Una experiencia inolvidable llenará los sentidos al visitar una fábrica de tabacos; de inmediato llegará el embriagador olor de las aromáticas hojas que los obreros tuercen sentados en sus puestos de labor; un breve tiempo será suficiente para convertirlas en flamantes puros altamente apreciados por su calidad en cualquier latitud del mundo.
Como parte del ambiente están los lectores de tabaquería, encargados de llevarles conocimiento y cultura a los torcedores mientras continúan absortos en su creativa labor.
Un lector de tabaquería debe ser poseedor de varias cualidades, entre ellas una dicción correcta, voz clara y la cultura necesaria para transmitir emoción a lo que lee, así como, dar respuesta a las inquietudes y dudas que les surjan a los oyentes.
Las vitolas son las medidas de calibre o formas de puros, devenidas marcas cubanas que adoptaron nombres como Romeo y Julieta, aludiendo al original de Shakespeare y El Conde de Montecristi en relación con el texto de Alejandro Dumas padre, que alcanzaron fama mundial, lo que habla de la relación entre el tabaco como producto y la lectura como parte de su proceso de creación.
Al concluir y como prueba del placer que les causó, los tabaqueros golpean con sus chavetas las tapas de madera de las mesas de trabajo, o tiran al piso las cuchillas curvas, con las que se corta y enrolla la hoja, si quedaron disgustados ante lo escuchado.
La práctica, inédita de Cuba desde el siglo diecinueve, les permite estar informados sin tener que desatender el trabajo y emplear libremente la mente.
Autores preferidos que escogían durante los primeros años fueron Miguel de Cervantes, Víctor Hugo, Honorato de Balzac y Emile Zola junto a autores cubanos como Miguel de Carrión y Carlos Loveira.; después de 1959 correspondió esa responsabilidad a una comisión de lectura que la extendió a leer diarios, que actualizaban a los obreros sobre lo que sucedía en Cuba y el mundo, y libros u otros textos que elevaban su acervo cultural y político.
Como parte inseparable de los tabaqueros están desde el siglo diecinueve hasta la fecha los conocidos lectores de tabaquería, fuente de cultura quienes son, además, tan cubanos como las palmas.