Para cultivar un bonsái hay que tener conocimientos, dedicación, paciencia y amor, dice el hortelano Ángel R. Oramas.
La palabra significa árbol en maceta. Aunque no existe restricción en cuanto al tamaño, es un difícil desarrollar árboles en un recipiente, con técnicas como el trasplante, poda, alambrado y el pinzado entre otras. Además, hay que tener en cuenta elementos como el riego, el abono, los nutrientes del suelo y el musgo.
“Cada árbol hay que conocerlo bien, porque si no, muere. Una cosa importante: viven a la intemperie, a temperatura normal. Esto lo explicamos en los cursos que impartimos”, dice Ángel.
A su alrededor hay ejemplares de la muestra permanente de bonsái y artes afines en La Quinta de los Molinos, organizada por la oficina del historiador de la Ciudad y los clubes martianos Artistas del Bonsái de la Sociedad Cultural José Martí.
Existen libros y videos que enseñan, pero con la práctica se forman las habilidades para moldear árboles con formas increíbles, porque cada ejemplar tiene características peculiares.
Bonsáis en La Habana: vendo enanitos verdes (de vez en cuando)
Según su altura, los bonsai se clasifican en:
-Shito o Keshitsubu: hasta 5 centímetros. En muchas ocasiones se logra al sembrar directamente una semilla en una minúscula maceta.
-Mame: alturas comprendidas entre los 5 y los 15 cm. Junto a la categoría anterior son el grupo de los bonsai en miniatura o Shohin, aunque en la actualidad la tendencia general es a considerar como shohin a árboles de hasta 25 cm.
-Komono o Kotate Mochi: árboles entre 15 y 30 centímetros.
-Chumono: tamaños entre los 30 y los 60 centímetros.
-Omono: con alturas entre los 60 y los 120 centímetros son los más grandes y pueden necesitar varias personas su transporte.
El arte del bonsái surgió en China hace dos mil años.