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La tarde de este lunes, la cercanía del huracán Melissa —que entonces aún no había atravesado Jamaica y, por tanto, no se aproximaba del todo a la costa sur del oriente cubano— transformó en minutos el cielo azul de Holguín en un manto oscuro y dejó caer las primeras lluvias. Los vientos, todavía leves, anunciaban la inminencia de un evento calificado como de peligro extraordinario y sin antecedentes recientes en esta parte del país.
En las calles, la población se debatía entre resolver asuntos esenciales y buscar alimentos y otros recursos para enfrentar no solo las horas del paso de Melissa por la ciudad y la provincia, sino también las posteriores, cuando la región quedara desconectada del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) y sin telefonía móvil.
Se avecinan días de incomunicación, ingenio y supervivencia. El resto parece no importar: en las calles y los hogares predominan el desconcierto y la preocupación. Rostros cansados daban cuenta de los largos apagones eléctricos, la escasez de productos básicos —principalmente alimentos— provocada por la inflación, y el aumento reciente de casos de arbovirosis. Muchas personas sabían que estaban contagiadas, por síntomas diversos, aunque sin certeza de qué virus padecían.
Desde el domingo, las tiendas en USD habían cubierto sus cristales con grandes láminas metálicas y continuaban abiertas la mañana del lunes. Otros espacios, como la Biblioteca Provincial Alex Urquiola y locales cercanos, también resguardaron sus vidrieras.
Los bares y puntos de venta de la céntrica Plaza de La Marqueta retiraron mesas, sillas y protegieron estructuras. Las mipymes y establecimientos privados —principales oferentes de productos necesarios durante y después de eventos meteorológicos de este tipo, como enlatados, aceite, galletas o pastas alimenticias— seguían operando.
Algunos negocios, como las tiendas del emprendimiento Victoria Natural, situado frente al parque Calixto García y en la Casa de Iberoamérica, cerraron sus puertas al público. “En estos momentos, lo más importante es mantenerse a salvo y cuidar de su familia”, informaron.
Otros, como la tienda de regalos y servicios de impresión La Lucecita, suspendieron sus actividades desde el mediodía, priorizando la seguridad de trabajadores y clientes. “Les pedimos que tomen las precauciones necesarias ante la situación meteorológica”, comunicaron en redes sociales.
Las colas, habituales y prolongadas, se extendían frente a los bancos. A fin de mes, casi nadie dispone de dinero ni para las compras más básicas, y cuando lo tiene en tarjetas, retirarlo en efectivo resulta una odisea. Muchas mipymes solo aceptan pagos en efectivo.
El Consejo de Defensa Provincial calificó a Melissa como un “monstruo hidrometeorológico” y aseguró que este lunes debía completarse la evacuación de las personas residentes en zonas de riesgo, vulnerables a deslizamientos y crecidas de ríos o represas.
De las 650 mil personas evacuadas en el oriente del país, según fuentes oficiales, unas 79 932 —agrupadas en 21 500 familias— pertenecen a Holguín. La mayoría vive en los llamados “municipios del este” (Mayarí, Sagua de Tánamo, Antilla y Frank País), por donde se prevé que Melissa salga al mar por algún punto de la costa norte.
El huracán abarca un radio superior a los 600 kilómetros, con lluvias intensas, fuertes vientos, tornados y elevación del nivel del mar.

Muchas de las personas evacuadas —residentes en terrenos saturados por las lluvias recientes y ahora ubicadas en centros educativos, albergues, o casas de familiares— solo llevan consigo lo esencial: documentos, medicinas, algo de ropa, algún objeto pequeño. Temen perder el resto al regresar a sus casas. La infraestructura habitacional deteriorada y frágil se convierte, una vez más, en amenaza para la vida. El regreso, para muchos, significará empezar de cero: otra muestra de resistencia cotidiana, especialmente en municipios empobrecidos del oriente cubano, algunos aún sin recuperarse del impacto del huracán Oscar el año pasado.
La Unión Eléctrica Nacional aseguró que priorizaría la generación para las provincias orientales, con el objetivo de garantizar servicios básicos, aunque los apagones se mantenían igual o peores. La Empresa Eléctrica de Holguín advirtió en redes sociales que “en el horario pico, cuando llega el máximo apagable, podría no ser posible” mantener la protección prevista.
Cuando los vientos superen los 60 km/h, la provincia sería desconectada de forma escalonada, y los circuitos afectados no se reconectarían hasta el paso del huracán, en coordinación con el Despacho Nacional.
Se prevén vientos de tormenta tropical (95–118 km/h) en casi toda Holguín, y de huracán (más de 118 km/h) en la zona este, la más vulnerable.

El grupo FOIL de Moa (más de 100 MW) y la termoeléctrica de Felton, en Mayarí (más de 200 MW), reducirán gradualmente su generación conforme avance Melissa, dejando sin servicio eléctrico a la provincia y al oriente del país. Felton reforzaba sus estructuras para resistir los vientos.
En la ciudad se percibe una carrera contra el tiempo y por la supervivencia. Encontrar carbón —principal fuente para cocinar ante los cortes eléctricos— se ha vuelto difícil. Algunos han elevado el precio del saco de mil a 3 500 pesos, aprovechando la escasez.
“Todo se encarece ahora, y después será peor”, comentan en las calles.
En redes sociales, las demandas se concentran en el drenaje de tragantes obstruidos, la limpieza de ríos, la poda de árboles próximos a tendidos eléctricos dañados y la protección de construcciones frágiles. También se insiste en atender a las personas sin techo. “Antes —dice Luis David Izquierdo, vecino del reparto Ciudad Jardín— las cosas no eran así. Había riesgos, pero también más seguridad y rapidez para prepararse en casa”. Este lunes, mientras los vecinos aseguraban techos, retiraban objetos peligrosos o buscaban agua potable, se observaban cuadrillas limpiando zonas del edificio de 18 plantas y la avenida hacia el hospital Lucía Iñiguez. Sin embargo, en gran parte de la ciudad no se veía un solo árbol podado.
Se anunció además la recogida de desechos sólidos en vertederos principales, aunque el ubicado en la entrada del reparto Alcides Pino —donde aún se ven personas buscando objetos— ha crecido considerablemente. En este mismo barrio vive Alina Pérez, quien decidió refugiarse con un familiar: “Vivo sola, en una casa en mal estado, sobre todo el techo y cerca de un río. No puedo quedarme allí. Llevé mis cosas a casa de mi hermana y también me iré yo. Si no la tuviera, tendría que ir a un centro de evacuación”, cuenta.

Las autoridades informaron que se venderán dos libras de arroz y una de azúcar correspondientes a la canasta básica de junio, aunque solo en algunos consejos populares. Algunos establecimientos gastronómicos, por su parte, anuncian productos elaborados disponibles tras el paso del huracán.


El domingo en la tarde, un automóvil recorría el parque Calixto García con altavoces que difundían actualizaciones sobre el posible recorrido de Melissa y las medidas a adoptar según la fase en que se encontrara la provincia. Detrás, otro vehículo filmaba el operativo. El Consejo de Defensa Provincial pidió colaboración a propietarios de vehículos con equipos de audio para compartir información. “Es vital mantener al pueblo informado —dijo Idalberto González, vecino del reparto Hilda Torres—. Si podemos hacerlo desde nuestras motos eléctricas u otros medios, contribuimos a salvar vidas”.
Las emisoras locales mantienen programación constante, aunque persiste la preocupación por cómo informarse sin electricidad, conexión a internet ni medios para cargar baterías, sobre todo durante las doce horas de impacto del huracán y las posteriores.
En ese lapso, cada familia —y las autoridades del Consejo de Defensa Provincial— comenzará a evaluar los daños de un fenómeno que evoca el devastador paso del huracán Ike en septiembre de 2008.











