David López, economista: “Los negocios no pueden crecer solo a partir de las ventas”

El académico cubano, que realiza su doctorado en la King’s College de Londres, estudia la relación del emprendimiento y su marco regulatorio en el país.

David López, economista, conversa con OnCuba sobre financimiento, emprendimiento e innovación. Foto: Osvaldo Pupo / OnCuba

“El cubano no ha llegado a la Luna porque no ha podido, no por falta de inventiva”.  Esta frase popular exagera, pero también retrata las ganas de emprender de muchos en esta la isla y esa capacidad de resiliencia frente a las crisis.

La apertura al sector privado en 2021 fue un aliento para que esa vocación transformadora se materializara en micro, pequeñas y medianas empresas que desarrollan un amplio número de actividades en un mercado todavía muy carente de ofertas.

Sin embargo, ese empuje por sobrevivir y crear soluciones que se adapten al peculiar contexto cubano no garantiza una inserción competitiva en un saturado mercado internacional.

“Para innovar de verdad hace falta financiamiento”. Es la suerte de mantra que reitera el economista cubano, radicado en Londres, David López, durante una conversación con OnCuba.

El académico realiza sus estudios de doctorado en la prestigiosa universidad King’s College London sobre el emprendimiento en Cuba y su relación con el marco regulatorio.

López se graduó de un máster en Emprendimiento Estratégico e Innovación en esa misma institución, gracias a la beca Chevening del Reino Unido. Anteriormente, se había desempeñado como profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana desde su graduación en 2016 hasta 2020, cuando partió a estudiar a Londres.

Su experiencia profesional, a la que se suma algunas incursiones en el sector de la consultoría y el turismo, motiva esta reflexión sobre emprendimiento, innovación y fuentes de financiamiento en el sector privado cubano. 

En Cuba es muy común hablar de innovación. Ese calificativo se otorga con frecuencia. Pero, ¿qué significa realmente?

La innovación requiere novedad. Puede estar reflejada en el desarrollo de nuevos productos o servicios, así como en la creación o en la implementación de nuevos modelos de negocio.

Existe un debate sobre cuán nuevo tiene que ser algo para considerarse innovador. Y hay dos formas de enfocar el problema. Se habla de innovación marginal e innovación radical.

Esta idea de marginalidad da la medida de saltos más discretos en esa novedad. Es nuevo, pero menos nuevo. Pensemos, por ejemplo, en desarrollar una nueva piececita que permite que los aviones vuelen 10 kilómetros por hora más rápido. Es innovador porque no existía antes, pero realmente la novedad que está introduciendo es más bien pequeña, es marginal.

Siguiendo con el mismo ejemplo, si pensamos en el desarrollo de un nuevo motor que utilice otro combustible para echar a andar los aviones, ahí estamos hablando de una innovación radical porque cambia por completo la realidad del mercado.

Esta última es la que más interés atrae de los diseñadores de política y los propios emprendedores, porque está asociada a grandes saltos tecnológicos.

Sin embargo, no todos los días se crea un nuevo motor. Eso ocurre con un periodo de tiempo más dilatado. Mientras, esta innovación marginal, la introducción de pequeños cambios que agilicen, que aumenten, que incrementen la eficiencia de determinados procesos, ocurre mucho más frecuente en el tiempo.

En el contexto cubano, esto hay que mirarlo con matices. Las características del tejido empresarial quizás no permitan que nosotros seamos los que desarrollemos el próximo motor de los aviones, aunque hay muchas potencialidades. Lo vemos en lo que están haciendo los desarrolladores de software, que están muy cercanos a la frontera del conocimiento, y tienen posibilidades de participar en ese espacio de innovación.

“La innovación requiere novedad”, afirma López. Foto: Osvaldo Pupo / OnCuba

¿Hace falta innovar para emprender?

El emprendimiento y la innovación no son lo mismo, ni son consustanciales o imprescindibles que aparezcan juntos. Depende del tipo de emprendimiento. Las personas pueden emprender por dos motivos fundamentales.

Uno tiene que ver con una necesidad de generar ingresos para garantizar su subsistencia. Y ese no tiene por qué caracterizarse o tener relación con la innovación propiamente dicha, porque muchos de estos emprendimientos lo que hacen es replicar modelos de negocio muy establecidos, comercializar productos y servicios muy básicos o muy fácilmente replicables y, por tanto, no requieren ningún tipo de innovación como una característica estructural.

Pero hay otro emprendimiento que tiene que ver con la detección de oportunidades en el mercado y la percepción de los emprendedores de que ellos pueden aprovecharlas con la implementación de modelos de negocio innovadores para hacerlo mejor que los demás o incluso ser los primeros en un mercado determinado.

El contexto define qué cosa es emprendimiento de un tipo o de otro. Las características de Cuba hacen que muchos negocios que en otros lugares del mundo son comunes o están establecidos, aquí resulten muy novedosos y, por tanto, innovadores para el contexto.

¿Realmente Cuba es tan peculiar? ¿Qué es diferente aquí en comparación otros países?

Depende. La presencia del sector privado, la ampliación de las oportunidades para esta iniciativa en la economía cubana es, ciertamente, muy novedosa.

Estamos hablando de menos de 15 años, porque ocurrió un cambio en 2011 y después las verdaderas puertas se abrieron en  2021, con la apertura de las mipymes.

El análisis tiene que estar atemperado al contexto. En las condiciones reales de la economía cubana, con la aparición de estas nuevas formas de gestión, existen muchos modelos de negocio, bienes y servicios que son novedosos.

Por supuesto, esa realidad cubana aparece en un mundo en el cual la iniciativa privada es un lugar común y en el que muchas de estas compañías están sumamente desarrolladas. Cuba está a la saga en ese sentido.

¿Qué es diferente aquí? La operatividad de las empresas es extremadamente más compleja, por el relativo nivel de subdesarrollo de muchos sistemas en la economía cubana. Ya sea vinculados o no a las sanciones estadounidenses.

El marco regulatorio para el funcionamiento del sector privado en Cuba está en desarrollo. Eso tiene muchos costos. Por un lado, la incertidumbre sobre cuáles van a ser los cambios y cuándo van a ocurrir. Y por otro, es que existen realidades en los negocios que todavía algunos no saben cómo trasladarlas al marco legal porque esa legalidad simplemente aún no existe.

Otro elemento que yo diría que nos diferencia sustancialmente tiene que ver con el acceso a fuentes de financiamiento. El emprendimiento y la innovación requieren, necesariamente, de financiamiento.

Esto último ha sido ampliamente demandado por los empresarios privados cubanos. ¿Qué variantes podrían manejarse?

La estadística muestra que, tanto en Cuba como el resto del mundo, la creación de nuevos negocios no es un problema.

El verdadero inconveniente radica en la supervivencia y el crecimiento en cuanto al volumen de lo que puedan producir u ofertar, así como de su complejidad para encadenarse con el exterior o la capacidad de avanzar tecnológicamente.

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La ruta crítica del emprendimiento pasa por la realidad de que es un tipo de actividad muy riesgosa, porque es difícil asegurar que determinada idea innovadora va a triunfar en el mercado; porque la innovación es costosa, se dilata en el tiempo y no tiene garantías de éxito a priori.

Entonces, esa acumulación de incertidumbres trae que las instituciones financieras tradicionales, como los bancos, sean muy reticentes a financiar porque los riesgos son muy altos.

En muchos lugares del mundo las ideas de negocio se financian primeramente con fondos propios, con lo que se dice triple F en inglés, family, friends and fools (familia, amigos y tontos), y así empiezan.

Luego, generalmente, tratan de acceder a lo que se llama fondos de capital semilla, que son financiamientos con ninguna o muy baja necesidad de repagar esos recursos financieros. Son fondos estatales vinculados a los gobiernos, a las autoridades locales, a las instituciones que regulan la política industrial o desarrollo de negocios.

En este estado muy primario de los negocios, a nivel internacional, existe también lo que se llama inversionistas ángeles, que son fundamentalmente personas naturales o grupos, que financian negocios en una etapa de desarrollo muy primigenia, dispuestos a asumir ese riesgo. Asumen que esa inversión en 5 o 10 años les va a resultar beneficiosa.  

Estos son vehículos de financiamiento que implican algún tipo de dilución de la propiedad de un negocio. La participación de esta persona es como introducir un nuevo socio, que participa de la propiedad de la empresa.

A la vez, ese financiamiento que llega vía un inversor ángel está también más atemperado a la realidad de los riesgos de ese negocio. O sea, ese nuevo dueño está asumiendo que va a compartir contigo los riesgos asociados a que el negocio pueda fallar.

Si asumimos que la empresa siguió desarrollándose y aumentan sus necesidades financieras, aquí ya entra un mundo muy propio de la realidad del emprendimiento más asociado a la alta tecnología, que tiene que ver con el capital de riesgo.

Estamos hablando de fondos de inversión más grandes, que asumen derechos de propiedad a cambio de financiamiento y con la idea de rentabilizar esa inversión. Confían en que el negocio va a crecer y ellos podrán vender esos derechos de propiedad y recuperar su inversión.

Esta realidad es ajena al contexto cubano, tanto por el nivel de desarrollo del emprendimiento como por las posibilidades a la ley. Sin embargo, la lección que extraigo es que el mundo es consciente de la necesidad del financiamiento para el éxito. No es posible asumir que las organizaciones, independientemente de las formas de propiedad, van a crecer, innovar y generar aumentos de la productividad solamente con los ingresos provenientes de las ventas.

Es una falacia que los negocios van a vender y esos beneficios los van a reinvertir y lograrán crecer.

Según el economista, el mayor problema no es la creación de un negocio, sino su crecimiento y sostenibilidad. Foto: Osvaldo Pupo / OnCuba

Pero estas formas de financiamiento conllevan riesgos…

Sí, por supuesto. El emprendimiento en sí mismo es una actividad sumamente riesgosa.

Uno como dueño invierte parte de su capital personal apostando a que su idea de negocio es buena y va a triunfar. Y eso, por supuesto, es riesgoso porque puedes hacerlo y perder tu dinero.  Así ocurre todos los días en todas partes del mundo. En Cuba también.

La cesión de cuotas de propiedad también viene acompañada con concesiones de cuotas de poder de decisión en las organizaciones. Eso, ciertamente, es un riesgo que se conoce a nivel mundial y que los emprendedores tienen que mitigar. ¿Cuánto control estoy dispuesto a ceder a cambio de maximizar mis posibilidades de crecimiento?

Hay un riesgo lógico, asociado al origen de los fondos y los intereses de los actores que los aportan. Usualmente, se ponen en práctica chequeos para ver quién es este financista.

Pero existe un peligro, yo diría que específico de las condiciones de Cuba, que es la no acción. Porque, si como principio elemental, los emprendimientos requieren financiamiento, es irreal asumir que en las condiciones del país los negocios no se están financiando de alguna forma.

Eso está ocurriendo ante la ausencia del marco regulatorio. Eso está ocurriendo en medio de la informalidad y de la opacidad. Eso supone riesgos contables, legales, evidentemente, porque son fondos que no se sabe de dónde vienen.

Las realidades son realidades independientemente de si la ley las contempla o no. Luego, si una realidad es tan evidente y además tan necesaria, creo que se deben buscar vías de transparentar, asegurar que eso ocurra en un marco de mayor certidumbre y seguridad legal para las partes involucradas.

Esos cambios de seguro impactarían al control absoluto del Estado en la actividad financiera…

El vehículo no es tan importante como las garantías de que realmente se asegure que los financiamientos lleguen bien y prontamente a las partes que van a ser financiadas. Tiene que haber un compromiso de que ciertamente esos recursos lleguen.

Que las instituciones estatales garanticen la seguridad y la legalidad podrían ser hasta beneficioso porque aportan una sombrilla de estabilidad al sistema. Pero, por supuesto, esa sombrilla no puede entorpecer, porque entonces sería contraproducente.

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En el caso hipotético de que estos esquemas de financiamiento se ejecutaran, los inversores querrían obtener de vuelta sus utilidades, emplear ese dinero fuera de Cuba y eso hoy es un problema recurrente…

Es obvio que si un inversionista coloca su dinero y no logra luego recuperarlo, esto constituye un desincentivo. Las estructuras financieras del país tienen que transitar hacia mayores garantías.

Sin embargo, un flujo de capitales totalmente lubricado, sin restricciones, tampoco es la realidad de todos los países. O sea, siempre hay determinados mecanismos de cómo ocurre esa repatriación de utilidades.

Desde el punto de vista de la política macroeconómica, no es conveniente para un país que en un momento determinado esos capitales salgan de manera súbita en grandes volúmenes. Ese escenario extremo en el cual se dan totales garantías y libertades, y ese retiro de fondos puede ocurrir libre y rápidamente no sería del todo conveniente ni es del todo común. Por tanto, hay que encontrar un balance.

Finalmente, teniendo en cuenta todo lo que ha comentado, ¿cómo valoraría el estado actual del sector privado en Cuba en relación con la innovación y su financiamiento?

La operatividad de los negocios privados en Cuba es tan compleja que los empresarios, por necesidad, tienen que ser creativos y ágiles. Todos los días se enfrentan a un problema nuevo.

Es por ello que se utiliza el término innovación para reflejar esta realidad, cuando no necesariamente aplica del todo ese concepto. La experiencia de un negocio que haya financiado un crecimiento grande, con avances tecnológicos, con saltos de productividad importantes basado en sus ventas, no existe. O, al menos, no abunda.

Porque no estamos hablando aquí de empresas gigantescas que generen cientos de miles de millones de dólares. La gente habla de Apple y de Amazon como ejemplos de innovación, pero esos son malos ejemplos. En el sentido de que en el mundo hay un solo Amazon y un solo Apple.

La realidad económica dista mucho de esos casos excepcionales que hay que estudiar, pero no son la norma. Lo común son organizaciones que accedieron a estas formas de financiamiento que discutíamos. Incluso, estos grandes también lo hicieron.

En Cuba tenemos ejemplos claros. El polo científico de La Habana no se financió vía ingresos. Está documentada la transmisión de fondos financieros desde otros sectores de la economía hacia allí. Esta es la experiencia más exitosa de innovación que tiene el país.

¿Son necesarias fuentes y formas de financiamiento distintas a las ventas? Sí. Aunque no estoy diciendo que esto sea la panacea o lo único necesario para resolver todos los problemas. Pero una parte sustancial es asegurar o crear los mecanismos a través de los cuales las organizaciones económicas acceden a fuentes de financiamiento de las que el país no dispone y que son extremadamente necesarias si se quiere alcanzar una realidad económica con avances en la productividad.

Como dije, en Cuba hay muchas oportunidades, pero es un momento definitorio. O se dan determinados cambios de política o ese desarrollo muy promisorio puede verse frustrado.

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El emprendedor es por naturaleza optimista porque confía que su idea va a llegar a fines exitosos. Bajo esa concepción, hay que perseverar en que los cambios necesarios van a ocurrir gradualmente y que la resiliencia tan común en la comunidad emprendedora es la que nos puede ayudar a aprovechar las oportunidades que están y van a seguir apareciendo.

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