Las cifras oficiales lo dicen casi todo cuando se habla de la basura en Cuba. Se trata de un fenómeno que se ha ido normalizando a lo largo de la isla, aupado por la crisis económica, la indolencia ciudadana y la incapacidad estatal para hacerle frente.
Solo La Habana genera diariamente alrededor de 30 mil metros cúbicos de desechos sólidos, una cifra que supera los volúmenes reportados en años anteriores y “pone en tensión constante la capacidad operativa del sistema de recogida, que enfrenta limitaciones técnicas severas”, reconoce un reciente reportaje publicado en el sitio Cubadebate.
Para sostener ese volumen se requieren cada año unos 30 mil tanques colectores con capacidad cercana a un metro cúbico cada uno. Sin embargo, la Unión de Industria Militar (UIM), la entidad encargada de confeccionar los contenedores, solo podría proveer unos 12 mil en 2025.
La cifra en sí misma no es el mayor problema, pues, según explica el trabajo periodístico, “un contenedor no tiene que ser sustituido cada año”. Sin embargo, el maltrato, “canibaleo” y robo de los tanques impiden que la industria pueda seguir el ritmo a un escenario siempre deficitario.
A esa situación se suman otras carencias significativas. Por ejemplo, el parque de vehículos para la recogida de la basura “está muy por debajo del mínimo requerido”, admite Mariano Suárez del Villar, director provincial de Servicios Comunales en La Habana.
Ello impide cubrir de forma estable y eficiente los 15 municipios habaneros y provoca que, aun cuando se cuente regularmente con el combustible necesario, no se pueda cubrir cada día “la necesidad total de la ciudad”.
Y como sucede en la capital, ocurre también en la mayor parte del país.
La ruina logística está detrás de la crisis de la basura en La Habana
Imperativos de la crisis
Este deficitario panorama se agrava con la reducción en el personal de servicios comunales, que pasó de 350 mil trabajadores en 2019 a 277 mil en 2025. Tal descenso ha estado motivado en gran parte por los bajos salarios, que promedian menos de 4 mil pesos mensuales, equivalentes a menos de 10 dólares en el mercado informal.
En paralelo, apenas se recicla el 40 % de los residuos generados, lo que incrementa la presión sobre los vertederos y la contaminación ambiental.
Las estadísticas advierten que la crisis es multidimensional: la producción industrial, aunque emplea tecnología no obsoleta, se muestra insuficiente sin un sistema logístico robusto y una cultura ciudadana orientada al cuidado y control de los desechos.
El bajo número de contenedores, la falta de transporte, la disminución del personal y las malas prácticas sociales afectan de manera directa la efectividad en la gestión de residuos. Ello pone en riesgo la salud pública y la calidad de vida en La Habana y el resto de las ciudades cubanas, donde en cualquier bocacalle pueden surgir islas pestilentes de detritus.
Las derivaciones del actual estado de cosas presionan la urgente necesidad de ampliar la capacidad de producción y distribución de tanques colectores, junto a medidas para evitar el deterioro y robo de estos equipos.
A su vez, demanda modernización y mantenimiento del parque automotor para garantizar una cobertura completa y estable de la recogida de basura. Y, por otra parte, mejoras salariales y condiciones laborales en el sector de servicios comunales para retener y motivar al personal.
También el escenario exige campañas educativas y programas comunitarios para fomentar la responsabilidad ciudadana en el manejo de residuos y el reciclaje, a la par que reclama la incorporación de tecnologías y modelos innovadores de gestión de residuos que integren a comunidades, gobiernos locales y sector privado para afrontar la crisis desde varias aristas.

Producción de colectores: un logro industrial con obstáculos
La Unidad Básica “Daniel Readigos Pérez”, vinculada a la Unión de Industria Militar (UIM) en el municipio habanero de Boyeros, lidera la fabricación de los tanques colectores que pueblan las esquinas, plazas y avenidas habaneras.
Utilizando maquinaria semiautomática de alta precisión, adaptada desde tecnología europea, la fábrica produce tanques con un proceso que puede completar una unidad en aproximadamente 50 minutos, de acuerdo con otro reportaje de Cubadebate.
Alexis Puebla García, director de la fábrica, explica que el contenedor está hecho principalmente de polietileno, con una vida útil potencialmente indefinida si se utiliza correctamente. “Un tanque colector, sin maltratarse, puede durar eternamente. Pero debe usarse para basura, no para escombros o hierro”, precisa.
A pesar de estas capacidades, el país no logra cubrir las necesidades plenas.
En 2025, la UIM se comprometió a entregar 12 mil contenedores, pero la falta de una red sólida, la indolencia y el maltrato tanto de la ciudadanía como de trabajadores de comunales, y el desmontaje y robo de piezas —como tapas y tornillos— limitan el aprovechamiento de esta producción.
“Hay tanto esfuerzo detrás de la realización… que resulta doloroso que otras personas malogren el resultado”, lamenta Vladimir Carrión Cadé, especialista principal.
Crisis colectora grita limitaciones técnicas y humanas
Los desechos generados en la capital, con cerca de 2 millones de habitantes, ejercen una presión constante sobre el sistema de recogida.
La escasez de piezas de repuesto, las sanciones estadounidenses, la insuficiencia de combustible ocasional y la reducción de personal debido a bajos salarios deterioran la operatividad.
De acuerdo con el director provincial de Servicios Comunales en La Habana, “no es solo cuestión de camiones o combustible, es también falta de fuerza de trabajo y la complejidad logística en las condiciones actuales”.
La consecuencia visible son acumulaciones de basura en calles y espacios públicos, a menudo formando microvertederos improvisados que afectan la salud pública y la estética urbana.
Esas montañas de basura, acompañadas no pocas veces de escombros y cebadas también por otras deficiencias operativas y la desidia social, facilitan la proliferación de vectores transmisores de enfermedades como dengue y leptospirosis, entre otras.

Cultura y conciencia: la otra cara del problema
Los especialistas y autoridades coinciden en que la crisis no es solo técnica. Alexis Puebla advierte que el deterioro constante de los tanques colectores se debe en buena parte a una “falta de cultura de cuidado e indisciplina social”.
“Un tanque bien cuidado es un símbolo de responsabilidad colectiva”, añade.
Sin embargo, la permisividad y la “creatividad popular” convierten las tapas y tornillos en objetos de uso doméstico no autorizado, afectando la durabilidad. La ciudadanía muchas veces deposita los residuos fuera de los contenedores, incluso cuando estos están vacíos.
Testimonios urbanos documentan esa realidad: “La gente espera que otro limpie y no asume su rol en el cuidado de la ciudad”, dice un vecino del municipio Cerro. Otro testimoniante destaca que la combinación de tanques desbordados y recogidas intermitentes contribuye al problema y a la falta de alternativas inmediatas.
Aun así, en comunidades como la localidad habanera Regla, donde la planificación y gestión local muestran mejores resultados, se vislumbran posibles modelos de eficiencia. Sin embargo, en muchos otros municipios de La Habana y de todo el país persiste la necesidad de liderazgo, creatividad y, sobre todo, conciencia ciudadana.
En tal sentido, Suárez del Villar subraya el papel central de quienes recogen la basura, a quienes califica como “verdaderos magos” por su entrega y habilidades para operar en condiciones adversas, apuntando a que la tarea implica no solo recursos, sino también compromiso humano.
