Rosario1 sabía lo que se avecinaba. Clavó los ojos en el cuadro, que conocía de memoria, y pensó en la hija, el yerno, los dos nietos… Se quedó quieta y esperó. Los músculos se tensaron y las sacudidas la arrojaron del sofá al suelo. Todo el tiempo fue consciente de los espasmos, los jadeos y el ruido sordo del cuerpo huesudo contra el piso. Cuando la crisis terminó, volvió a mirar el cuadro y respiró aliviada: lo único que quería era vivir un poco más para volver a abrazar a su familia.
La pasión de Rosario siempre fue enseñar, pero a sus 73 años, jubilada con una pensión de 1578 CUP mensuales (equivalentes a unos 5 USD), no encuentra motivaciones para seguir adelante. Además de la epilepsia, la aquejan otros males. Evita salir de la casa y pide muy poca ayuda a sus vecinos. No quiere molestar a los que conoce, y a los otros les teme: las historias de violencia son demasiado alarmantes como para abrir la reja a desconocidos.
Ella no sabría explicar por qué pinchó en el enlace y comenzó a leer mi cuestionario, con el que me proponía conocer las experiencias de mujeres de la tercera edad que se han quedado solas en Cuba o a cargo de familiares dependientes2. Tal vez sintió que podía desahogarse al responder mis preguntas.
“Mi vida cambió por completo después de que mi hija se fue a los Estados Unidos, hace tres años. Me golpean la tristeza, la soledad, el abandono, el vacío y el dolor” —confiesa Rosario a través de WhatsApp, su vía de comunicación casi exclusivo—. “Tres veces fui a mi policlínico y el oncólogo no asistió. A raíz de la partida de mi hija, ingresé en el Hospital de Día (servicio de psiquiatría) durante tres meses, pero incluso con ideaciones suicidas fui dada de alta. No soy capaz de enfrentar la vida ni cuidar de mí misma. No tengo salud para mantener la limpieza, ni buscar los alimentos, que me alcanzan algunos vecinos”, aseguró.
El nido vacío
La mayor parte de las 66 mujeres encuestadas tiene un alto grado de instrucción: el 74,2 % alcanzó el nivel superior y el 22,7 % terminó el preuniversitario. Sin embargo, un punto común entre todas es que, tras la jubilación y la emigración de hijos o nietos, se sienten desmotivadas para iniciar proyectos personales.
María del Carmen López, geóloga, profesora universitaria e investigadora, hoy jubilada, no lo niega: la única estrategia para lidiar con su estado emocional es la consulta con el psiquiatra y la visita de algún amigo. “Estoy siempre entristecida por la ausencia de mi hija, que me ayudaba sobre todo con mis problemas de salud, porque es médico. He tratado de manejar las emociones, pero he caído en franca depresión —dice la cienfueguera—. Mis enfermedades (neuralgia occipital, dolor crónico neuropático en el suelo pélvico, problemas neurológicos y ansiedad) se han hecho más fuertes. Lo único que me alegra son las llamadas de mi nieto y de mi hija, que no puede hablar mucho por teléfono, por su trabajo”.
A pesar de que vive con su esposo y su hijo, María del Carmen siente que no puede con su parte de responsabilidades domésticas, porque su estado anímico y las enfermedades la limitan: “Pienso que mi hijo se irá también para Brasil. Me pregunto quién cuidará de nosotros cuando llegue el momento”.
Como su hija, la mayor parte de quienes han emigrado de Cuba en los últimos tiempos lo ha hecho debido a la crisis, agudizada por la pandemia de COVID-19, aunque las motivaciones son tan diversas como contextos personales hay.
En Estados Unidos se ha contabilizado la entrada de 850 mil migrantes procedentes de la isla desde 2022, según cifras publicadas este año por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de ese país. No obstante, en ese período los cubanos también han emigrado a otras naciones en los últimos años, entre ellas España, México, Canadá, Italia, Venezuela, Ecuador, Argentina y Brasil.
La Oficina Nacional de Estadísticas e Información (Onei), en sus Indicadores Demográficos (julio de 2024) publicó que el saldo migratorio del país entre 2021 y 2023 se calcula en más de 1 millón de personas. En el mismo periodo, la población en edad laboral disminuyó en 121 600, según datos oficiales. En 2023 se informó que casi la quinta parte de la población cubana (más de 2 millones de personas) tenía 60 años o más.
Una encuesta realizada para la elaboración de este reportaje, a través de WhatsApp, entre 32 emigrados cubanos, reveló que el 83,9 % consideró “mucho” el dejar a sus padres y abuelos en Cuba antes de emigrar, pero no encontró otro camino para mejorar económicamente. Solo el 9,7 % afirmó que dejar atrás a sus mayores no afectó su decisión, pues “ellos ya habían hecho sus vidas”.
Los adultos mayores que quedaron en Cuba fueron, en su mayoría, las madres de las personas encuestadas (62,5 %), seguidas por las abuelas (56,3 %), los padres (50 %) y los abuelos (25 %). Los destinos de estos emigrados incluyeron Estados Unidos, México, Alemania, el Congo y Chile.
Por otro lado, la encuesta que circulamos entre mujeres de la tercera edad con familiares emigrados, mostró que el 42,4 % de los casos tenía a sus hijos fuera del país, mientras que el 31,8 % aseguró que toda su familia reside en el exterior.
La mitad de las mujeres indicó que hace más de dos años desde la despedida de sus familiares, y llama la atención que el 47 % de las participantes asegurara que su situación emocional tras la migración de su familia es “negativa” o “muy negativa”.
Las participantes en la encuesta resumieron su vida tras la emigración de sus seres queridos con frases como “profunda depresión”, “inmenso vacío” y “constante añoranza”.
Cuidar de quien cuida
La crisis impone un desgaste físico y emocional, sobre todo a las personas de pocos recursos (mayor parte de la población), quienes enfrentan los altos precios de bienes y servicios básicos, además de la falta de medicamentos en la red de farmacias. Muchas dependen del dinero o los combos de alimentos que les envían familiares desde el exterior. Esto condiciona que las emociones sean ambivalentes: por un lado, se alegran de la mejoría económica y las nuevas oportunidades para los que emigran; y por otro, reconocen la desprotección emocional que sienten, especialmente llegadas las edades avanzadas.
En la última parte del formulario, invitamos a las mujeres a compartir de forma anónima algunos detalles relevantes de su situación y experiencias, resultando en testimonios conmovedores:
“Miles de ancianos hemos quedado solos para autofinanciarnos, cuando un cartón de huevos cuesta 5 mil CUP y el blíster del medicamento que necesito cuesta entre mil y 2 mil CUP en la calle. Mi jubilación es solo de 1500”.
“La ayuda presencial es muy importante. Quien emigra muchas veces suple esta falta con dinero u otras cosas materiales y se despreocupa de una comunicación constante y verdadera”.
“La falta de calidad de vida en el adulto mayor acelera el proceso de envejecimiento y el estado de indefensión. Si tuviéramos una jubilación digna, acceso óptimo y real a medicamentos, acceso preferencial a servicios públicos y de calidad, y una seguridad social efectiva, podríamos transitar por la vejez con una mejor condición emocional y física”.
El estrés y a la sensación de vulnerabilidad provocan profundos efectos psicológicos en las personas de la tercera edad. Tales factores aceleran el deterioro de su calidad de vida.
Soledad y sobrecarga
María Teresa Hidalgo, especialista en segundo grado en geriatría y gerontología, y jefa de servicio del Hospital Clínico-Quirúrgico “Lucía Íñiguez”, en la provincia de Holguín, aseguró a OnCuba que la migración ha tenido un impacto significativo (y negativo) en la salud psicológica del adulto mayor en las últimas décadas.
Según la especialista, la mayoría de las mujeres que se han quedado sin el apoyo físico y emocional directo de sus hijos, hermanos o esposos en esta etapa de la vida acuden a consulta con enfermedades crónicas descompensadas, que tienen su raíz en esta separación.
Hidalgo afirma que las que se ven afectadas de forma somática por la separación son las que más la visitan por estado depresivo y enfermedades crónicas. Las más recurrentes entre las segundas son la hipertensión arterial, la cardiopatía isquémica y la diabetes mellitus.
La geriatra también observa que, según su experiencia, hay ejemplos de mujeres entre sesenta y cinco y setenta años que han tenido que dedicarse al cuidado de familiares, quienes en ocasiones están enfermos. Esto trae consigo una sobrecarga.
Otras han quedado al cuidado de los nietos, en una etapa de la vida donde ya no deberían tener este tipo de responsabilidad. Este peso, también psicológico, las hace más vulnerables a las diferentes enfermedades de las que ya padecían, que se descompensan por el estrés.
“Estas mujeres tienen que hacer cambios en el estilo de vida y en las rutinas diarias debido a la separación, lo cual influye en su salud física y mental. Claro, no todo es negativo: hay muchas pacientes mayores que tienen una funcionalidad adecuada. Desde el punto de vista económico, mejoran significativamente y tienen calidad de vida, aunque estén solas. Algunas también se quedan con otros hijos o con el esposo y pueden llevar una vida, en ocasiones, que mejora significativamente”, destacó la doctora.
En su mayoría, las mujeres quedan al cuidado de hijos y nietos, mientras enfrentan pérdidas que afectan su salud mental, aunque es preciso destacar que los hombres de las familias, ante los nuevos contextos y necesidades, también están asumiendo estas responsabilidades, sobre todo cuando no hay una mujer que pueda encargarse. La migración trastoca hogares y genera conflictos familiares, mientras las remesas mejoran la calidad de vida, favoreciendo la coexistencia del dolor de la ausencia y la esperanza del retorno.
¿Y cuando ellas no pueden?
Hace dos años que Jessica Suárez abrazó por última vez a su madre, diagnosticada con esquizofrenia. No quiso que la dominara el sentimiento de angustia, o no podría dar media vuelta para abordar el avión rumbo a Tampa, junto a sus hijos y su esposo, luego de que fueran beneficiados con el programa de parole humanitario. Quince meses antes de aquello, su hermano menor había tomado la misma decisión, aunque por una vía más insegura: la llamada “ruta de los volcanes”.
A la madre le contaron que al hijo le habían propuesto un contrato de trabajo en México. Así la mantuvieron tranquila durante un año. Después le dijeron que cruzaría hacia Estados Unidos gracias al parole. La mujer, que no llega a los 60 años (aunque está jubilada por su enfermedad), reaccionó mejor de lo que sus hijos habían imaginado.
“Al perder el asidero que tenía en nosotros, se aferró al esposo, que estaba enfermo de cáncer” —cuenta Jessica—. “Desafortunadamente, él falleció. Ahora se ha dedicado a cuidar a su madre y hermanas, incluso estando enferma. Prácticamente está sola tratando de sobrevivir y salir adelante con lo que logra hacer allá y lo que podemos ayudarla nosotros desde acá”, apuntó.
César, universitario residente en Artemisa, relata una situación similar: “Mi mamá cuidó sola a mi difunta abuela por años, luego de que mi tío emigrara en 1999. Tuvo que dejar de trabajar. Hace muy poco, mi tía-abuela, que cuidó a su hermano hasta que murió, también se quedó sola. Tiene principio de demencia senil y su hijo vive en Estados Unidos, así que mi mamá la acompaña algunas noches, porque una sobrina que se había quedado a cargo no lo soportó”.
Nuestra encuesta, respondida por cubanas de las tres regiones del país (Occidente, Centro y Oriente), reveló que el 71,2 % de estas mujeres está a cargo de personas de más edad, como padres, tíos o hermanos, mientras que el 34,8 % cuida de sus hijos, el 12,1 % de sus nietos y el 6,1 % de su esposo enfermo o discapacitado.
Por otro lado, solo el 10,6 % no tiene personas dependientes bajo su cuidado y el 3 % está a cargo de un hijo enfermo o discapacitado. Es válido destacar que algunas mujeres consideran dependientes a personas saludables, sin reconocer que la dependencia implica que no puedan valerse por sí mismas.
La mayoría de las encuestadas (86,2 %) siente un incremento de sus responsabilidades desde que sus familiares emigraron, con un 68,2 % indicando que han debido enfocarse en la atención médica de sus dependientes y la asistencia a hospitales; un 62,1 % ha tenido que asumir más tareas del hogar; a un 60,6 % le ha tocado financiar las necesidades de sus dependientes; y un 19,7 % ha visto aumentar sus responsabilidades al estar pendientes, además, de los deberes escolares de los menores a su cargo, que antes eran compartidos. Estas mujeres creen que tienen mayor carga en el cuidado en comparación con los hombres.
Para mitigar la situación, el 66,7 % de las encuestadas considera que el apoyo financiero sería el más útil para ellas, seguido por los servicios de cuidado a domicilio (60,6 %) y la acción de grupos de apoyo comunitario (21,2 %).
Estos datos revelan la carga significativa que muchas mujeres asumen al cuidar de sus familiares, especialmente cuando no tienen apoyo. Los resultados reflejan una lucha silenciosa y continua, que no solo resalta la resiliencia de las cubanas frente a los desafíos actuales, sino el impacto psicosocial de la migración entre ellas. Basta leer algunas de las frases donde estas mujeres resumen experiencias que ellas consideraron relevantes sobre su situación actual. “A pesar de ser ama de casa y dedicar mayor tiempo a los míos, cuesta cubrir nuestras necesidades. Acceder a asistencia psicológica y medicamentos es imposible. Sobrellevarlo todo me está costando”, dijo una de las encuestadas. Por otro lado, sobre la dificultad de equilibrar las responsabilidades en la casa con el trabajo, una de ellas apuntó: “Tengo muy poco apoyo institucional en mi centro de trabajo y pocas alternativas de trabajo remoto. Me piden que me acoja a ser cuidadora, siendo joven y capaz de desarrollarme profesionalmente”.
Asumir la separación de la familia a causa de la emigración es un duelo que deben superar. Si a ello se suma el cuidado de los seres queridos en circunstancias tan complejas como las actuales, la situación se agrava. Además, una sociedad no organizada para asumir el envejecimiento de su población empeora el panorama. Los testimonios lo confirman: desde la falta de insumos imprescindibles para atender necesidades específicas de personas enfermas, hasta la incapacidad de encontrar alternativas de cuidados estatales para que la población joven continúe trabajando cuando sus mayores enferman.
Remesas, un paliativo
El artículo “Análisis crítico desde la economía feminista de las realidades del cuidado”, de la Dra. Georgina Alfonso, publicado en 2022, muestra las brechas que en cuanto a los cuidados perviven en Cuba. El estudio señala que ha aumentado el número de personas mayores de 75 años, con el 39,8 % de los hogares con al menos un adulto mayor.
Se explica, además, que el cuidado es una responsabilidad casi exclusiva de las mujeres, muchas de las cuales son económicamente activas, pero abandonan su empleo para encargarse de las personas dependientes. Además, el Estado reconoce que los cuidados y el trabajo doméstico generan desigualdad para ellas, tanto en el hogar como en el ámbito laboral, según la experta.
“Ante la debilidad o directa ausencia de la provisión pública para resolver las necesidades de cuidado, los hogares recurren a comprar cuidado (si tienen la capacidad económica para hacerlo) o al trabajo de cuidado no remunerado provisto mayormente por las mujeres”, asegura Alfonso. “Esto es un problema no solo porque limita la realización de la vida de ellas, sino porque la sociedad se desarrolla de manera desigual. Las mujeres enfrentan de manera individualizada el problema de conciliar tiempos y trabajos (personal, familiar y laboral). Los ajustes de esa supuesta conciliación van en detrimento de su calidad de vida”, prosigue.
Durante años, instituciones estatales como las casas de abuelos y los hogares de ancianos han intentado responder a las necesidades de asistencia y socialización de los adultos mayores más desprotegidos. Sin embargo, en la actualidad no han logrado cubrir la demanda de cuidados.
Sistema de Atención a la Familia (SAF): menos platos sobre la mesa
En este escenario, es cada vez más común encontrar emprendimientos del sector privado enfocados en esa dirección.
Celia del Carmen Hernández, líder de la empresa privada CuidArte con Amor S.R.L., en Holguín, aseguró a esta redactora que, según su experiencia de trabajo, la migración impacta directamente entre las mujeres holguineras en cuanto a los cuidados de personas dependientes.
Desde abril, su equipo ha atendido a 14 ancianas, de las cuales solo 4 no han sufrido la emigración de hijos o familiares cercanos. Las otras 10 se benefician de los servicios de la mipyme gracias a los pagos que realizan sus hijos o nietos desde países como España, Qatar, México y, principalmente, Estados Unidos.
“En muchos casos, los nietos están en el exterior y las ancianas quedan a cargo de las hijas o hijos en Cuba, quienes contactan a nuestra empresa para poder retomar su vida social —explica la emprendedora holguinera—. “La ausencia de sus seres queridos ha dejado a estas mujeres en un estado de soledad que ni las videollamadas pueden aliviar”, asegura.
Entre las agencias de cuidados que trabajan de forma privada en La Habana destaca D’Hall Cuidados S.R.L, no solo por los servicios que presta a adultos mayores, personas enfermas y en situación de discapacidad, sino también por la capacitación que brinda, a través de talleres, a su personal y a las familias.
Una de sus fundadoras, Dalila Martínez, comenta que las mujeres de la tercera edad cuyas familias han emigrado, si tuvieron hijos, no suelen quedarse del todo solas. “Siempre hay algún familiar que les presta apoyo y, en muchos casos, los hijos vuelven con mayor frecuencia o intentan llevarse a sus madres cuando ya están muy enfermas. De las mujeres mayores que hemos atendido el año pasado y este, solo unas pocas han quedado en abandono o soledad extrema. En cambio, los hombres mayores tienden a fallecer en un total abandono afectivo, pues pagar un cuidador no siempre soluciona este problema”.
De acuerdo con Martínez, en 2023 atendieron 105 casos, de los cuales el 73,38 % fueron mujeres. Mientras tanto, las mujeres solas representaron el 1,32 %, y los hombres sin apoyo familiar fueron el 17,24 % del total de casos atendidos.
En contraste, Martínez Hall apunta que existe otra variante, donde las mujeres mayores deben cuidar de sus esposos, padres o hijos discapacitados en soledad porque sus otros familiares han emigrado.
“Estas mujeres rara vez buscan ayuda por sí mismas: suelen ser los familiares desde el exterior quienes les aconsejan hacerlo —precisa la emprendedora—. Por si fuera poco, enfrentan una serie de enfermedades crónicas que se descompensan por el estrés y la carga de trabajo, con el miedo constante de quedarse solas tras la muerte del familiar. Las cuidadoras suelen llegar a D’Hall Cuidados con muestras claras del síndrome del cuidador, y cuando su ser querido fallece, enfrentan un duelo complicado por esa condición (en 2023, el 15,24 % de sus casos fueron mujeres cuidadoras familiares enfermas, una cifra que ha aumentado al 31,25 % en 2024). Muchas toman más medicamentos que los pacientes y, en casos de demencia o encamados, algunas fallecen incluso antes que sus familiares debido al desgaste físico y emocional”.
Dalila le pone rostro al impacto que generan estas situaciones sobre la salud: “Llegó a nosotros una señora que buscaba cuidadores para su esposo con demencia vascular, y terminó siendo ella nuestra paciente, con una enfermedad terminal. Otro caso fue el de una mujer con artritis reumatoide, cuidadora de su esposo con carcinoma prostático, que también se convirtió en nuestra paciente debido al desgaste físico y emocional que ya padecía”.
Y agrega: “Hay una buena cantidad de hombres cuidadores familiares, sobre todo muchos hijos a cargo de sus madres. Tristemente, los hombres son los más afectados cuando la familia emigra, quedando más desprotegidos”. El dinero que la familia envía desde el exterior ayuda, pero es solo un paliativo, según advierte Dalila, pues no les resulta fácil buscar productos más baratos debido a las limitaciones de transporte, los apagones y el elevado costo de vida.
Para acortar las brechas
El 15 de octubre de 2024 se publicó el Decreto Ley 109/2024 “Sistema Nacional para el Cuidado Integral de la Vida” en la Gaceta Oficial de la República de Cuba. La norma busca consolidar un Sistema Nacional para el Cuidado Integral de la Vida, con el fin de garantizar el derecho de las personas a recibir cuidados y reconocer socialmente a quienes asumen tales responsabilidades.
Aplicable a todas las personas, el decreto promueve un cambio cultural en la organización de los cuidados, así como una distribución más igualitaria, y beneficia tanto a quienes los necesitan como a quienes los brindan. Además, reconoce el trabajo no remunerado de aquellos que, dentro del núcleo familiar, se encargan de estas labores, e incentiva el respeto de sus derechos como compromiso social.
Se trata de una decisión necesaria que constituyó, por años, una demanda en talleres, investigaciones y análisis sobre el tema, donde también ha quedado evidenciado cuán imprescindible es diversificar espacios para la atención especializada a personas cuidadoras, no solo en la red de salud sino en todas las instituciones y organizaciones que puedan contribuir a la formación de capacidades para que los cuidados se desarrollen en un entorno más efectivo.
El reconocimiento de la inequidad en la organización social del cuidado muestra la necesidad de educar y promover un cambio cultural hacia la reducción o eliminación de la brecha de género, que también es un trasfondo de este fenómeno. Sin embargo, más allá de la existencia del decreto, tanto el gobierno como la sociedad en general aún deben enfrentar muchísimos otros retos que derivan de la crisis multidimensional y sistemática que atravesamos; la tríada envejecimiento-migración-crisis económica no tiene soluciones fáciles.
Además de esto, el fenómeno demanda con urgencia la implementación de estrategias eficientes para abordar las causas de la emigración y pensar en alternativas coherentes con las consecuencias que esta ya está provocando en Cuba, que en 2025 será el país más envejecido de América Latina y se prevé que para 2050 sea uno de los más envejecidos del mundo.
Nota:
1 Se han usado nombres ficticios para preservar el anonimato de los encuestados/entrevistados.
2 Para la elaboración de este reportaje, la autora contactó a mujeres conocidas y otras ajenas a su círculo de relaciones que estaban pasando por situaciones de emigración en la familia. El cuestionario dirigido a ellas se compartió en grupos de Facebook y de WhatsApp y en total se obtuvieron 66 respuestas. También se realizó un cuestionario entre jóvenes que hoy residen fuera del país. Se obtuvieron 32 respuestas. Además, fue posible obtener el testimonio de 7 personas en formato de entrevista abierta, que contaron su experiencia o la de sus familiares cercanos. Agradecemos a todas su colaboración.