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Desde la época colonial el gofio fue uno de los alimentos más populares en Cuba debido a sus valores nutricionales, precios módicos, facilidades para obtener la materia prima y métodos sencillos de elaboración.
El erudito Esteban Pichardo en su obra Diccionario provincial de voces cubanas, publicado en 1836, refiriéndose al vocablo gofio expresó:
El maíz seco, tostado y molido en polvo a estilo del trigo de Islas Canarias; y de aquí el sarcasmo de los muchachos y negritos a los isleños cuando les dicen come gofio. Si se mezcla con azúcar se llama en Cuba quilele, si con miel, pinol.
Los aborígenes canarios elaboraban este alimento a partir de granos de cebada y otros cereales que tostaban y luego molían en molinos de piedra, de forma manual. Para consumirlo lo amasaban con agua y sal o empleaban leche, miel y frutos secos. Después de ser conquistadas las islas por los españoles, comenzaron a utilizar trigo y maíz como materia prima. Y fueron emigrantes canarios en Cuba quienes contribuyeron al consumo de gofio.
Durante la etapa colonial la elaboración fue artesanal y se utilizaban molinos de mano importados de Canarias. Según el historiador Manuel Hernández González, en 1801, de Tenerife despacharon con destino a La Habana 116 juegos de estos artefactos. Agrega el académico en su texto Los molinos de mano en la emigración canaria a América que en Las Palmas de Gran Canaria el comerciante Sebastián Bordón, entre fines del XVIII y comienzos del XIX, vendió más de 650 molinos con similar destino.
Nuevo contexto
Hasta que cesó el dominio de España sobre Cuba, en 1898, las principales ocupaciones de los canarios que se establecieron en la isla caribeña habían estado relacionadas con la agricultura. Sin embargo, en el XX “los servicios urbanos fueron un campo donde pequeños o medianos empresarios isleños tuvieron protagonismo. En efecto, muchos canarios, tras años de trabajo y ahorro, invertirían en el establecimiento de pequeñas empresas (lechería, restauración, comercio o pequeños establecimientos conocidos como bodegas) formando importantes redes económicas”, afirman los historiadores Miguel Suárez Bosa y Francisco Suárez Viera.
Entre estas pequeñas y medianas empresas algunas se dedicaron a la producción y el comercio de gofio. Además, se continuó importando el alimento desde Canarias hasta satisfacer la demanda del mercado, destacándose en el negocio la empresa Galbán y Cía, radicada en La Habana.
Otro factor que influyó en el aumento del consumo del producto fue la oleada de emigrantes hacia Cuba en el período 1898-1932. Se han podido precisar unas 70 mil salidas de Canarias con destino a la isla. Es en ese tiempo cuando se registró la mayor cantidad de marcas y patentes relacionadas con la producción industrial de gofio. Y hasta sucedió un famoso litigio en los tribunales de La Habana, conocido históricamente como “el caso del Gofio Izquierdo”, entre dos de los fabricantes más importantes del país, en su lucha por dominar el mercado.
Un productor belicoso
En la noche del 22 de septiembre de 1912 los vecinos de la calle Matos, en el barrio habanero de Luyanó, se despertaron sobresaltados y con temor de que las llamas que destruían las dos naves de la fábrica de gofio La Vida se expandieran a su alrededor. Fernando Lorenzo Pérez, inmigrante canario, socio industrial de la empresa dueña del establecimiento, nada pudo hacer para evitar la destrucción de los inmuebles, con sus maquinarias y almacenes. Las pérdidas superaron los 50 mil pesos.
Lorenzo Pérez producía la marca Gofio Izquierdo y era uno de los más antiguos industriales en esta actividad económica según la revista Canarias, editada en La Habana. Era propietario de la marca Izquierdo que se vendía en toda la isla, primero por los agentes generales de Galbán y Compañía, posteriormente nombrada Galbán, Lobo y Compañía.
En 1911 Diario de la Marina en uno de sus anuncios, bajo el título “Debemos imitarlos”, promocionaba así el producto:
Cuando vemos una persona robusta, sana, gruesa y de buen color solemos decir parece un canario. ¿Y por qué los canarios o isleños disfrutan de tan buena salud? Porque desde niños usan el gofio de trigo tostado. El de la marca Izquierdo es, sin duda, el mejor porque está preparado según todas las prescripciones de la higiene moderna. En pocos días repone a niños y enfermos por debilitados que estén.
Durante la Primera Guerra Mundial, ante las dificultades para importar trigo, Fernando Lorenzo mantuvo a flote la empresa adquiriendo maíz en países latinoamericanos, sobre todo en República Dominicana. Para imponer su negocio solicitó a la Secretaría de Agricultura, Comercio y Trabajo el registro de una cédula de privilegio de Invención “de un nuevo y útil producto alimenticio consistente en gofio de millo (maíz) blanco”.
En realidad, la técnica se usaba desde hacía más de una centuria. Pero la entidad cubana se dejó pasar gato por libre y aprobó el pedido, el 24 de agosto de 1915. Tres años más tarde, Lorenzo establecía una demanda al Gobierno porque había autorizado “la libre fabricación del gofio de trigo, maíz, avena, millo y toda clase de granos alimenticios”. Tuvo el presidente Mario García Menocal que revocar lo referido al maíz. Aunque dudo que se haya cumplido al pie de la letra.
Lorenzo aprovechó el amparo de la Ley para demandar por usurpación de la patente a la empresa Izquierdo y Compañía, fundada en 1891 y con su casa matriz en La Habana, dueña la marca Gofio Escudo, sin duda su mayor rival, con quien estaba en litigios desde 1913. De España importaban papa, ajo y cebolla. Y, con menos éxito, también crearon la marca de gofio Palma. La casa comercial cambió de nombre por la razón social J.A. Palacio y Compañía.
Hasta 1920 Lorenzo Pérez intentó desacreditar a su contrincante, pero no logró los resultados esperados. Las dos marcas, Izquierdo y Escudo, continuaron bien posicionadas en la preferencia de los consumidores.

Gofio Almeida
Al comenzar la Primera Guerra Mundial, en 1914, ya el inmigrante Federico Almeida Cauvín, natural del municipio grancanario de Moya, era muy conocido en el Oriente cubano por sus múltiples negocios en la producción azucarera, pues era dueño de los centrales Santa Ana (en el municipio de San Luis) y Almeida (establecido en Palma Soriano), de almacenes en el puerto de Santiago de Cuba y de extensas colonias cañeras.
Almeida fue compadre del general y empresario Mario García Menocal, presidente de Cuba. Además de los negocios vinculados a la producción y comercio de azúcar creó emprendimientos en los sectores de los servicios, panaderías y hoteles.
La conflagración mundial afectó el abastecimiento de alimentos al mercado cubano y provocó el aumento de los precios. Almeida, con su capacidad para captar oportunidades, apreció que si producía gofio las ventas estarían garantizadas y decidió con su sobrino Julián Almeida, gerente de la empresa familiar, instalar una fábrica en la ciudad de Santiago de Cuba.

La revista ilustrada El Fígaro, en un reporte publicado en 1916, informaba sobre el tema:
(…) trataron de no perder detalles; buscaron dirección experta, personal numeroso y entendido, comunicaciones fáciles y cooperación internacional. Pero, sobre todo, trataron de abaratar las materias primas: campos de maíz extensos y sobriamente cultivados en el término de Santiago de Cuba, capaces de proveer a la fábrica de todo el grano necesario para la industria.
Como socio industrial, a cargo de la fábrica, se desempeñó Federico Braña, experto en la producción de gofio.
Apenas 4 meses después de su inaguración, decía El Fígaro:
El Gofio Almeida se ha hecho ya en los mercados orientales un lugar prominente: lo buscan los ricos, porque es sabroso y puro; lo aman los pobres porque les resuelve, para sus niños, sus ancianos y sus enfermos el problema de la nutrición.
Las Afortunadas
De la Gomera emigraron a fines del siglo XIX los hermanos Pedro, Ramiro, José y Antonio Darias Mora hacia Cuba. Fijaron su residencia en el poblado de Placetas, allí Pedro inauguró El Louvre, un café que fue muy popular que lo motivó a abrir otro similar en Sancti Spíritus. Más tarde compró el Hotel Europa, en Placetas. Luego se mudó a Cabaiguán. Los múltiples negocios funcionaban bajo la razón social Pedro Darias y hermanos. En 1914 esta sociedad poseía un gran almacén de víveres al por mayor y menor, de ferretería, lozas, vinos de Canarias y se dedicaba, además, al comercio de tabaco, con escogida propia. El nuevo lugar de residencia era idóneo para expandir los emprendimientos, sobre todo vinculados a los hábitos de consumo de la diáspora. El cronista Francisco González Díaz reseñaba luego de su visita al poblado:
En Cabaiguán vive Canarias, más aún que en Camajuaní, tanto como en Zaza del Medio, en Placetas, en Zulueta (…) En Cabaiguán, por ejemplo, nada deja de exhibir, bajo el primer nombre, el signo nacional cubano, la segunda denominación, canario. Canarias desde las herramientas y los útiles campestres, hasta los elementos industriales; desde la raya del surco que humedece el sudor de los isleños, hasta el vino de las mesas, hasta el condumio de los hogares humildes, en los que no falta el pescado salado ni el gofio, la sobria pero sustanciosa pitanza de la tierruca. Y en los títulos de las tiendas, en las muestras de los establecimientos mercantiles, se leen nombres familiares. Y, ahuyentada la enemistad redentora del trabajo, entrañablemente hermanas, las islas se abrazan y se comprenden.
Y como en Cabaiguán no existía una fábrica de gofio, Pedro Darias y hermanos la crearon con el nombre de Las Afortunadas, inaugurada, aproximadamente, en 1913. Al año siguiente comercializaba el alimento envasado en latas de 3, 6, 12 y 25 libras. Para provechar más sus maquinarias molían café Hacienda, adquirido en Puerto Rico y que distribuían a domicilio en Cabaiguán y otras localidades próximas. También elaboraban harina de maíz.
Al triunfar la Revolución había en la calle Agramonte una fábrica de gofio nombrada El Capitolio, creada por Celedonio Hernández Camacho, su hijo Celedonio Hernández Pestana y Francisco Batista, también integrante de la familia, con orígenes en La Palma, Islas Canarias. Vendía sus productos en la provincia de Santa Clara y en Ciego de Ávila, entonces municipio de Camagüey.

La Lucha
En el barrio habanero del Cerro, donde fueron concentrádose numerosas industrias en las primeras décadas del siglo XX, Domingo Tejera y Delgado-Trinidad (1855-1918), nacido en Güímar, Tenerife, estableció su fábrica de gofio La Lucha, de clase superior. Vendía en paquetes de 2 libras el producto y también lo importaba desde Canarias, de trigo, maíz y mezclado, en latas de 5 kilogramos.
En su caso, como en todos los que hemos investigado para este artículo, tenía acumulado capital proveniente de otros negocios, específicamente del comercio. Había llegado a La Habana con 19 años, en 1875. Estuvo bien conectado en el ámbito empresarial y en las asociaciones creadas por sus paisanos, pues fue cajero de la Nueva Fábrica de Hielo (propietaria de la fábrica de cerveza La Tropical), vocal del Centro Canario, vicetesorero y contador de la Sociedad Canaria de Beneficencia y Protección Agrícola, contador de la Sociedad Unión y Ahorro de La Habana y representante de Industrias Extranjeras.
El 16 de marzo de 1931 la fábrica fue vendida por los herederos de Domingo Tejera a Beis y Compañía, radicada en Desagüe y Plasencia (La Habana), propietaria de la marca de gofio La Favorita. Luego pasó a manos de A. Sowers y Compañía, hasta ser intervenida por el Estado después del triunfo de la Revolución.

Red nacional
Las industrias de mayor capacidad productiva estaban en La Habana. Por ejemplo, además de las mencionadas, sobresalió La Central Molinera, radicada en la calle de San Andrés, número 22, en Marianao, propiedad de José García, que distribuía el alimento en todas las provincias y exportaba desde 1928.
Otra que se distinguió fue la fábrica Gofio canario, fundada en 1923 en la Calzada de Güines, perteneciente a Bruno Alvarado Moreno que, en 1930, tenía 15 camiones para distribuir su producción y comercializada en diferentes regiones cubanas mediante J. Calle y Cía y Galbán Lobo y Cía.
En la capital del país, en 1920, funcionaban 5 fábricas productoras de gofio, de acuerdo con investigaciones de María Antonia Marqués Dolz. Y en otras ciudades y poblados la distribución se comportaba así: Matanzas, 1; Santa Clara, 1; Cienfuegos, 1; Santiago de Cuba, 1; Manzanillo, 1. Como norma general los molinos producían además de gofio, harina de trigo, piensos y café para lograr más rentabilidad. Veamos algunos ejemplos. La firma Permuy y Gutiérrez a partir de 1918, además de dedicarse a la compra y venta de café y de maíz al por mayor, con tostadero de café, asimismo fabricaba gofio y harina de maíz en la ciudad de Manzanillo. El establecimiento se nombraba El Águila.

El asturiano Severo Miranda, asentado en Remedios, era dueño del tostadero El Navío, fundado en 1893. La revista El Nuevo Hatuey, en enero de 1913, reseñaba:
A su iniciativa y laboriosidad se debe el haber dotado a esta ciudad de una gran fábrica de harina de maíz y gofio de trigo, cuya asombrosa producción y venta, es el mejor elogio de sus productos. La producción del gofio, es de 3 mil latas de una arroba mensuales, y la de harina, sobre 100 sacos de 8 arrobas, que es la venta mensual.
La Compañía Harinera, en la ciudad de Cienfuegos, producía en los años 30 gofio, mantequilla y café tostado. Se hallaba en la Calle Cervantes y era un negocio familiar de José, Fernando y Ramón Robledo, lamentablemente en 1934 un incendio destruyó la fábrica.
Seguro los lectores tendrán noticias sobre otras pequeñas y medianas empresas privadas, en su entorno, que sostuvieron la producción de gofio en Cuba hasta 1958.
Fuentes:
González Díaz, Francisco: Un canario en Cuba, La Habana, Imprenta La Prueba, 1916.
Jiménez Soler, Guillermo. Las empresas de Cuba 1958. Editorial de Ciencias Sociales. 5ta Edición. La Habana. 2014.
Marqués Dolz, María Antonia: Las industrias menores: empresarios y empresas en Cuba (1880-1920), Editora Política, La Habana, 2002.
Suárez Bosa, Miguel y Francisco Suárez Viera: “Emigración y actividad empresarial canaria en Cuba, 1850-1950”, Secuencia, no. 87, México, sep./dic. 2013.
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Testimonio de Richard Hernández.