Las palabras son ventanas que nos muestran el mundo. Pronunciarlas, integrarlas en expresiones, oraciones, párrafos y textos es darle vida y sentido a lo que conocemos y sentimos. Son parte del lenguaje y este a su vez refleja a las sociedades.
¿Puede ser el lenguaje un mecanismo de transformación social? Quienes apuestan por el lenguaje inclusivo defienden esa posibilidad y ven en esta forma de comunicación una manera de incluir a personas y grupos que han sido marginados, discriminados o menos valorados.
El lenguaje inclusivo es entonces el lenguaje de las diversidades, ese que defiende el derecho al reconocimiento de todas las personas, independientemente de su género, sexo, edad, orientación sexual, identidad de género o situación de discapacidad, entre otras circunstancias o condiciones personales. Por eso es usado como forma de denuncia y activismo social contra discriminaciones y miradas estereotipadas, que reproducen la marginación, la invisibilización y la desigualdad. Su finalidad es noble, pues es otro mecanismo que se suma a la defensa de los derechos y el bienestar humanos.
Sin embargo, su uso, sobre todo cuando se hace para reafirmar la equidad de género o la inclusión de las diversidades sexuales, ha sido sujeto de numerosas polémicas. Nos referimos al denominado lenguaje inclusivo de género o no sexista, que abarca expresiones comunicativas que visibilizan a las mujeres, las diversidades sexogenéricas y desmontan subordinaciones, violencias y estereotipos.
Hay quienes consideran que el lenguaje inclusivo de género o no sexista es algo forzado, que atenta contra la economía y fluidez del lenguaje; en tanto otras posturas defienden la necesidad de usarlo como una manera de mostrar realidades más coloridas y diversas que las que refleja la utilización más tradicional y generalizada del lenguaje.
La polémica lingüística
Algunas personas prefieren iniciar un saludo dirigido a todas y todos, o a todes. Es la alternativa que han escogido para remarcar la presencia y tener en cuenta de manera más evidente a las mujeres, en el primer caso; o a personas con otras identidades de género no binarias, o sea, no circunscritas a lo que tradicionalmente se define como “femenino” o “masculino”. Es, sobre todo, un acto simbólico que busca incluir y mostrar respeto hacia una sociedad variopinta.
Aunque el lenguaje inclusivo no se circunscribe exclusivamente a estos temas, no es menos cierto que su uso en este terreno suele despertar sensibilidades y debates intensos.
En 2018, la agencia EFE publicó un artículo de Gustavo Gac-Artigas, autor chileno de columnas de opinión, bajo el título “El desafío de un lenguaje inclusivo, una discusión que concierne a la RAE, a las Academias y al mundo hispano”. Este escrito, en el que Gac-Artigas se mostró a favor de la utilización de este tipo de lenguaje, avivó el intercambio sobre el tema.
Tal fue el alcance de la polémica al respecto entre especialistas de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), que en 2021 salió a la luz un volumen titulado Por un lenguaje inclusivo. Según Tina Escaja, una de sus editoras, esa selección de textos se realizó con la intención de abrir el diálogo y promover la reflexión sobre las realidades sociales de modo que se pudieran trazar estrategias que, desde la lengua, apoyaran la lucha contra las discriminaciones de género.1
El posicionamiento de la Real Academia Española (RAE) en lo que respecta al lenguaje inclusivo es muy diferente. Aunque esta institución se declara contraria a cualquier tipo de sexismo, considera innecesaria la utilización de ese lenguaje porque, desde su perspectiva, atenta contra la economía, la belleza y la corrección de la lengua.
En 2020, la RAE subrayó que su pronunciamiento sobre el tema se basa en argumentos lingüísticos de rigor científico. También especificó que estaba a favor de un debate crítico y objetivo, alejado de apasionamientos.2 Cabría preguntarse si un análisis que involucra exclusiones sociales que laceran o marginan colectivos humanos debería limitarse a criterios estrictamente lingüísticos.
Tina Escaja, Directora del Programa de Género y Sexualidades de la Universidad de Vermont, Estados Unidos, valora esta postura de la RAE como “dogmática” y considera necesario su cuestionamiento. Por otro lado, Gustavo Gac-Artigas cuestiona en su mencionado ensayo el estatismo de dicha institución: “Me pregunto en qué momento el idioma dejó de caminar libremente por los caminos de la tierra, de sembrar su semilla en los surcos, de expresar una mirada, un sentimiento, una necesidad, para entrar en los salones de la Academia o fosilizarse en las constituciones; (…) se encerró el significado de una palabra en una definición de un diccionario, cuando la palabra escapa al encierro, evoluciona y se enraíza en la vida”. De esta manera, el autor llamaba la atención sobre la necesidad de que las academias de la lengua miraran más de cerca la realidad, desde perspectivas más humanistas y menos estadísticas o academicistas.
El 21 de mayo de 2021, la RAE volvía a reafirmar su posición por medio de un tuit en respuesta a una consulta formulada por una usuaria: “Lo que comúnmente se ha dado en llamar ‘lenguaje inclusivo’ es un conjunto de estrategias que tienen por objeto evitar el uso genérico del masculino gramatical, mecanismo firmemente asentado en la lengua y que no supone discriminación sexista ninguna”.
#RAEconsultas Lo que comúnmente se ha dado en llamar «lenguaje inclusivo» es un conjunto de estrategias que tienen por objeto evitar el uso genérico del masculino gramatical, mecanismo firmemente asentado en la lengua y que no supone discriminación sexista alguna.
— RAE (@RAEinforma) May 21, 2021
De esa interpretación deriva una parte de los malentendidos o reduccionismos asociados al lenguaje inclusivo, que muchas veces ha sido ridiculizado o visto como un “atentado a la lengua”. Sin embargo, su significado e implicaciones no deben limitarse a un análisis lingüístico: no se trata de evitar el uso del masculino genérico, o de sustituir unas palabras por otras; se trata de promover un uso de la lengua que incluya la diversidad que somos y evite la discriminación.
Dame las palabras y transformaré el mundo
María Natalia Prunes, docente e investigadora argentina de Historia de la Lengua, explica de manera muy clara la principal causa de los desacuerdos entre quienes participan de esta discusión. Argumenta que las personas que no toman en cuenta la dimensión social de la lengua, no le encuentran sentido alguno al uso del lenguaje inclusivo. En cambio, quienes identifican mecanismos de dominación presentes en sus usos, lo consideran como algo necesario. Para ella, no habrá entendimiento al respecto en tanto no se acepte que no se trata de un asunto meramente lingüístico, aunque involucra a la lengua; sino también un ejercicio de militancia o activismo político3. En efecto, la inclusión es un tema de justicia social.
El uso del lenguaje inclusivo todavía no es algo generalizado en Cuba. Entre determinados grupos puede ser objeto de burlas o incluso, puede haber personas que se sientan ofendidas con su utilización. En mis experiencias de vida cotidiana, estas posturas negativas casi siempre ocurren entre quienes consideran que un simple cambio de letras no va a transformar la realidad, que el lenguaje inclusivo es un ataque a los hombres o a lo masculino o que son exageraciones; porque no ven nada de malo en que se hable o se escriba como hasta ahora se ha hecho.
En esos casos se omite o desconoce el hecho de que el lenguaje inclusivo es parte de una lucha más amplia. Sí, quienes apuestan por su utilización no sólo pronuncian la inclusión a través de las palabras, como norma también intentan que se concrete en múltiples escenarios: académicos, políticos, sociales, cotidianos. El lenguaje es otro recurso en el camino a eliminar la violencia y la discriminación de género. Por lo tanto cuenta y aporta a la transformación de estereotipos que históricamente han marginado o invisibilizado a algunos colectivos sociales.
Estereotipos de género en el diseño: aprendiendo a desaprender
Usar el lenguaje inclusivo o no es una decisión personal, que sería aconsejable tomar desde el reconocimiento de algunas de sus premisas básicas: no es un recurso de comunicación estético o superficial, es un arma más de lucha contra las inequidades y la discriminación, que se integra y complementa otras formas y escenarios de batalla. Visibiliza las diversidades, denuncia las desigualdades y desmonta estereotipos discriminatorios. No es un ataque a la lengua española o a los hombres, sino un camino para reivindicar los derechos de personas que han sido sistemática e históricamente excluidas. No se limita a mencionar a todos, todas y todes, existen muchas otras maneras de incluir a través de las palabras y el contenido de lo que decimos.
Lirians Gordillo, periodista y feminista cubana, está convencida de que construir el lenguaje inclusivo implica reconocer su dimensión social. Apunta además que las aspiraciones feministas de que se reconozcan y valoren los distintos colectivos humanos marcan una postura ética y política que debe tener su reflejo en el lenguaje, el cual identifica como un escenario comunicativo y de lucha por la equidad 4.
En estos momentos, en Cuba hay un contexto social, político y gubernamental favorable a la inclusión. No obstante, la periodista y profesora Dixie Edith considera que aún pasará tiempo antes de que en las normas editoriales de los medios se asuman las propuestas del lenguaje inclusivo. Añade que esto no impide la posibilidad de hacer una comunicación que incluya, porque es una cuestión que trasciende las palabras5.
También se promueven una comunicación y un lenguaje inclusivos cuando no se encasillan a hombres, mujeres o personas con orientaciones sexuales diversas en modelos esterotipados que no muestran toda la riqueza de las relaciones humanas.
En numerosas ocasiones he tenido la oportunidad de pararme frente un aula y apreciar las expresiones de sorpresa de mis estudiantes cuando pronuncio por primera vez sus nombres. Cuando eso pasa, sus rostros suelen reflejar sensaciones de agrado, orgullo y satisfacción. Tal vez sienten ese momento como un reconocimiento a quienes son, como un espacio en el que dejan ser “uno o una más” en el grupo. El lenguaje inclusivo es también una manera de nombrar, de mostrar la existencia de realidades que de otra manera permanecerían ocultas o excluidas.
Valga retomar la evocación con la que Gustavo Gac-Artigas cierra su artículo a favor del lenguaje inclusivo. El autor cuenta que mientras caminaba por la ciudad una voz le preguntó: “¿se trata de cambiar una vocal, es una moda, algo pasajero?”. Luego de un rato, un recuerdo le respondería “no señor, es una revolución”.
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Notas:
1 “Por un lenguaje inclusivo”. Academia Norteamericana de la Lengua Española. 26 de enero de 2022.
2 Real Academia Española (2020). Informe de la Real Academia Española sobre el lenguaje inclusivo y cuestiones conexas.
3 Prunes, M.N. (2021). La base política del lenguaje inclusivo. En: T. Escaja y M.N. Prunes (Eds.)(2021). Por un lenguaje inclusivo. Estudios y reflexiones sobre estrategias no sexistas en la lengua Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE). pp.23-36. https://www.anle.us/publicaciones/biblioteca-digital/por-un-lenguaje-inclusivo-estudios-y-reflexiones-sobre-estrategias-no-sexistas-en-la-lengua-espanola/
4 Bastías, M. (2022). Lenguaje inclusivo, reto ético de justicia. En: ANSA-LATINA Agencia Italiana de Noticias, 6 de marzo de 2022.
5 Comunicación inclusiva, más allá de las palabras. En: Cubainformación, 25 de mayo de 2021.
Sería recomendable una defensa también enérgica a la libertad ideológica en Cuba…es más fácil cambiarse de sexo que te partido político.