El escenario económico cubano en 2022 puede describirse, al menos, como adverso. El efecto conjunto de un contexto internacional hostil, la pandemia de COVID-19, la acumulación de problemas derivados de la deficiente administración y los errores en la implementación de nuevas medidas, frustraron cualquier intento de mejorar y recuperar la economía doméstica. Fue otro año de planes incumplidos y soluciones sin concretarse.
Nuestro repaso por algunas aristas significativas de los últimos doce meses en Cuba en materia económica se centra, a continuación, en aquellas que han incidido de forma directa en la vida diaria de los residentes en la isla, para quienes 2022 ha sido más que “un año duro y difícil”, como lo describió el ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil; ha sido un año terrible.
La inflación no cesa, los precios no bajan
En 2022 los precios crecieron, como promedio, en un 29 %. Pero las estadísticas interanuales evidencian que de octubre de 2021 a octubre de 2022 la inflación aumentó casi un 40 %, según reconoció Gil ante la Asamblea Nacional.
Para los cubanos las cifras son una realidad cotidiana. La creciente inflación se ha corroborado en la pérdida de la capacidad adquisitiva de la población y la afectación directa del salario y de las pensiones.
El déficit de oferta ha propiciado un aumento de precios en el mercado informal. El valor original de los productos puede multiplicarse hasta casi diez veces.
En particular, sobre los alimentos, los datos oficiales de octubre de 2022 mostraron una inflación general interanual de 62,73 %, en comparación con octubre de 2021. En opinión del economista Pedro Monreal, el índice confirma que Cuba atraviesa una inflación principalmente alimentaria.
La producción de sectores básicos —en lo fundamental, la agricultura y la pesca— representó en 2022 un 33 % respecto a 2019, según información oficial.
El ministro de Economía explicó el fenómeno como “un efecto de la falta de disponibilidad de divisas, la disminución de los planes de producción, el déficit de oferta e indisciplinas asociadas al desvío de recursos, la especulación, la reventa y el enriquecimiento ilícito”.
Las autoridades reconocen que el incremento de la oferta es un problema por resolver, pues consideran que el incremento de los ingresos no solucionará el azote inflacionario.
Programa de viviendas: el incumplimiento es la regla
La construcción de viviendas, a pesar de ser un área de alta sensibilidad y por tratarse de un sector que se ha mantenido por décadas como el “principal problema social acumulado” de la isla, este año no mostró este año señales de recuperación.
En términos prácticos, se mantiene el incumplimiento. A pesar de que el Gobierno cubano anunció a inicios de año que se daría “máxima prioridad” al Programa Nacional de la Vivienda, del plan previsto de 36 831 unidades habitacionales, solo fueron terminadas 21 229, el 58 %; es decir, poco más de la mitad.
Aunque el programa de construcción de viviendas, vigente desde 2018, proyectaba que se equilibraría el déficit; o sea, que se solucionaría este problema en la isla en un período de diez años, la tendencia ha sido a la ralentización en la terminación de inmuebles en los últimos tres años. En 2021 el plan se cumplió solo al 42 %.
Vivian Rodríguez, directora general de la Vivienda, reconoció que existen “retrasos de 2013” y “en todas las provincias, sobre todo en Guantánamo, Mayabeque, Camagüey, Las Tunas y Granma”. Según datos estadísticos Cuba mantiene un déficit de casi 863 mil unidades para una población de 11,1 millones de personas.
Pero el programa estatal, a solo seis años del plazo previsto para “la solución” del problema de la vivienda, no logró vencer sus obstáculos fundamentales: la falta de materiales y recursos, y la falta de mano de obra. Tampoco consiguió librarse de la corrupción y el delito, según confirmó Ana Yamira Pérez, directora general de unidad de inspección del Ministerio de la Construcción.
Se espera un milagro en la producción de alimentos
Es crítica puede calificarse la producción de alimentos en la isla en el transcurso de 2022. No en vano se ha denominado este como un asunto de seguridad nacional y se ha reconocido como un horizonte urgente en el que Cuba debe centrar sus esfuerzos.
La baja productividad, según fue informado, se debió entre otros factores a la ineficiencia en los procesos, el impacto de adversas situaciones climatológicas, la falta de oportunidades en el suministro de insumos y los efectos de la Tarea Ordenamiento.
Los pobres resultados del sector agrícola responden a una combinación de factores, ninguno de ellos precisamente nuevo. Van desde carencia de combustibles, energía, fertilizantes, maquinarias e insumos en las cantidades requeridas, hasta el impago a los productores —aún por solucionarse—, el incumplimiento en la entrega de tierras y la incorrecta fiscalización de las entregadas, así como la pérdida de mano de obra.
De manera paralela, las producciones de la industria alimentaria en 2022 no crecieron respecto al año anterior. Las causas: incumplimiento en la entrega de materias primas, problemas financieros y de contratación y limitaciones energéticas.
Cuba mantiene una importación anual de más de 2 mil millones de dólares en alimentos. A pesar de los altos precios del mercado internacional, la crítica situación financiera de la isla y la carencia de ingresos en divisas para respaldar las compras en el exterior, las importaciones no pueden reducirse porque la productividad no crece.
El efecto más indeseable es la insuficiente oferta a la población; la cual, sumada a la falta de un mecanismo eficiente de regulación de precios, termina obligando al consumidor a pagar altas cuantías por los alimentos.
Esperanza sí, medicamentos no
El 2022 ha sido un año marcado por la carencia sostenida de medicinas e insumos, tanto intrahospitalarias como en la red de farmacias del país, y la correspondiente afectación social que de ello se deriva.
Aunque se pronosticó mejoría en el abastecimiento de fármacos y otros productos —sobre todo los expendidos mediante tarjeta control— para junio la disponibilidad de medicamentos registraba 219 en falta, del total del cuadro básico (73 importados y 146 de producción nacional). Mientras, 197 tenían cobertura menor de treinta días, lo cual significa que la disponibilidad en stock no alcanzaba para cubrir las necesidades, según dio a conocer el ministro de Salud Pública, José Angel Portal. Hablamos de más del 50 % del cuadro básico afectado.
Aunque la escasez parecía haber alcanzado su punto crítico en el difícil año precedente, en 2022 “los niveles de falta” fueron “superiores a los del año 2021”, según reconoció Eduardo Martínez, presidente del Grupo de las Industrias Biotecnológica y Farmacéutica BioCubaFarma.
El cuadro básico de medicamentos de Cuba en 2022 lo conformaron 627 fármacos; el 40 % (252) importados y el 60 % (375) producido por la industria nacional. Como resultado de la crisis financiera y de las sanciones económicas estadounidenses, no solo se produjeron menos medicamentos en la isla —debido a dificultades con la compra de materias primas para su formulación—, sino que también se importaron menos.
A la altura de 2022, Cuba acumula más de cinco años de vaivenes en la disponibilidad de fármacos, y más tiempo de deficiencias e ilegalidades en los servicios farmacéuticos. En julio la comprobación a empresas de farmacias y ópticas evidenció el deterioro de sus indicadores económicos, con pérdidas y acumulación de cuentas vencidas por cobrar y por pagar a proveedores, inestabilidad financiera, entidades descapitalizadas que acceden al crédito bancario y alta probabilidad de violaciones al sistema de control interno implementado en farmacias.
De la desigualdad económica a la desigualdad social
En 2022, el proceso de dolarización parcial —cuyo punto final se ignora— continuó acentuando las desigualdades en la sociedad cubana; las cuales, a su vez, vinieron a profundizar las brechas acumuladas desde los años 90.
La divisa, catalogada por Alejandro Gil como el principal factor que se interpone entre los planes y los resultados esperados en términos económicos, y en particular la necesidad de acopiarla, impulsó desde 2019 el proceso de dolarización parcial de la economía, cuya principal expresión ha sido la apertura de tiendas para recaudar moneda fuerte.
Pero la gran disyuntiva del escenario sigue siendo el acceso de los cubanos a las divisas. Los ingresos por concepto de salarios y pensiones son en moneda nacional. Y el Estado no garantiza la venta de moneda virtual a la población.
El resultado es que solo tuvieron acceso a comprar en las tiendas en moneda libremente convertible (MLC) quienes pudieron recibir remesas desde el exterior, y quienes pudieron comprar divisas en la isla, a precios disparados, a través del pujante mercado informal.
De la dolarización parcial en Cuba: una visión de los excluidos
La entrada del dólar en la economía nacional ha tornado a las familias dependientes de las remesas, cuando la mayoría de los cubanos no las recibe.
En el contexto de inflación galopante y baja oferta, la dolarización de productos de primera necesidad se suma a la caída de la capacidad de compra del salario y las pensiones. Al cierre del año, en palabras del ministro de Economía, se reporta un crecimiento de la cantidad de personas que requieren asistencia social.
Para el año entrante, se ha confirmado que el 80 % de las ventas será en pesos cubanos (incluidos los servicios), y el 20 % en MLC. En tal sentido, se mantiene un monto notable de circulación mercantil en divisas, que incluye bienes de primera necesidad, como aseo y alimentos.
Esta realidad no cambiará en el corto plazo. Ante los augurios de un “mejor 2023”, los cubanos tienen razones para manterse escépticos. Demasiado se mantendrá igual como para esperar resultados diferentes.