“Todos tenemos la percepción de que es prácticamente imposible que una familia en Cuba no tenga al menos un integrante en el exterior”, dijo el diplomático y politólogo cubano José Ramón Cabañas. Y en efecto, casi el 11 % de la población cubana está hoy fuera de la isla. Pero, más allá de las estadísticas, sus palabras reflejan un sentimiento común y extendido: todos conocemos a alguien que se ha ido, está a punto de hacerlo o lo tiene en planes a mediano o largo plazo.
La actual ola migratoria, particularmente agudizada desde la segunda mitad de 2021, tiene un carácter multicausal. Variables familiares, económicas (búsqueda de mejores salarios y condiciones de vida), la comunicación a través de internet, y el deseo de realización profesional, no solo monetaria, juegan un rol importante como incentivo a la migración; de acuerdo con Antonio Aja Díaz, investigador y director del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM). Desde luego, influyen también, en su opinión, las cuestiones políticas.
Todas estas aristas se entretejen y contribuyen a la decisión de emigrar. Pero, como el propio experto ha enfatizado, es la experiencia individual la que decide un futuro desplazamiento. Es el individuo, en su universo micro y afectado por todas las variables anteriores quien, en definitiva, define si se va o se queda.
Así, adquiere particular relevancia el reconocimiento de que entre las causas que motivan la migración de los cubanos se encuentra el hecho de que enfrentan una crisis de expectativas individuales ante los problemas colectivos.
La que ha sido definida teóricamente como crisis de expectativas es una percepción de “incertidumbre, inseguridad, desconfianza [e] imprecisión en los proyectos futuros”. Tales sentimientos, al conjugarse, devienen en causa de tanto peso como la misma familia en el momento de tomar decisiones asociadas a la salida del país, asegura la investigadora Consuelo Martín Fernández.
De lo individual a lo social, y viceversa
La crisis individual está directamente asociada al contexto en el que se desenvuelve el ser humano. Las situaciones de crisis nacionales, en lo fundamental económicas, tienen un vínculo con las oleadas migratorias, también en el caso cubano —aunque no es un hecho exclusivo del país.
Los especialistas coinciden en que dentro de la multicausalidad del proceso migratorio de la isla se ubica “la situación económica desfavorable” como una tendencia predominante en el tiempo, aunque de forma mayoritaria sobresale la crisis de los 90’s.
Sin embargo, entre 1990-1997 salieron del país 164 298 cubanos. Varios miles se concentraron en la denominada crisis de los balseros, en la que se fueron hacia Estados Unidos —principal destino de la emigración cubana— unas 35 mil personas en cerca de cinco semanas (en el verano de 1994). Mientras, datos recientes confirman que entre enero de 2022 y el pasado mes de junio de 2023 —solo dieciocho meses—, fueron interceptados en la frontera de ese país 368 mil cubanos.
La cifra supera a toda la emigración de los 90’s, y excede además la salida de alrededor de 125 mil migrantes entre abril y octubre de 1980 por el puerto de El Mariel; aunque la naturaleza de este último —resulta válido precisar—, difiere de los acontecimientos actuales y de los de 1990, en el hecho de que sus causas predominantes fueron, en lo fundamental, la inadaptación y el rechazo social.
Desde luego, en las olas migratorias de los 80’s y 90’s las condiciones no eran semejantes a las actuales en términos de movilidad. Hoy puede reconocerse una flexibilización de las normas para la salida del país que entonces no existía. La reforma migratoria impulsada por el gobierno de Raúl Castro en 2012 levantó las principales restricciones para que personas naturales pudieran viajar al exterior. Por supuesto, la diferencia de las cifras no depende solo de este particular, pero es un hecho que indudablemente, y así lo reconocen los investigadores, ha incidido en el comportamiento de este fenómeno social.
Pero, en esencia, ¿por qué emigran los cubanos? Como ha sido explicado por Antonio Aja, “la migración es, esencialmente, consecuencia de otros procesos y no causa”. En tal sentido, en la mayoría de los casos es la migración “la salida de otras tantas disfuncionalidades sociales, económicas y políticas”.
La isla atraviesa su crisis económica más reciente desde hace ya cerca de un lustro. Dentro del actual contexto cubano, en el que han tenido un peso indiscutible las políticas y medidas que han tenido resultados negativos inesperados —el Ordenamiento y la venta de bienes básicos en MLC—, la decisión individual de migrar se ha tornado también una expresión de descontento ante esas políticas, que dificultan el día a día de los cubanos.
La historia de vida de un joven balsero que al ser devuelto al país fue entrevistado por Jany Bárcenas, es una expresión de lo anterior. “Me fui en una lancha porque mi mamá no tiene cómo tener una tarjeta MLC (moneda libremente convertible)” —aseguró al ser cuestionado sobre sus motivaciones— “y en el pueblo donde yo vivo, en el centro del país, casi todas las tiendas son en MLC; esa es la razón, no tengo otra”.
La familia ha tenido y tiene un peso definitivo en la decisión de migrar. Los expertos coinciden en que la única tendencia permanente a lo largo de todo el proceso migratorio cubano y que se percibe en ascenso es la reunificación familiar. Pero, como queda evidenciado en casos como el antes referido y otros similares, no solo es definitoria la familia que atrae desde el exterior, sino también y en particular en el escenario actual en la isla, la decisión de migrar para convertirse en sustento de quienes quedan detrás.
En un contexto de inflación galopante agudizado tras el proceso de Ordenamiento que llevó a una profunda devaluación de la moneda nacional, el acceso a las divisas se torna indispensable, en tanto, se comercializan en la isla todos los bienes básicos en esta moneda.
Precisamente, como fuera reconocido por Raúl Castro en el Informe al VIII Congreso, “se ampliaron las ventas en moneda libremente convertible (MLC) hacia otros productos, incluyendo los alimentos, con el objetivo de incentivar las remesas que los ciudadanos cubanos en el exterior realizan a sus familiares en el territorio nacional”.
El país necesita divisas y para vivir en Cuba la gente necesita tenerlas, pero muchos cubanos no reciben remesas. Los datos sobre los núcleos familiares que no cuentan con algún tipo de ayuda financiera desde el exterior no son públicas en la isla, pero sí se conoce que este factor las convierte en parte de los sectores más vulnerables.
Mujeres afrodescendientes en Cuba y la Tarea Ordenamiento (I)
Sin el apoyo financiero de una remesa familiar desde el exterior, los ingresos de los cubanos tienen un valor real limitado. Una solución perentoria a esa necesidad de remesas es la emigración de jóvenes en edad laboral, que se van de Cuba “para poder ayudar a su familia”.
Como aseguran los expertos, “las situaciones de crisis agudizan la necesidad de búsqueda de estrategias para afrontarlas”. Una de las aristas más preocupantes de la actual crisis migratoria es el hecho de que está motivada por una “búsqueda del bienestar, que ya no se percibe en Cuba, que se piensa como imposible de lograr en la isla”, según enfatiza Jany Bárcenas.
Las salidas temporales o permanentes que ofrece la migración son percibidas hoy como las únicas posibles soluciones al escenario en que se vive y la desesperanza que genera.
Volver es más que nombre de tango
Para la nación es un reto, en términos demográficos, la partida de sus jóvenes en edad laboral, calificados o instruidos. Para una población de poco más de 11 millones, tener al 11 % fuera es tener nada menos que a un millón de sus nacionales contribuyendo en otras economías.
Cuba es el país más envejecido de América Latina y el Caribe, con un 22,3 % de la población con sesenta años o más. Dentro de cinco años tendremos cerca de 28 % y seremos solo 10 millones de habitantes.
Lo peor es que esta tendencia no se revierte. Según Antonio Aja, los síntomas de la irreversibilidad se evidencian en “la baja fecundidad, que no va a modificarse en esencia”, y también “la población que se pierde anualmente”. Y cuando se habla de población que “se pierde” se refiere aquellos que, al salir del país, no tienen en su proyecto volver a vivir en la isla.
Sin que se logre un proceso de migración circular, el decrecimiento y envejecimiento poblacional, dos fenómenos también aparejados a la migración, solo provocarán a futuro que Cuba va a tener menos población para todo.
Cada joven cubano se enfrenta hoy a una disyuntiva concreta: la posibilidad de permanecer en el seno familiar, junto a quienes aman, e intentar realizar un proyecto de vida en su país; o la opción de migrar para poder acceder a mejores condiciones salariales y de vida, y convertirse en un “sustento económico” para esos mismos seres queridos que quedan detrás.
En criterio de la psicóloga y profesora Jany Bárcenas puede entenderse que “cuando alguien vive en una desesperanza constante, y vuelve una y otra vez a la crisis de expectativas sobre su bienestar personal, familiar, social, por supuesto, evalúa la decisión de permanecer en su país”.
Una migración circular favorecería a la economía cubana. Los jóvenes que se van no tienen claro si desean volver a vivir en la isla. Muchos no cierran la puerta a la posibilidad, pero sus términos son comprensibles cuando refieren que volverían “quizás; si Cuba mejora”.
Excelente trabajo. Tema decisivo para el futuro de Cuba.
Dudo que en las condiciones actuales los jovenes y no tan jovenes tengan como plan a futuro revresar a la isla, la falta de opciones y libertades de todo tipo son un factor importante.