La Habana, madrugada del viernes 29 de diciembre de 1916. En la calle Marqués González, no. 59, agoniza un joven italiano de apenas 30 años de edad. La pericia de Benigno Souza, el afamado cirujano cubano que en sus ratos de ocio cultiva el periodismo y la investigación histórica, no pudo salvarlo mediante una arriesgada operación en el estómago.
Souza, quien siente predilección por el pasado de las guerras de independencia, admira al paciente, pues sabe que tiene terminados bocetos de esculturas de Máximo Gómez y de José Martí. También es de su autoría la estatua de Francisco Frías Jacot, Conde de Pozos Dulces, que se erigirá en el parque homónimo de El Vedado, proyecto premiado por la Secretaría de Obras Públicas.
Pero sobre todo aprecia a Doménico Boni porque, a pesar de su quebrada salud, a pesar del cáncer que lo atormentaba, realizó la obra maestra de su corta existencia: el monumento al Mayor General Antonio Maceo, en La Habana, inaugurado en acto solemne por el presidente de la República Mario García Menocal, el 20 de mayo de 1916.
Pincelada biográfica
Quienes conocieron al artista coinciden en que tenía carácter bondadoso y afable. Era “silencioso y recogido (…) Hablaba poco; pero soñaba mucho (…) nadie le oyó jamás a Boni una frase de censura, de sátira, de intriga, de envidia, ni de despecho. Noblemente sentía. Noblemente hablaba” rememoraba Lorenzo Frau Marsal en unas notas publicadas en la revista Arquitectura, en agosto de 1917. Y agregaba en la reseña: era “un hombre de pequeña estatura, negro cabello y ojos llenos de luz”.
El periodista español Santiago Arenas refería en El Cantábrico: “(…) aquí se le admira por artista y se le quiere por bueno y modesto por un grupo de intelectuales que le tratan y visitan en su estudio, porque Doménico Boni huye de alharacas y de esas fiestas que saben preparar algunos artistas para escuchar luego el ‘bombo’ de la adulación.”
Doménico Boni nació en Carrara, la ciudad del mármol purísimo, municipio italiano de la provincia de Massa-Carrara, en la región de Toscana, el 17 de mayo de 1886. Allí realizó sus primeros estudios de escultura, que continuó en Florencia, en el taller del maestro Rivalta. Su primer trabajo, un bajo relieve, representación de una excavación en las ruinas de Luni, fue recompensado con el Pensionado de Roma cuando Boni tenía 18 años de edad.
También obtuvo el primer galardón del Premio Barozzi, con “Los espectros”, el segundo premio en el concurso internacional para construir un monumento al general Artigas, en Montevideo, Uruguay; tercer premio en el concurso internacional de San Petersburgo para un monumento a Pedro El Grande y recibió distinciones en exposiciones de Venecia, Mónaco, Florencia y Roma.
Algunas de sus obras se conservan en la galería Uffizi, de Florencia, en el Teatro Moderno de Roma, en el Museo de Bolonia, en el Museo de Munich, en el Palacio de Bellas Artes de México, entre otros.
Según Lorenso Frau Marsal, fundador con Boni de la revista La Ilustración, en enero de 1916, de la cual fue el escultor su director artístico, el artista publicó un poemario en Italia y era “en secreto un pintor revolucionario” que ocultó a la crítica varios cuadros de su autoría.
El concurso
El 2 de febrero de 1911 se convocó al concurso para edificar el monumento en el parque dedicado a Antonio Maceo Grajales, en los terrenos de la antigua caleta de San Lázaro, donde estuvo la Batería de la Reina, demolida ya en aquel momento. Fue constituida una comisión integrada por nueve miembros, elegidos libremente, tres por la Cámara de Representantes, tres por el Senado y tres por el Ejecutivo Nacional, quienes tendrían a cargo la elección del proyecto, así como la dirección, administración y ejecución de las obras. Para realizarlas se disponía de $100 millones.
Boni estaba en Madrid, donde terminaba unos trabajos que dejó inconclusos el escultor catalán Agustín Querol Subirats (1860-1909), cuando leyó las bases del concurso en el periódico ABC. “Leí la historia de Cuba y la rápida invasión de Maceo de Oriente a Occidente me hizo pensar en una obra que habría sido el coronamiento de mi ideal como artista. Pensé en un Maceo todo desnudo, como un semidiós antiguo, montado en un caballo, más que como hombre como centauro, y el caballo debía de volar, sobre una nube, para indicar la rapidez de rayo de la marcha famosa”, testimoniaba al Diario de La Marina el 22 de enero de 1916.
Los 26 proyectos presentados se expusieron en los salones de la Escuela de Artes y Oficios, de La Habana. Competían bocetos de Salvatore Buemi, Gustav Heinrich Eberlein, Pedro Carbonell, Giovanni Nicolini, Rafael Atché Fané y Jacopi Luisi, entre otros.
En la noche del 15 de agosto de 1912, la Comisión Ejecutiva a cargo del proyecto, presidida por el general José Miró Argenter, ex jefe del Estado Mayor de Maceo, declaró ganador a Boni, quien debía hacerle algunas modificaciones al boceto original y otorgó el segundo premio a Giovanni Nicolini.
Como he mencionado, el jurado estaba integrado por 9 miembros, así lo estipulaba la Ley. El hecho de que 4 no participaran en el fallo provocó protestas, pues algunos intelectuales y veteranos mambises no estuvieron de acuerdo con el veredicto que tuvo tres votos a favor de Boni.
Una carta dirigida a José Miguel Gómez, Presidente de la República, firmada por Freire de Andrade, Isidoro Corzo, Emilio Heredia, Mariano Miguel, M. Ángel Quevedo, Aurelio Melero, Fernando Adelantado y Francisco de Paula Coronado, argumentaba que el ganador era un principiante y que su boceto era “un proyecto frío, anacrónico, sin estilo, inspirado en un simbolismo gastado que apela a las ‘Virtudes Teologales’ y a los héroes de la antigua Grecia, para dar valor a la gloria de un héroe moderno”. Y especulaban que Boni tal vez no realizaría lo prometido. Preferían que Giovanni Nicolini, de mayor experiencia, ejecutara el proyecto.
Otra misiva que fustigó en duros términos la decisión de la Comisión la escribió J. A. González Llanuza, quien también apostaba por la propuesta de Nicolini. El debate trascendió los medios de comunicación nacionales. En España se hicieron eco periódicos y revistas. Desde Madrid, el escritor José Antonio Ramos envió, en defensa de Boni, un extenso artículo que publicó El Fígaro, donde reseñaba el desempeño del joven e ilustraba el texto con imágenes de las esculturas más representativas de su quehacer.
Ejecución del boceto
En 1913 Boni trabajaba incansablemente en su estudio madrileño. Participaba en actividades de la colonia cubana, entre ellas el convite por la toma de posesión de Mario García Menocal. A fines de octubre recibía a José Miguel Gómez, ex presidente del gobierno de la isla, quien deseaba conocer los avances de la obra escultórica. Uno de los integrantes de la comitiva era el periodista Tomás Servando Gutiérrez, corresponsal del Diario de La Marina, a quien llamaron “el judío errante de los transatlánticos” porque siempre estaba de viaje en busca de informaciones para sus reportajes, crónicas y entrevistas. Él escribió sobre aquel encuentro:
“El general Gómez escuchó de labios del modesto y valioso artista explicaciones detalladas de lo que ha de ser el monumento. El escultor modela ahora la gran figura central del caballo, que puede verse en las fotografías que acompaño. El caballo brioso sostiene al caudillo en actitud de reto, en posición dificilísima que el maestro ha tomado magistralmente.
El conjunto es serio y grande y cada figura representa una expresión, una modalidad de la idea que informa la estatua. Boni ha puesto en todo su técnica sincera y original y el monumento es un acierto de arte y de ingenio”.
Se tomaron una fotografía. José Miguel se marchó muy complacido e invitó a Boni a comer al mesón de Botín, poco antes de trasladarse hacia París.
Por su proverbial modestia, Boni nunca habló ni se quejó de las condiciones adversas que sufrió para cumplir con su compromiso de terminar el monumento. Por el artículo de Lorenzo Frau Marsal, publicado en la revista Arquitectura, en agosto de 1917, conocimos que padeció durante seis años un cáncer en el estómago.
“El dolor continuo, que atenazaba las entrañas que lo hacían retorcerse —un mes y otro, un año y otro— habíale dado serena firmeza a su espíritu y cristiana resignación a su voluntad de acero. Su obra póstuma —el monumento a Maceo— fue realizada en cuarenta y cinco meses ¡Cuarenta meses de diario sufrimiento! Boni, que recibió en Madrid, donde estaba en cama y recién operado, la noticia de su triunfo, no pudo desde que dejó convaleciente el lecho vivir una hora de felicidad física. En la madrugada solían aplacársele un tanto los dolores. Las estatuas del monumento a nuestro caudillo de bronce se modelaron, por eso, en la quietud de la noche, en el amplio estudio que el insigne escultor tenía abierto en Madrid. La villa y corte dormía. Él trabajaba”.
Mientras el artista continuaba su encomienda, otros cubanos pasaron por su taller. Uno de ellos, el joven político Clemente Vázquez Bello, luego figura prominente en el mandato de Gerardo Machado. El embajador de Cuba en España, el coronel Justo García Vélez, siguió atento el trabajo del escultor.
En 1915, el hacendado, comerciante y banquero Alejandro Suero Balbín, de origen asturiano, radicado en Cienfuegos, le encargó un busto donde es representado junto a su esposa, la avileña María de la Concepción Rodríguez Paz.
Del puerto de Santander, en España, embarcaron rumbo a Cuba en el vapor Alfonso XII, en octubre de 1915, tres cajas con partes del conjunto monumentario. Previamente, el Gobierno español otorgó un permiso especial, ya que estaba prohibida la exportación de bronce. Boni viajó en este navío, algunos periódicos hispanos informaron, por error, que había ido a La Habana un mes antes. Desde Barcelona los vapores Montevideo y Legazpi condujeron 19 cajas con las demás obras, según La Región cántabra, en su edición del 19 de octubre de 1915. Acompañaba a Boni el trotamundos Tomás Servando Gutiérrez, recién llegado de una gira por Francia e Inglaterra.
Edificación del monumento
El 1 de noviembre de 1915, en horas de la mañana, arribó el vapor Alfonso XII a La Habana. Sin reponerse del largo viaje, Boni fue al sitio que acogería el monumento, junto a los generales José Miró Argenter y Agustín Cebreco, sobreviviente de las tres guerras independentistas, y Antonio Maceo Marryat, hijo del Titán de Bronce.
“Visto el lugar y el hermoso aspecto del litoral, opinó el escultor que el Monumento podía situarse un poco al Oeste, advirtiendo el general Miró que Boni coincidía con la autorizada opinión del Secretario de Obras Públicas, quien estima que se necesita emplear la cantidad de $100.000 en la extensión y arreglo del Parque donde se ha de colocar la estatua del Lugarteniente general del Ejército Libertador (…)
Según nos ha comunicado el Secretario, hay necesidad de dar solidez a los cimientos que han de sostener un enorme peso, pues, además del que tiene la estatua, hay que calcular el del pedestal, que será de granito.
En el terreno donde se halla el Parque, se han hecho varias sondas, y la roca se encuentra a los tres metros de profundidad. Es necesario, pues, rellenar y colocar grandes columnas para que el piso tenga suficiente solidez y la estatua halle base firme (…)”, informaba el Diario de La Marina.
Era necesario, además, extender el área que hasta ese momento tenía el parque. El 3 de noviembre, Boni fue recibido por el presidente de la República, Mario García Menocal, en su residencia, en Quinta Durañona esquina de 51 y 118, en Marianao.
El coronel José Ramón Villalón, secretario de Obras Públicas, fungió como intermediario del encuentro, donde también estuvo el general Miró Argenter. Durante la entrevista se evaluaron los planes para llevar a término feliz el proyecto y aprovecharon la ocasión para contarle al escultor pasajes de las guerras.
Mientras esperaba la asignación de los recursos para acondicionar el parque y comenzar la colocación del monumento, Boni, con su inseparable compañero, Tomás Servando Gutiérrez, se dedicó a recorrer La Habana.
Visitó las fábricas de tabacos Gener, El Crédito, la casa del político y orador Rafael Montoro, participó como jurado en un concurso convocado por la revista Bohemia para seleccionar el perfil más hermoso de la mujer de Cuba, accedió a varias entrevistas para la prensa.
A fines de noviembre de 1915, la Comisión Ejecutiva del monumento, integrada por el Ingeniero Enrique Martínez, los generales Agustín Cebreco, Enrique Collazo, Alberto Nodarse y José Miró, fue con Boni al Parque para determinar el lugar donde se erigiría el centro de la estatua. El diseño del espacio público lo realizaría el arquitecto Francisco Centurión.
El 7 de diciembre, cuando se conmemoraba el aniversario 19 de la caída en combate de Maceo, colocaron en acto solemne, presidido por Mario García Menocal, la primera piedra del monumento. Durante la ceremonia, el general Miró Argenter leyó el acta conmemorativa de la fecha, que fue firmada por Menocal, los secretarios de Despacho (ministros), Antonio Maceo Marryat y directores de periódicos habaneros. Después depositaron la primera piedra, que se hallaba suspendida en un trípode. En la parte superior de esa pieza situaron una caja de zinc y plomo que contenía un ejemplar de cada uno de los diarios editados en La Habana, correspondientes al día anterior, una colección de la moneda cubana y los tres tomos de Cuba: Crónicas de la guerra, de Miró Argenter.
El Gobierno puso todo su empeño para que el 20 de mayo de 1916, aniversario del establecimiento de la República, fuera develado el monumento, y así se hizo.
La escultura ecuestre de Antonio Maceo encima de su caballo corona el obelisco. El corcel tiene las patas delanteras levantadas y el General viste uniforme militar, con la cabeza descubierta; en una mano sostiene el machete, en la otra la rienda. La mirada hacia la ciudad; está de espaldas al mar.
El conjunto artístico incluía alegorías a hechos relevantes de la biografía del héroe: el juramento de fidelidad y sacrificio por la Patria, ante Mariana Grajales, la protesta de Baraguá, los combates de La Indiana, Peralejo y Cacarajícara, el episodio de Mangos de Mejía.
“En el frente: la Victoria, encima de una proa, empujada por las almas de los héroes. En la parte posterior del frente, la República Cubana con la bandera desplegada al viento acoge agradecida a una figura humilde de la revolución; el asistente. Arriba del fuste, en el remate a los dos lados, dos relieves: El Triunfo de la Paz y el del Trabajo. En el frente, el Escudo de Cuba. Detrás, el de la Ciudad de La Habana”, se puede leer en un documento histórico.
En la base del pedestal están representadas la acción, el pensamiento, la justicia y la ley, en cuatro figuras.
Muerte prematura
El 22 de diciembre la Asociación de Artistas y Amantes del Arte, de la cual Boni era integrante, al conocer la gravedad del italiano suspendió el homenaje que se organizaba al escultor español Moisés de Huerta y creó una comisión para visitar al enfermo, que resistió aún una semana.
La muerte ocurrió el 29 de diciembre y aunque se informó la causa del fallecimiento, alguien corrió el rumor de que en un duelo con el periodista Gil del Real había perdido la vida.
El cadáver fue velado en el estudio de Boni, con la presencia de funcionarios del Gobierno. “En el cortejo fúnebre vimos a lo más granado de nuestro mundo intelectual y artístico. Pasaban de trescientos”, decía una gacetilla del Diario de La Marina, el 30 de diciembre.
Cuando transitaba frente al Monumento a Maceo, la Banda del Cuartel General tocó una marcha fúnebre. Tornielll, de la Legación de Italia, despidió el duelo. José Miró Argenter pagó los gastos de las honras.
El Monumento a Maceo motivó múltiples valoraciones entre los contemporáneos de Boni. Por ejemplo, y con ello concluyo estos apuntes, Regino E. Boti, escritor, maestro y abogado, publicó el artículo “Bronce y granito” que divulgó el Diario de La Marina:
“Más un nuevo encanto —la triple majestad del bronce, el mármol y el granito— me vuelve a la realidad: el guerrero inmortal en la mente de su pueblo revive por el milagro de una mente creadora. El cincel de Doménico Boni ha devuelto a la vida corporal —asentado en un mundo de símbolos— el jinete victorioso que arrogantemente tocó con el pomo del machete a las puertas de la Habana”.
Fuentes consultadas:
Revista Arquitectura
Diario de La Marina
El Fígaro
La Opinión
La Región cántabra
El Cantábrico