Mayara estaba terminando de vestir a su hijo cuando la sorprendió el apagón. Eran las 8:30 de la mañana del viernes 18 de octubre. Ella no se inquietó más de la cuenta; le habían dicho que ese estaba “planificado”.
Lo que no imaginaba Mayara es que más de 50 horas después todavía estaría en penumbras, con todos los alimentos que se pudo comer agotados, y los que conservó con la esperanza de que se hiciera la luz en una olla para una caldosa colectiva.
El guiso fue idea de Veloz, quien ha vivido muchas crisis. Estuvo en Angola y sobrevivió. En los años noventa se ajustó el cinturón y echó rodillas a tierra para sacar adelante a su familia. Por el amor a sus hijos desistió de la idea de irse en una balsa para Estados Unidos, como hizo su hermano, y muchos de sus vecinos. Uno de los hijos de Veloz que vive en ese país está de visita en la isla, tras más de tres años sin venir.
“La idea de la caldosa se me ocurrió porque todos en la cuadra estaban a punto de perder la poca comida que les quedaba. Hablé con los vecinos y les dije que cada uno pusiera lo que pudiera aportar”. Así, según me contó Veloz, fueron apareciendo muslos de pollo, carne de cerdo, un pedazo de carne de vaca, malangas, plátanos, yucas, boniatos, chorizos. Sobre las diez de la mañana ya estaba listo el fuego.
“Al principio solo pensaba hacerla para la familia, pero poco a poco se fue sumando gente de la cuadra. Cuando tú apareciste teníamos todo hirviendo en las ollas y habíamos comenzado a jugar dominó”, me dice.
Llegué al barrio con la cámara a cuestas. Procuraba capturar cada detalle que pudiera documentar lo que estábamos pasando. Aunque había encontrado hechos significativos, no estaba del todo satisfecho hasta que me encontré con esta historia. Transitaba por la avenida 41 en dirección a Marianao cuando un impulso me dio por girar hacia la derecha, subir por la calle 54, incorporarme a 33 y salir a la calle 60. Atravesaba el popular barrio de Buenavista.
Primero vi las ollas, después la mesa del dominó y reparé que, un poco más distantes, dos hombres preparaban algo. Me acerqué y les pedí permiso para tomar algunas fotos. En apenas unos minutos ya formaba parte de la algarabía del lugar.
Al principio algunos se apartaron, y otros abiertamente me increparon qué quería, que ellos no estaban para buscarse problemas; si precisamente estaban haciendo aquella caldosa y jugando dominó era para despejar la mente.
La noche anterior, cuando el sistema eléctrico comenzó a levantar, a ellos no les tocó el respiro de unas horas de corriente. Para no ir a protestar a la avenida 31, me dijeron, prefirieron permanecer en la calle 33, contemplando su suerte.
A esas alturas ya había sido acogido por una figura respetable en el barrio, y fui hasta él. Pelaba algunas especias para agregar a la caldosa. Ante las carnes y viandas en ebullición entablamos un diálogo. Yo quería comprender el motivo de aquel festín en medio de tanta desgracia, de rostros serios y cansados. Así fue como conocí a Veloz y, más tarde, a Mayara.
Me tomó más tiempo que el resto me aceptara, pero Adrián, un flaco avispado que merodeaba el barrio, me dijo que tomara fotos y contara lo que me diera la gana, que nada podía ser peor que lo que ya estaban pasando.
Luego de obtener permiso para permanecer entre ellos sin parecer extraño o curioso me despedí, pero antes, Mercedes, una señora mayor y fuerte, me tendió la invitación a que regresara a probar la caldosa. Entre risas y fotos, acepté.
Regresé unas horas después. Aún ardían los calderos. Olía rico aquel guiso colectivo, salido de la necesidad.
Conversé con todos los que pude. Ya no tenía que pedir fotos, los vecinos me las pedían a mí. Posaban y llamaban a los que pasaban, me sugerían encuadres y ángulos para que salieran mejor las fotos.
Mayara me llamó; me preguntó por qué los retrataba. Cuando le di mi explicación creció en entusiasmo. A ella se fueron sumando algunos curiosos que hasta entonces se habían reservado.
Cuando la caldosa estuvo lista Veloz avisó a los vecinos, que fueron apareciendo con cazuelas. Cada familia se llevó su porción. Para algunos era su primera comida caliente desde que quedaron en penumbras.
Somos los únicos que no hemos tenido un minuto de corriente, ya no tenemos nada para comer, dijo Mayara alegando no saber nada de la caída del sistema.
“Aquí no funcionan ni los CDR y el delegado no ha pasado a decir nada, pero nosotros no necesitamos nada de eso, aquí todos somos familia. Lo único que necesitamos es que pongan la corriente porque ya no aguantamos más”.
Me despedí de todos, les expliqué con detalle lo que había acontecido, los actualice sobre las últimas noticias y les deseé buena suerte. Cuando me disponía a redactar estas líneas, albergando la esperanza de que Mayara y el resto de los vecinos de la calle 33 tuvieran electricidad en sus casas, vino otro apagón. Según pude averiguar, otra desconexión del sistema eléctrico nacional.
Mucho se ha escrito en estas horas trágicas que vive el pueblo de Cuba. El sufrimiento se multiplica, la esperanza camina por las calles, a veces deambula y en los barrios bajos de la ciudad la gente continúa con sus vidas, un poco a oscuras.
La resiliencia, la solidaridad de los cubanos es increíble y me alegra saber que apesar de todos los problemas, penumbras, las necesidades le gente se aúpa y se une, creo que eso demuestra de que estamos hechos los cubanos
Al fin una crónica esperanzadora, problemas de sobra tiene ese pueblo, periodistas, cuentes las pequeñas historias de quiénes sobreviven aún es esas nefastas condiciones. Este periodistas, mis respetos y admiración, simple, sencillo y esperanzador relato, genial iniciativa por amor y solidaridad. Gracias y abrazo desde Europa.
Fuerza cubanos.
Entre tanta desgracia se mantiene la resiliencia del cubano, esperando un cambio. Yo al fin me pude lavar la cabeza con agua caliente después de una noche de guardia ✊
Un ojo en el microscopio, y otro en el telescopio. Gracias.
Muy buen reportaje y muy fina ironia para reflejar la crítica de q no hay soluciones emergentes del estado, ante las dificultades q genera esta situación.
Tanto que hablan la prensa cubana que todo lo gubernamental funciona y por ese barrio no fue jamás una autoridad barrial, ¿Dónde están los CDR? Tanta porquería que hablan, el otro al frente de los CDR ¿Dónde está? Pura mentira, da rabia, rabia tanta desidia, no se corresponde el discurso oficial con la realidad. Aquí lo pueden notar. Muy sutil el periodista pero, comprendí su mensaje. Felicitaciones.