En una de sus memorables crónicas para la revista La América, titulada “La exposición de Boston” (agosto de 1893), José Martí afirmaba: “Ya las exposiciones no son lugares de paseo. Son avisos, son lecciones enormes y silenciosas, son escuelas”. Y por ese sendero transitó Cuba con el advenimiento del nuevo siglo, al asistir a ferias internacionales.
La situación económica, luego de tres años de guerra, no era halagüeña. Registraba la Secretaría de Agricultura, por ejemplo, que en el sector azucarero, en el año 1899-1900, existían 574 fincas con el nombre de ingenios, en las provincias de Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Santa Clara y Puerto Príncipe. De ellas 483 “estaban más o menos destruidas y 91 no habían sufrido destrucción, de las primeras existían 97 en reconstrucción”.
Durante la contienda desapareció más de 95 % de ganado vacuno y caballar y más del 90 % del ganado de cerda, de acuerdo con el libro Cuba en la exposición panamericana de Buffalo, 1901, presentado en el evento por la delegación de la isla.
En esta feria, a pesar del panorama descrito, fueron evidentes las señales acerca del despegue económico que se aproximaba. Las autoridades estadounidenses que gobernaban Cuba sabían de la importancia del evento para el fomento de las inversiones de sus grandes empresas y capitales y le dieron el máximo apoyo a la comisión encargada de organizar la muestra criolla.
En materias primas presentaron maderas, plantas frutales y ornamentales, minerales, semillas, algodón, cera, henequén, etc. Los productos manufacturados no quedaron rezagados: tabacos, cigarrillos, azúcar, licores, cervezas, siropes, mieles, vinagre, chocolate, frutas y carne en conserva, bastones, ladrillos, preparados farmacéuticos, abanicos, jabones, perfumes, ropa, zapatos, entre otros. La incipiente industria expuso carretas, carretones, volantas y monturas.
De la producción intelectual y artística la delegación llevó libros, periódicos y cuadros de figuras relevantes como Armando García Menocal. Tuvieron la delicadeza y luz larga, además, de exponer cientos de objetos elaborados por estudiantes de las escuelas públicas de todas las provincias.
En San Francisco
La Exposición Universal de San Luis, en Estados Unidos, se desarrolló del 30 de abril al 1ro de diciembre de 1904 y acudieron 60 países, entre ellos Cuba que en ese momento era gobernada por Tomás Estrada Palma. La joven República no tuvo presencia relevante. A última hora terminaron la construcción de su pabellón.
Todo lo contrario sucedió en San Francisco durante la Exposición Internacional Panamá-Pacífico, abierta al público del 20 de febrero al 4 de diciembre de 1915. El evento recibió a 19 millones visitantes.
El ingeniero Mario García Menocal, quien alcanzó los grados de Mayor General del Ejército Libertador en la última guerra independentista, era el presidente del país. Había desempeñado con éxito la administración de una gran empresa azucarera, el central Chaparra, en Las Tunas. Comprendió el valor que tenía para el desarrollo económico del país y su gestión ejecutiva llevar una muestra abundante y diversa a la Exposición Universal. Designó como jefe de la misión al general y antiguo compañero de armas Enrique Loynaz del Castillo, hombre culto, sensible y carismático.
El diseño del pabellón de Cuba fue encargado a Francisco Centurión. Ideó una casa de campo, al estilo del renacimiento español antiguo, con dos balcones y amplios salones, uno de ellos para bailes, porque todo no fue trabajo. Un reporte del Boletín de la Unión Panamericana nos aporta estos detalles:
El gran volumen de objetos que tiene Cuba para exhibir al mundo está repartido en los Palacios de Economía Social, de Agricultura, de Substancias Alimenticias, de Horticultura y de Bellas Artes. Los de Economía Social están colocados a cada lado de la entrada de este palacio y causan muy buena impresión, pues revelan la incansable labor del pueblo cubano para contrarrestar y combatir las enfermedades infecciosas, y prueban el aumento de la población y la mejora de la raza. Entre estos llaman mucho la atención los modelos de hospitales, sanatorios y otras instituciones por el estilo. Los estudios médicos de las enfermedades tropicales y su tratamiento están bien ilustrados con fotografías, entre las cuales las más interesantes son las que se relacionan con el exterminio de las moscas y los ratones.
La producción de tabaco y cigarrillos tuvo una amplia representación, en correspondencia con la diversidad y calidad de marcas. De la Habana, Manzanillo, Camagüey, entre otros, llevaron productos alimenticios como chocolates, confituras, jaleas, miel, jugo de piña, frutas en conserva, aguas minerales, licores, cervezas, galletas, y azúcar.
El sector agrícola mostró 135 variedades de maderas, un herbario y semillas de frutas, de plantas medicinales, de tabaco y de árboles. En el Salón de Horticultura, exhibieron una colección de palmas, arbustos y flores tropicales.
La cultura estuvo representada por obras de los pintores Leopoldo Romañach, Antonio M. Rodríguez, Morey, Armando García Menocal, María Mantilla, Esteban Valderrama, Margarita de Aragón y Francisco J. Centurión.
Entre los factores favorables a la presencia cubana hay que destacar el desarrollo logrado por su comercio exterior en los primeros quince años del siglo. En 1902, Cuba importó bienes valorados en $ 62 135 000 y en 1915 la cifra creció hasta llegar a $ 155 448 000. La balanza, en exportaciones, se comportó en $ 64 949 000 y $ 254 292 000, respectivamente, durante los años mencionados.
No puede obviarse, tampoco, el contexto internacional. Recordemos que estaba ocurriendo la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y Cuba alcanzaría pronto el mayor esplendor en la producción azucarera de su historia al ocupar nuevos espacios en el mercado, con los elevados precios del dulce grano. Si en 1913 molieron 170 centrales; en 1915 lo hicieron 189.
Las exposiciones universales, consideradas por algunos especialistas antecedentes de la actual globalización, fueron como una ventana o una puerta para la economía de la República que aprendía, no sin muchos tropiezos, a “caminar”.
Fuentes:
Luis Valdés Roig: El comercio exterior de Cuba y la Guerra Mundial, Imprenta “Avisador Comercial”, Habana, 1920.
Boletín de la Unión Panamericana
Portafolio Azucarero. Industria Azucarera de Cuba 1912-1914. Secretaría de Agricultura, Comercio y Trabajo. Industria azucarera de Cuba, 1915.
Cuba en la exposición panamericana de Buffalo, 1901, Imprenta y Encuadernación Rayados de Vicente López Veiga, La Haba.
El Fígaro
Yamira Rodríguez Marcano: “El pabellón cubano para la Exposición Panamericana de Buffalo en 1901 (I)”, http://www.habanaradio.cu/articulos/el-pabellon-cubano-para-la-exposicion-panamericana-de-buffalo-en-1901-i/
Interesante tu trabajo tan maravilloso como siempre es de esperar. Gracias por compartirnos!
Un placer volver a leer tus trabajos. Este, también una excelente investigación y escrito. Gracias José Antonio por compartir.