En los últimos tiempos, en Cuba se escucha constantemente que hay que “corregir distorsiones y reimpulsar la economía”. Frases biensonantes que se suman a las habituales de “elevar las exportaciones y sustituir importaciones”, o crecer en la captación de inversión extranjera, o lograr la soberanía alimentaria, u otras muchas, que son correctas, pero después no están claras ni son suficientes las acciones a emprender ni las normas jurídicas para alcanzar esos objetivos.
Parece que se tratara de corregir distorsiones de antaño, cuando en realidad, además de las que se mantienen, han surgido nuevas que, podría asegurarse, son más dañinas que las que se arrastran desde hace años.
No repetiré lo mencionado tantas veces, y por tantos colegas economistas, sobre los estímulos para la producción, la autonomía de los directivos empresariales y la necesaria Ley de Empresas, sobre el rol de los precios en la economía, los salarios, las inversiones, los tres tipos de cambio de la moneda nacional (situación peor que en años anteriores), dolarización o su antípoda, pérdida de valor de cuentas en MLC para la población, o de cuentas con CL para las empresas, etc. De eso viene hablándose hace mucho tiempo.
Me detendré en una de las mayores distorsiones en la economía cubana actual, surgida desde no hace mucho tiempo: la paulatina y creciente decadencia del sistema bancario. Por este sistema, como los nutrientes y el oxígeno en el sistema sanguíneo de los animales, circulan los recursos de la sociedad, sean de empresas, de particulares, del Estado. El mal funcionamiento del sistema bancario incide de forma directa en la salud de la economía en su conjunto.

No se trata de los bajos volúmenes de créditos para el sector empresarial, porque no es de ahora que los bancos cubanos no tienen suficientes divisas para otorgar préstamos en estas monedas, y no es mucho lo que puede hacer el sector empresarial con préstamos en moneda nacional para modernizar su base productiva. Tampoco me refiero a los conocidos problemas de la bancarización, de los cajeros automáticos, de las largas colas en los bancos…, ni siquiera a la renegociación de la deuda externa de la banca cubana, o los impagos de casi todos los bancos cubanos por las cartas de crédito emitidas por ellos. Casi todos estos son problemas de larga data.
Me refiero a la casi paralización de las transferencias hacia el exterior, por instrucciones de pago dadas por clientes de los bancos, con suficientes saldos en sus cuentas en divisas. Es algo que periódicamente se ha observado en la economía cubana, pero esta vez se extiende, con un alcance mayor, desde finales de 2021, y no se ve solución al tema —al menos en el corto plazo— ni firmeza en resolverse. Sin un sistema bancario, no ya robusto, sino que al menos cumpla sus obligaciones elementales, no es posible hablar de reimpulsar la economía.

Se sabe que las medidas del bloqueo de EE. UU. golpean, sobre todo, al sistema financiero del país. No pocos bancos extranjeros declinan recibir o enviar transferencias desde/hacia Cuba, bien por temor a las medidas coercitivas y extraterritoriales de EE. UU., o porque no pocas transacciones con Cuba están vinculadas a empresas e instituciones financieras pertenecientes a GAESA, y por ende incluidas en “listas negras” con prohibiciones de todo tipo.
Lo anterior no significa que la banca cubana no pueda enviar y recibir transferencias hacia o desde ningún banco extranjero. Se hace difícil, pero no es imposible. Hay habilidades acumuladas. Sin embargo, las transferencias no salen, y la principal causa es la escasez de recursos en monedas libremente convertibles de los bancos.
Sin embargo, la economía no puede detenerse. Es cuando comienza la búsqueda de soluciones alternativas.
Primero, se permitió a las Formas de Gestión No Estatales (FGNE) valerse de familiares, amigos o financistas residentes en el exterior para pagar sus compras a proveedores externos. El “permiso” no apareció de forma explícita en una norma, sino que se consideró que en nuestra legislación no existe ninguna prohibición para pagar, desde cuentas en el exterior, deudas de las FGNE con proveedores foráneos.
Sin embargo, no se mencionó si esas “cuentas en el exterior” podían pertenecer a las propias FGNE (lo que aparentemente sí está prohibido en las normas de control de cambio del país), o a financistas y otros pagadores externos. Tampoco se normó cómo devolver los fondos a los familiares, amigos o financistas externos, porque una ayuda se puede recibir una vez, pero un negocio no puede mantenerse con dádivas de terceros.
Lógicamente, al no poder devolver los préstamos y las ayudas temporales desde sus cuentas en divisas en bancos cubanos, las FGNE debieron procurarse alternativas para convertir divisas en Cuba en su poder en divisas en el exterior, muchas veces trasegando por medios no claros (con todo el peligro que entraña, tanto de seguridad para la propia vida como de pérdida de recursos en decomiso, o por posible encarcelamiento en cualquier país), o buscando financistas dispuestos a realizar esos canjes de dinero local por dinero externo, ilegales y costosos.
Ahí ha ido añejándose esa distorsión. De vez en cuando se escucha sobre alguien detenido en algún aeropuerto de México, Panamá o EE. UU., o de FGNE cerradas y sus dueños encarcelados, porque el sistema bancario cubano no ejecuta transferencias hacia el exterior, en incumplimiento de órdenes de sus clientes, y estos buscan soluciones no tradicionales, pero peligrosas, ilegales, o ambas cosas.

Es incalculable cuántas nuevas FGNE podrían haber solicitado licencias para su establecimiento, incluso para producir bienes necesarios, de no existir los riesgos mencionados, asociados a los pagos de sus obligaciones con el exterior.
El tema no quedó circunscrito a las FGNE. Con algo más de lentitud, pero inexorablemente, las empresas estatales tuvieron en su momento que buscar soluciones a los problemas de impago frente a sus proveedores. Por supuesto, en este caso nadie acudiría al trasiego y contrabando de efectivo.
Algunas empresas exportadoras de productos y servicios comenzaron a solicitarles a sus compradores externos que, en lugar de transferir fondos hacia bancos cubanos, los mantuviesen consigo, hasta tanto se les instruyese a dónde transferir. O sea, los propios clientes compradores se convirtieron en pagadores de las deudas de empresas cubanas, en pago de materias primas y otros insumos adquiridos por las empresas cubanas.
Sin duda, fue una solución alternativa, pero llena de insólitos riesgos: posible quiebra del cliente, manteniendo saldos de empresas cubanas exportadoras; comisiones adicionales por el servicio de pago, no habitual en la actividad de ese cliente comprador; potenciales cuestionamientos de bancos extranjeros, por el trasiego de pagos por cuenta de terceros, lo que no siempre es bien visto por la banca internacional; servicios de pago ejercidos por entidades que no tienen licencia de los bancos centrales de sus países para ejercer esa actividad; y, sobre todo, eran fondos que dejaban de circular por la banca cubana, o permanecían en poder de terceros, pudiéndose utilizar temporalmente a voluntad de esas terceras partes.
Valorándose esos peligros de depositar fondos en manos de clientes, ahora se ve la búsqueda de otra solución: que los exportadores cubanos intenten abrirse cuentas en bancos extranjeros. Esto, además de que posiblemente viole las normas de control de cambio del país, casi equivale a la entrega de la banca cubana a su virtual desaparición, o reconocimiento de que esta no tiene solución, porque sin un servicio de transferencias externas, los clientes evaden tener saldos en divisas (o su equivalente) en sus cuentas bancarias internas, y sin divisas no puede haber modernización de la banca, ni variados pagos internos entre empresas cubanas, además de todo lo que eso afecta a la economía nacional.
Más allá de lo difícil que puede ser abrir cuentas en el exterior para empresas estatales cubanas, esta “solución” solo es viable para empresas exportadoras. Las no exportadoras también se ven abocadas a buscar “soluciones alternativas”. ¿Cuál? Pues entre empresas cubanas, que el vendedor le pida al comprador que este último pague el total de la factura o una parte importante de ella a una cuenta en el exterior; bien a nombre del vendedor o a nombre de un tercero.
No estoy en contra de “soluciones alternativas” que buscan resolver los escollos y hallar alguna salida a los problemas. En lo que nadie puede estar de acuerdo es en conformarse con que no queda más remedio que acudir a esas soluciones. Porque los recursos no entran al país; porque hay riesgos de pérdidas importantes; porque se afecta el sistema financiero nacional y, sobre todo, porque muchas empresas nacionales no encontrarán solución por este camino, o la encontrarán muy parcialmente, con enorme pérdida de tiempo y gestiones administrativas adicionales, ralentizando sus ciclos de cobro y su producción.
No hay economía que resista este descalabro de su sistema bancario y financiero. En el caso cubano, este perdura por más de 4 años en su fase intensiva, aunque no surgió después de 2021.
Si los bancos no ejecutan simples transferencias, no se puede soñar con otros instrumentos bancarios: avales, garantías, préstamos con desembolsos en el exterior, uso de letras de cambio, seguros de cambio (forwards), cartas de crédito y otras, dejando al empresariado cubano en una situación muy desventajosa, no ya para crecer, sino para mantener los ritmos de producción del pasado.
¿Acaso es imposible volver a abrir cuentas en USD a las empresas, estatales y FGNE, o cuentas de nuevo tipo, desde cero (para los que ya las tienen, sin respaldo externo), y con esos nuevos saldos, nutridos por nuevas exportaciones, o por ingresos desde tarjetas Clásica y similares, comenzar a hacer transferencias hacia el exterior? ¿Y reimpulsar los pagos internos entre empresas cubanas, con dinero con liquidez externa real…? ¿O, ir traspasando, mes a mes y aunque el proceso dure más de un año, saldo de las cuentas en USD antiguas, a las cuentas nuevas en USD con respaldo externo?
Los particulares casi dejaron de ingresar fondos en divisas a los bancos cubanos. Las empresas van por el mismo camino. Si no se buscan soluciones a los problemas de las transferencias bancarias hacia el exterior, cada vez entrarán menos recursos en divisas al país, y se seguirá observando caídas importantes de muchos indicadores económicos. ¿Qué mayor “distorsión” que esta que se observa en los últimos años en el sistema bancario?
Si no se recupera la credibilidad del sistema bancario cubano, es imposible aspirar a que el país avance. Si no tiene sangre, el sistema económico no funcionará, por más que se intente. Ya se arrastran 2 años de recesión económica y 2025 pinta como gemelo de 2024, a pesar del discurso oficial.