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Reseñaban crónicas policiales, divulgadas por los principales periódicos de Cuba y España en el verano de 1864, un suceso trágico ocurrido en el pintoresco poblado de Marianao.
Acerca de los motivos del duelo, narró La Correspondencia de España:
Los contendientes eran el señor Mallen, vista que fue de la aduana de La Habana, y el señor Sales que lo era de la de Matanzas, íntimos amigos. A consecuencia de un pequeño desaire que una hermana del primero infirió al segundo, en un baile de temporada en la glorieta de Marianao, mediaron acaloradas contestaciones entre los dos amigos, que llevaron el asunto al terreno del honor, donde quedó gravemente herido el ofendido señor Sales que a los dos días sucumbió de resulta del lance.
Al parecer, este hecho fue un caso aislado, excepcional, y no pudo opacar la positiva fama del sitio de recreo, donde la aristocracia habanera, capitanes generales, altos oficiales del Ejército y sectores de clase media pasaban temporadas en tiempos de estío, atraídos por los baños medicinales del manantial del Pocito, el río Quibú y los bailes.

La glorieta
Desde mediados del siglo XIX, además de las fiestas privadas en las hermosas quintas edificadas en Marianao, el sitio predilecto para estas celebraciones fue la glorieta. Acerca de los orígenes de este espacio público nos cuenta el historiador Fernando Inclán Lavastida:
Ninguna otra mejor iniciativa podía haber tenido los veraneantes y animadores del fomento de Marianao, cuando se decidieron a construir una Glorieta para bailes en el mismo lugar en que hoy lo está el Teatro Principal. La juventud y gente divertida que abandonaba a la Capital los sábados en la noche y los domingos, se trasladaban a este pueblo en busca de expansiones y aquí se encontraban con que no tenían un local apropiado para festivales bailables, todo lo contrario de lo que sucedía en los poblados de Puentes Grandes o Jesús del Monte. Teniendo en cuenta que Marianao era un pueblo de veraneo y que como tal estaba obligado a brindar alicientes a cuantos ávidos de diversiones lo visitaban, la construcción de la Glorieta vino a llenar un vacío que desde hacía tiempo se estaba dejando sentir.
La glorieta fue inaugurada el 24 de junio de 1848, año en que se había mejorado la conexión con La Habana mediante un servicio de diligencias, acontecimiento descrito así por un cronista del Diario de la Marina:
A las 8 la Glorieta estaba ocupada por un gran número de señoras y caballeros, siendo extraña a la población la mayoría de unas y otros, y más de cien parejas rompieron el baile que a las nueve alcanzó el apogeo de su brillantez. Prolongóse hasta la 1 de la madrugada, hora en que las diligencias y los carruajes particulares arrancaron de aquel lugar de delicias a los que vivían lejos de él y se llevaban gratísimos recuerdos.
Resultarían proféticas las palabras del gacetillero:
Marianao va a ser sin duda un pueblo de temporada, de verdadera moda; su excelente temperamento, la franqueza de que allí se disfruta y la facilidad de trasladarse a él económicamente contribuyen a darle crédito y boga.
A partir del 2 de octubre de 1851, la glorieta tuvo otro atractivo, pues se inauguró un escenario para presentar obras teatrales. Dato interesante es que a las compañías teatrales les exigieron realizar funciones benéficas con el fin de recaudar fondos para obras sociales.
A fines de 1857, la glorieta fue demolida para edificar el Teatro Concha, posteriormente conocido como Principal.
Sin embargo, como lo demuestra la noticia que cité al inicio de esta crónica, existió una en 1864. Tal vez fue provisional, rústica, situada en otro lugar del poblado.

En La Playa
El establecimiento, en 1863, del ferrocarril que unía a Marianao con La Habana favoreció el desarrollo socioeconómico de la jurisdicción y el traslado desde la capital de los interesados en participar en las actividades recreativas.
Hasta La Playa, entonces un caserío, llegaron las paralelas de hierro en marzo de 1884 y, el domingo 22 de marzo de ese año, la empresa propietaria del ferrocarril inauguró una glorieta para bailes.
El presidente de la compañía que era dueño de una casa de recreo en el balneario dio el visto bueno a la organización de “excursiones dominicales que salían del Paradero de Concha, en La Habana, y llegaban al de la Playa al filo del mediodía. Los excursionistas pasaban toda la tarde ufanos y contentos, deleitándose en la Glorieta con la Orquesta de Valenzuela, cuyos danzones, llenos de melodía, constituían el encanto de los bailadores”, narró el investigador Fernando Inclán Lavastida.

Conquistas amorosas
Las damas de entonces, asiduas a los bailes celebrados en la glorieta, usaban abanicos de marca Imperio, que compraban en las tiendas La Complaciente, La Especial y El Japón, importados desde París por el empresario Carranza.
Algunas jóvenes llevaban corsés que las hacían “más esbeltas y elegantes”, confeccionados en el taller de Obispo, número 22, de doña Matilde Martínez, “corsetera afamadísima en Europa y en América”. O en la Ninfa Habanera, de Madame Bouillón, sito en O’Reilly 93, pieza anunciada pomposamente como “Higiénico, contentivo abdominal y subventral”.
A las 12:30 salía un tren extraordinario del paradero de Concha. El pasaje, de ida y regreso, costaba un peso. Engalanaban con flores la glorieta, donde bailaban danzones, valses y polkas, interpretados por la popular orquesta del músico y compositor Raimundo Valenzuela León. Nacido en San Antonio de los Baños, en 1848, destacaba como ejecutante de varios instrumentos como trombón, viola, piano y percusión. Allí, en Marianao, fueron estrenadas algunas de sus creaciones.

Era habitual que acompañaran a los bailadores cronistas como Jacobo Domínguez Santi, Enrique Fontanills y Manuel Serafín Pichardo Peralta, pues fascinaba a los excursionistas leer sus nombres, con una retahíla de adjetivos en la crónica social del Diario de la Marina, El Fígaro, El País y La Habana Elegante, entre otros.
Leyendo las gacetillas de la época, aprecié la connotación que inferían los redactores a los bailes como espacio para el galanteo y la conquista amorosa. El periodista y poeta Manuel Serafín Pichardo, que llamaba a Marianao el Biarritz de la sociedad habanera, en alusión al poblado francés donde veraneaba la aristocracia, en una de sus crónicas, divulgada el 8 de octubre de 1885, decía:
Llegué a la Glorieta en el momento en que se tocaba una pieza de cuadro. Me fijé en una tanda en que bailaban de compañeros María Luiza Gálvez y el joven Morales, Carmela Portela y Apin Fernández. Morales ostenta el lujo de su tropical hermosura, como dijo una amiga mía: ¡Qué conchitas y qué bigotes! Apin, esbelto y arrebatador, hizo más de una conquista. Apuesto, elegante y con un pie… ¡Qué pie! Travieso y juguetón, José María se contoneaba airoso y tenía revueltas a una docena de niñas que no lo dejaban ni a sol ni a sombra. ¿Y José Ramiro? Adonis adorable, que solo le faltaba el traje de húsar para seducir a media glorieta.

Con ironía escribía un gacetillero de La Habana Elegante, el 21 de septiembre de 1884:
No olviden nuestras lectoras que hoy tendrá en la Playa de Marianao una gran matinée para la que reina un embullo extraordinario. A juzgar por el número de invitaciones que se han repartido, aquello va a ser la mar con todos sus tiburones y demás pejes inofensivos.
Y en El Fígaro, el 15 de julio de 1886, una nota sarcástica anunciaba:
Se proyecta, al decir de nuestro compañero Antonio Delmonte, en la gacetilla de El País, un magnífico baile en la glorieta de la playa de Marianao que se denominará de las pescadoras porque las señoritas irán vestidas de ese modo. De anzuelos les servirán los ojos, y nosotros seremos los incautos pececitos. Recomendamos a nuestros amigos que procuren no dejarse pescar.
En los años 80 del siglo XIX, competían los festejos en Marianao con bailables; podían ser de disfraces, de carnaval, de piñata, organizados en la ciudad de La Habana por diversas sociedades de instrucción y recreo.
Cuando los salones resultaban pequeños para las actividades, se alquilaban teatros. Es que los bailes estaban muy arraigados en La Habana. Nótese lo que reseñaba El Fígaro, el 9 de febrero de 1889:
El Círculo Habanero ofrecerá cuatro y La Caridad del Cerro otros cuatro, que sumados con los cuatro que también ofrecerá el Círculo del Vedado, hacen la friolera de doce bailes, sin contar los del Casino Español, Centro Gallego, Centro de Dependientes, Colla de Sant Mus, Centro Catalán, Centro Canario y los tradicionales de Tacón, y en los cuales puede decirse que bailará La Habana entera.
En ese entorno, las matinés de verano en las glorietas del Gran Marianao, como diría El Fígaro, “formaron época en la vida de la sociedad habanera”, convirtiéndose en una tradición centenaria, expandida a otros espacios del municipio.

Fuentes:
Inclán Lavastida, Fernando: Historia de Marianao, Editorial El Sol, 1952.
Diario de la Marina
El Fígaro
La Correspondencia de España
La Habana Elegante