De camino al trabajo esta mañana mi pareja y yo pasamos frente a la escuela primaria Unión Internacional de Estudiantes. Está conformada por dos pequeños edificios conectados con balcones exteriores, no muy diferente a la arquitectura de las escuelas en las cuales crecí en La Florida.
Hoy es 4 de septiembre, primer día de clases. Del otro lado de la alta cerca que rodea la escuela, el patio está lleno de madres y padres. Los niños no se ven y me pregunto si están ya en sus aulas o si están ocupados todavía con el matutino.
Mientras miraba a los padres del otro lado de la cerca comencé a imaginarme a mí y a mi pareja también allá, de pie junto a esos otros padres, con nuestro primer hijo yendo a la escuela por primera vez. Somos recién casadas*, de luna de miel todavía, pero ya soñamos con la familia que queremos crear juntas. Traté de imaginar cómo nos sentiríamos en el primer día de clases. Traté de imaginar lo que esos padres estaban sintiendo. ¿De qué conversaban? ¿Estarían tan nerviosos como sus hijos? ¿Más nerviosos? ¿Tendría su hijo o hija una buena maestra? ¿Sus hijos se llevarían bien con los otros niños? ¿Qué traería este nuevo mundo para sus pequeños? ¿Qué traería este nuevo mundo para nuestro hijo?
Cuando miré a mi pareja me di cuenta de que ella también se hacía preguntas. ¿Cómo sería nuestro primer día de clases? ¿Estaríamos listas para lidiar con todas las emociones que este día trae a los padres? ¿Estarían listos ellos para nosotras? ¿Estarían preparados escuela, maestros y estudiantes para recibir a un niño o una niña con dos mamás? Sumadas a las emociones que enfrentan todos los padres cuando dejan a su pequeño en la puerta del aula, ¿estaríamos además encontrándonos con que los otros padres susurrarían a nuestras espaldas? ¿Los maestros y los otros padres actuarían diferente con nosotras o nuestro hijo por tratarse de dos mujeres? Mi pareja le dio voz a la pregunta que en general había comenzado a asustarme: “¿Cómo va a ser para nosotras?”
Mientras mirábamos a los actuales padres del otro lado de la cerca, nos percatamos de que tenían más o menos nuestra edad, quizás un poco mayores. La sociedad cubana está cambiando rápidamente en lo que se refiere a la aceptación de la diversidad sexual. No hemos tenido ningún problema de homofobia con personas de nuestra edad o más jóvenes. La gente joven, al menos en La Habana, parece aceptar que existe todo tipo de parejas en la sociedad. Mirando a los padres del otro lado de la cerca ambas decidimos no preocuparnos aún. Faltan todavía cinco años para que el hijo o hija que tengamos tenga edad para empezar la escuela.
También en unos cinco años estaremos nosotras en ese trance, paradas en el patio, de otro lado de la cerca.
*Nos casamos en Estados Unidos el 27 de julio de este año. Esperamos poder renovar nuestros votos en La Habana cuando se apruebe el matrimonio igualitario en Cuba.
Muchas felicidades Hope!!! Me encanta tu texto, es hermoso y además muy necesario.