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Itinerario de José Vilalta Saavedra, escultor de la primera estatua de José Martí

El joven mulato cubano logró disputarle a los foráneos la estatuaria pública en la isla.

por
  • José Antonio Quintana García
    José Antonio Quintana García
mayo 18, 2025
en Historia
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José Vilalta Saavedra se comprometió a ejecutar la escultura  al ingeniero Francisco de Albear en La Habana “por el honor y no por el interés”

José Vilalta Saavedra se comprometió a ejecutar la escultura al ingeniero Francisco de Albear en La Habana “por el honor y no por el interés”

El bergantín Carmelita Roca arribó al puerto de La Habana el 10 de octubre de 1889 proveniente de Italia, con un grupo escultórico realizado por un joven cubano radicado en Roma, de nombre José Vilalta Saavedra. Era un mulato de 26 años de edad que todavía perfeccionaba su arte, bajo la tutela de consagrados maestros. 

Aquellas obras formarían parte del mausoleo, en el cementerio de Colón, de los siete estudiantes de Medicina, fusilados el 27 de noviembre de 1871 por órdenes de las autoridades españolas, quienes los acusaron injustamente de haber profanado la tumba del periodista Gonzalo Castañón, coronel del Cuerpo de Voluntarios y fundador del diario La voz de Cuba.

El monumento, de mármol de Carrara, de diez metros de altura, costó 30 mil pesos, dinero recaudado por suscripción popular y el aporte de Cecilia y Tomasa Álvarez de la Campa, hermanas de Alonso, una de las víctimas del trágico suceso. Fue inaugurado en 1890. 

Hasta que José Vilalta inició su labor, la estatuaria pública en la Isla de Cuba había sido realizada por extranjeros.

Homenaje a Albear

El joven, nacido en La Habana el 27 de enero de 1862, no se amilanó ante algunas opiniones adversas al resultado de su labor. Hasta ese momento la estatuaria pública en la isla había sido realizada por extranjeros. Él logró disputarle a los foráneos tal privilegio. 

Mientras tanto, gestionaba otro proyecto que glorificaría su nombre. El 22 de diciembre de 1890, el Ayuntamiento habanero aceptaba el plano que les envió desde Italia para la construcción de un monumento a la memoria del insigne ingeniero cubano Francisco de Albear y Fernández de Lara (1816-1887), autor de más de 50 obras, entre ellas el Acueducto de Vento, en La Habana.

Vilalta, por el módico precio de tres mil pesos oro, se comprometió a ejecutar la escultura “por el honor y no por el interés”, según manifestó en las memorias del proyecto. Este monumento fue inaugurado el 15 de marzo de 1895.

“(…) Diseñado en mármol blanco, resalta la figura del ingeniero militar de completo uniforme, pensativo, con la cabeza ligeramente inclinada sobre el cuaderno de apuntes que sostiene con su brazo izquierdo, mientras alista la mano derecha para escribir una nueva idea. Un pie casi le sale del monumento, como quien se dispone a continuar marcha en su indetenible bregar, muestra inobjetable de un espíritu inquieto. Abajo, una figura femenina representativa de la ciudad extiende un brazo en gesto indicativo, como si nos lo presentara, a la vez que le ofrece un laurel. Ambas piezas acentúan el exquisito trabajo del escultor, que se evidencia también en los detalles de los paños y en toda la delicada ornamentación. Una inscripción honorífica complementa el conjunto, además de una corona de flores a sus pies. Para la colocación de la escultura se buscó un espacio privilegiado para su emplazamiento y se diseñó a manera de un pequeño parque, con arbolado, luminarias y un área de jardín”.

Vilalta, declarado Huésped por el Ayuntamiento habanero, se hospedó en el hotel Inglaterra. Aprovecharía la estancia para viajar a Santa Clara, Cienfuegos y  otras ciudades. Permaneció en Cuba hasta noviembre. Regresó a Italia con “encargos de obras artísticas que acrecentarán sin duda su renombre”, decía una breve nota el Diario de la Marina, el día 28 de ese mes.

En 1901, volvió a su ciudad natal, después de recorrer Centroamérica, algunas islas caribeñas y Santiago de Cuba. En esta urbe, según el Diario de la Marina, le contrataron para realizar una estatua del general Antonio Maceo y en La Habana para edificar el monumento a José Martí, que sería colocado en el Parque Central. Otro motivo de su viaje fue la realización de estudios para valorar la calidad de yacimientos de mármol. 

Cuando regresó a Roma, en febrero de 1902, aún no había sido colocado en el cementerio de Colón el conjunto escultórico de su autoría que adornaría la puerta de entrada del camposanto. Las piezas en mármol de Carrara, un encargo del Obispado de La Habana, simbolizan las Tres Virtudes Teologales: Fe, Esperanza y Caridad. Hoy constituyen símbolo identitario de la necrópolis.

Conjunto escultórico en la puerta de entrada del cementerio de Colón, en La Habana. Las piezas en mármol de Carrara simbolizan las Tres Virtudes Teologales: Fe, Esperanza y Caridad.

La Milagrosa

Una historia trágica. El 18 de agosto de 1901, El Fígaro publicaba unas fotos de dos matrimonios habaneros. Uno integrado por María Teresa Goyri y Charles Montalvo, el otro por Amalia Goyri y José Vicente Adot Rabell. Las bodas se habían celebrado el mismo día, 25 de junio de 1900, y el destino de las hermanas sería doloroso: “Sintiéndose madres casi simultáneamente y al ver casi realizados sus ensueños, con los frutos que esperaban ansiosas y felices al dar ambas a luz sus dos hermosos niños, la muerte segó sus jóvenes vidas y la de sus hijos (…)”.

Amalia, perteneciente al marquesado de Balboa, no fue sepultada en el panteón familiar porque José Vicente Adot Rabell decidió hacerlo en un sitio más modesto: la bóveda que tenía su compadre Gaspar Betancourt y de la Peza, en el campo común número 28 de la necrópolis de Colón.

De acuerdo con investigaciones de María Antonia Ruiz Guzmán, autora del folleto Un amor de leyenda, el viudo iba diariamente al camposanto para “hablar” con Amalia: 

“Un amigo de José Vicente se entera de la noticia y decide compensar esa tristeza con la alegría de regalarle una bella escultura de su amada esposa. Me refiero a José Vilalta Saavedra, uno de los mejores artistas que haya tenido nuestro país (…) José Vilalta estaba residiendo en Italia y le manda una carta a José Vicente pidiéndole una foto (…). Terminó el conjunto en 1909 y lo trajo él mismo, colocándolo encima del osario. Él fue muy cuidadoso con los detalles; podemos apreciar que la estatua lleva una túnica femenina propia de la época de maternidad, es de mármol blanco de las canteras de Carrara en Italia, sostiene en su brazo izquierdo una pequeña cuyo mentón reposa sobre su pecho y el brazo derecho lo apoya en una inmensa cruz que tiene un gran significado. Amelia muere el 3 de mayo, Día de la Santísima Cruz…”

De esta forma, el nombre de Vilalta ha quedado relacionado con una de las leyendas más célebres de La Habana. El sabio don Fernando Ortiz, en un artículo titulado La Milagrosa del Cementerio de Colón, publicado en 1928 en Archivos del Folklore Cubano, relataba: “Hemos visto repetidas veces a devotas que se acercan al panteón y frente a él se persignan o se arrodillan, y parece que musitan una plegaria o una deprecación anhelosa.

“Se comenta que se le piden tres cosas y ella concede una de las tres. Y ahí está el milagro. Hay quien nos ha dicho que ya ha recibido cuatro milagros (…).”

La escultura de tumba de Amelia Goyri “La Milagrosa”. protectora de las madres, es una de las más famosas del cementerio de Colón.

Parque Central

El 6 de noviembre de 1904 fue colocada la primera piedra del monumento a José Martí, con la presencia de funcionarios del Ayuntamiento de La Habana y otras personalidades, en su mayoría veteranos de las guerras independentistas y del Partido Revolucionario Cuba; el general Máximo Gómez rompió una botella de champán sobre la piedra y un grupo de oradores pronunció discursos. El abogado y político Alfredo Zayas Alfonso tuvo a su cargo la clausura del evento.

El 6 de noviembre de 1904 fue colocada la primera piedra del monumento a José Martí, en el Parque Central, con la presencia de funcionarios de Ayuntamiento de La Habana y otras personalidades.

Para financiar el costo de la estatua se había hecho una suscripción popular. Pero el dinero recogido, 4500 pesos, no alcanzó. Vilalta siguió adelante con su compromiso, aunque tenía esperanza de que luego le pagarían los demás gastos, hecho que no sucedió. 

El cronista Ciro Bianchi describe así la obra artística del ya célebre escultor cubano: 

“Es un monumento de mármol de Carrara y se compone de pedestal, fuste y estatua. Una representación de la patria y de soldados del Ejército Libertador está tallada a relieve en la parte inferior del fuste, mientras que, en su parte superior, también a relieve, aparece el escudo de la República. Las figuras aludidas son de tamaño heroico, y la de Martí es la mayor. Aparece de pie, con su vestimenta habitual y como si pronunciara un discurso”.

En la mañana del 24 de febrero de 1905 se realizó un acto multitudinario, con la participación de más de 10 mil personas, presidido por el mandatario Tomás Estrada Palma para develar la estatua del Apóstol de la independencia de Cuba.

El 24 de febrero de 1905 en un acto solemne presidido por el mandatario Tomás Estrada Palma fue develada la estatua de José Martí en el Parque Central de La Habana.

Nadie es profeta en su tierra

Vilalta soñaba con esculpir otras estatuas. Estableció su estudio-taller en la calle Cuba, número 58. La prensa anunciaba, en el mes de mayo de 1905, que realizaba obras en mármol y bronce, y que su especialidad era el arte escultórico funerario. 

Intentó, sin lograrlo, el apoyo estatal del Consejo Provincial de La Habana para obtener un empleo provisional mientras trabajaba en las estatuas del educador José de la Luz y Caballero y del poeta José María Heredia, según un comentario del periodista Joaquín Nicolás Aramburu Torres, publicado en el Diario de la Marina el 19 de  junio de 1906. Obras que, hasta donde pude investigar, no realizó.

A fines de 1907, el Ayuntamiento habanero gestionaba la construcción de un monumento al mayor general Máximo Gómez. Contactó con Saavedra, que estaba en Italia. El artista les escribió una carta donde decía que era ridícula la cifra de 6 mil pesos, que se pensaba pagar por la obra, presupuesto por el cual no se podía hacer nada bueno; sugería que la estatua fuera ecuestre y se adjudicara su ejecución a un escultor cubano. Tampoco pudo esculpir este monumento que finalmente haría el italiano Aldo Gamba.

Al documentarme sobre el trayecto de Vilalta he comprobado que se le adjudica la autoría de algunos bustos y monumentos que nunca hizo. Sí fueron esculpidos por él los que relaciono a continuación: 

El intelectual Manuel Serafín Pichardo, fundador y director de la revista El Fígaro, le encargó un busto de la poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda, obra obsequiada al Ateneo de La Habana en junio de 1908.

En 1909, Vilalta trabajó en la ejecución del busto del insigne educador de Matanzas, Claudio Dumas y Franco. Un comité gestor, en la Atenas de Cuba, aprobó pagarle 400 pesos por su labor. 

Y de Cárdenas le escribía, el 2 de diciembre, Oscar María de Rojas, secretario de la Comisión que gestionaba la construcción del Mausoleo de los Mártires de la Independencia, en esa ciudad matancera. Le solicitaba realizar el grupo escultórico que remataría el montículo del monumento, primero de su tipo erigido en Cuba en una plaza pública. 

Según informaciones del historiador Ernesto Álvarez Blanco: “El artista aceptó su encargo, el 20 de diciembre de ese mismo año, comprometiéndose a esculpir en mármol de Carrara, por la suma de 2 350 pesos oro español, el monumento titulado El último beso a la bandera”. Por una carta de Vilalta conocí que el vapor alemán Hernán Mensel llevó las piezas desde Italia hasta La Habana, donde arribó el 15 de febrero de 1911.

Por cierto, me cuenta el colega Álvarez Blanco que el Museo de Cárdenas atesora un autorretrato de Vilalta, obsequiado a Oscar María de Rojas. 

El Monumento El último beso a la bandera., en el Mausoleo de los Mártires de la Independencia, Cárdenas, Matanzas fue el primero de su tipo edificado en Cuba en una plaza pública.

Estatua de una personalidad viva 

Lo común es realizar estatuas para tributar homenaje a personalidades que han fallecido; entre las excepciones, tenemos las hechas a políticos, sobre todo autócratas. 

En el caso cubano sobresale el encargo que le hicieron a Vilalta, en 1909, para perpetuar la memoria del eminente médico Joaquín Albarrán y Domínguez (1860-1912), quien nació en Sagua la Grande y se consagró como clínico, histólogo, bacteriólogo y fisiólogo en Francia.

Por iniciativa de sus colegas en La Habana, Enrique B. Barnet, Joaquín L. Jacobsen, Luis E. Rodríguez Molina, Luis de Solo y J. García Casariego, junto con otras personas, entre ellas el historiador y periodista sagüero Antonio Miguel Alcover Beltrán, se reunieron los recursos para erigir un monumento en Sagua la Grande a su hijo ilustre.  La suscripción popular se extendió a todo el país y algunos ayuntamientos también aportaron dinero.

El contrato con Vilalta se firmó en un acto solemne en la casa número 82, de la calle Oquendo, en La Habana. Como adelanto, recibió el escultor un cheque por valor de mil pesos oro. No queda claro, en las fuentes consultadas, si esta suma se incluyó en las 25 000 liras que finalmente cobró por su desempeño. 

Durante 10 meses trabajó intensamente en la ejecución del proyecto, en Roma. Aunque la escultura fue trasladada a Cuba en septiembre de 1910 en el vapor alemán Mary Menzel, permaneció en almacenes de la aduana hasta noviembre, cuando el Congreso de la República aprobó, por ser una obra artística pública, su importación libre del cobro de derechos aduanales. Inauguraron este monumento el 2 de enero de 1911.

La escultura del eminente médico Joaquín Albarrán en Sagua la Grande, donde nació, ilustra el prestigio nacional alcanzado por José Vilalta. Foto: Raidel Saavedra Otaño.

¡Pobre Vilalta!

José Vilalta Saavedra falleció en Roma el 16 de marzo de 1912. En un artículo publicado por OnCuba en 2015, se develaron detalles sobre la difícil situación económica del artista durante el ocaso de su vida. Al extremo de que Carlos Manuel de Céspedes Quesada, cónsul de Cuba en esa nación, hubo de sufragar los gastos del sepelio y alquilar una tumba, por seis meses, para que “el cadáver no fuera al depósito municipal”.

Al parecer, cumplido ese término, la osamenta fue trasladada a una fosa común. Hasta ahora desconocido, pese a las investigaciones de Iledys González en la capital italiana. 

La triste realidad es que en Cuba no le pagaron bien su trabajo; en ocasiones incumplieron con los plazos del contrato, colocándolo en una situación complicada porque había incurrido en gastos al adquirir mármoles, pagar los fletes de los envíos en barco hacia Isla. 

Bondadoso y patriota, pecó de ingenuidad, a pesar de que Joaquín N. Aramburu, en un comentario divulgado por el Diario de la Marina, el 12 de agosto de 1905, había advertido:

“Yo tenía al Sr. D. José Vilalta Saavedra por un escultor talentoso, que supo abrirse paso en el cielo del arte; pero no pude figurarme nunca que, a su edad, con su conocimiento de la vida y su larga permanencia en grandes capitales extranjeras, fuera un tan cándido agricultor, empeñado en cosechar durante la estación estival que nos asfixia la flor de la gratitud en los campos de la patria.

Eso de que, por ser él cubano ilustre, de fama europea, por estar dedicado a la memoria del Maestro el monumento en litigio y por su convicción de que el artista no ha especulado en la obra, no obstante consagrarle su atención y comunicarle su talento, elocuencia y vida, alguien en Cuba se sienta agradecido y se duela de su quebranto, ya es mucho pedir”.

Como expresara otro periódico con motivo de su muerte: ¡Pobre Vilalta!


Fuentes:

Ramiro Guerra Sánchez y otros: Historia de la nación cubana, tomo X, Cultural S.A., La Habana, 1952.

Bohemia

Cuba y América

Diario de la Marina

El Fígaro

Investigaciones de Ernesto Aramís Álvarez Blanco.

https://www.lasnuevemusas.com/la-milagrosa-santa-popular-los-cubanos/

http://www.cubadebate.cu/especiales/2023/09/16/el-marti-del-parque-central/

https://www.lahabana.gob.cu/

 

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José Antonio Quintana García

Se ha desempeñado como historiador, periodista, investigador, profesor, conferencista y editor. Autor de dieciséis libros y coautor de otros quince. Sus textos se han publicado en Cuba, Ecuador, República Dominicana, Venezuela, Argentina, España, México, Estados Unidos e Irlanda.

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