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Aunque la fuente de Neptuno posee el récord de traslados, seis, según Emilio Roig de Leuchsenring, Historiador de la Ciudad, hay otra “inquieta” que, al parecer, le sigue en las estadísticas: la Fuente de la India, conocida también como de la Noble Habana o de La Habana.
La idea de erigir la estatua se debe, en 1835, al estadista y economista Claudio Martínez de Pinillos, Conde de Villanueva, quien desempeñó, entre otros cargos, la dirección de la Intendencia General de Hacienda.
El proyecto se incluía dentro de un plan general que permitió avances económicos, la construcción de hospitales y edificios públicos, puentes, caminos, y el acueducto de Fernando VII.
Para mejorar el ornato público de La Habana el Conde de Villanueva concibió colocar fuentes monumentales en los paseos. Según un artículo divulgado por S. de Urbino en la revista Arquitectura, en diciembre de 1936, se realizó una suscripción pública con el fin de recaudar los fondos necesarios. Sin embargo, también se dice, en una semblanza biográfica del Conde atesorada en la Oficina del Historiador de la Ciudad, que él financió de su peculio y donó a la ciudad esta obra.

“Ya se había inaugurado en ese mismo año el monumento a Fernando VII en la Plaza de Armas y por el éxito obtenido se encargó al propio Coronel de Ingenieros, Don Miguel Pastor, los proyectos para dos nuevas fuentes; una, se denominaría de La Habana, con una India, y la otra, la fuente de los Leones”, refiere S. de Urbino.
Los planos fueron enviados a Génova, Italia, donde amigos del conde de Villanueva gestionaron el contrato con el escultor italiano Giuseppe Gaggini, quien auxiliado por el arquitecto Tagliafichi ejecutó el proyecto. Las dos fuentes costaron 40 mil francos, según Roig.
Musa de cronistas y poetas

Tallada en mármol de Carrara, con estilo neoclásico, la Fuente de la India fue colocada en enero de 1837, frente a la puerta Este o de Tacón, del Campo Militar, en el lugar que había ocupado la estatua del Rey Carlos IlI, trasladada al inicio del Camino del Príncipe.
En aquellos tiempos eran usuales los paseos en volantas y coches por el entorno de la alameda donde estaba la fuente. Además, después de los espectáculos en el teatro Tacón, los concurrentes permanecían un tiempo charlando; en tanto se escuchaban los pregones de comerciantes que, en sus mesones ambulantes, ofrecían ponche de leche, avellanas y diversos dulces elaborados en casa.
Por su majestuosidad, la escultura causó la admiración tanto de cubanos como de viajeros foráneos, e inspiró a poetas y cronistas. Tranquilino Sandalio de Noda Martínez, sabio naturalista, geógrafo, agrimensor, agrónomo, periodista y ensayista cubano, en 1841 escribió un artículo que decía:
Delante de las puertas de la ciudad de La Habana (…) se ve una fuente de mármol blanco que se alza en un pedestal cuadrilongo sobre cuyas cuatro esquinas y resaltadas pilastras se apoyan cuatro delfines también de mármol, cuyas lenguas de bronce sirven de surtidores al agua que vierten en la ancha concha que rodea al pedestal (…) Encima de todo, sobre una roca artificial, yace sentada una preciosa estatua que representa una gallarda joven india mirando hacia el Oriente; corona su cabeza un turbante de plumas… y un carcaj lleno de flechas al hombro izquierdo lleva.

Al año siguiente, Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, le dedicó el poema “A la fuente de la India Habana”
Mirad La Habana ahí color de nieve,
gentil indiana de estructura fina,
dominando una fuente cristalina,
sentada en trono de alabastro breve;
Jamás murmura de su suerte aleve,
ni se lamenta al sol que la fascina,
ni la cruda intemperie la extermina,
ni la furiosa tempestad la mueve.
¡Oh beldad! Es mayor tu sufrimiento
que ese tenaz y dilatado muro
que circunda tu hermoso pavimento;
Empero tú eres toda mármol puro
sin alma, sin color, sin sentimiento
hecha a los golpes con el hierro duro.
Y en septiembre de 1850, Pablo Ortiga Rey, literato costumbrista español y funcionario público, escribió un texto titulado “Cuadro comparativo entre La Habana de 1834 con la de 1850″, divulgado en dos partes por el periódico La Ilustración, donde apuntó:
La Fuente de la India de La Habana únicamente puede tener alguna comparación con la de Cibeles en Madrid. Una colosal estatua de hermosa piedra recostada muy muellemente sobre una especie de carroza, y con el cuerno de la abundancia a su lado, representa el tipo perfecto de la raza india, cuyas formas y contornos están descritos con una limpieza y verdad admirables. Algunos genios y objetos alegóricos se arrastran al pie de la imagen. Del suntuoso pedestal sobre que esta se halla colocada salen cuatro gruesos caños que depositan el líquido cristal que por ellos pasan en un límpido pilón. Una hermosa verja de listones rodea la fuente y un lindo jardinillo embalsama con sus perfumes el espacio que mediante la verja y el pilón.
A juicio de Emilio Roig de Leuchsenring, en una crónica divulgada en la revista Social en octubre de 1934, de “todos los monumentos estatuarios de la época colonial que posee La Habana, el que merece mayor y más singular atención, por su belleza artística y por su simbolismo y su representación histórica, es la Fuente de la India (…)”.

Mudanzas
No duró mucho tiempo en el sitio primigenio. En 1841 la colocaron en la segunda sección de la alameda del Prado, entre el teatro de Tacón, posteriormente Nacional, y las puertas de la muralla, denominadas de Montserrat. Allí estuvo hasta el 23 de enero de 1863, porque el Ayuntamiento decidió moverla al centro del actual Parque Central, entre la calle de San Rafael y la plazuela de Neptuno.
Creyeron los habaneros que, al fin, las autoridades dejarían tranquila a la colosal india. Se equivocaban. Cuando los Borbones recuperaron el poder, en 1875, el Ayuntamiento habanero quiso celebrarlo en grande y decidió edificar un monumento para tributar homenaje a la Reina Isabel ll, escultura que se colocaría en el Parque Central. Así que nuevamente mudaron a la Fuente de la India, esta vez a su ubicación antigua, en la alameda del Prado. Aunque en una posición diferente, pues miraría hacia el Campo de Marte.
Pasaron unas décadas. Gobernaba en Cuba el general Gerardo Machado. Bajo la dirección de su secretario de Obras Públicas, el abogado y empresario Carlos Miguel de Céspedes, en 1928 el Campo de Marte fue transformado en el Parque de la Fraternidad Americana. Pero esta vez no llevaron la fuente a otro lugar, se conformaron con cambiar su orientación: tendría entonces su frente hacia el mar. La situaron, además, sobre una base de 3 metros.

Transcurridos los años se incorporaron otros símbolos identitarios de la capital cubana. Tal vez la Fuente de la India ya no tenga el mismo peso simbólico de antaño, cuando se decía que quien visitara La Habana y no la viera, era como si nunca hubiese estado en la ciudad. Su reinado fue asombroso, como expresara el cronista S. de Urbino, en su añeja estampa de 1936:
(…) hoy es un símbolo unido al nombre de la Ciudad; no tenemos ninguna obra de arte que sea tan popular lo mismo en Cuba que en el extranjero, ni que se haya reproducido tanto en litografías, revistas, postales, etc., ha llegado a ser como fue el propósito de sus autores el emblema de la Capital y no se concibe ésta, sin verla representada por aquella noble estatua que, sobre la roca con su manto al hombro y el carcaj en la espalda parece piensa hacerle la competencia a Cupido.

Fuentes:
Arquitectura
Bohemia
El Museo Universal
Carteles
La Ilustración
Social
Semanario pintoresco español
Archivo de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana