El congresista estadounidense Robert Bradley Hawley, natural de Memphis, era amigo del coronel e influyente político Teodoro Rosselvelt. Este alcanzó fama por su desempeño como jefe del regimiento Rough Riders, que intervino en el Oriente de Cuba durante la guerra contra España, en 1898. Aprovechó estas relaciones y también sus vínculos con el presidente McKinley para crear las bases de un emporio azucarero en la isla.
Tenía cierta experiencia en esa actividad económica porque poseía un ingenio en el estado de Louisiana; además, al ser corredor de bolsa, estaba bien conectado con el mundo de los negocios. En 1899, Hawley fundó la Cuban American Sugar Company. Las primeras inversiones de la empresa fueron la compra de tierras y de los ingenios Tinguaro y Nueva Luisa, en la provincia de Matanzas.
Durante su estancia en La Habana conoció al Mayor General Mario García Menocal, ingeniero graduado en Estados Unidos, descendiente de una familia con tradición en la rama azucarera. Ocupaba entonces la Dirección de Faros, en la secretaría de Obras Públicas, con anterioridad se destacó en la organización del Cuerpo de Policía de La Habana; o sea, estaba muy conectado con las altas esferas del Gobierno militar de ocupación.
Menocal fue uno de los héroes de la última guerra independentista, donde sobresalió en el ataque a la ciudad de Las Tunas y precisamente en la región cercana, en Puerto Padre, iba a materializar uno de los grandes proyectos de Robert Bradley Hawley.
El general cubano le sugirió invertir en el barrio de Chaparra. Era un negocio factible porque, además de las tierras fértiles, se dispondría de un puerto cercano a la industria para embarcar el azúcar, hecho que disminuiría los costos de exportación y la existencia de un río contribuiría a satisfacer la demanda de agua de la fábrica y de la población. El suelo calcáreo facilitaría el drenaje de los residuos.
Hawley, que reconoció en el cubano su capacidad para organizar la empresa “le confirió plenos poderes para la compra de terrenos en el punto que creyera mejor y en la cantidad necesaria”, informaba años después El libro de Cuba (1925).
El General viajó a Puerto Padre y compró al catalán Antonio Mahique un pequeño ingenio conocido por Chaparra, que solo había hecho una zafra en 1895, pues al año siguiente fue destruido por las tropas insurrectas.
Las obras
La empresa Chaparra Sugar Co. se constituyó en Nueva Jersey el 18 de octubre de 1899 con un capital de $1 millón y “sus fundadores y principales accionistas fueron Robert Bradley Hawley, presidente; Frederick H. Howell (1848-1929) vicepresidente y James Howell Post (1859-1938), tesorero”, de acuerdo con investigaciones de Álvaro J. Álvarez.
A fines de 1899 comenzaron las obras para edificar un central moderno y los desmontes para los campos de cultivo. Colaboraron con Menocal un grupo de ex oficiales del Ejército Libertador, a quienes incorporó como integrantes de la empresa. El lugar apenas estaba habitado por 100 personas. Buscar fuerza de trabajo fue prioritario. Salieron agentes a diferentes lugares del país y también a islas caribeñas para contratar obreros. La prensa publicaba anuncios. A los jornaleros les pagaban un peso de plata y la comida. Emplearon a inmigrantes caribeños, centro y sudamericanos, chinos y españoles. También hubo alemanes. En su libro Lo que vi en Cuba, editado en 1916, testimonia la periodista española Eva Canel:
“En el embarcadero de Chaparra dejamos unos quince o veinte alemanes procedentes de los barcos internados en la Habana (…) Profunda pena sentí por estos muchachos, en tierra extranjera, sin conocer el idioma, imposibilitados de ayudar a su patria, alejándose de su hogar querido, los barcos en que navegaban, y teniendo que ganar el pan desempeñando faenas que no les son propias”.
La convivencia de personas de diferentes orígenes, costumbres y formación educativa, en medio de condiciones de trabajo extenuantes, provocó varios actos repudiables. Por ejemplo, ocurrió un asalto a la tienda mixta de Roque Hidalgo, en 1903. La defensa a disparos de los dependientes impidió el robo. En ese mismo año una niña fue violada y tres inmigrantes árabes se agredieron a balazos; dos de ellos, Antonio Jasab y José Giguel, murieron en la reyerta.
Al ingeniero estadounidense Samuel Vickers encargaron diseñar los planos del central y también participó en la edificación de las obras. Contaba la industria con seis naves de acero, donde estaban las instalaciones fabriles.
Las zafras
Inició las moliendas a fines de enero de 1902. Para esta zafra aportaron caña unos 80 colonos. La producción fue de 128 739 sacos de 325 libras cada uno. En 1909-10 se elevó a 531 mil sacos. Para tener una idea aproximada del aporte de este coloso, en 1922 alcanzó la cifra de 682 600 sacos. Un balance realizado en 1923 informaba que desde su fundación y hasta esa fecha había fabricado 8 342 146 sacos de azúcar, equivalentes a 1 355 445 toneladas.
La revista Cuba y América publicó un reportaje el 24 de julio de 1904 donde narraba detalles de la actividad económica del coloso:
“El ingenio y el batey están alumbrados por luz eléctrica. La enorme cantidad de caña que necesita el ingenio es traída diariamente por siete locomotoras que trabajan día y noche con doble personal y las que se mueven en sesenta y dos millas de ferrocarril, contando con una red telefónica de ciento diez millas, lo que facilita notablemente el tráfico.
El puerto tiene un muelle de quinientos cuatro metros de largo y allí es recibido el azúcar por cuatro grandes lanchones que almacenan mil cuatrocientos sacos, de donde son llevados a los vapores”.
Para esa fecha, según la revista citada, el central Chaparra tenía sembradas 450 caballerías (173.9 km²), número que continuó aumentando, pues en 1913 contaba con 2 663 caballerías (1 029 km²).
El batey
Carlos Martí, periodista, publicista y viajero español, visitó en la década de 1910 aquella comarca y en su libro El país de la riqueza describía:
“En las extensas sabanas incultas y espesos montes vírgenes que existían en Chaparra antes del año 1900, se ha levantado una población próspera y floreciente, que brinda a su extenso vecindario una manera de vivir con arreglo a las necesidades de la vida moderna civilizada. En el batey de Chaparra existen más de 600 casas, cómodas y modernas, dotadas de instalación eléctrica, cuyo fluido se toma de la potente planta que posee la Compañía en Delicias. En todas las viviendas existe suministro de agua potable en abundancia, suficiente para todas sus necesidades, la cual se reparte merced a un acueducto que la Compañía ha construido, teniendo instaladas en las casas cañerías y duchas para atender a las necesidades y aseo de sus habitantes, aun de los más pobres.
La población, tanto la conocida por Pueblo Nuevo, como la denominada Pueblo Viejo, está alumbrada públicamente por numerosos focos eléctricos, además del servicio instalado en cada casa. Durante la estación de la seca son regadas sus calles y avenidas con potentes carros de riego, iguales a los empleados con ese fin por la Secretaría de Obras públicas en la ciudad de la Habana”.
La escritora y periodista española Eva Canel también estuvo allí durante este proceso de expansión. En su libro Lo que vi en Cuba relataba:
“El tren hizo larga parada en Chaparra: mucha gente de todas layas, razas y colores, había en el andén: aspecto en toda ella de bienestar y de contento (…) está casi urbanizado: tiene calles muy anchas, se agrupan las familias en ellas, hay modestas viviendas y chalets elegantes; hay un hotel bastante cómodo donde se come bien con precios impuestos por la compañía para sus empleados: trajina mucha gente, se ve movimiento, hombres de todas cataduras, razas y tipos…; mujeres bien trajeadas, jóvenes coquetas y tan escotadas como en La Habana… es pueblo, aldea y factoría, todo en un grupo heterogéneo”.
A los primeros vecinos “luego sumaron más de 5,000 en el batey y unos 25,000 dentro de los límites de la propiedad, con 200 millas (321.87 Kilómetros) de vía férrea. Tenía entonces, 1910, más de 10,000 jornaleros y 200 colonos. Dentro de los límites del Central hay grandes comodidades para familias: iglesias, hospitales, clubs, teatros, hoteles, restoranes, cafés, bellos parques, brillante iluminación eléctrica” refiere el historiador Gerardo Castellanos en la obra Panorama histórico, divulgada en la década de 1930.
El Hospital Chaparra, dirigido por el doctor y General de Brigada del Ejército Libertador Eugenio Molinet Amorós, disponía de un edificio central y varios pabellones. Prestaba servicios de atención general, curaciones, cirugía, exámenes radiográficos mediante modernos equipos de Rayos X y análisis para investigaciones químico-biológicas. La capacidad de ingreso era de 90 enfermos. En 1923 ingresó 1304 pacientes; de ellos 347 casos fueron operados, estadística que he consultado en la edición extraordinaria de la revista Agricultura y Zootecnia, correspondiente a 1924. El alcance de la institución se extendía hasta los poblados cercanos mediante consultas ambulantes que realizaban sus galenos dos o tres veces a la semana.
También funcionaban escuelas privadas costeadas por la empresa azucarera. En 1923 el latifundio de la Chaparra Sugar Company incluía otras propiedades en la región tunera, tenía 30 escuelas primarias, 8 eran particulares, 36 maestros y 2 mil alumnos matriculados.
Famosas eran las retretas en el hermoso Paseo del Prado, iluminado con farolas de logrado diseño artístico, donde la banda de música de la localidad, cada domingo, deleitaba a pobladores y visitantes. Las sociedades de instrucción y recreo que menciona Gerardo Castellanos se nombraban Club Chaparra y La Caridad y en el cayo Juan Claro edificaron el Club Náutico. Por cierto, este islote fue unido a tierra firme por un terraplén. Hasta allí Menocal navegaba en su lujoso yate Mariana. Otro dato curioso es que se editaba El Eco de Chaparra, periódico redactado por el joven colombiano Alfonso Jaramillo.
Menocal, aunque mantuvo su participación en la Compañía azucarera, dejó el cargo al asumir la presidencia de la República en 1913. Ya para esa época sus múltiples negocios lo habían convertido en millonario.
La fábrica estadounidense, en 1960, pasó a manos del Estado cubano como parte del proceso de nacionalización que desarrollaba el Gobierno revolucionario y fue nombrada Jesús Menéndez. Continuó marcando pautas entre sus similares, con varios récords productivos. En el siglo de existencia superó 26 veces las cien mil toneladas métricas de azúcar. Así era el Chaparra, durante un tiempo el central más grande del mundo.
Fuentes consultadas:
Carlos Martí: El país de la riqueza, Editorial Renacimiento, Madrid, 1918.
Emilio Roig (editor): El libro de Cuba, La Habana, 1925.
Gerardo Castellanos: Panorama histórico, desde 1492 hasta 1933, Ucar, García y Cía, La Habana, 1934.
Gerardo Pardos (editor): Libro de oro hispano-americano, Sociedad Editorial Hispano Americana, Madrid, 1917.
Eva Canel: Lo que vi en Cuba, Imprenta y papelería La Universal, La Habana, 1916.
Revista Cuba y América
Revista Agricultura y Zootecnia
Diario de la Marina
Archivo de Abel Julio Sastre Matos
Es para mi , extraordinariamente interesante este articulo, agradezco a este escritores como este, que se dedican a investigar en la historia y divulgar muchos aspectos del pasado siglo.
Me gustaría conocer historias y datos que pudieran compartir sobre el Sanatorio La Esperanza para la tuberculosis. También datos y estadísticas del hospital materno de Santa Clara de los años cuarenta y cincuenta.Gracias
No estoy de acuerdo con esa información del Central Chaparra como el mayor de Cuba, porque el mayor Central Azucarero de Cuba era el JARONU o Central Brasil.
El Jaronú fue fundado posteriormente, en 1921, no hay contradicción. Durante un tiempo el Chaparra y luego el Delicias fueron los mayores productores. Saludos fraternales.
En 1924 los italianos Mario Calvino y Eva Mameli fundaron en Chaparra Estación Experimental y Escuela de agricultura. Hago alusión a ese pasaje en mi documental sobre Italo Calvino. Valioso aporte de los Calvino a la agricultura cubana.