Raza y Revolución cubana en los años 60: notas sobre lo (in)visible (III)

La polifonía de voces y la pluralidad de tensiones y perspectivas derrotan cualquier interpretación simple del debate racial.

René Peña, Sin título, (2008-2009), digital en inkjet, 100 x 147.04 cm. Parte del proyecto-expo Queloides en La Habana & Pittsburgh.

Para cerrar esta serie de reflexiones sobre sobre raza y Revolución cubana en los años 60, abordamos las discusiones y los impactos a lo externo del tema racial en la Isla.

Las interacciones discursivas, las tensiones y los desafíos que se plantearon tenían eco no solo en el contexto cubano, sino en el internacional, especialmente para el movimiento afroamericano por los derechos civiles, en figuras como Assata Shakur, Angela Davis y  Robert Williams; para representantes intelectuales del pensamiento descolonizador caribeño, como Aime Cesaire, Cyril Lionel Robert James, René Depestre, Eric Williams y George Beckford; así como para importantes dirigentes de la lucha anticolonial en África, entre los que destacan Patricio Lumumba, Ben Bella, Amílcar Cabral y Nelson Mandela.

Para ellos, en mayor o menor medida, Fidel y la Revolución cubana significaban una luz de esperanza, que generó sentimientos de admiración por las políticas de inclusión social hacia los más pobres, especialmente los afrocubanos, además de aliados seguros en la lucha antirracista, antimperialista y anticolonial. Cuba se convirtió en un referente principal para el discurso y la praxis revolucionaria antirracista, descolonizadora y Panafricana, a partir del triunfo de la Revolución.  

Tocando ese tambor, en enero de 1966, se realiza la Conferencia Tricontinental en La Habana, para formar una alianza contra el imperialismo, donde se consolida la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAAL). Siguiendo el análisis de Mislan y Seidman, la intensa ruta de solidaridad de la OSPAAL y la Tricontinental muestra la conformación de un corpus para una teoría y una práctica política de lo subalterno y anticolonial, con una implicación transnacional innegable.

No obstante, al igual que en las discusiones a lo interno de Cuba, en ocasiones se comete el error de explorar estas conexiones y alianzas con la Revolución cubana a partir de un excesivo romanticismo o con ácidas críticas, extremos que sesgan hasta hoy la comprensión de los fenómenos.

El intercambio entre las comunidades de afroamericanos y afrocubanos tenía una larga data en la historia cultural y social de ambos países.1 En la etapa revolucionaria resulta intenso ese acercamiento,2 con la visita de Fidel a la comunidad afroamericana en Harlem en 1960. Su encuentro con personalidades como Malcom X marcó un intercambio que tuvo momentos estelares como la visita de Stokely Carmichael en 1967 a La Habana. La relación de Carmichael y Castro demostró una afinidad personal y puntos ideológicos en común. Desde el enfoque de Seidman, sin embargo, no resultó en una alianza institucional entre el movimiento de liberación negro y el Estado cubano, debido a opiniones divergentes sobre el papel de la raza en la lucha contra la opresión, que limitaron esta solidaridad.

No obstante, el 27 de diciembre de 1969 el editorial “On Criticism of Cuba” de los Black Panther es categórico en reconocer la importancia de que algunos miembros del Partido Pantera Negra estaban vivos, bien y libres porque utilizaron a Cuba como medio para escapar de la represión. Agrega que no era de interés para la Isla o la revolución mundial “lanzar ataques contra Cuba porque no han podido eliminar todas las formas de racismo en los diez años desde que comenzó su revolución”.3

Según afirma Zurbano, “la visión radical afroamericana del racismo y la moderada visión racial de los cubanos” generaron en la etapa revolucionaria incomprensiones y rupturas. Más allá de los cuestionamientos políticos, se necesita una profundización adecuada en las diferencias y posibles similitudes del racismo en uno y otro país.

En esa dimensión, Agustín Laó-Montes argumenta que “durante las décadas de 1960 y 1970 figuras claves del Movimiento de Liberación Negra de los EE.UU.”, desde Robert Williams, Eldridge Cleaver, Huey Newton y Angela Davis hasta Assata Shakur “tuvieron experiencias y relaciones diversas con la sociedad y el Estado cubano (…) Existe una relación histórica entre los movimientos negros de los Estados Unidos y sus intelectuales y la Revolución cubana en su diversidad”.4

En la era de la descolonización, la Guerra de Vietnam y el Poder Negro, la Cuba socialista ocupó el centro del escenario para una generación de estadounidenses que buscaron inspiración y teoría política en el Tercer Mundo insurgente. Mientras los estadounidenses estudiaban los logros de la Isla en educación, atención médica y redistribución económica, los cubanos a su vez consideraron a los movimientos antidiscriminación estadounidenses como colaboradores en la batalla global contra la desigualdad, y aliados en medio de las agresiones crecientes del gobierno norteamericano.  

Raza y Revolución cubana en los años 60: notas sobre lo (in)visible (II)

Uno de los sucesos que más polémica generó desde el exterior en los años 60, en torno a la relación de la Revolución cubana con la raza y el racismo, fue la crítica realizada por el intelectual cubano negro Carlos Moore. El texto en cuestión fue publicado en la edición 52 de la importante revista panafricanista Présence Africaine, en 1964, con el título de Le Peuple Noir a-t-Il Sa Place Dans La Révolution Cubaine? [¿El pueblo negro tiene su lugar en la Revolución Cubana?].

La respuesta cubana fue escrita por el haitiano René Depestre, poeta comunista y militante de la Negritud, quien vivía en Cuba en aquel momento. Apareció como Lettre De Cuba [Carta de Cuba] en la propia revista Présence Africaine, en el número 56, de 1965. También saldría publicada en la revista Casa de las Américas, bajo el título Carta de Cuba sobre el imperialismo de la mala fe, en 1966.

El texto de Moore, analizado con objetividad, no deja de tener aciertos y alertas epistémicas-políticas, que aún hoy tienen valor. La invisibilización del factor raza dentro de tendencias marxistas dogmáticas y eurocéntricas es uno de los elementos que Moore capitaliza en función de su objetivo. Sin embargo, pasa por alto referenciar que las polémicas sobre la intersección de raza-clase no eran un descubrimiento suyo; habían comenzado décadas antes. Estaban presentes desde el nacimiento y en las intensas discusiones de los pensadores de la Negritud, el Panafricanismo, la tradición radical negra y el marxismo negro.5

Las conclusiones del texto son categóricas: “Así, en Cuba, contrariamente a todas las afirmaciones, no hubo revolución, lo que explica la ausencia total de proletarios y afrocubanos”.

También muestra el texto de forma elocuente su orientación —más ideológica que epistémica— a convertirse en un parteaguas que impulsara la marginación del ideal socialista y marxista dentro del Panafricanismo y el Movimiento de la Negritud, que a la sazón mostraban evidentes tensiones. Al tiempo de motivar el descrédito hacia la Revolución cubana y sus principales líderes, busca generar una matriz de opinión internacional crítica, que derivara en la reducción del apoyo y/o la división de sectores y figuras que tradicionalmente eran afines al proceso revolucionario cubano.  

Las implicaciones ideológicas de los discursos racializados sobre la interacción entre la Revolución cubana, la descolonización en África y las luchas estadounidenses por la liberación negra se interpretan de forma diversa. Existe una tendencia de análisis que arguye motivaciones políticas y económicas en el intercambio entre la Revolución cubana, África y los afroamericanos en los años 60.

Para otros investigadores/as, resulta evidente que las principales motivaciones estuvieron determinadas por una práctica política de solidaridad con las luchas descolonizadoras, de compromiso con la africanidad.

Coincidimos en que no fue simple retórica política de Fidel Castro el declarar a Cuba como un pueblo latinoafricano, sino que eso se concretó en una creciente valorización de la influencia negro/africana en la historia, la cultura, la religión y la educación del país. En ese sentido, se asume que “las políticas de Cuba en África eran genuinamente antirracistas en su proyecto Tricontinental contra el capitalismo y el imperialismo”.4

Además, que la solidaridad revolucionaria, como premisa de la política exterior cubana hacia el continente africano, incluía legítimamente la seguridad y el liderazgo en el llamado Tercer Mundo como razones geoestratégicas. Debido al importante papel que desempeñó la Isla en el proceso de descolonización de los años sesenta y setenta, representó para algunos activistas negros un puente a África y Asia.

Lo anterior no contradice que, en diversos sectores de la intelectualidad y la política revolucionaria, se creyera —de forma equivocada— en la idea de que las políticas de igualación social eliminaban el racismo en la sociedad cubana. O que a la par permanecieran y avanzaran posturas y discursos antirrevolucionarios eurocéntricos y racistas, con sus consecuentes tensiones y limitaciones intrínsecas. Estos están presentes hasta hoy en el proceso de transformación social descolonizador y antirracista. 

Notas (in) conclusas

Nuestra lectura de la cuestión racial en Cuba, en el primer período de la Revolución que triunfó en 1959, revela una polifonía de voces y pluralidad de tensiones y perspectivas que derrotan cualquier interpretación simple del periodo en general y el debate racial en particular. Existen diferencias tanto de perspectiva y políticas dentro del Estado y la sociedad cubana como en el entrejuego de alianzas e interpretaciones en el escenario mundial.

Estas reflexiones muestran un profuso campo por indagar respecto a la raza y la Revolución cubana en los años 60. En todo caso, ello evidencia la complejidad de la época y una necesidad de estudios integrales, multidisciplinarios, que hacia dentro y fuera de Cuba visibilicen el impacto de la raza y el racismo en ese periodo convulso no solo para Cuba, sino también para América Latina, África y EE.UU.

Hemos mostrado que no fue un tema ausente como con frecuencia se intenta afirmar, sino una dimensión transversal para la política interna y externa del país. Esto ha sido y continúa siendo así en una multiplicidad de renglones de la vida nacional, incluyendo las políticas culturales, las políticas sociales, el debate intelectual, las discusiones sobre la definición misma de lo nacional, y las relaciones internacionales, sobre todo con el continente africano y con los Estados Unidos.

Es necesario continuar la indagación sobre las dinámicas (in) visibles, las presencias y ausencias, los logros y desafíos de la problemática racial dentro de la Revolución cubana. Esa es la clave para analizar las tensiones y contradicciones, los caminos y las posibilidades de un socialismo cubano que sea de justicia racial y convencidamente antirracista.

 

Referencias

1 Foner, Philip S., editor. The Black Panthers speak. Chicago: Haymarket Books, 2014, pp. 53-54.

2 Guridy, Frank A. Forging diaspora: Afro-Cubans and African Americans in a world of empire and Jim Crow. The University of North Carolina Press, 2010.

3 Benson, Devyn S. Antiracism in Cuba: The Unfinished Revolution. Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2016.

4 Laó-Montes, Agustín. Contrapunteos diaspóricos. Cartografías políticas de Nuestra Afroamérica. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2020, pp. 489-491.

5 Robinson, Cedric J. Black Marxism: The Making of the Black Radical Tradition. The University of North Carolina Press, 2000.

 

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