A juzgar por su producción científica más reciente, el Doctor en Ciencias José Antonio Guardado Chacón no ha perdido tiempo ni espacio para insistir en las potencialidades del uso de biodigestores anaeróbicos, no solo como herramienta para el tratamiento de residuales, sino como fuente renovable de energía (FRE). Lo acaba de hacer, como organizador del Taller III: Movimientos o Redes de Biogás, Agua y Saneamiento, realizado dentro del Taller Internacional Cubasolar 2024, celebrado entre el 19 y el 21 de noviembre en la Quinta de los Molinos.
El evento científico contó con 160 participantes de todas las provincias cubanas y ponentes de Brasil, Guatemala, España y Colombia. Llama la atención la pobre cobertura mediática de la prensa nacional, justo en medio de una crisis energética que obliga a mirar con urgencia a las FRE, campo en el que Cubasolar ha trabajado desde hace 30 años.
El taller organizado por el Doctor Guardado Chacón se dividió en tres paneles, que mostraron experiencias exitosas del Movimiento de Usuarios del Biogás (MUB), tanto individuales como en comunidades y entidades de producción porcina, según recoge la Relatoría del evento.
Pero, aunque se habla de Movimiento —y desde 2017 un libro editado por Cubasolar abunda en el tema—, el uso de esta FRE no está extendido ni muestra iguales resultados en el país. De hecho, entre las preguntas que presidieron los paneles de Cubasolar 2024 estuvo una específica: ¿Cómo el MUB y otras Fuentes Renovables de Energía en algunos territorios ha podido sortear los obstáculos y convertirse en un pujante modelo energético popular y en otros territorios no ha sido posible?
El propio Guardado había, en parte, respondido la interrogante en 2021, en un artículo citado por la agencia IPS. Al cuestionamiento de por qué el biogás figuraba entre las fuentes renovables de menor desarrollo y cómo podía invertirse esa postura, dado que Cuba necesita impulsar la producción nacional de alimentos, el artículo respondía:
Según las primeras proyecciones de las FRE, para producir electricidad de cara a la Agenda 2030 de Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, el biogás figura entre las de menor desarrollo (27 MW). Ello puede estar dado, entre otras razones, por la falta de conocimiento de lo que se puede aportar desde la localidad con muchas pequeñas soluciones e inclusión social, basado en criterios científico-populares.
Además, el biogás no es precisamente para generar energía eléctrica, sino para dejar de consumir electricidad. Su uso directo es mucho más eficiente que si lo transformamos en energía eléctrica. Para invertir esa postura, hay que valorar a la tecnología del biogás de manera integral, aprovechando todos sus productos finales.
Esto incluye el suministro de nutrientes básicos para la fertilización de los suelos que inciden directamente en la producción de alimentos. Al respecto, se trabaja en el ordenamiento aprobado por la máxima dirección del país, que prevé una mayor participación de los actores de la sociedad cubana, tanto en lo estatal como en lo no estatal”.
En ese momento se estimó que había en Cuba unos 5000 biodigestores, y el diseño institucional apuntaba a que cada municipio contara “con un programa y estrategia de desarrollo referente al biogás, cuya gestión e implementación deberá articularse con los planes de la provincia”.
Para esta nota no encontramos evidencias de que existan esas estrategias en todos los municipios cubanos, indicadas por la Orden Ministerial 395 de abril de 2021, del Ministerio de Energía y Minas. Muy completas no deben estar cuando la Relatoría de Cubasolar 2024 inscribe como una de las preguntas clave del evento: ¿Qué obstaculiza en el municipio el desarrollo del autoabastecimiento energético local? ¿Por qué en las estrategias se anteponen otras urgencias a la energética?
Maximizar los aportes del biogás, en papeles
Lo cierto es que de las FRE más conocidas, el biogás es el único que, además del potencial energético, tiene un altísimo componente de sostenibilidad ambiental, al utilizar residuos contaminantes de los sectores agropecuario y agroalimentario.
La producción científica sobre este tema es abundante. Desde la que explora la introducción de tecnologías y su factibilidad económica y ambiental (Biogás y sostenibilidad en Cuba) —“en los años 70 se construyeron alrededor de 550 pequeñas instalaciones de biogás, con tecnologías tradicionales, china e india, en vaquerías y granjas porcinas”—, pasando por las recomendaciones para la construcción de los biodigestores (Diseño y construcción de plantas de biogás sencillas) —publicación de 2007—, hasta la evaluación de las potencialidades y la confección de un Atlas de Bioenergía. Cuba Edición 2022.
Leyendo este último artículo, con su detallado análisis del cálculo del potencial de producción de biogás —a partir de excretas asociadas a la cría de ganado porcino, avícola y vacuno—, cuesta asimilar que esta FRE no haya avanzado más en el camino que, ahora mismo, plantea como mandatorio el Decreto Ley 110/2024 del Consejo de Ministros, cuya Disposición Transitoria Primera establece que “los altos consumidores existentes al momento de la publicación en la Gaceta Oficial de la República de Cuba del presente Decreto, tienen un período de hasta tres años para instalar fuentes renovables de energías, con el fin de generar al menos, el cincuenta por ciento de la electricidad que consumen en el horario pico diurno”.
De acuerdo con el Atlas, “el potencial de producción de biogás total que suma el asociado de las producciones agrícolas e industriales, asciende a 615 595 m3/año, que equivalen a 189 227 tep/año o 710 095 MWh/año. El 63 % del total corresponde a las producciones agropecuarias”.
De ese potencial, más de la mitad se concentra en seis provincias: Matanzas, Holguín, Mayabeque, Santiago de Cuba, Ciego de Ávila y Cienfuegos, tal cual muestra el mapa elaborado por el colectivo de autores.
El capítulo dedicado al biogás concluye afirmando que, “teniendo en cuenta las potencialidades de producción de biogás y la estructura de consumo de electricidad y combustible, ha resultado más razonable considerar que el biogás se destine a la producción de electricidad en lugar que a la sustitución de combustibles en hornos y calderas”.
Asimismo, el análisis sobre el impacto potencial que puede alcanzarse por el uso del biogás para la generación de electricidad, confirmaron los investigadores, “permite apreciar que se puede lograr generar el 44 % de la electricidad consumida por los tres sectores incluidos en este reporte. El potencial de generación de electricidad en AZCUBA es del 34 %, de su consumo total; en el sector agrícola y forestal es de un 117 % y en la industria alimentaria un 6,5 %”.
Es decir, tres sectores altos consumidores de electricidad en Cuba tienen en los patios de sus entidades el potencial energético para autoabastecerse —o, al menos, disminuir su dependencia del Sistema Electroenergético Nacional— y, sin embargo, las experiencias de su aplicación pueden contarse con las manos.
Todo ello a pesar de que la Política para el desarrollo perspectivo de las fuentes renovables y el uso eficiente de la energía 2014-2030, aprobada hace una década, propone en su Objetivo Estratégico (OE) 6: “maximizar el uso de las FRE con enfoque de economía circular para contribuir a la seguridad, sostenibilidad y soberanía alimentarias y a la reducción de la huella ambiental del sector agroindustrial y de producción de alimentos”; y en el OE 7: “maximizar los aportes energéticos del sector agroindustrial y forestal”.
Aun así, los ejemplos prácticos y validados del uso del biogás se concentran, fundamentalmente, en el escenario microlocal.
Es el caso de la Unidad Empresarial de Base Porcina (UEBP) El Colorado y la comunidad rural aledaña, ubicadas en el municipio Cabaiguán, en la provincia de Sancti Spíritus, donde el proyecto GEF-PNUD Biomas-Cuba (de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación) permitió construir en 2020 dos biodigestores de cúpula fija (modelo chino modificado), con 45m3 y 50m3 de digestión, respectivamente. Ambos biodigestores tratan las excretas de 600 cerdos (el 50 % de la masa animal de la UEBP).
Los 90m3 de biogás producidos diariamente no solo abastecieron la entidad porcina, sino que llegaron a más de 30 viviendas mediante una red de polietileno de alta densidad que distribuyó el biocombustible. Automáticamente el consumo eléctrico disminuyó entre un 30 y un 60 %, equivalentes a 18,3 MWh/año.
Desde el punto de vista medioambiental, “el consumo diario de 90m3 de biogás para la cocción permitió dejar de talar 24 ha/año, evitó la emisión de 59,8 t de CO2eq/año, o sea, 1 255 toneladas de metano, y se produjeron 4 t/año de efluentes, que se utilizan como bioabonos para la mejora de suelos”.
Un ejemplo de biodigestores a otra escala se gesta en el municipio Martí, en Matanzas. En abril de 2023 la agencia IPS abundaba en los alcances del proyecto de desarrollo local con cooperación internacional (Unión Europea y PNUD) que pondría a circular ómnibus públicos con biometano como combustible, al tiempo que produciría electricidad y biofertilizantes para cultivos orgánicos, con beneficio directo para los 22 mil habitantes del municipio y zonas aledañas.
Aunque la prensa local se ha referido al proyecto recientemente, no se especifica el avance de la inversión, prevista a concluirse este año según el diseño inicial.
Pero, así como una golondrina no hace verano, las buenas prácticas aisladas en el uso de la biodigestión anaerobia de residuales no permiten dar el salto cualitativo y cuantitativo con esta tecnología.
De ahí que en julio de 2021 el Doctor en Ciencias Roberto Sosa Cáceres, vicedirector del Centro de Gestión de la Información y Desarrollo de la Energía (Cubaenergía), afirmara en el boletín Renovable.cu, que Cuba posee un potencial de biogás no explotado, tanto en el sector estatal como en el sector de las cooperativas y campesinos individuales.
En opinión de Sosa, en el país no existen las tecnologías necesarias para construir plantas industriales de biogás y es preciso crear “una cultura tecnológica de uso eficiente de este recurso, altos conocimientos y producción de equipamiento especializado”.
Una década atrás, el mismo experto, entonces director del Centro de Promoción y Desarrollo del Biogás del Instituto de Investigaciones Porcinas, se mostraba más optimista. En entrevista para Granma hablaba de un programa nacional de fabricación de mil biodigestores anuales hasta 2020. Serían, como mínimo, 6 mil nuevos emplazamientos a la fecha, pero —lo apuntábamos al inicio— en 2021 se estimaban menos de 5 mil.
Si bien desde 2019 se ha producido un incremento gradual en la generación bruta de electricidad a partir de los residuales (de 2,5 Gigawatt/hora a 159 en 2023), las plantas de biogás (más grupos emergentes, según la nomenclatura del Anuario Estadístico. Cuba. Minería y Energía. Edición 2023), apenas producen el 1,03 % del total de la energía eléctrica en Cuba.
Los niveles actuales de producción porcina y bovina del país, con decrecimiento sostenido en la masa, también constituyen un escollo importante para la generación de energía mediante biodigestores anaerobios, al ser los residuos de estas actividades la principal fuente de energía. Sin embargo, cualquier desecho orgánico puede convertirse en un combustible.
Por eso los expertos siguen creyendo firmemente que “las tecnologías anaerobias tienen un futuro promisorio en su implementación en el entramado agrícola e industrial de Cuba, al favorecer el desarrollo de la economía circular, potenciando la recuperación de recursos”. Así afirman los investigadores Deny Oliva e Ileana Pereda en un artículo científico sobre el tema. Y concluyen:
Es conveniente subrayar que para aumentar la aplicación de este tipo de tecnologías se hace necesario un esfuerzo importante de la comunidad científica, especializada, empresarial y los decisores en el país para apropiarse de las mismas y para “tropicalizar” las soluciones tecnológicas, además de adecuar la industria nacional para asumir parte de los componentes necesarios para su expansión. Es imprescindible incrementar la investigación científica y la innovación propia que permita ajustar la implementación a las condiciones específicas del país.