Se sabe que la arquitectura monumental de La Habana es bien conocida. En cambio, las ruinas rurales esparcidas por el campo cubano son menos famosas. Desde la estructura desmoronada de una finca de café cerca de Artemisa, hasta una siniestra prisión en la Isla de la Juventud, estos dominios en ruinas evocadores esconden mitos, secretos y capítulos fascinantes de la historia de Cuba. Visitemos algunos de ellos.
El antiguo cafetal de Angerona – Artemisa
Llamada por el nombre de la diosa romana del silencio y la fertilidad, las ruinas del cafetal de Angerona, localizada a 5 km al oeste del poblado de Artemisa, esconden una historia de amor ilícita ambientada en la época brutal de la esclavitud.
Fundada en 1813 por un inmigrante alemán llamado Cornelio Souchay, la finca creció rápidamente hasta convertirse en el segundo centro productor de café más grande de Cuba. En su apogeo —en las décadas de 1820 y 1830— utilizó alrededor de 450 esclavos para cosechar y cuidar 750.000 plantas de café.
No obstante, la plantación de Angerona se diferenciaba de otras. Los testimonios sugieren que Souchay era un humanista inconforme con la crueldad del sistema esclavista español. Su finca se manejaba de manera más benigna que las de sus competidores; los trabajadores estaban autorizados a vivir en chozas en lugar de barracones y contaban con instalaciones médicas disponibles para mujeres embarazadas y niños.
Se cuenta que, poco después de su llegada a Cuba en 1807, Souchay se enamoró de una mujer haitiana, mestiza y libre, llamada Úrsula Lambert. Su romance, fuertemente en desacuerdo con las normas culturales de la Cuba del siglo XIX, continuó cuando Lambert fue a trabajar como administradora en la plantación, en la década de 1820.
La suerte del cafetal “Angerona” cambió después de la muerte de Souchay en 1837. Transferida a su sobrino, la plantación pasó gradualmente a la producción de azúcar antes de ser abandonada y destruida, en gran parte durante la Guerra de Independencia (década de 1890).
Las piedras de las ruinas, poco visitadas ahora, emiten un aire silencioso y romántico. Además del esqueleto de la mansión original de Souchay, es posible examinar los restos de los barracones de esclavos, un antiguo campanario, varias bodegas de almacenamiento y una puerta en forma de arco. En el museo municipal de Artemisa se conserva una estatua de la diosa romana Angerona, que una vez protegió el sitio.
En 2004, el director de cine cubano Rigoberto López realizó una película, basada en la historia de amor de Souchay y Lambert, llamada Roble de Olor, protagonizada por Jorge Perugorría.
Presidio Modelo – Isla de la Juventud
El edificio más llamativo de la Isla de la Juventud (antiguamente denominada Isla de Pinos) no es una catedral ni un teatro de ópera, sino una prisión “modelo” de aspecto ominoso.
Construida como parte del programa de obras públicas del presidente Gerardo Machado, entre 1926 y 1932, la arquitectura única del Presidio Modelo (formada por cinco estructuras circulares conectadas por túneles subterráneos) se basó en un concepto de diseño panóptico iniciado por el reformador de prisiones británico Jeremy Bentham a fines del siglo XVIII. Los bloques de celdas, redondos y de varios pisos, se dispusieron de modo que un solo guardia pudiera vigilar a 500 reclusos.
Los “enemigos nacionales”, alemanes y japoneses, fueron internados en el complejo durante la Segunda Guerra Mundial, pero el preso más famoso fue el recluso número RN3859, o Fidel Castro, que estuvo detenido entre 1953 y 1955, junto a otros rebeldes que participaron en el ataque al cuartel “Moncada”. Los “Moncadistas” fueron separados de los demás presos en el edificio-hospital, en el extremo sur del complejo.
A pesar de la muy discutida asociación de Fidel con la prisión, ésta siguió funcionando después de la Revolución. El ex comandante rebelde Huber Matos, fue encarcelado allí en la década de 1960.
La prisión fue cerrada en 1967 y los deteriorados bloques de celdas del complejo se convirtieron en un monumento nacional y en un museo.
Hoy en día, deambular por sus estructuras vacías y casi en ruinas, con sus techos rotos y muebles sencillos, es una experiencia extraña y escalofriante para quien visita el local.
San Miguel de los Baños – Matanzas
Escondido en medio de las colinas de la provincia de Matanzas, a 45 km al sur de Varadero, San Miguel de los Baños es un poblado tranquilo con un pasado opulento.
Desarrollado como un destino para la alta sociedad adinerada en busca de las aguas medicinales relajantes que habían sido “descubiertas” en el local a mediados del siglo XIX, San Miguel alcanzó su cenit en las décadas de 1920 y 1930, cuando los empresarios adinerados atraídos por los manantiales naturales de la zona construyeron allí suntuosas casas, balnearios y hoteles de lujo. Pero los buenos tiempos fueron efímeros. En la década de 1950, la contaminación de un ingenio azucarero local se filtró en el suministro de agua y el complejo rápidamente cayó en desgracia. Ahora la ciudad permanece atrapada en una distorsión del tiempo, salpicada con una mezcla de pequeñas casas modestas y ruinas evocadoras.
El “Gran Hotel Balneario”, vacío y en ruinas, es la estructura más espectacular de la ciudad. Inaugurado como hotel-spa en 1930, fue encargado por el abogado y empresario cubano Manuel Abril Ochoa y diseñado por el ingeniero italiano Alfredo Colley, quien anteriormente había trabajado en el famoso casino de Montecarlo.
Aunque ahora está en ruinas, el “Gran Hotel” conserva un aire de elegancia descuidada. Las abejas han colonizado con sus nidos el edificio principal —de estilo renacentista— y la hierba alta crece alrededor de las casas para baños de estilo mudéjar que se encuentran en los terrenos.
El hotel recibió a muchos huéspedes notables a lo largo de los años, incluido el Che Guevara, quien lo frecuentó en 1961 para tratar el asma. Al año siguiente, la propiedad fue entregada al gobierno cubano, pero como el turismo de lujo ya no era una prioridad, pronto fue abandonada. Gran parte del metal y los accesorios en su interior se rescataron durante el “Período Especial” de los 90.
Central Hershey – Mayabeque
Oficialmente conocido como “Central Camilo Cienfuegos”, este ingenio azucarero, ahora inhabilitado y situado a 50 km al este de La Habana, todavía se conoce universalmente como “Hershey” en honor al magnate estadounidense del chocolate, Milton S. Hershey, quien lo fundó en 1916.
En su apogeo, el Central “Hershey” fue uno de los ingenios azucareros más grandes y sofisticados de Cuba, capaz de producir más de 6.000 toneladas diarias de azúcar de caña. La producida en este central se transportaba en un tren eléctrico especial hasta los puertos de La Habana y Matanzas, desde donde se enviaba a la famosa fábrica de chocolate de Hershey en Pensilvania. El magnate no solo construyó el ferrocarril y el molino que operaban en el central; también construyó una especie de ciudad empresarial para albergar a los trabajadores de la fábrica, que incluía un club social, un cine y el mejor estadio de béisbol de Cuba.
El imperio cubano de Hershey fue vendido después de su muerte en 1945 y en 1959 la fábrica fue nacionalizada por el gobierno cubano y rebautizada como “Camilo Cienfuegos”.
El Central “Camilo Cienfuegos” continuó operando hasta que fue desmantelado junto con muchos otros ingenios cubanos cuando la industria azucarera se modernizó en 2002. Aún sigue en pie, como un enorme esqueleto de hierro oxidado encaramado en una elevación junto a la vía del tren. Algunas partes se utilizan ahora para carpintería metálica y marcado de baldosas. El tren de Hershey —el único ferrocarril eléctrico de Cuba— permanece en servicio (poco confiable) para los residentes locales que viajan entre La Habana y Matanzas, y tiene paradas en más de una docena de pueblos en el camino.
Cafetal “La Isabelica” – Santiago de Cuba
Como parte de un sitio considerado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco y conocido como “Primeras plantaciones de café en el sureste de Cuba”, “La Isabelica” es, al mismo tiempo, un museo y monumento histórico dedicado a los muchos cafetales (plantaciones de café) que una vez florecieron en esa parte de Cuba.
La hermosa mansión de piedra, de dos pisos y con tres enormes plataformas de secado de café situadas al frente, fue construida alrededor de 1812 por Victor Constantin Coussou, un emigrado francés proveniente de Haití. Hoy en día, se ha restaurado casi integralmente y ha sido convertido en un museo que destaca el estilo de vida y las condiciones de trabajo en las plantaciones de café de la Cuba del siglo XIX.
Constantin, como muchos plantadores franco-haitianos, había huido de una violenta rebelión de esclavos en Saint-Domingue (Haití) en 1791, llevando su savoir faire empresarial a Cuba, donde sembró café y otros cultivos en laderas montañosas empinadas, no muy lejos de la ciudad de Santiago de Cuba. Supuestamente el cafetal lleva el nombre de Isabel María, una mujer haitiana con la que se dice que Constantin compartió relaciones amorosas (a pesar de que Isabel fue contada como una de las 25 trabajadoras esclavas de Constantin). Fue también una de las 171 pequeñas fincas que existieron en la Sierra Maestra, y de las cuales quedan las ruinas de alrededor de 60.
El café alcanzó un máximo de producción en Cuba en las décadas de 1820 y 1830, pero a mediados del siglo XIX había sido reemplazado por el azúcar como principal cultivo de Cuba. No obstante, “La Isabelica” siguió funcionando hasta 1875, cuando fue arrasada por los mambises durante la Guerra de los Diez Años.
Hacienda Cortina – Pinar del Río
Situada en plena Sierra de Güira, en la provincia de Pinar del Río, la “Hacienda Cortina” es una finca en ruinas que aún conserva su aspecto elegante, y es custodiada por una extravagante puerta de entrada con torreones. Antes de la Revolución, este Xanadú tropical era propiedad de José Manuel Cortina, un político de renombre que se desempeñó como ministro de Relaciones Exteriores de Cuba entre las décadas de 1930 y 1940 y quien alguna vez fuera uno de los mayores terratenientes del país.
Cortina adquirió su primera parcela de tierra, apenas unas 53 hectáreas, en 1906, pero pronto comenzó a comprar más propiedades para agregar a su creciente “reino”. La puerta de entrada y la villa en forma de castillo se agregaron en 1920, así como puentes, estatuas, caminos, estanques y glorietas. En vísperas del triunfo de la Revolución, la propiedad cubría más de 24.2811 hectáreas. Fue confiscada sumariamente por el gobierno cubano en 1959, cuando Cortina se mudó a Miami, donde falleció en 1970.
Aunque la casa principal se quemó en 1972, la mayoría de los otros edificios y jardines permanecen intactos. La fascinación de Cortina por la cultura asiática se refleja en la presencia de un lago artificial, pagodas y jardines temáticos, chinos y japoneses. Sin embargo, el paisajismo principal es de diseño clásico y está adornado con estatuas talladas en mármol de Carrara.
Después de casi un siglo de abandono, la finca fue parcialmente restaurada en 2014. Hoy en día atiende principalmente a turistas cubanos, con un hotel y una piscina ubicados de manera incongruente entre las florecientes plantas y la exuberante vegetación del local.