La cuarta villa fundada en 1514 por el imperio español en Cuba, se despertaba agitada desde que se conoció el desembarco de uno de sus hijos más ilustres y rebeldes, el general Serafín Sánchez Valdivia, en Punta Caney, Tayabacoa, en la costa sur.
Se rumoraba que había arribado con los generales Carlos Roloff y José María (Mayía) Rodríguez, al mando de una expedición que trajo pertrechos y hombres. La ciudad, con las marchas y contramarchas, la salida y entrada de columnas parecía un campamento sitiado. Los espirituanos, aficionados al recogimiento del hogar y a las artes, no podían evitar la convulsión social que genera un conflicto armado.
Esto debió percibirlo el escritor Eulogio Horta, cronista de la revista ilustrada El Fígaro, cuando la visitó en el verano 1895. Natural de Cienfuegos, periodista prolífico y defensor del modernismo, fue amigo de Julián del Casal, uno de los máximos exponentes de la nueva corriente literaria. Horta estaba a punto de partir hacia Europa y América; aquel viaje le daría la paz que siempre buscaba su espíritu inquieto, de viajero pertinaz.
Conserva muchas casas antiguas, de un solo piso y de aleros muy salientes, de las cuales algunas parecen reconstruidas hace poco; las calles en su mayoría tortuosas, estrechas y mal cuidadas, no están en armonía con la cultura y buen gusto de sus habitantes, aunque podemos exceptuar la parte más moderna (…) Los habitantes de este simpático pueblo son en extremo hospitalarios y bondadosos, acogen al viajero con exquisita franqueza (…)
Una de las primeras entrevistas la realizó al alcalde Marcos Fernando García de Castro, antiguo general de brigada del Ejército Libertador, convertido en líder de la Autonomía y cacique político. Apasionado a la lectura, abogado y maestro de profesión, era un practicante contumaz del espiritismo.
García de Castro apoyaba durante ese verano la realización de las fiestas organizadas por la “Sociedad El Recreo” que celebraba el aniversario once de su fundación. La institución había contribuido al estudio del arte y la literatura, al bienestar de la agricultura y la ganadería, inauguró una biblioteca pública y editaba el periódico La Fraternidad, que competía con otros medios de comunicación impresos en la ciudad: El País, conservador, dirigido por Carlos Cauto Cueto, El Comercio, de Fernando Flores Vergara, El Fénix, que respondía a los intereses del Partido Liberal Autonomista y El Imparcial, dirigido por Miguel Mínguez Cepeda.
Había en la ciudad otras asociaciones: el “Casino Español”, ubicado frente a la Plaza de Armas, “La Igualdad”, la “Sociedad Asturiana de Beneficencia” y “Los hijos del Ejército”. Después del Pacto de Zanjón, abrieron sus puertas “El Porvenir”, “La Caridad” y “La Unión”, que agrupaban a negros y mulatos, por solo mencionar algunas. Entre ellas destacaba el “Cabildo Luz Divina de Santa Bárbara”. Una nota divulgada en El País, en 1894, develaba estos detalles acerca de sus peculiaridades:
Los morenos congos, carabalíes, macuás, o lo que sean, que no lo tenemos bien averiguado, llevaban en procesión a su patrona Santa Bárbara, desde la Iglesia de Jesús, donde le habían celebrado una fiesta hasta el Cabildo, donde los referidos morenos acostumbraban reunirse y bailar a los acordes del armonioso, delicioso, melodioso, dulce, arrobador tambor africano.
Los poblados que pertenecían a la jurisdicción del municipio espirituano también tenían asociaciones de instrucción y recreo. En Tunas de Zaza, “El Oriente”; en Guayos, “La Aurora”; “El Progreso” en Cabaiguán; “La Fraternidad” en Paredes; y “Cristóbal Colón” en Guasimal.
En el ámbito económico sobresalía el “Centro del Comercio, Industria y Navegación”, la “Asociación de Propietarios de la Riqueza Rústica y Pecuaria” y la “Asociación de Propietarios de la Riqueza Urbana”.
La población esperaba la instalación del servicio eléctrico en la urbe, hasta la fecha se utilizaba gas en el alumbrado, servicio que prestaba la empresa de Gutiérrez y Martí. Pero ya el edificio de la nueva planta de energía estaba al inaugurarse.
“El Término Municipal posee magníficos terrenos, cuenta con algunos ingenios de importancia; pero la mayor parte está dedicada a la crianza de ganado mayor, sus cultivos menores existen en pequeña escala, aunque lo bastante para surtir de sobra la plaza, careciendo de incremento esta parte de su riqueza por falta de vías directas de exportación, como sería sin duda el proyectado ferrocarril del norte que lo uniera con Sagua, Cienfuegos y La Habana”, escribía Horta.
De acuerdo con el historiador Manuel Martí Moles, en 1894 estaban inscritas en el Registro Pecuario más de 250 mil cabezas de ganado. Esta riqueza sería destruida en apenas tres años como consecuencia de la guerra (1895-1898).
El embarcadero de Tunas de Zaza, conectado a la ciudad desde el 23 de abril de 1864 por un ferrocarril, era la vía más usada para quienes deseaban viajar a otras regiones cubanas o al extranjero. Compañías de vapores recorrían el sur de la Isla y atracan allí. En el itinerario incluyen a Santiago de Cuba, Manzanillo Santa Cruz, Júcaro, Trinidad, Cienfuegos y Batabanó.
El municipio estaba dividido en dieciséis barrios, cuatro de ellos urbanos y los demás rurales. Tenía ocho escuelas públicas, que mantenía económicamente el Ayuntamiento y en los poblados del campo había pequeñas instituciones educativas privadas, sostenidas por los vecinos y algunas por el Gobierno de la localidad. En la ciudad cabecera disponían de un colegio de segunda enseñanza, adscripto al Instituto Provincial de Santa Clara. La Villa gozaba de fama por la calidad de sus docentes.
“Sancti Spíritus tuvo el privilegio de tener en su seno a unos cuantos hombres de cultura amplia enamorados del progreso intelectual de la juventud; y, a la sombra de ellos surgieron esas escuelas de primera y segunda enseñanza en que, no solamente se daban las primeras letras, sino que en todas ellas, invariablemente, se daban lecciones de latín —varios cursos— y de alta cultura científica y literaria. Así pudo Sancti Spíritus, andando los años (1870 a 1900) ofrecer ante la cultura del país, hombres cuya preparación parecía hecha en tierras extrañas y no en una ciudad que apenas había sacudido el polvo de una sencilla vida rural”, opinaba años después Rafael Rodríguez Altunaga en su monografía Las Villas (Biografía de una provincia).
Eulogio Horta, el cronista viajero, disfrutó la arquitectura religiosa. Se detuvo frente a la Parroquial Mayor de Sancti Spíritus, inaugurada en 1680. Todavía la tradición oral recordaba la historia del gallo de oro que Don Pedro Pérez de Corcha (1591-1681) donó al Templo del Espíritu Santo y que estuvo como adorno en el altar hasta que en 1665 una partida de piratas lo robó, junto a otros bienes, cuando saqueó la villa.
Existía un inmueble que no podía obviar, el Convento de San Francisco de Asís, fundado en 1716. Se trataba de una institución que “merece la gratitud de los espirituanos y de los villareños porque se hospedaban allí franciscanos ilustrados y amantes de la enseñanza de la juventud. En ese centro recibieron elemental y superior doctrina no pocos hijos de Sancti Spíritus y de los pueblos vecinos que iban a ilustrarse con tan beneméritos maestros. En esa labor asistieron siempre los Frailes Dominicos a los cuales se ven, por aquellos tiempos, en diferentes pueblos de Las Villas evangelizando y enseñando a niños y jóvenes”, referiría años después el ensayista Rafael Rodríguez Altunaga.
La fe católica, de hondas raíces, formaba parte de la cotidianidad. La ermita de Santa Ana, la de La Caridad, el Hospicio de Jesús de Nazareno, también eran lugares sagrados para los lugareños.
Eulogio paseó en bote por el río Yayabo, con un grupo de intelectuales y empresarios. Fueron hasta la represa del Acueducto. Durante su estancia pidió colaboración a sus colegas espirituanos para completar la encomienda periodística. R. Cruz Pérez redactó un artículo acerca de la evolución histórica de la urbe. Arturo Codezo Vinageras, reseñó el devenir del puente de estilo románico, construido bajo la dirección de los artesanos andaluces Blas Cabrera y Domingo Valverde. La obra se dio por terminada en 1831:
El puente del Yayabo enlaza la orilla del Yayabo en que se encuentra el paradero Valle con la margen opuesta sobre la cual se extiende la red principal de la ciudad de Sancti Spíritus.
Eligióse para su construcción aquella parte del lecho del río en que éste ofrece un sólido asiento de pierda calcárea arenisca. La obra es de ladrillo y se compone de tres tramos en arcos semicirculares siendo el mayor, que es el del centro, de ocho metros de diámetro. El tablero lo forman dos rampas que asciende hacia la parte central del puente, forma elegida frecuentemente por los antiguos constructores a causa de la general creencia en que entonces se estaba que ningún arco aventajaba al semicircular en este género de obra.
Llegó el momento de la despedida para regresar a La Habana. Iba sobresaltada el alma del poeta porque había recibido, de golpe, tantas emociones. Pero le embargaba la tristeza de no poder publicar todo. La censura de la prensa, a cargo del teniente coronel Arjona, impedía divulgar noticias sobre la guerra.
Eulogio llevaba en su papelería un soneto que le había regalado César Cancio, con un fragmento del poema finalizo estos apuntes:
En un lecho de blancos azahares,
aureleado de luz resplandeciente,
alzas tu pobre, pero altiva frente
con su noble corona de palmares.
Fuentes
Rafael Rodríguez Altunaga: Las Villas, (Biografía de una provincia), Imprenta El Siglo xx, La Habana, 1955.
Gonzalo de Quesada: Cuba, Imprenta del Gobierno, Washington, 1905.
Marlene Manso Beltrán: “Historia comunicativa de la Sociedad El Progreso de Sancti Spíritus, en la etapa republicana”, Tesis de grado, Curso 2011-2012, Universidad de Sancti Spíritus “José Martí Pérez”.
Escambray
El Fígaro
La historia es fascinante,es algo que atrapa a sus apasionados,gracias por dedicar tiempo a estás líneas .