Cárdenas, la Ciudad de la Banderas, en Matanzas, tiene entre sus primicias poseer la primera estatua del Almirante Cristóbal Colón develada en Cuba y América en una plaza pública.
La idea de este tributo fue expuesta el 9 de octubre de 1858 en una solicitud que hizo el Alcalde José Zabala al Gobierno Superior. La Reina Isabel II dio el visto bueno al proyecto a principios de 1860; así lo informaron mediante un oficio, fechado el 30 de marzo.
Era el segundo intento de crear un monumento similar en Cuba, pues en 1827 quiso el Ayuntamiento habanero erigir uno en la Alameda de Extramuros, sin lograr que pasara de proyecto.
Domingo Verdugo Massieu, esposo de la poetisa camagüeyana Gertrudis Gómez de Avellaneda, se desempeñaba como Teniente Gobernador de la Villa de Cárdenas desde 1860. Cuando le notificaron la noticia de inmediato adoptó las medidas para construir la obra, financiada, en su mayor parte, por suscripción popular.
“Los arreglos se comenzaron por la Plaza Recreo de Isabel II (antes denominada Plaza de Fernando VII y después de Quintayros) donde debía asentarse el monumento. La tarea para el adorno con las rejas, bancos y piso de la Plaza de Recreo le fue asignada al constructor y maestro de obras Don Pedro Roselló. También sobre él recayó el trabajo con el pedestal y la colocación de la estatua.
En Madrid fueron comisionados los señores de la Academia de Historia, el señor Marqués de Morante y el señor Raimundo Miguel Cabesa para entenderse con la parte artística del monumento. El señor Antonio Olañeta fue designado para atender todo lo relativo a la parte material y ejecución de la misma. La estatua tuvo un costo total de 8 mil pesos sufragados por la parte de la suscripción pública y además con fondos del Gobierno”, según información acopiada por Pedro Luis Hernández Álvarez en la multimedia “Cárdenas, Ciudad de Primicias”.
Ejecución de la obra
El afamado artista de la plástica José Piquer y Duart (1806-1871), residente en Madrid, “Primer Escultor de Cámara” de la corona española y académico benemérito, realizaría la efigie de ocho pies modelada en yeso y fundida en bronce en Marsella, Francia, por M. Morell.
La casa de transportes de Raibaud e Hijos, en el mes de julio de 1862 inició su traslado a Cuba en el vapor Canarias y el 13 de septiembre la goleta costera Rayo, propiedad de Lucas Muro, llevó la escultura desde La Habana hasta el puerto de Cárdenas.
Sobre sus características nos dice el historiador Alejando Portell Vilá:
“En el frente del pedestal, que la estatua abruma, ya que la otra pieza en piedra del basamento que falta para la proporcionalidad fue perdida en el viaje desde Europa, hay un bajo relieve de bronce que significa el triunfo de la Fe en la figura femenina eucarística del primer plano sobre el Infierno conquistado por la gran empresa de Colón. Las naves del Gran Almirante se divisan con las velas recogidas frente a la tierra americana que presenta plantas y animales exóticos. Un sol con resplandor de trece rayos se encuentra inmediatamente detrás de la figura femenina”.
Y Ecured nos aporta más información: “El barandaje de hierro colado, en imitación a alabardas de mucho gusto, que debía rodear a la estatua, fue confeccionado en New York y embarcado en el bergantín ‘Petsy Armes’ que no pudo llegar a Cárdenas al ser apresado por los Confederados del Sur de los Estados Unidos, perdiéndose con ello su carga. Mandado a construir nuevamente, su costo ascendió a $ 821.97. El pedestal de granito fue construido en Boston a un costo de $ 2 000.00”.
Inauguración
El Gobernador Domingo Verdugo, de origen canario, quien había sido diputado a las Cortes, coronel de caballería y ex ayudante de órdenes del Rey, puso todo su empeño para que la develación de la estatua ocurriera en un acto solemne y que a la vez fuera motivo de fiesta popular. José María Morales, Alcalde municipal de Cárdenas, trabajó incansablemente durante aquellas jornadas.
Para recaudar fondos que ayudarían a financiar el sostenimiento del nuevo hospital construido en la urbe, nombrado Santa Isabel, realizaron una feria, el 25 de diciembre de 1862, y al día siguiente fue develado el monumento. Un testigo de los hechos, el médico, poeta y publicista Ramón Zambrana, evocó lo sucedido:
“Todos conocen el programa publicado, con la anticipación debida, de las grandes fiestas que iba Cárdenas a celebrar, y todos saben que millares de papeletas de convite se repartieron en toda la Isla y fuera de ella: pues bien, cuando amaneció el primer día de los señalados, el 25 de diciembre, la concurrencia era extraordinaria: una casa no había en Cárdenas que no tuviese en alojamiento algunos o muchos huéspedes, fuera de los que llenaban los hoteles”.
El Capitán General de la Isla designó a Joaquín Gutiérrez de Rubalcaba, Comandante General de Marina, para que lo representara en el evento, al que también asistió el Oidor D. Francisco Campos, vice rector de la Universidad de La Habana, entre otras personalidades administrativas y del ámbito de la cultura.
“Desde las primeras horas del día 26 ya se comprendía que era el señalado para la celebración de la grandiosa ceremonia, que había de dejar descubierta a la vista del pueblo la magnífica estatua de Colón: no parecía que después de las dos de la mañana se hubiesen retirado a sus casas los que formaban la extraordinaria concurrencia del Bazar: las calles estaban llenas de personas que se movían en todas direcciones, encaminándose particularmente a la hermosa Plaza de recreo, donde velada todavía, y rodeada de arcos, banderas y flores, se encontraba la estatua, esperando que terminase la misa solemne que en la iglesia, cuya puerta se veía a veinte pasos de distancia, se estaba celebrando ya a las ocho, siendo el Excmo. é Ulmo. Sr. Obispo Diocesano quien en ella oficiaba de Pontifical: en el templo se hallaban todas las personas notables que de La Habana y demás poblaciones de la isla habían acudido a dar realce al gran acontecimiento”.
Después que el cura párroco D. Salvador Negro pronunció en la Iglesia un discurso acerca de la vida y obra de Cristóbal Colón, todos se dirigieron a la Plaza, donde fue descubierta la escultura; el Gobernador pronunció las palabras de clausura del magno evento. No faltaron los poetas a la cita: Francisco Muñoz de Rubalcava y Ramón Zambrana leyeron sus versos inspirados en el Almirante y un coro cantó el himno creado para la ocasión por Gertrudis Gómez de Avellaneda:
Esparcid flores,
ninfas de Cuba,
y al cielo suba
canto marcial,
que ya la efigie
del Almirante
pisó triunfante
su Pedestal (…)
Luego, cerca de mil hombres pertenecientes al regimiento de Nápoles, y cuerpos de ingenieros, marina y voluntarios de caballería desfilaron ante la multitud.
De noche continuó la celebración con un banquete y bailes en los salones de la Filarmónica y del Casino. El General Joaquín Gutiérrez de Rubalcaba, durante uno de los tantos brindis del jolgorio, levantó su copa para expresar estas palabras que sellaron el homenaje a Colón:
“Representando en esta solemnidad al digno Sr. Capitán General de la Isla de Cuba, por encargo suyo, marino yo, asisto con la más profunda emoción a las fiestas con que, por primera vez en los dominios españoles, se honra al más ilustre de los marinos, elevando en esta villa un monumento digno de su renombre. ¡Gloria al Almirante! ¡Honor a las autoridades de Cárdenas! Honor a sus habitantes todos!” [sic].
Fuentes:
Alejando Portell Vilá: “Estatua de Colón”, recorte de prensa facilitado por el investigador Ernesto Álvarez Blanco.
Rodrigo Gutiérrez Viñuales: “Un siglo de escultura en Iberoamérica (1840-1940)”, en Pintura, escultura y fotografía en Iberoamérica, siglos XIX y XX. Madrid, Ediciones Cátedra, 1997, pp. 89-151. ISBN: 84-376-1579-8.
Pedro Luis Hernández Álvarez en la multimedia “Cárdenas, Ciudad de Primicias”, Ecured.
Reyes Utrera Gómez: “Homenaje a Cristóbal Colón en el V centenario de su muerte: Fotografías para el recuerdo de una figura histórica, en el Archivo General de Palacio”, Reales Sitios: Revista del Patrimonio Nacional, ISSN 0486-0993, Nº 172, 2007.
R. Zambrana: “Las grandes fiestas celebradas en Cárdenas con motivo de la inauguración de la estatua de Cristóbal Colón y del hospital de caridad”, Imprenta La Cubana, La Habana, 1863.