuvo lugar en febrero de 2015, cuando se autorizaron las ventas de gas licuado liberado en las capitales de provincia. Esa decisión, que formaba parte de los lineamientos del sexto congreso del Partido Comunista, supuso un alivio para el SEN, que ya volvía a sobrecargarse por la demanda. Sin embargo, en los años sucesivos no se cumplió la promesa de extender el servicio de gas a todos los municipios, y en marzo de 2019 Cupet suspendió la apertura de nuevos contratos.
La sustitución de las viejas hornillas por cocinas de inducción “y otras tecnologías avanzadas” nunca llegó a concretarse. En marzo de este año la empresa de la industria electrónica Camilo Cienfuegos anunció que había reactivado el ensamblaje de módulos de inducción, produciendo en promedio unos 10.000 mensuales. De mantenerse ese ritmo, harían falta 31 años y medio para venderle un módulo a cada uno de los 3,8 millones de “núcleos familiares” con que cuenta el país.
III. Los obstáculos a la importación de paneles solares por la población y su no venta en Cuba
No fue hasta finales de julio del año pasado que los ministerios de Finanzas y Precios y Energía y Minas autorizaron a las personas naturales a importar paneles fotovoltaicos sin aranceles. Hasta entonces, la entrada de esa tecnología a Cuba había estado sujeta a elevados pagos aduaneros y a la discrecionalidad a la hora de decidir qué componentes de los sistemas eran admisibles o no.
Era una prohibición de facto, más insensata si se tienen en cuenta los aportes que pueden hacer los paneles a la satisfacción de la demanda nacional de energía. En diciembre de 2020 la UNE cifró en 2 220 kilowatts/ hora (kWh) el consumo promedio de sus clientes privados al año. Poco más que la radiación solar que recibe cada metro cuadrado de superficie en Cuba en ese mismo período de tiempo: 1.825 kWh, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Cienfuegos Carlos Rafael Rodríguez. La misma investigación cita un proyecto del Minem para producir en la empresa Camilo Cienfuegos módulos fotovoltaicos de hasta 15.000 kWh, capaces de cubrir las necesidades de seis familias promedio durante un año. Cada metro cuadrado de celdas fotovoltaicas en operación permitiría ahorrar 170 kilogramos anuales de petróleo, agrega la memoria.
Suplir parte del consumo doméstico con energía solar representaría un alivio notable para el SEN. Desde el año 2000 la demanda del sector residencial creció tres veces más rápido que la producción eléctrica. En 2020 las viviendas consumieron el 55 por ciento de la electricidad, muy por encima de los promedios de la región.
Sin embargo, no existe una política de incentivos para la instalación de paneles fotovoltaicos por parte de clientes privados o nuevas formas de gestión. Ni importados ni vendidos en el país.
IV. La búsqueda de IED solo para las renovables
Cuba lleva una década publicando sus carteras de Oportunidades para la Inversión Extranjera Directa (IED). Significativamente, en todo ese tiempo los únicos proyectos que se han planteado en el ramo de la electricidad están relacionados con las fuentes renovables. Así sucede también en la última edición, que lista ocho bioeléctricas y siete parques fotovoltaicos.
El desinterés por atraer inversionistas extranjeros hacia la generación termoeléctrica o en grupos electrógenos resulta más inexplicable si se recuerda que ambas tecnologías seguirán siendo el sostén fundamental de la industria eléctrica en el futuro cercano. La “Política para el Desarrollo Perspectivo de las Fuentes Renovables y el Uso Eficiente de la Energía”, del Minem, se ha planteado como el mejor escenario uno en el que lograra que en 2030 el 24 por ciento de ese recurso se obtuviera a partir de fuentes no contaminantes.
El Gobierno cubano ha mencionado en varias ocasiones las dificultades que encuentra para acceder a créditos y tecnologías. La búsqueda de contrapartes extranjeras pudiera ser una alternativa viable que, sin embargo, no se explota.
V. El desplome de los salarios del sector eléctrico a causa del Ordenamiento
En septiembre de 2021 el miembro del secretariado del Comité Central del Partido, Félix Duarte Ortega, reconoció en Nuevitas que de enero a agosto de ese año “más de 3.450 trabajadores habían causado baja del Sistema Electroenergético Nacional”.
Sus declaraciones son las únicas oficiales que hasta ahora han brindado un dato sobre el tema, y su principal causa.
Duarte había viajado a la central Diez de Octubre para “intercambiar sobre otros conceptos de salario” con los que se pretendía interrumpir el éxodo de fuerza calificada. Pero a la vuelta de casi un año en esa planta sigue teniendo entre sus pendientes la inestabilidad laboral.
Se trata de un problema nacional, aseguró un trabajador de la Empresa de Mantenimiento a Centrales Eléctricas consultado para esta nota. Aunque resulta habitual que las brigadas de esa empresa se trasladen a otras provincias para ayudar en inversiones de gran magnitud, en el último año y medio también tuvieron que hacerlo para trabajos de menor cuantía, ante la falta de especialistas locales que los afrontaran.
“Nosotros tenemos salarios mucho mejores que los trabajadores directos de las plantas —hasta de más de 20.000 pesos mensuales, pero con los precios de ahora ese dinero tampoco alcanza. Y menos, cuando uno tiene que pasarse semanas lejos de la casa o trabajando a deshora”, comentó.
Discrepo de los puntos 1 y 4 .En este país lo que sobra es viento y sol , ese es el futuro, energíasrenovables
El crédito de 1200 millones de € otorgado a Cuba por Rusia en 2015 para ampliar a 800 MW la capacidad generadoras de nuestras CTE, se suspendió por impagos de los plazos que establecía el contrato.
En 2006, especialista y directivos de la UNE y el MINBAS, recomendaron la construcción de nuevas CTE pero no sé tuvo en cuenta por considerarse que los “estrategas” de esas instancias se aferraban a “normas y criterios equivocados”.
… y el 6to, último y único problema: no asegurar que la potencia instalada se opere según el Manual de Expotación