Las intensas lluvias de los últimos días en La Habana no solo han dejado tristes imágenes de inundaciones y derrumbes.
También la bahía, uno de los rostros más conocidos de la ciudad, ennegreció aún más sus aguas como resultado de las precipitaciones y los arrastres de la marea.
Acumulaciones de petróleo, residuos naturales y deseños sólidos, lo mismo botellas que latas, pomos y jabas plásticas que palos y cartones, ensuciaron más de lo habitual sus márgenes y también más allá, bahía adentro. Y multiplicaron su antinatural oscuridad y fetidez.
Ante este lamentable y hasta peligroso escenario, las autoridades decidieron suspender temporalmente los viajes de la icónica Lanchita de Regla, no solo por las tempestades, sino también por “la exposición a posibles afectaciones a las embarcaciones por la gran cantidad de desechos sólidos”.
Las lluvias, no obstante, no son las verdaderas culpables. En todo caso, ellas solo han removido y reunido en la bahía lo que el propio hombre ha lanzado, irresponsablemente, al mar: el petróleo que escapa de los barcos, la basura que lanza la gente, los frutos de la indisciplina y la indolencia.
La bahía, aunque cuente con un programa gubernamental de cuidado y manejo, nada puede hacer por sí misma ante semejante descuido. Como nada puede hacer su sufrido ecosistema, sustento, aun así, de numerosos pescadores. Y lluvias como las de este fin de semana, lo ponen, dolorosamente, al descubierto.
Las fotos sobran, es que la bahía de la Habana siempre ha estado inundada de desechos de todo tipo y lo digo porque fui criado en esa zona y la conozco perfectamente así que para mi, nada nuevo.
Las fotos sobran, es que la bahía de la Habana siempre ha estado inundada de desechos de todo tipo y lo digo porque fui criado en esa zona y la conozco perfectamente así que para mi, nada nuevo.
Para llorar por tamaña indolencia de las autoridades de ciudad, que ni un spot en la TV han realizado