Colloto era entonces un pequeño poblado de veraneo y paseo, situado a cinco kilómetros de Oviedo, en Asturias, al norte de España. Estaba rodeado de ríos y montañas. Destacaba en su entorno la existencia de numerosas tabernas y el famoso puente romano, edificado sobre el río Nora, por donde pasaban los peregrinos que iban por el camino de Santiago. Allí nació, en 1843, José Cima García, el protagonista de esta historia.
La familia se dedicaba a labores agrícolas y sufrió con espanto la muerte de muchos conocidos, víctimas de la malaria y el cólera, epidemias muy frecuentes en la década de 1850.
Para evitar que el adolescente enfermara y garantizar, además, su futuro económico al lado de sus tíos en La Habana, Manuel y Antonio Fernández-Roces García, exitosos hombres de negocios en el comercio de tabacos, organizaron el viaje de José Cima hacia Cuba, en 1855.
Al comercio del tabaco también se dedicaría. Alternó los estudios de química, francés e inglés con el trabajo en la empresa tabacalera Hija de Cabañas y Carbajal, de la cual llegó a ser apoderado. Por su inteligencia, dominio de idiomas y capacidades comunicativas fue enviado en calidad de agente comercial frecuentemente a Estados Unidos y a varias islas caribeñas.
Se dice que era muy observador y cuando departía con sus paisanos siempre notaba que extrañaban la sidra, aquella bebida infaltable en las mesas de sus casas, en la lejana Asturias. La revista ilustrada Mundo Gráfico, edición del 23 de septiembre de 1912, contaba acerca de aquella etapa:
“(…) Vio que sus coterráneos que allí contaban por millares echaban de menos la bebida clásica de Asturias, la sidra, el dulce jugo de la manzana. La sidra natural, tal como en Asturias se producía tradicionalmente, no podía ser enviada a Cuba. Era un delicado licor de oro que se ennegrecía y agriaba apenas salía de la tierra asturiana. Ni a Castilla podía enviarse. Era un producto cuyo consumo tenía que limitarse a la región que lo producía. Y así, reducido su mercado a las romerías campesinas y al chigre de la aldea, la sidra tenía escasísimo valor”.
Acerca de sus años en Cuba, de los conocimientos adquiridos, aporta más información José Miguel Ruiz Andrade:
“En aquella Cuba se hizo hombre, encaró la vida, conoció su primer amor furtivo y poco a poco fue prosperando en la naturaleza singular de los indianos españoles que supieron hacer fortuna. Fue un joven de decente inteligencia, persuasivo, tenaz y hábil en el trabajo. No sintió desconfianzas para vivir en poblados cercanos o distantes e investigar técnicas agrícolas nativas; y escuchaba con pasmo a los señores de las partidas… A los viejos de la Manigua. De esos respetables longevos —jefes de vecindarios—, en núcleos agrícolas urbanos o selváticos oyó gran cantidad de charadas que les fueron recitando. Lo forjaban como para perpetuar la usanza de la costumbre lugareña. Y, José Cima, bienquisto como amigo, como un sujeto más de la respectiva colectividad apuntaba, escribía cuanto le interesaba”.
Regreso a Colloto
Acerca de las causas de su retorno a España en 1870 hay varias versiones. Se dice que fue debido a la crítica situación económica y política creada en Cuba a partir de 1868 con el inicio de la primera guerra independentista, también se afirma que fue por estar enfermo. Otros autores señalan que hizo el viaje para fundar un negocio propio con el capital ahorrado.
El investigador Manuel Crabiffosse Cuesta refiere “[…] sopesó en qué invertir sus ahorros, decantándose rápidamente por una industria tradicional de gran raigambre en su parroquia natal a la que no sería ajeno como era la de la fabricación de sidra. Sabedor de los gustos de sus paisanos, con el conocimiento de los negocios y la experiencia acumulados pondría en marcha una industria genuinamente asturiana que tuvo su principal razón de ser en el mundo de la emigración para satisfacer las demandas de aquellos que habían abandonado su tierra, a la que evocaban y con la que se identificaban, fortaleciendo los lazos comunitarios mediante su consumo”.
Contrajo matrimonio en 1871 con su prima Josefa Fernández-Roces Quirós, hija de Pedro Fernández Roces, magnate tabacalero que lo ayudó en Cuba. En ese año compró la primera casa en Colloto; luego adquiriría otras para desarrollar su emprendimiento. En la década siguiente tendría dos llagares, establecimientos donde elaboraba la sidra.
“Se inicia en los experimentos para crear un nuevo tipo de sidra, que pueda exportarse por barco a Cuba sin corromperse; sabiendo que si da con una fórmula que permita el transporte de esta bebida a los lugares en que había emigración asturiana, tendría un enorme éxito. Sus comienzos fueron un verdadero fracaso, pero no desistió en buscar esa fórmula; estudiando química para crear un proceso de champanización de la manzana. Parece que en algunos momentos pasó verdaderos apuros económicos, pero le ayudó a seguir en su proyecto y empeño su amigo Anselmo González del Valle y González-Carvajal”.
Mientras elaboraba la sidra natural, seguía con sus ensayos para obtener la achampanada. Los fabricantes de la bebida se burlaron, algunos lo tildaron de loco. Pero él continuó experimentando.
Cuando los ahorros se agotaron, pidió un crédito, “poniendo de manifiesto, ante los continuos reveses sufridos, un espíritu emprendedor, laboriosidad y fuerza de voluntad fuera de lo común”, como dijera Manuel Crabiffosse Cuesta.
Después de tantos esfuerzos, al fin, logró la fórmula buscada. Nos relata Mundo Gráfico:
“[…] Y la sidra sin perder nada de su sabor y su aroma de manzanas frescas se champanizaba en una reacción química natural que asombró a los más expertos sidreros asturianos. Pero, aún resuelto el problema, hubieron de presentarse nuevas dificultades. Hizo Cima su primer envío a Cuba, donde los asturianos esperaban ansiosos la deliciosa bebida. Y la expedición no llegó… llegaron las cajas mojadas, las botellas destapadas o rotas. Durante la navegación, al acercarse al trópico, las botellas estallaban. Era un nuevo problema, una nueva decepción, una nueva serie de ensayos, de estudios, de gastos y Cima, como tantos otros inventores, tenaz y creyente, gastó sus últimos céntimos, los últimos esfuerzos de su voluntad. Y venció”.
En 1875 ya funcionaba el sistema de elaboración inventado por él en su industria: “(…) la fábrica es mucho decir, pues durante estos primeros años él se ocupaba de todo en una cuadra y poco más”, reseñaba el cronista Francisco Bustamante.
Cima primeramente fue consolidando las ventas en Asturias hasta dar el salto hacia las exportaciones, al principio en pequeñas cantidades, a finales de la década de 1870. En Cuba, la sidra Cima enseguida ganó popularidad. En 1893 la caja de 24 botellas se vendía a 30 pesetas. Destacaba Mundo Gráfico que:
“Los consumidores no eran ya los asturianos, sino todo el mundo. Poder apagar la sed con champagne, cuya cantidad de alcohol no pasa de cuatro grados y medio, menos que cualquier cerveza. Un champagne perfumado por el aroma singular de la manzana y un champagne que costaba la décima parte que el de uva, constituyó para los que viven en la caliginosa tierra cubana la solución de un problema primordial de vida. Así, en pocos años, la demanda de aquel mercado excedió a la producción pasando de un millón de botellas las que José Cima enviaba cada año”.
A la bebida creada por Cima la Casa Real, en 1880, autorizó que fuera la única “sidra real”. Obtuvo medalla de oro en la Exposición Universal de Barcelona, en 1888, y la misma distinción al año siguiente en la de París. También fue premiada en la Feria Mundial Colombina, de Chicago, Estados Unidos, en 1893. El periódico Las Novedades, editado en Nueva York, elogió la calidad de la bebida, al reseñar su participación en este último evento: “Espumosa y chispeante, encanto de vista, regalo del paladar, y confortable de la máquina humana, así es la sidra que lleva la marca de D. José Cima y García. El ambarino líquido […] es afamado dentro y fuera de España, por su excelencia y pureza, por su elaboración cuidadosa y su excelente envase. La sidra de Cima y García [es] premiada a diario por cuantos la paladean, sin excepción, lo que constituye la más alta recompensa que puede darse a producto alguno […]”.
La lucha por el mercado cubano
Cima no se durmió en los laureles. Los premios no lo “marearon”, pues otros fabricantes asturianos también crearon sus marcas de champagne de sidra (Centro de Gijón, Gaitero, La Covadonga) y comenzaron a exportarlas a Cuba. Además, había otras producidas en Inglaterra, Francia y Alemania.
En 1894, Cima visitó Cuba, su principal mercado, “que representaba para el laborioso industrial la fabulosa cifra de más de $ 70 mil al año”, según datos ofrecidos en El Correo de Asturias, de La Habana, citado por el investigador Manuel Crabiffosse Cuesta. Los intereses comerciales de su empresa los representó en la isla Antonio Quesada, luego la razón Sobrinos de Quesada, y a partir de 1920 la compañía casa González y Suárez. En 1926 quedaron en poder de Nicanor Fernández y cuando triunfó la Revolución eran sus agentes exclusivos Marcelino González y Cía.
Como botón de muestra, para ilustrar la competencia tenaz que debió enfrentar Cima García, reproduzco este fragmento de una carta escrita por José Ortega, comerciante mayorista establecido en La Habana, el 3 de enero de 1923, documento citado por el historiador Manuel Crabiffosse Cuesta:
“La competencia entablada por los Sres. Valle, Ballina y Fernández, de Villaviciosa, por medio de sus agentes J. Calle y Cía., a la casa González & Suárez, agentes de la marca CIMA, ha legado a un límite increíble. Sin mercado para ello, se han traído en dos vapores más de veinte mil cajas de sidra EL GAITERO, que han sido distribuidas entre almacenistas, detallistas, hoteles y hasta tabernas de toda la República ‘para pagar después que se vendan’ […] Debe Ud. calcular el poco interés que habrán tenido esos comerciantes en disponer de una cosa que no tienen que pagar y el resultado es que hay una cantidad estupenda de sidra por todas partes que perjudica de una manera tremenda toda venta que intente realizarse a precio fijo y para cobrar, como es uso y costumbre en estos casos”.
Cima, que en 1900 exportaba un millón de botellas anuales, siguió perfeccionando la elaboración de su sidra, modernizó y amplió las instalaciones, construyó una nueva fábrica y, para evitar falsificaciones, colocaba en las botellas de su bebida el cintillo Real Sidra Asturiana, la marca más conocida de las que registró.
Falleció en 1932, a la edad de ochenta y siete años. Por sus aportes a la industria y el comercio le fueron otorgadas relevantes distinciones, entre ellas Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica (1883) y la Gran Cruz de la Orden Civil del Mérito Agrícola (1912). Fue Comisario Regio de Agricultura en Asturias, presidente del Centro Mercantil e Industrial de Oviedo, presidente de la Asociación de Fabricantes de Sidra de Exportación Asturiana y consejero de la Junta de Agricultura, Industria y Comercio de la provincia.
Al parecer su último viaje de negocios a Cuba ocurrió en la primavera de 1908. Debió ser, más que una visita comercial, un encuentro nostálgico con viejos amigos y lugares entrañables donde comprendió la importancia de gasificar la sidra de forma artificial y convertirla así en un producto exportable. En la cultura sidrera asturiana, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, tiene un lugar especial, sin dudas, el indiano José Cima García.
Fuentes consultadas:
Manuel Crabiffosse Cuesta: Patria de sidra. La industria de la sidra champagne en Asturias. 1884-1934, Museo Casa Natal de Jovellanos, Asturias.
Asturias
Diario de la Marina
Mundo Gráfico
La Unión Constitucional
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