Viejos mambises relataron que salió empapado en sangre. Tenía 10 años y había ido galopando con su tío Nicolás Hernández Moreno y otros guajiros desde Morón, donde se había incorporado a la tropa comandada por Manuel Hurra Valdés (Chicho), hasta la región oriental, bañada por las aguas del río Cauto, para luchar por la independencia.
Cuando comprobaron que eran contusiones leves (la sangre era de otros insurrectos, a quienes salvó), sus compañeros abrazaron y levantaron en peso a aquel imberbe, analfabeto, de apariencia apacible y de cachetes regordetes. El machete parecía soldado a su mano surcada por los callos de niño narigonero de bueyes.
La anécdota forma parte de la tradición, de ese hálito que mantiene vivo en la memoria de los avileños a Simón Reyes Hernández, nacido el 28 de octubre de 1858, en la finca La Guardarraya, ubicada en territorio del actual municipio Chambas.
Máximo Gómez, parco en elogios, escribió sobre él que era “astuto y valiente” y, conmovido, lo ascendió al grado de Coronel, después de haber protagonizado una de sus célebres hazañas al burlar la Trocha de Júcaro a Morón, por unos terrenos cenagosos, infestados de cocodrilos y bajo el asedio de los españoles. Pero eso ocurrió décadas más tarde, cuando ya Simón Reyes tenía el pecho y las extremidades marcadas por las balas.
La Guerra de los Diez Años
El año de 1872 fue muy duro para el niño mambí: murió su padre mientras cumplía una misión en Camagüey y también su madre, enferma de cólera.
Al ocupar Máximo Gómez la jefatura de la región luego de la muerte de Ignacio Agramonte, ocurrieron acciones relevantes en Las Guásimas, La Sacra y Palo Seco, entre otras; en todas combatió Simón Reyes. Bajo las órdenes de su maestro en el arte de la guerra de guerrillas marchó a Las Villas en enero de 1875 y participó en la campaña librada al Oeste de La Trocha, sistema de fortificaciones que el ejército español construyó, entre el puerto de Júcaro, en el sur, y Morón, en el norte, para evitar la expansión del conflicto al occidente de la isla.
Simón Reyes era integrante del regimiento dirigido por el teniente coronel José Gómez Cardoso cuando sobresalió en el macheteo de El Pasto, el 2 de agosto de 1876. El comandante español Celestino Fernández, al frente de una columna de más de 200 combatientes, avanzaba hacia Jicotea para apropiarse de cincuenta caballos que tenía, como reserva, la tropa insurrecta. Pero un agente secreto avisó a los independentistas y Máximo Gómez autorizó atacar al adversario.
Los exploradores hallaron el rastro de la columna hispana e informaron enseguida a sus superiores. Del campamento salieron aproximadamente cien jinetes, entre ellos, Simón Reyes. La columna española regresaba de la misión y fue sorprendida por una carga al machete.
A Simón Reyes le mataron el caballo y lo rodearon tres enemigos. Parecía que había llegado el fin de sus días; sin embargo, el joven de 18 años logró vencer y salir ileso del desigual enfrentamiento. Por el valor demostrado lo ascendieron a Alférez.
Reposo turbulento
Al finalizar la Guerra de los Diez Años (1868-1878), Simón Reyes retornó a su vida de campesino. Trabajó con su tío Nicolás Hernández en la finca Los Suspiros, ubicada en territorio que hoy pertenece al municipio Ciro Redondo, provincia Ciego de Ávila.
De su matrimonio con Teodosia de la Caridad Pardo Pardo tuvo siete hijos: Ramón, Hipólito, Baldomero, Concepción, Carisquina, Fidelina y Amada Serafina, según investigaciones del historiador Félix Jorge Guerrero.
Durante el primer lustro de la década de 1890 laboró como capataz de la finca Las Tres Ceibas, propiedad de Faustino Méndez Díaz. También conspiró junto a Nicolás Hernández, José Gómez Cardoso, Justo Sánchez Peralta y otros veteranos de la Guerra Grande.
Los planes se aceleraron al conocer que en Jagüeycito, cerca de Florencia, en el término municipal de Morón, el coronel Joaquín Castillo López, el 21 de abril de 1895, había reiniciado la lucha insurreccional al frente de un grupo de experimentados combatientes: Quirino Reyes, Rafael Hernández, Pío y Amador Cervantes, entre otros.
El 19 de mayo, Simón Reyes en la finca Los Suspiros se incorporó al levantamiento. La pequeña guerrilla estaba integrada “por los hermanos José Gaspar, Desiderio, Tomás y Ángel Pardo, los acompañaban los primos de los anteriores, Cleto y Nicomedes Pardo; se alzaron también Ignacio Báez, José Agramonte, los hermanos Miguel y Jesús Carmona; además, Nicasio Álvarez y su hijo Rafael, Mateo y José Espinosa, y cerraba el grupo Cayetano Tuero” refiere Félix Jorge Guerrero.
Múltiples hazañas
Entre sus primeras acciones combativas estuvo el sabotaje a las líneas telegráfica y férrea de Ciego de Ávila a Morón, el asalto a la tenería de Morón para abastecerse de armas y municiones y, el 29 de agosto, el ataque al embarcadero de Morón, donde destruyó diques, el astillero y quemó siete naves.
El 30 de septiembre pasó la Trocha, entre Piedras y Morón, para trasladar hacia Camagüey, al campamento de Máximo Gómez, al General de Brigada José María Rodríguez (Mayía), su escolta y Estado Mayor.
A Mayía el Generalísimo, antes de marchar hacia Las Villas, lo designó jefe del Tercer Cuerpo de Ejército. Gómez pudo burlar el sistema de fortificaciones el 30 de octubre, auxiliado por dos escuadrones del Regimiento Castillo, dirigidos por Simón Reyes, a quien el dominicano nombró, el 3 de noviembre, Comandante en Comisión para prestar servicios.
Desde ese momento fue jefe del Regimiento mencionado y realizó maniobras, marchas y contramarchas, con el objetivo de engañar a las tropas hispanas y permitir el cruce de Antonio Maceo y la columna invasora que pasaron a solo 5 kilómetros de la ciudad de Ciego de Ávila.
Después de participar en el combate de La Reforma, retornó a la Trocha para hostilizar al adversario, por órdenes de Gómez. Atacó los fortines de Piedras y Jicoteíta, enfrentó a una columna en Sánchez (Ceballos) y el 23 de agosto de 1896, en El Mijial, diezmó la guerrilla Alfonso XIII, comandada por el Teniente Coronel Feliciano Velarde.
No puedo, por razones de espacio, relatar las múltiples hazañas. Solo haré referencia a las más relevantes. Del 7 al 20 de noviembre de 1896 sitió el poblado de Ranchuelo. El 9 de diciembre cruzó la Trocha con 200 combatientes y retornó con 76 mil tiros. El 22 de ese mes, a 2 kilómetros del puerto de Júcaro, descarriló la locomotora Cuenca, utilizada para trasladar soldados y pertrechos.
El 31 de enero de 1897, durante el combate en Santa Inés, fue herido de gravedad. En abril estaba activo nuevamente. Mientras Gómez dirigió la Campaña de la Reforma, en el oeste de la Trocha, Simón Reyes cumplió importantes tareas para suministrar pertrechos, trasladar oficiales y correspondencia. No le resultó fácil porque el enclave militar había sido refortificado y protegido por más de 10 mil hombres.
Uno de aquellos famosos cruces sucedió el 18 de julio de 1897 por la Isla de Turiguanó. La yana, hierba filosa, cortaba sin misericordia la piel de los 75 insurrectos comandados por Simón Reyes. Los colonialistas habían levantado fortines sobre pontones, en medio de lodazales o en tierra firme, ocultos entre los manglares. No hallaban, los mambises, un lugar para pasar.
El calor habitual de julio aumentó las penalidades. Traían un cargamento de 18 mil balas para entregarlo a Máximo Gómez. Cada uno llevaba 300 proyectiles en sacos de guano. Los mosquitos se cebaron en los cuerpos curtidos por el fango, el agua y el sol. Silenciosos buscaban una brecha. Pero no la encontraron durante seis días. El hambre empeoró la situación. Los animó el descubrimiento fortuito de unas colmenas de abejas; la miel fue el único alimento hasta lograr salir del islote.
Por esta misión Reyes fue ascendido oficialmente al grado de Coronel, el 6 de agosto de 1897. Dos días más tarde, en un enfrentamiento entre Las Grullas y Ranchuelo lo hirieron en la cadera. La bala le quedó incrustada. Era tan difícil escabullirse entre los fuertes, alambradas, fosos y vigilantes, que Simón Reyes organizó el cruce en botes, cerca de la costa norte. Así llevó 15 mil municiones a Gómez, en enero de 1898.
En febrero fue el primer jefe mambí que puso “zapatos”, fabricados de cueros de reses, a los caballos para pasar por la línea férrea de la Trocha, sin hacer ruido. Llevó esa vez al coronel Armando Sánchez Agramonte y a su escolta hacia Camagüey. Gómez, al conocer el hecho, escribió en su Diario: “El Coronel Simón Reyes, astuto y valiente le ayudó en empresa de tanto riesgo”.
A mediados de mayo de 1898, durante cuatro días el regimiento Castillo asedió el poblado de Jicotea. De las fortificaciones disparaban sin cesar y no aceptaron rendirse. Simón Reyes ordenó prenderle fuego a una casa, protegida por una estacada de jiquí. Las llamas se esparcieron de manera acelerada hasta las viviendas y el caserío resultó destruido. El día 20 las fuerzas españolas se retiraron.
El 29 de julio, en Colonias, cerca del poblado de Ciego de Ávila, empuñó por última vez el machete. Allí su tropa causó cuatro bajas al enemigo y se apoderó de armas y municiones.
El asesinato
Finalizada la contienda, Reyes fue nombrado capataz, al frente de 20 ex soldados, para destruir las alambradas de la Trocha. En 1900 se casó con Francisca Fernández Castillo, de esta unión nacieron: Antonio, Natalia, Pura María, Zoila, Justina, Mario, Benito e Isolina.
Después trabajó como jefe de los Guarda Jurados del municipio Ciego de Ávila, durante la construcción de Ferrocarril Central, en 1901. Al declararse en huelga los obreros, debido a la impuntualidad en el pago de sus salarios, Simón Reyes intervino a favor de ellos y una vez resuelto el conflicto, volvió a su vida de campesino, aunque por un tiempo estuvo vinculado a la política. Organizó y presidió el Centro de Veteranos de la Guerra de Independencia, dirigió en la localidad citada el Partido Conservador y participó en la persecución de los alzados liberales, en 1906, cuando se levantaron en armas contra el Gobierno de Tomás Estrada Palma.
Las Casitas era una finca que compró Simón Reyes, en Majagua, con el dinero recibido al ser disuelto el Ejército Libertador. En aquel paraje estuvo trabajando unos años. No le fue bien, pues tuvo que hipotecar la propiedad en 1909. Pero lo peor estaba por suceder. Acusado por las autoridades, sin pruebas, de ocultar al bandolero Inocente Solís, quien había sido subordinado suyo en la guerra, fue víctima mortal de la violencia política de la época.
El teniente Ovidio Ortega, Jefe del Escuadrón A de la Guardia Rural, organizó su asesinato, ocurrido el 16 de noviembre de 1913 en una emboscada en Las Casitas por los sicarios Benigno Rivero, conocido por Sagua, Joaquín Pinto Bonora y Estanislao Hernández Flores. Simón Reyes tenía 55 años. En una crónica, hace años, escribí sobre el triste final del Águila de la Trocha:
Ya se acercan las dos carretas de tirar caña. Simón Reyes avanza erguido en su caballo, absorto en sus pensamientos. De pronto escucha el conocido silbido de una bala. Casi roza su cuerpo y después hiere la manigua. Todo ocurre en segundos. Descubre al atacante. Sin pensarlo mucho se dispone a vender cara su existencia. Empuña el revólver, le dispara. Sagua avanza. Ya está a 10 metros. De un balazo, esta vez certero, derriba al legendario mambí, a quien la vida se le escapa enseguida.
Quienes ordenaron el asesinato no fueron tocados por la Justicia, a pesar de la ira y el reclamo popular. Los tres implicados directos en el crimen recibieron el indulto de la sanción carcelaria, antes de concluir el mandato del presidente Mario García Menocal.
Fuentes
Héctor Izquierdo Acuña: “Crónicas de la historia avileña”, trabajo inédito, copia en archivo del autor.
Félix Jorge Guerrero: “Cronología del coronel del Ejército Libertador Simón Reyes”, trabajo inédito, copia en archivo del autor.
Simón Reyes Hernández (1858- 1913), en “Así se forja una nación”, Bohemia, 24 de octubre de 1954.
Larry Morales: Máximo Gómez al oeste de la Trocha. Ediciones Unión. 2003.
José Antonio Quintana García: “La trocha de Júcaro a Morón, episodios de la guerra”, en proceso editorial.
Nuestra historia viva por tu pluma.
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