Cuba vive sus primeros días de veto bancario a los dólares estadounidenses (USD). La medida, informada por las autoridades el pasado 10 de junio, entró en vigor este lunes luego de un período de margen para que las personas pudiesen depositar el efectivo en su poder y en el que los bancos ajustaron sus horarios para facilitar el trámite en medio del repunte de la COVID-19 en la Isla.
La noticia del veto tomó a muchos por sorpresa y ha generado desde su anuncio la mar de comentarios e interpretaciones. El gobierno cubano la ha defendido como una medida de protección ante el embargo estadounidense —incrementado duramente por la Administración Trump y ante el que el gobierno de Joe Biden no ha movido ficha— y las dificultades que este provoca para emplear en sus operaciones financieras los dólares en efectivo recaudados en el país, los que han llegado en avalancha tras la apertura de las nuevas tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC) y las mayores restricciones impuestas por Washington a las transacciones y remesas digitales a Cuba.
Además, La Habana ha explicado que la tenencia física del USD no está penalizada —aun cuando este no se acepte “temporalmente” en el circuito oficial— y que los dólares ya depositados o los que sigan llegando por vía electrónica conservan su validez y usabilidad a través de tarjetas magnéticas, mientras que las operaciones bancarias con el resto de las divisas se mantienen inalterables. La temporalidad del veto, según el Banco Central de Cuba, dependerá de “la eliminación de las restricciones que impiden el normal funcionamiento de los procedimientos de exportación de la moneda estadounidense”.
Los críticos, en cambio, reprochan al gobierno su falta de previsión para evitar llegar a tal punto en medio de un escenario a todas luces de creciente adversidad financiera, y, también, el inevitable impacto económico y social de la medida en el ya de por sí complejo contexto del ordenamiento monetario. Esta, aseguran, se sentirá más sobre los hombros de quienes no reciben remesas y compraban los dólares en el mercado informal de la Isla para depositarlos directamente en los bancos, los que no tendrán ahora esta posibilidad, pero también sobre los de quienes sí las reciben y sus familiares en el extranjero, que deberán buscar otras alternativas —como el uso del euro— que pudieran encarecer o disminuir el flujo de los envíos en efectivo.
Una mantenida devaluación del peso cubano (CUP), un incremento de la inflación y de los precios de los productos, en particular de los que se comercializan en las tiendas en MLC —que a pesar de su indiscutible monopolio sobre la venta de un grupo cada vez más amplio de artículos en el país, padecen, a la vez, de un sistemático desabastecimiento que multiplica las colas y los “trapicheos” en el mercado negro—, una valorización del euro frente al USD y el CUP, y la consolidación de un circuito paralelo que mantenga al dólar como moneda de pago de productos y servicios informales y privados, son algunas de las consecuencias pronosticadas por analistas.
Otros críticos, más suspicaces o desconfiados, han visto en la medida un intento del gobierno cubano por recoger todo el USD circulante posible, algo que, en la práctica, expiró este domingo, último día en que los bancos estatales aceptaron dólares en efectivo. Con ello, al menos hipotéticamente, se recaudaría un dinero necesario para saldar parte de las obligaciones contraídas con acreedores internacionales y, a la vez, se controlaría la circulación y el cambio informal de la moneda estadounidense en la Isla —que llegó a ascender hasta 1 USD por 70 CUP, casi tres veces superior al cambio oficial de 1 por 24—, argumentos que las autoridades han refutado, pero que siguen siendo esgrimidos por economistas de academia y también por sus pares de esquina, por cubanos de a pie.
Desentrañando la suspensión de depósitos de dólares en efectivo en los bancos cubanos
“Esta gente se cree que uno se chupa el dedo”, afirma categórico Ramón desde su puesto de venta particular de cárnicos y embutidos en Centro Habana, quien sostiene que “el dólar es el dólar en el mundo entero” y que “mejor pájaro en mano que cien volando”.
“Esta gente —repite con énfasis, para que no quede dudas de que habla del gobierno— lo que quieren es recoger el efectivo porque están pela’os y el dólar de la calle se les fue de las manos. Están tratando de meter presión, a ver si pueden levantar cabeza y controlar ellos el mazo de billetes, pero yo sí no caigo en esa trampa. Mis dólares se quedan conmigo.”
La lógica de la calle
Ramón no es el único que desconfía de los motivos argüidos por las autoridades para suspender el depósito de USD en efectivo. No son pocos los que han encontrado poco coherentes las explicaciones dadas por ministros y funcionarios en espacios informativos como la Mesa Redonda y reportes periodísticos oficiales, al compararlas con lo establecido hasta ese momento.
“Es para volverse loco”, comenta Yunior, quien espera a las afueras del centro comercial Carlos III a la caza de compradores que necesiten de su triciclo para transportar alguna mercancía —generalmente equipos electrodomésticos como freezers, splits o lavadoras— adquirida en MLC.
“Primero te dicen que no hay dólares para venderle a la gente, ni siquiera en los aeropuertos, y ahora vienen con que no saben qué hacer con todos los dólares que ya tienen y no pueden recibir más —analiza—. ¿De verdad eso te parece lógico, brother?”
Para él, “si de verdad hay tanto dinero en los bancos que no lo puede usar el gobierno, que se lo vendan a la gente y tú verás lo que los cubanos son capaces de hacer con todos esos dólares. Te traen el mundo entero en paquetes, si aquí se lo permiten”.
El razonamiento de Yunior es el de muchas personas en la Isla, que no comprenden una situación a sus ojos paradójica, por más que las autoridades bancarias insistan en que los USD ya en su poder están “comprometidos”. Otros también reparan en la aparente contradicción de un presunto atasco de dólares en las bóvedas cubanas y la consiguiente recepción durante 10 días de todo el efectivo posible, tras el aluvión de clientes a los bancos provocado por el anuncio de la medida.
“¿No saben qué hacer con los dólares y abren los bancos hasta el domingo para recoger todos los que puedan? ¿Perdón?”, se pregunta Rosaida con picardía, echando mano a la frase de un popular personaje del programa humorístico Vivir del cuento.
“A mí que no me vengan con que eso lo hicieron (los del gobierno) por buenos, para que la gente no se embarcara con el efectivo que tenían”, remarca esta mulata de ojos sonrientes por encima de su nasobuco, que espera junto a varias “colegas” en una nutrida cola para comprar pollo en una tienda en moneda nacional (CUP).
“Si de verdad lo hicieran por la gente, hubieran dado un mes, o más tiempo, como hicieron con el CUC —acota—, y así la gente no hubiera tenido que mandarse otra buena cola en el banco, con lo mala que está la cosa por la pandemia. Ellos son los primeros que piden tener más cuidado y evitar las aglomeraciones, y entonces hacen esto sabiendo que mucha gente iba a salir corriendo para los bancos a guardar su dinerito. Yo misma lo hice, porque no se sabe hasta cuándo va a ser esto y había que asegurar.”
¿Vender o acumular?
Esta fue la principal disyuntiva de muchos cubanos luego del anuncio del veto a los depósitos en USD y todavía la sigue siendo para muchos, aun cuando ya los bancos de la Isla no aceptan la moneda estadounidense. Desde académicos y analistas especializados hasta personas de pueblo y graduados de “la universidad de la calle” —como se define, por ejemplo, Ramón— han opinado al respecto y tomado partida por una u otra postura.
No obstante, aunque no pueda hablarse de un consenso, muchos sí se inclinaron por una bajada, al menos inicial, del valor del dólar físico frente al peso cubano y una valorización del euro y el “dólar plástico” —el acumulado en las tarjetas en MLC— como alternativas para el cambio en el mercado informal. Y así, en efecto, ha ocurrido en las últimas dos semanas.
Mientras el USD en efectivo cayó de los 70 CUP al umbral entre los 50 y los 60 CUP en el que se movía esta semana, el MLC ascendía hasta los 65 CUP y apuntaba a seguir subiendo, al igual que el euro, que sobrepasó la barrera de los 80 CUP e, incluso, ha llegado a proponerse hasta a 100 o a dos USD.
Con esta perspectiva en la mente de muchos, no es de extrañar que en el período de franco dado por el gobierno crecieran las colas en los bancos para depositar dólares en las cuentas en MLC. Aun cuando las tiendas que usan el “dólar plástico” no vivan hoy su mejor momento y las perspectivas tampoco sean muy halagüeñas. Como tampoco resultó sorpresivo que no pocos pusieran en venta —en sitios como Revolico, en canales de Telegram o en el propio barrio— parte de sus USD en efectivo, temiendo una devaluación todavía mayor y un posterior estancamiento de su precio.
Otros, sin embargo, se resistieron a vender o depositar sus dólares, o al menos una parte de ellos, con la intención de no quemar las naves y mantener abiertas todas las apuestas ante la incertidumbre reinante. Y tampoco faltó quien, lejos de desprenderse de la moneda estadounidense, compró y acumuló más de la que ya tenía, previendo un escenario en el que esta se revalorice y se empleé sin cortapisas en la Isla o con vistas a utilizarla fuera del país.
Mirna y Lisbet, que están junto a Rosaida en la cola del pollo, ejemplifican dos de estas posturas encontradas. La primera depositó parte de sus dólares en su cuenta en MLC, vendió otra y se quedó solo con “alguito”. “Por si las moscas”, dice y lanza una mirada cómplice a Lisbet, que hizo exactamente lo contrario: no vendió, depositó “alguito” en el banco y compró “bastante”, cantidad que incluyó lo puesto en venta por Mirna “a un precio bueno para las dos, porque somos colegas”, asegura sin dar más pistas.
Ambas, claro, tienen sus motivos. Mientras la primera depende mayormente del “mercado nacional” —donde, por demás, conseguía sus dólares “porque a mí nadie me manda del extranjero”—, la segunda solía “viajar y traer cositas para vender” antes de la pandemia y espera poder volver hacerlo con regularidad cuando mejore la situación epidemiológica y se normalicen los vuelos. “Y para eso me hacen falta ‘los verdes’ —argumenta—, para comprar o cambiarlos por euros allá afuera, que aquí se van a poner por las nubes”.
Ramón, en cambio, no está interesado en ir de compras “ni a Rusia, ni a México, ni a ningún lado”. “Lo mío es aquí adentro, con mi familia y mi negocio —sostiene. Eso de salir a cargar es para otra gente. Pero esa gente necesita dólares y ahí es donde entro yo. Por eso no deposité los que tenía y compré más aprovechando que bajó, porque ahora va a haber menos en la calle y a los que vayan a viajar les van a hacer falta. Tú vas a ver cómo van a volver a subir y si no, el dólar es el dólar en el mundo entero, así que no voy a perder.”
Omar Everleny: “los dólares serán siempre un medio de atesoramiento de los negocios particulares”
¿Y quién pierde?
En principio, todo el mundo en Cuba, de una u otra manera. Desde el gobierno, que se priva de una fuente sistemática y creciente de la moneda estadounidense, hasta las empresas y entidades extranjeras radicadas en el país, los negocios privados y las personas naturales que disponían y hacían uso de ella con mayor o menor frecuencia. Pero, por paradójico que parezca, en opinión de analistas los que más pierden son los que no reciben o ganan dólares y tienen ahora menos esperanzas y oportunidades de tenerlos.
“Para poder ir a las tiendas en MLC, que es donde único venden las dos o tres cosas que sirven en este país, tenía que ‘arañar’ duro unos pesos y comprar dólares en la calle para depositarlos en mi tarjeta. Pero ahora ya no puedo hacer eso”, explica Manuel, trabajador de la empresa eléctrica estatal, quien asegura estar “embarca’o” por no tener familia en el extranjero que “me mande ‘money’ ni me recargue el celular”.
Sus alternativas ahora, dice, pasan por comprar “MLC” —como le llaman en la Isla al dinero electrónico depositado en las cuentas en Moneda Libremente Convertible— a través de transferencias bancarias y cuyo precio en el mercado informal se ha incrementado en los últimos días hasta superar al del USD en efectivo, o por comprar euros, el presumible sustituto del dólar y cuya tasa de cambio “por la izquierda” también se ha disparado. Una tercera variante es “morir con el mercado negro”, que, lejos de declinar, se mantiene boyante a pesar de la escasez, pero que “multa” hasta niveles estratosféricos los precios estatales. “Y así no hay bolsillo que aguante”, asevera.
A una situación parecida se enfrenta Ofelia, quien sí recibía “de tanto en tanto” dólares de un hermano que vive en los Estados Unidos. “Pero ya él es mayor, como yo, y lo que ha podido mandarme, con mucho trabajo, es porque se lo quita a sí mismo, de su pensión —apunta esta jubilada—. Y ahora no sé, porque dicen que los euros están que vuelan en Miami después que aquí pusieron la medida esa, y yo, la verdad, no quiero darle más problemas a mi hermano, que bastante tiene con los suyos por allá. Ya le dije que no se preocupara, que mejor esperábamos un tiempito, a ver cómo seguía todo, y que ya después veríamos. Y mientras tanto, me aprieto más el cinturón.”
Ofelia, al menos, tiene “una reservita” en su tarjeta como garantía para comprar en las tiendas en MLC o “vender algo” si le hiciera falta. Pero sabe que no todos tienen esa posibilidad. Su vecina Luisa, retirada como ella, me dice, no posee una cuenta en dólares y tiene que conseguirlo todo en la calle “como están los precios hoy en día”. “Se pasa el día haciendo colas, la pobre —añade—, y ella ya no está para esos trajines, y menos como está la pandemia. Y como ella, hay un millón de gente. No es fácil.”
Y ciertamente no lo es. Como tampoco lo es predecir con claridad cómo se comportará la espiral del dólar en la que están atrapados hoy los cubanos, no a largo o mediano plazo, sino, incluso, a corto plazo; a qué niveles cambiarios y operativos llegará la moneda estadounidense en el circuito informal en los próximos días, semanas y meses, y cuánto repercutirá ello en el bolsillo y la mesa de quienes residen en la Isla, en un escenario de dura crisis económica y complejidad sanitaria. Aunque, y en ello sí existe consenso, no parece que el torbellino vaya a ser benévolo ni tampoco a apaciguarse fácilmente.
nos esperan días difíciles…