Hace dos meses conversaba con el académico Antonio Ortega Ruiz, especialista en Patrimonio Histórico en Universidad Internacional de Andalucía, sobre historias poco conocidas de las relaciones entre el sur de España y la región central de Cuba, donde el investigador ha colaborado con varios proyectos y donado valiosos documentos y fotos que ayudarán a develar aspectos de la Trocha Militar de Júcaro a Morón.
Le comenté acerca de la vida trágica de un general nacido en esta última ciudad cubana, quien alcanzó fama y recibió múltiples condecoraciones en el ejército hispano. Figura controvertida, ha provocado intensos debates hasta después de muerto. Sus días acabaron cuando un pelotón de republicanos lo fusiló.
La Guerra de los Diez Años estaba por terminar. En la villa de Morón, perteneciente a Puerto Príncipe, hoy Camagüey, vivía el coronel de Infantería Lesmes Saro y González, casado con María Martina Marín de Almansa. Ya la comarca había perdido el esplendor ganadero de antaño y por doquier, en los portales de las casas, dormitaban en sus hamacas los extenuados soldados. En medio de las fatigas provocadas por incursiones en la manigua, el nacimiento del niño Leopoldo, el 11 de enero de 1878, fue una bendición para el oficial.
Después de finalizada la contienda, volvió a España. Tenía entonces decidido que el niño estudiara la carrera de las armas y así se hizo, en la Academia de Infantería de Toledo, a partir de 1893. Asignado al Regimiento de Canarias, como segundo teniente, en 1895 el joven Leopoldo Saro Marín regresó a su país de origen, participó en combates ocurridos en las jurisdicciones de Cienfuegos, La Habana, Puerto Príncipe y Matanzas, donde fue recompensado con una Cruz Roja al Mérito Militar.
Sus últimos días, en aquel conflicto bélico, transcurrieron en Nuevitas, asediada por barcos estadounidenses. Con grados de primer teniente retornó a Madrid en 1898. Allí le otorgaron una segunda Cruz Roja al Mérito Militar y el ascenso a capitán.
Guerra de Marruecos
Ganada cierta estabilidad económica, en 1906, contrajo matrimonio con Josefa Saro Moya, natural de Úbeda. De esta unión nacieron Gaspar y Leopoldo. Tres años más tarde, estaba combatiendo en Marruecos. Participó en las acciones del Barranco de Lobo, en Taxdirt, donde le concedieron Mención Honorífica, Hidum, Nador y Zeluán. Una temporada en España y luego otra vez a la guerra, en 1911, con los grados de Comandante en el Batallón de Cazadores de Tarifa. Herido de bala en el brazo izquierdo, el 25 de diciembre durante el combate en Bohuat, recibió una nueva medalla: la Cruz de María Cristina de 2.ª Clase.
Era coronel cuando lo designaron jefe del Regimiento del Rey, con sede en Madrid, en 1918. En ese año fue Vicepresidente de la Comisión Mixta de Reclutamiento. Por su fidelidad al monarca fue nombrando gentilhombre de cámara de su Majestad el Rey Alfonso XIII. Pero la paz no duró mucho.
Narra el articulista Carlos Fernández Barallobre: “En 1921, un mes después del desastre de Annual, el coronel Saro se trasladó a Melilla al mando de un batallón de su regimiento Inmemorial del Rey, encuadrado en las columnas que mandaban los generales Cabanellas y Sanjurjo, desembarcando con sus hombres en la zona de la Restinga y conquistando posteriormente Nador. En el mes de octubre toma el mando de una media Brigada que se distinguirá en la ocupación a la bayoneta calada de Sebt. Con sus tropas Saro recuperará para España, el Gurugú, Zeluán, Monte Arruit y Taxuda”.
Ascendido a general de brigada, en 1922, desempeñó un papel importante cuando Miguel Primo de Rivera, en septiembre de 1923, dio el golpe de Estado, con el respaldo del Rey Alfonso XIII. El Directorio Militar designó Alto Comisario y jefe del Ejército de España en África a Leopoldo Saro Marín.
Fue en esa época que estrechó lazos de amistad con el general Francisco Franco, también destacado en aquella guerra colonialista y futuro dictador. En diciembre tomó posesión como Presidente de la Junta Directiva del Centro del Ejército y la Armada.
Por la maestría demostrada en la preparación y ejecución del Desembarco de Alhucemas, en 1925, donde dirigió una de las columnas de ataque, recibió el grado de General de División y el Rey le otorgó la merced de Conde de la Playa de Ixdain.
En la abultada hoja de servicios del general Saro sobresalen: su jefatura como Director General de Instrucción y Administración del Ministerio de la Guerra, del Gobierno Militar de Madrid, capitán general de la séptima Región Militar, las capitanías generales de Sevilla y de Andalucía.
Declarado Hijo Adoptivo Úbeda, Leopoldo Saro residió allí varias temporadas. Como dicen las guías turísticas, “Úbeda es un ciudad artística y monumental, se mire por donde se mire, y una de las localidades más señoriales y gloriosas de Andalucía”. Atendía sus propiedades y contribuyó, con sus influencias, al desarrollo de la demarcación “a través del apoyo que había prestado a la construcción de sistemas de riego, escuelas públicas, archivo y biblioteca, parador Nacional y sobre todo destacándose en su denodada lucha para que el tren de la línea Baena-Utiel pasase por la misma ciudad de Úbeda. En agradecimiento el pueblo de Úbeda, por suscripción popular, le dedicó una estatua, obra del escultor Jacinto Higueras, encargada por el Ayuntamiento en 1928 e inaugurada en 1930, y cuyo coste se elevó a 5 mil pesetas”, apunta Carlos Fernández Barallobre.
Fusilamiento
La II República triunfó en abril de 1931, el Gobierno Provisional despidió de sus funciones a Leopoldo. En el mes de mayo, la familia, ante la exigencia de los republicanos, tuvo que retirar la estatua e instalarla en la finca “El Teatino”.
Viajó a Manila, Filipinas, para atender negocios particulares. En noviembre de 1932, al regresar, fue detenido en Barcelona. El Tribunal de Responsabilidades Políticas le sentenció a seis años de destierro, a doscientos cincuenta kilómetros de Madrid, y a doce años de inhabilitación absoluta, con pérdida de derechos pasivos. Sin embargo, obtuvo la libertad por una amnistía en 1934.
La Guerra Civil comenzó en 1936. Los republicanos enfrentaron a las fuerzas reaccionarias que, comandadas por el general Francisco Franco, se habían sublevado. En el verano de ese año intentaron ajusticiar a Leopoldo los adversarios del franquismo.Los milicianos llegaron sigilosos a la hacienda. Pero él no se encontraba. Entonces ametrallaron la estatua del General y la tiraron a la alberca, allí permanecería tres años esta obra de arte.
Fue buscado en Madrid. Un día los republicanos registraron la casa de Saro Marín. Él no estaba. Miraron un retrato suyo, pintado por José María Tamayo y lo “pasaron por las armas”. Finalmente fue detenido y fue fusilado el 19 de agosto de 1936. Cuentan que reclamó a los ejecutores vestir el uniforme militar y ordenó, además, la descarga mortal. Tenía 58 años de edad.
Transcurrido el tiempo, la estatua, ya en la dictadura, recuperó su lugar en la plaza de Andalucía, en Úbeda. Desde 2000 hasta 2007, permaneció bajada del pedestal para construir un aparcamiento subterráneo. Pero hoy sigue en pie, con las marcas de balazos recibidos, y el turista curioso la mira, la fotografía, sin saber que ese general y conde nació y pasó parte de su infancia en Cuba, en un pueblito de las llanuras de Puerto Príncipe.
Fuentes:
Diario de Burgos
El Defensor de Córdoba
El Debate
El Sur
La Correspondencia de España
Pablo Jesús Lorite Cruz: “La huella tangible en Úbeda del General General Leopoldo Saro, Conde de la Playa de Íxdain”, Trastámara, nº 14, julio-diciembre 2014 , pp. 21-38.