Habana Vieja: Ciudad en Movimiento dedica buena parte de sus actividades a la formación de actores y bailarines de distintas edades y en diferentes niveles de desarrollo, o de cualquier persona interesada en ampliar sus conocimientos prácticos en el mundo del espectáculo y penetrar los secretos de las artes escénicas.
Es este un festival que empieza por la enseñanza. Desde hace días vienen funcionando varios talleres orientados al desarrollo de distintas habilidades expresivas, como el de Tam O’Shanter, concluido ayer, cuyos integrantes hicieron bailar danzas escocesas a transeúntes casuales en la Plaza de Armas y en la Plaza Vieja; o el de Asociación Manifeste, que hasta hoy trabaja con bailarines de distintas agrupaciones y con actores del grupo Gaia. Otros
enseñan técnicas y métodos singulares, como la danza de Watke Tribal o el de Anaila Torti —que a partir de una clave de yoga prepara el cuerpo en el momento de la danza—, o los grupos venezolanos Agente Libre y 100% imPRO, quienes cuestionan los patrones tradicionales de repetición y memorización del movimiento.
Buena parte de estos encuentros de formación son destinados a niños, como los Retacitos, proyección infantil del método gestual contemporáneo aplicado por la compañía Retazos. Para niños es el taller de Tamara Chiz y Triana Fernández, así como el de José Eduardo Martín Llanes, que dura todo el año (los sábados) y que trasciende el terreno de la danza y emigra a la pintura.
“La gestualidad en la infancia” también sesiona varias veces al año gracias a las energías y al empeño que le pone la coreógrafa Raquel Pavez, defensora de la docencia en el campo artístico. “Sin embargo, no de cualquier docencia, pues la danza no es algo aproximativo, sino exacto. Mientras más sabemos, somos más libres —y por tanto más creativos—, pero las emociones y los sentimientos salen a través de lo gestual. En dependencia de cómo sea el gesto, así será la emoción que transmita”.
Ante todo —en la mayoría estos talleres—, se trata de un trabajo comunitario destinado a llegar a las personas, especialistas o no, y a incidir en su comportamiento a través de las capacidades educativas de la danza. Por eso a Raquel no le interesa formar bailarines.
“Me interesa que a través de este trabajo artístico los niños puedan ser más precisos en sus movimientos, que expresen mejor sus emociones —la rabia, el amor, la admiración—, aprendan a dominarlas y a no tener miedo de situarlas en el espacio, porque el que se violenta es el que siente miedo. Mi objetivo es crear niños fuertes, valientes, que sean dueños de sí mismos, que digan la verdad, que controlen su cuerpo y sus emociones de forma armónica. Que aprendan a escuchar, a poner el oído en función de lo que escuchan y la vista en función de lo que miran. Me interesa formar hombres y mujeres. Plantar su semilla. Si quisiera formar bailarines me iría para una academia”.
*Este texto es una colaboración para OnCuba del equipo de periodistas del Festival Habana Vieja: Ciudad en movimiento