Entre octubre de 2021 y febrero de 2023 ingresaron a Estados Unidos casi 353 mil cubanos, casi todos procedentes de la frontera con México. Estos migrantes representan el 3,5 % de la población total cubana y entre el 5 % y el 6 % de la fuerza laboralmente activa. Para un país de 11 millones de personas, se trata de un evento significativo.
El éxodo es el síntoma más dramático de los múltiples males que aquejan a la sociedad cubana. Desde el embargo económico de Estados Unidos hasta las profundas repercusiones de una pandemia que eliminó la incipiente industria del turismo, hasta un liderazgo criticado por ser poco inspirador, inepto o simplemente equivocado, las cargas de vivir en Cuba resultan tan abrumadoras que miles de ciudadanos han decidido arriesgarlo todo emprendiendo un costoso y peligroso viaje.
Esta marcha de los miles tendrá un impacto en la sociedad del sur de Florida. No sabemos exactamente cuántos de estos inmigrantes terminarán en el área de Miami, pero podemos hacer estimaciones sólidas. Esto es lo que sabemos:
- 224 607 cubanos ingresaron al país a través de todos los puertos de entrada en el año fiscal 2022 (octubre de 2021 al 30 de septiembre de 2022: datos de Aduanas y Patrulla Fronteriza).
- 128 274 cubanos ingresaron al país en lo que va del año fiscal 2023 (del 1 de octubre de 2022 al 28 de febrero de 2023: datos de Aduanas y Patrulla Fronteriza).
- 139 361 cubanos entraron al estado de Florida en el año fiscal 2022 (de octubre de 2021 al 30 de septiembre de 2022: datos del Departamento de Niños y Familias de Florida (DCF, por sus siglas en inglés).
- El 62 % de los que entraron a nivel nacional en el año fiscal 2022 llegaron a Florida.
- 84 951 cubanos se establecieron en el condado de Miami Dade en el año fiscal 2022 (de octubre de 2021 al 30 de septiembre de 2022: datos del DCF).
- El 61 % de los llegados a Florida durante el año fiscal 2022 se establecieron en el condado de Miami Dade.
- 4 840 cubanos se establecieron en el condado de Broward en el año fiscal 2022 (de octubre de 2021 al 30 de septiembre de 2022: datos del DCF).
- El 4 % de los que llegaron a Florida durante el año fiscal 2022 se establecieron en el condado de Broward.
- El 64 % de los que llegaron a Florida durante el año fiscal 2022 se establecieron en el sur del estado (Broward/MDC).
Si bien el DCF no tiene números disponibles para el año fiscal 2023 (octubre de 2022-febrero de 2023), si asumimos la consistencia en el porcentaje de recién llegados que terminan en el sur de Florida, podemos estimar que 50 898 cubanos se habrían establecido en el sur de Florida desde octubre de 2022.
Es probable, siguiendo esa línea, que el área de Miami le haya dado la bienvenida a unos 135 849 inmigrantes cubanos desde octubre de 2021.
El impacto inmediato lo están sintiendo organizaciones como el DCF y las escuelas públicas de Miami Dade, pero esa migración sin precedentes no está causando pánico en una región acostumbrada a la constante afluencia de cubanos.
Los líderes del condado se refirieron al flujo como una “crisis”, pero menos visible que otras crisis migratorias. El arzobispo Wenski especuló que “una de las razones por las que la crisis es tan silenciosa [es] porque no estamos tan abrumados”.
La destilería ideológica de la cultura política cubanoamericana
Desde que la ola inicial de inmigrantes llegó al sur de Florida luego del triunfo de la Revolución cubana, en 1959, una intransigencia constante ha dominado la visión de la comunidad hacia Cuba y su Gobierno.
¿La “estrategia” para traer el cambio social a Cuba? Reforzar el embargo, redoblar el aislamiento y establecer la identidad de la comunidad como una comprometida con el derrocamiento del Gobierno cubano utilizando cualquier medio posible. Nadie parece interesado en preguntar cómo ha funcionado este enfoque o en animar a la comunidad a desarrollar un plan B.
Las nuevas oleadas de inmigrantes siempre son vistas como diferentes a las anteriores y persiste la anticipación de que cada nueva oleada diluirá el Kool-Aid de la intransigencia. Esto ha resultado ser una ilusión.
El proceso de socialización ideológica que incorpora nuevos inmigrantes a la cultura política intransigente del sur de Florida es implacable. La identidad de la comunidad parece depender del mantenimiento de una postura de Guerra Fría en las relaciones Estados Unidos-Cuba.
Siempre hay valores atípicos, la minoría persistente de ”desviados” que apoyan las políticas pro-acercamiento incluso cuando la mayoría se duplica en el aislamiento coercitivo. Pero las estrategias de estos compañeros de viaje para generar cambios en Miami y en Cuba no tienen mucho espacio en la matriz informativa local. Ellos también están aislados.
Y entonces hubo una era Obama, en la que a los cubanoamericanos se les presentó un nuevo conjunto de reglas y opciones para lidiar con la patria. Muchos no estuvieron de acuerdo con las políticas obamistas, pero cuando se vieron obligados a jugar en un terreno nuevo y más abierto, lo hicieron.
Algunos vieron los cambios de política como la apertura de un nuevo frente en la lucha por traer cambios en la isla; el trabajo de los línea dura sería ayudar a construir una clase media cubana lo suficientemente fuerte como para crearle problemas a la élite gobernante.
Después del restablecimiento de las sanciones por parte de Trump, y de la falta de voluntad de Biden para promover las políticas que apoyó como vicepresidente durante los años de Obama, se reanudó el legado tradicional de intransigencia de mano dura.
La pregunta es la siguiente: ¿Cómo se incorporarán los nuevos miles de cubanoamericanos a este ambiente político? ¿Su presencia moderará la sed de sangre política de sus compatriotas del sur de Florida? ¿O exigirá el proceso de socialización la conformidad con el nihilismo político de sus connacionales?
Décadas de estudio de la dinámica de la comunidad nos han hecho sensibles a ciertos patrones que pueden dar forma al proceso de incorporación de los recién llegados.
Al instalarse en su nuevo hogar, los nuevos migrantes notarán de inmediato dos características políticas de sus compatriotas del sur de Florida: 1) la mayoría tiene un intenso disgusto por el Gobierno cubano, y 2) el Partido Republicano es la institución que mejor comunica esta antipatía al público local y nacional.
El enemigo de mi enemigo es mi amigo
La fundación ideológica de la migración de cubanos hacia Estados Unidos después de la Revolución está construida sobre un sólido ánimo antigubernamental. Los migrantes iniciales huyeron de los problemas políticos inmediatos inherentes a las revoluciones, mientras las migraciones subsiguientes estuvieron motivadas cada vez más por las dificultades económicas que parecen nohaber dado tregua en la isla.
Desde la desaparición de la Unión Soviética en 1991, la mayoría de los cubanos no declaran que migran por motivos políticos. Es el patrón evidente en la Encuesta de FIU Cuba de los últimos veinte años. (Figuras 1 y 2). Como muchos de sus predecesores, los recién llegados contemporáneos huyen de condiciones económicas extremas, quieren reunirse con miembros de su familia o mejorar sus vidas.
Pero no es necesario irse de Cuba por razones políticas para tener una total antipatía hacia el Gobierno. Y esta antipatía es el denominador común de los primeros migrantes. Y también de los recién llegados.
La mayoría los migrantes recientes culpa al Gobierno cubano de crear las condiciones que los han forzado a abandonar la isla. En las entrevistas que he hecho, el resentimiento hacia el Gobierno cubano está muy extendido. La mayoría declara que no quería irse de la isla, pero, de una forma u otra, comparte la opinión de un encuestado: “Ahora mismo no se puede vivir en Cuba”. Desde su visión, la culpa de esta situación desgarradora recae sobre el liderazgo del país.
Una vez en el sur de Florida, los nuevos cubanoamericanos descubren que su disgusto por el Gobierno cubano, aunque es resultado de diferentes condiciones históricas, lo comparten amigos, familiares, vecinos, personalidades de los medios, personas influyentes, maestros, líderes políticos, camareras y la cajera en Sedano’s.
Su antipatía se combina perfectamente con la narrativa política anticubana dominante, institucionalizada en el sur de Florida durante más de sesenta años. La antipatía se repite y se refuerza en las interacciones personales y los pronunciamientos autorizados de los líderes políticos y de la sociedad civil. La intransigencia está en el agua, burbujeando desde las profundidades salobres del mar floridano.
Se espera que los recién llegados tengan una oposición bien definida y de principios sobre el sistema político cubano en general, no solo sobre el liderazgo actual.
Sin embargo, la mayoría de ellos no ven su situación desafortunada como un resultado del “fracaso del socialismo” en general (así como la mayoría de los estadounidenses no ven la desigualdad y la pobreza generadas por este sistema como un “fracaso del capitalismo”), sino más bien de la incapacidad de los líderes cubanos para comprender y responder de manera adecuada a las dificultades que enfrenta el pueblo.
El liderazgo es visto, en el mejor de los casos, como carente de contacto con “el cuban@ de pie” y, en el peor, como corrupto y contaminado por el tráfico de influencias.
El sur de Florida incuba una cultura política confusa en la que reservarse las opiniones para uno mismo se convierte en una estrategia de supervivencia. A menudo escucho la frase: ”No quiero involucrarme en política”, lo que significa: ”No quiero desentonar”.
En este ambiente político emocionalmente protodistópico, a cualquiera que apoye políticas que establezcan contacto entre los cubanos del sur de Florida y los de la isla lo pueden acusar de ”desentonar”, de “defender” a Cuba y a su Gobierno y de ser “comunista”. Si bien muchos ven lo absurdo de estas acusaciones, es un campo de batalla en el que los nuevos inmigrantes no quieren entrar.
El Partido Republicano es el “Partido Cubano” en el sur de Florida
Los recién llegados descubren rápidamente que hay un partido que ha mantenido un ritmo constante de oposición al Gobierno cubano. Mientras los demócratas tienen altas y bajas en sus enfoques hacia Cuba y hacia la política de Estados Unidos, los republicanos se mantienen firmes en su beligerancia.
Desde la década de los 80, el Partido Republicano se ha ganado el apoyo de los cubanoamericanos invirtiendo en su desarrollo político y proporcionando un escenario nacional para la causa cubana. Es, como me dijo una vez un habanero al hablar del ambiente político del sur de Florida, “el Partido de los Cubanos”.
Los recién llegados socializan en el sistema político estadounidense en este entorno unipolar. Sienten afinidad con el Partido Republicano desde el primer momento (Figura 3), aun sin comprender su significado pleno en el ámbito político nacional.
Los recién llegados normalizan la existencia de Donald Trump. No es visto como una aberración en el sistema político estadounidense, sino como un líder político capaz de inspirar un apoyo rabioso no solo de los cubanoamericanos sino también de una gran parte del público estadounidense.
Trump, para ellos, no es una figura tóxica que moviliza simpatizantes a partir de sus miedos, nostalgias y resentimientos, sino un caudillo antisocialista que juega duro contra el Gobierno cubano. Al menos esta es la narrativa simplificada que pasa por el discurso político en este mundo cubanoamericano.
Es una narrativa que ignora convenientemente la posición del Partido Republicano sobre otras políticas que tienen un impacto más directo sobre el bienestar de la comunidad; es decir, atención médica, violencia armada, educación, política migratoria.
Cualquier memoria o interpretación positiva que los recién llegados puedan tener sobre las políticas de Obama —la ola de esperanza y entusiasmo que las relaciones diplomáticas y económicas desencadenaron entre los cubanos de la isla, la anticipación de que finalmente la situación económica y política de la isla cambiaría en una dirección positiva—; cualquier recuerdo de este tipo pronto será refundido en la lógica simplista del medio político local. Las políticas de Obama son responsables de la actual situación de opresión y escasez en la isla.
El empuje del Partido Republicano es difícil de resistir, sobre todo cuando no hay un contrapeso en el Partido Demócrata. Los demócratas tienen muy poca penetración en la comunidad cubanoamericana y una estrategia de organización con menos impacto aún. En la comunidad hay organizadores comprometidos y talentosos que se sienten constantemente decepcionados por la falta de apoyo del Partido. Como dijo un activista, el Partido Demócrata “ha abandonado a los cubanoamericanos”.
Cuando llega el momento de registrarse para votar, los recién llegados flotan en el lago republicano sin esfuerzo, a favor de la corriente. E incluso cuando el registro de republicanos no aumenta, los demócratas no ganan. (Figura 4) El creciente número de personas registradas sin afiliación partidista se comportan como republicanos cuando votan.
La evidencia más clara proviene de las preferencias electorales de 2022 de los recién llegados. Del 46 % que dijo ser demócrata registrado (9 %) o independiente (37 %), ninguno planeaba votar por el candidato demócrata a Gobernador. (Figura 5).
El liderazgo importa
Todo esto puede sonar profundamente deprimente para cualquiera que espere que las nuevas oleadas de inmigrantes cubanos sean más proclives a apoyar políticas de acercamiento y ayuden a descongelar el núcleo de Guerra Fría de la ideología del exilio. Pero repetidamente hemos subestimado el poder de la conformidad en el proceso de socialización política.
Las fuerzas que dan forma a las opiniones políticas de los recién llegados son muchas y poderosas. Los sistemas —sociales, de trabajo, económicos, ideológicos— recompensan la conformidad. Salir de lo ”normal” lo identifica a uno como ”desviado”. Los recién llegados no quieren ser vistos así. Para muchos, ese es un estatus que es mejor dejar atrás.
Lo que he presentado son hipótesis, posibles procesos basados en patrones establecidos de actitudes y comportamientos de la comunidad a lo largo de los años. Los recién llegados podrían alterar el orden establecido. Podrían contribuir a un brote de tolerancia y pensamiento creativo sobre cómo los cubanoamericanos pueden aportar al desarrollo de Cuba. Seguro. Podría suceder. Pero mi conjetura es que si estamos esperando que ocurra un punto de inflexión en las actitudes de abajo hacia arriba, podríamos estar esperando dos o tres generaciones.
Sin embargo, existe un poco de evidencia convincente de nuestras décadas de investigación que mantiene la esperanza.
Al controlar las variables más importantes en la Encuesta de Cuba —género, edad, momento de llegada— encontramos que cuando los demócratas ocupan la Casa Blanca las actitudes de los cubanoamericanos se vuelven menos proclives al aislamiento y más cercanas al engagement.
El patrón tiene sus raíces en 1991, cuando comenzamos la encuesta, pero el cambio es más dramático durante los años de Obama. Cuando ingresó a la Casa Blanca, el 64 % de los cubanoamericanos apoyaba el embargo (al igual que durante todos los años de Bush, Jr.). Cuando Obama dejó el cargo, el porcentaje de cubanoamericanos que apoyaban el embargo se redujo casi a la mitad, al 34 %. Otras mediciones relacionadas con el acercamiento respondieron de manera similar. (Figura 6)
Trump apretó las tuercas. Las actitudes de los cubanoamericanos cambiaron de nuevo a favor del aislamiento y las sanciones. Para 2020, el 59 % de los cubanoamericanos apoyaban el embargo.
El patrón del partido político en el poder se rompió durante las elecciones de 2022. La falta de acción de la Administración Biden sobre Cuba, al menos hasta octubre de 2022 (cuando realizamos la última encuesta) no tuvo impacto en la tendencia iniciada durante los años de Trump.
Quizá el patrón no sea que el partido en la Casa Blanca moldee la opinión de los cubanoamericanos. Quizá sea el liderazgo que surge de la política de la Casa Blanca sobre Cuba lo que moldea la opinión cubanoamericana.
El punto más esperanzador puede resumirse en dos palabras: el liderazgo importa. Si se construye una política hacia Cuba basada en intereses nacionales, los cubanoamericanos, sea recién llegados o viejos residentes, se sumarán.
Extraordinario análisis. Lectura imperdible.
Me imagino que las encuestas fueron automáticamente realizadas (sin preguntar, por supuesto) a un 97% de cubanos y cubanas de origen hispano -es decir, no afro-descendientes.
(cont.)No hay pruebas, pero en cuanto a los Cubans se refiere, su fabuloso white privilege en la Florida, especialmente, está más que demostrado. No hay peor ciego y sordo que aquél o aquélla que no quiera ver ni oir.
Excelente artículo… me uno a dicha reflexión y espero que nazca más temprano que tarde un liderazgo desde la Florida que remueva lo que queda y la herencia del núcleo duro anticubano.